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miércoles, diciembre 20, 2017

Parashat VaIgash

Mirar hacia arriba

Cuando Antoni Gaudí comenzó con la construcción de su obra maestra, la basílica de la "Sagrada Familia" en Barcelona, sabía que no iba a lograr concluir con su tarea.

Efectivamente, eso es lo que ocurrió; la obra comenzó en el año 1882 y al día de hoy aun no ha concluído. Gaudí, que dedicó los últimos cuarenta y cuatro años de su vida a la construcción, nunca se mostró impaciente por terminarla. Cuando se le preguntó por la fecha de finalización del templo, Gaudí respondió lacónicamente: "Mi cliente no tiene prisa...".

No obstante, hubo un detalle que ocupó la atención del arquitecto catalán; Gaudí estaba obstinado en que su obra fuera la construcción más alta de Barcelona y que esta fuera reconocida por la basílica de su autoría.

Evidentemente, esta idea no fue exclusiva de Gaudí. Casi todas las religiones del mundo antiguo construyeron sus templos en lo más alto de sus ciudades. Ocurrió así con el Partenón de Atenas, el templo de Machu Pichu en Perú y, obviamente también, con nuestro Templo de Jerusalem erigido sobre el Monte Moriá.

Si repasamos la literatura rabínica, apreciaremos que la sinagogas jugaron históricamente un papel similar al de los antiguos templos. El Shulján Aruj dice: "La sinagoga no debe ser construída sino en lo más alto de la ciudad, y se la erige por encima de todas las casas habitadas de la ciudad" (Oraj Jaim 150, 2). Y luego, agrega: "Quien erigiera su casa por encima (de la altura) de la sinagoga, hay quien dice que se le debe obligar a reducirla" (ibid. 3).

El lugar asignado a dichos santuarios, tanto en la tradición judía como en otras tradiciones religiosas, conlleva un mensaje claro y contundente: dichos santuarios constituían el centro vital y primordial de aquellas sociedades.

El ingreso de la humanidad a la era industrial, hizo que la altura de dichos santuarios quede postergada por la altura de las chimeneas. Luego, aparecieron los rascacielos como símbolos visibles del progreso humano. Hoy en día, el punto más alto de las ciudades modernas, no está poblado por santuarios, ni por chimeneas, sino por antenas de telecomunicaciones.

Evidentemente, quien quiera apreciar el orden de prioridades y valores de una sociedad no debe, sino, mirar hacia arriba.

...

Eso es lo que creí la primera vez que llegue a Israel para estudiar en la Universidad de Haifa. Allí, en lo alto del monte Carmel, se erige de manera visible la torre central de la Univeridad. La imagen estaba cargada de simbolismo; una sociedad –supuse- que erige universidades en las alturas de sus ciudades debe otorgar a la educación un lugar central.

Sin embargo, con los años fui perdiendo la ingenuidad y comprendí que esa imagen era posiblemente un espejismo. La educación, lamentablemente, no es un valor primordial en el moderno Estado de Israel.

Si bien Israel no es tercer mundo en materia de educación, Finlandia y su revolucionario sistema educativo aun queda lejos. La falta de hincapié en valores judíos y universales, las aulas superpobladas, la planificación curricular -por momentos- irrelevante, y la una obsesión desmesurada por los resultados en detrimento del proceso de aprendizaje, son sólo algunas de las materias pendientes del sistema educativo israelí.

En Parashat Vaigash que leemos esta semana, se nos narra el descenso de los hijos de Israel a Egipto. La Torá nos cuenta que Iaakov, al momento de planificar su partida, envía a Iehudá a la cabeza a fin de enseñar el camino hacia Goshen (Bereshit 46, 28).

RaSHI, sensible al hecho de que la Torá utiliza el verbo Lehorot (Enseñar), agrega que Iehudá fue enviado por su padre a fin de establecer una academia de estudio en Egipto (Rashi, ibid.). RaSHI sugiere que Iaakov comprendió que sus hijos no tendrían porvenir en la tierra del Nilo, si la educación quedaba postergada.

El Talmud Ierushalmi narra la historia de Rabí Iehudá quien a principios del siglo tercero de la era común se dispuso a fortalecer el sistema educativo en la Tierra de Israel. Fueron Rabí Ami y Rabí Asi -alumnos de Rabí Iehudá- de poblado en poblado y pidieron conocer a los guardianes de la ciudad.

Cuando estos trajeron delante suyo a los soldados que cuidaban las murallas de la ciudad, los alumnos de Rabí los ignoraron diciendo que era a los maestros –y no a los soldados- a quienes ellos pedían conocer (Eijá Rabá, Petijta). No en vano han dicho nuestros sabios en el Talmud que Ierushalaim fue destruída a causa de la negligencia en la educación de los niños (Shabat 119b).

Cuando la educación fue postergada, el edificio se vino abajo.

Ese debiera ser el desafío. Hacer regresar la educación a la cima del monte. Así como lo entendió Iaakov al descender a Egipto. La educación es un asunto serio. 


miércoles, diciembre 13, 2017

Parashat Miketz (Januká)

Soñadores, Intérpretes y Realizadores

Cada mañana, al colocarnos los Tefilin, atendemos tres puntos neurálgicos de nuestro cuerpo humano. Comenzamos ubicando la Tefilá Shel Iad en el brazo y la orientamos de cara al corazón. Luego, colocamos la segunda Tefilá alrededor de nuestra cabeza y, por último, enrollamos la primera en nuestra mano.

Cuando analizamos la historia de Iosef, vemos cómo su vida siguió ese mismo trayecto. La Parashá pasada, fue la sección del Corazón. Iosef, era una soñador de sueños de grandeza alojados en un rincón de su alma.

Al inicio de esta Parashá entra en juego la Cabeza. Iosef deja de soñar y pasa a interpretar. Es el propio faraón el que sueña e Iosef analiza sus sueños y asume al cargo de virrey de Egipto.

Iosef estaba ‘hecho’ con eso; pero no se contentó. La economía más importante del mundo estaba tambaleando e Iosef propone y ejecuta un plan de ‘ajuste’ para sacar a flote la dramática situación...Allí entró en escena la Mano.

Corazón, Cabeza y Mano. Están quienes se contentan con soñar. Viven recostados sobre esos sueños y alimentan su alma con ilusiones. Otros gustan de interpretar, y allí se quedan. Aman la dialéctica, el ejercicio intelectual y la charlatanería. Por último, están los realizadores. Los que logran volcar todos esos sueños y esa dialéctica en acción.

Por mucho tiempo Iosef fue recordado. A tal punto fue así, que la esclavitud de Egipto se inicia cuando asume un nuevo faraón Asher Lo Iadá Et Iosef. Un faraón que no recordaba ni sabía todo lo que había significado Iosef para Egipto.

Pero Iosef no fue recordado por lo que soñó...Tampoco por lo que interpretó...Iosef fue recordado por ser un realizador.


Algo similar ocurrió con la familia de los makabim, que recordamos en estos días de Januká. No los recordamos por sus sueños ni por su ilusión por restablecer el Reino de Di-s en una Tierra de Israel azotada por el paganismo y la asimilación. Los recordamos por haber tomado ‘el toro por las astas’ y transformar el mundo que los rodeaba.

Una abismo salvaje separa a la palabra de la acción. Iosef es quien nos enseña que el corazón (lo que se sueña), la cabeza (lo que se piensa) y la mano (lo que se hace) deben estar tan cerca en nuestro quehacer cotidiano como lo están en nuestro cuerpo humano.

Cada mañana, al colocarnos los Tefilín, lo recordamos.

jueves, noviembre 30, 2017

Parashat VaIshlaj 5778

Luchar es triunfar

La Parashá de esta semana registra uno de los primeros combates en la historia de la humanidad. Una lucha desigual, desde los papeles. Por un lado, Iaakov, nuestro tercer patriarca. Un hombre delicado, de vida tranquila, morador de tiendas y con pocas ganas de buscar pelea. Su oponente, del otro lado del ring, un ángel venido del cielo, con todo lo que esto significa.

La pelea dura toda una noche. No hay pausas comerciales ni atractivas señoritas anunciando el inicio de los rounds. No hay juez siquiera en este combate; pareciera que todo vale.

La crónica de la pelea es bastante escueta. Sólo queda registrado un golpe. Viendo el ángel que no podía con Iaakov, golpea su muslo con fuerza y lo deja rengo.

Cuando despunta el alba, la pelea finaliza. No hay juez en esta lucha, pero el ángel da por vencedor a Iaakov por medio de una frase que lo dejará marcado por el resto de su vida:

VaIomer, Lo Iaakov Ieamer Od Shimja Ki Im Israel, Ki Sarita Im Elohim VeIm Anashim VaTujal. (Y le dijo el ángel: ‘No será llamado más tu nombre Iaakov, sino Israel; pues luchaste con Di-s y con hombres y venciste’ (Bereshit 32, 29).

Es llamativo y paradójico también. El vencedor es Iaakov, según el veredicto de su contrincante. Pero el que se va rengo del escenario de la pelea...¡también es Iaakov!
¿Cómo es posible? ¿De qué clase de victoria estamos hablando? ¿Cómo puede ser que el vencedor se vaya cojo y el perdedor se vuelva al cielo volando?

Seguramente, la victoria de Iaakov pasa por otro lado. Evidentemente, en esta pelea no gana el que el pega más; si fuese así, Iaakov hubiera perdido.

La victoria de Iaakov reside en que luchó. En la vida real, luchar es triunfar...

Se nos cuenta que un pequeño gusanito caminaba en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un grillo. ‘¿A dónde vas?’, le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó: ‘Tuve un sueño anoche, soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo’.

Sorprendido, dijo el grillo mientras su amigo se alejaba: ‘¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar, y cualquier tronco una barrera infranqueable’.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó; sus diminutos pies no dejaron de moverse. De pronto se oyó la voz de una langosta: ‘¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?’. Sudando, el gusanito le dijo jadeante: ‘Tuve un sueño y deseo realizarlo: subir a esa montaña y desde ahí contemplar todo nuestro mundo’.

La langosta no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: ‘Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa’.

La langosta se quedó en el suelo tumbada de la risa mientras la oruga continuaba su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Del mismo modo ocurrió con la araña, con el topo, con la rana y con la flor...Todos aconsejaron a nuestro amigo a desistir.

‘¡No lo lograrás jamás!, le decían. Pero en el interior de aquel gusano había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pasar la noche. Fue lo último que hizo; allí quedó tendido sobre las piedras...

Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos; ahí estaba el animal más loco del pueblo. Su tumba era un auténtico monumento a la insensatez. 

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.

Pero de pronto todos quedaron atónitos. Aquella caparazón dura comenzó a quebrarse y, con asombro, vieron unos ojos y una antena que no podían ser las de la oruga a la que creían muerta. No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: aquella mariposa se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado...Menos él...

Así también somos nosotros, o -al menos- así deberíamos serlo. Y si luchamos por aquello que amamos y por aquello en lo que creemos y nos damos cuenta que no podemos, quizá también necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas.

Iaakov triunfó porque luchó, no porque pegó...Iaakov triunfó porque cambió.

Iaakov el oportunista, aquel que había birlado la bendición de su hermano, regresa a su tierra con veinte abriles más a cuestas, habiéndose dedicado a un trabajo honesto, habiendo amasado una pequeña fortuna y habiendo criado una familia.

¡Si hasta el nombre que llevará por el resto de su vida será testimonio de ello! El ángel lo llama 'Israel'...Ki Sarita, 'Porque luchaste'...(no le dice 'Porque venciste'). El ángel privilegia el don de lucha del patriarca.

Porque en el salvajismo del boxeo, triunfa el que más pega. En la vida real, el auténtico vencedor no es quien golpea certeramente a su compañero, sino el que sabe luchar.

viernes, noviembre 17, 2017

Parashat Toldot

La génesis del consumismo

Leí hace algunos días la biografía de Eduard Bernays, sobrino de Sigmund Freud y –posiblemente- el primer relacionista público de la historia y cerebro del consumismo contemporáneo.

Aplicando las enseñanzas de su célebre tío, Eduard Bernays comprendió que lo hábitos de consumo de los seres humanos están motivados fundamentalmente por impulsos y deseos inconscientes. Bernays aplicó el psicoanálisis a la comunicación de las masas y fue asesor de varios presidentes de los EEUU y de algunas de las empresas más famosas del mundo. En definitiva, logró convencer a las corporaciones americanas de que los hombres podían querer productos que no necesitaban.

Posiblemente el logro más célebre de Bernays haya sido el de lograr crear el hábito de fumar entre las mujeres. Uno de sus clientes, George Hill, era dueño de la American Tobacco Corporation, una de la tabacaleras más importantes del mundo. Hill acudió a Bernays diciéndole que estaba perdiendo la mitad del mercado debido a que el cigarrillo era tabú entre las mujeres.

Bernays decidió dar un golpe mediático.

En un multitudinario desfile a favor del sufragio femenino en la ciudad de Nueva York, Bernays convenció a un grupo de celebridades que encendieran cigarrillos ante una mera señal suya.

Cuando las cámaras y la prensa estaban expectantes y apostadas en su sitio, el sobrino de Freud dio su señal y las mujeres encendieron sus cigarrillos. Al día sigiente, la imagen fue portada en los diarios más renombrados de los EEUU.

El acto de"rebeldía" femenina ante el tabú del cigarrillo, recibió el particular nombre de las "Antorchas de la libertad". El fumar se transformó en un grito de liberación femenina ante el "dominio" masculino, y el resto es historia. Bernays logró que las mujeres arruinen sus pulmones en igual o mayor medida que los hombres para satisfacción de su acaudalado cliente.

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La Torá nos cuenta en Parashat Toldot que Itzjak Avinu, amaba especialmente a Esav "pues caza (había) en su boca" (Bereshit 25, 28), sugiriendo que era Esav el encargado de la alimentación de su padre.

Sin embargo, RaSHI enseña que lo que intentaba Esav era "cazar" a su padre con preguntas sofisticadas para quedar –a sus ojos- como observante de los mandatos divinos aun en sus detalles más insignificantes.

Esav preguntaba a su padre, por ejemplo, si debía separar el diezmo de la sal, de la misma forma que separaba el diezmo de los productos de la tierra (Rashi a Bereshit 25, 27). Y mientras tanto, se aprovechaba de la ceguera de su padre y le daba de comer carne de perro (Targum Ionatan a Bereshit 27, 31).

Pocos versículos más tarde, RaSHI comparará la hipocresía de Esav con la fisonomía porcina. De la misma forma que el cerdo, cuando se sienta, muestra su pezuña partida como quien dijera "Observen mi pureza", así era Esav: fingía pureza, pero escondía sus oscuras intenciones" (RaSHI a Bereshit 26, 34).

¿Por qué preguntaba Esav acerca del diezmo de la sal?

Ocurre que la sal no tiene ningún valor intrínseco; sólo es valiosa como coservante (o condimento) de otras comidas. Siempre está subordinada a algo. En un mero accesorio.

Esto tiene mucho que ver con la personalidad de Esav. También él privilegió siempre lo inmediato y accesorio a lo principal e imperecedero cuando cambio un guiso de lentejas por su derecho de primogenitura.

Muchos son los que se compadecen del pobre Esav debido a este célebre episodio. Sin embargo, y aun si analizáramos el texto desde su literalidad, veremos que ésto no es del todo equilibrado. De la misma forma en que Iaakov se aprovechó del cansancio y del hambre de su hermano, Esav despreció su derecho de primogenitura. Esav sólo supo escuchar la voz de su estómago sin evaluar las futuras consecuencias de su elección. 

En el momento de la "transacción" (lentejas por primogenitura), Esav sólo responde a su instinto y no comprendió las repercusiones futuras de su erronea decisión.

Podría afirmarse que la actitud de Esav contiene el ADN del consumismo, ese que Eduard Bernays supo tan bien desentrañar.

¿Qué es el consumismo, finalmente?

Es no poder controlarse ante el mínimo estímulo pagando mucho por insignificantes "lentejas".  Es estar dispuesto a pagar "mucho-ya-ahora" por algo que puede esperar o que no se necesita.

¿Cuánto vale un guiso de lentejas?

Por supuesto que tiene un valor, sobre todo si se está con hambre. Pero renunciar a la primogenitura por un plato de lentejas coloradas –convengamos- suena algo impulsivo y exagerado.

Un consumista compulsivo es quien transporma a los principal en accesorio y a lo accesorio en principal y quien se deja llevar por el deseo, más que por la necesidad.

...

Se cuenta que Rabí Alexander Ziskind, sabio lituano del siglo diecinueve, solía romper el ayuno de Iom HaKipurim comiendo pescado con espinas.

Cuando se le preguntaba por la razón de su costumbre, respondía que de esta forma se veía obligado a comer despacio y a no devorar la comida y caer presa de su instinto.

Incluso en un momento de habre supremo –decía Rabí Alexander Ziskind, se le debe poner freno a los impulsos humanos, para que sea el alma quien controle al cuerpo y no al revés.
  

miércoles, noviembre 08, 2017

Parashat Jaiei Sara

Dos vidas en una

La Parashá de esta semana comienza diciendo: "Y fue la vida de Sara, de cien años y veinte años y siete años, los años de la vida de Sara" (Bereshit 23, 1).

Sin embargo, "Shnei Jaiei Sara" (traducido como "Los años de la vida de Sara"), puede leerse como 'Las dos vidas de Sara'.

¿Por qué pensar que Sara tuvo dos vidas?

No estamos hablando aquí de una 'Doble vida' –Di-s nos libre y nos guarde- al modo que solemos entender ‘la doble vida’ en nuestro mundo contemporáneo donde este concepto es sinónimo de marginalidad y engaño...

Ocurre que si bien nuestra vida es una, existen ciertos giros en nuestra existencia que hacen cambiar radicalmente nuestra percepción del mundo.

El nacimiento de un hijo, la llegada del amor. O un traspié financiero, o una pérdida muy querida...

Todos tenemos algo que nos ha cambiado. Todos tenemos algo que nos hizo crecer y madurar, aun cuando haya sido a fuerza de golpes y de dolor...

Muchas vidas conviven en una vida, y es la manera en la que nos confrontamos a estos cambios la que marcará el rumbo de este nuevo capítulo.

Tal vez, la palabra inicial de esta Parashá sea un buen indicio para saber cuáles fueron las dos vidas de Sará: VaIihú.

El autor del libro "Minjá Belulá" nos hace notar que la palabra 'VaIhiú' ('Y fueron', en español) tiene un valor numérico igual a treinta y siete (6, 10, 5, 10, 6).

Si Sará vivió ciento veintisiete años y le restamos treinta y siete, tendremos noventa años. A los noventa años Sará dio a luz a su único hijo, nuestro patriarca Itzjak.

Una vida o dos vidas, según cómo se vea. Bien podríamos decir que fue una vida de ciento veintisiete años, o que fue una de noventa y otra de treinta y siete.

Noventa años de sufrimiento y de plegarias por el hijo que la naturaleza le negaba y treinta y siete años de realización y plenitud por ese hijo que Di-s le regaló.

Cuenta una historia que un hombre caminaba por el bosque y se topó con un cementerio. Lápidas viejas y derruídas, que a duras penas dejaban leer las inscripciones en la piedra.

Sin embargo, el hombre alcanzó a leer los nombres y la edad de los fallecidos y notó con sorpresa que la edad de aquellos que yacían allí no pasaba de los once años y lo más extraño era que el tiempo vivido estaba medido en años, meses, semanas y días.

El hombre se sintió conmovido y pensando que se encontraba ante un cementerio de niños se acercó al pueblo vecino a preguntar qué extraño mal aquejaba a esa población que había arrasado con tantos niños.

‘No son niños’, le respondió el anciano del lugar. ‘Y aquí no hay ningún extraño mal que nos acose.


Ocurre que desde hace generaciones conservamos una bella costumbre. Cada niño, al cumplir los quince años, recibe una pequeña libreta como esta que llevo colgada en mi cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:

A la izquierda que fue lo disfrutado...A la derecha, cuanto tiempo duró el gozo.


Conoció a su mujer y se enamoró de ella...¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media?


¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?

¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?
¿Días? ¿Semanas?

Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos...cada instante de dicha.
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ESE es para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
Sará vivió ciento veintisiete años, de fe, coraje y pasión.

Dos vidas en una. En su juventud con la experiencia de la adultez sobreponiéndose al dolor por el hijo que no llegaba, y en la adultez con el empuje de la juventud, criando un hijo cuando debería estar malcriando un nieto....

Valga su ejemplo en esta semana en la que leemos sobre su muerte, para inspirarnos en su fuerza frente a la adversidad y en su fuego para afrontar los cambios a los que nos somete la vida...


jueves, noviembre 02, 2017

Parashat VaIerá

Abriendo los Ojos

‘Y vio Sara el hijo de Hagar, la egipcia, que ella le había dado a Abraham, que se burlaba; dijo, entonces, a Abraham: ‘Echa a esta esclava y a su hijo, pues su hijo no habrá de heredar junto con mi hijo, con Itzjak’ (Bereshit 21).

Abraham, algo dolido es cierto, acata la orden de su mujer (Alguien dijo alguna vez que este fue el primer ‘Sí, querida’ de la historia).

Y Hagar partió con Ishamel con una mínima provisión de agua al implacable desierto de Beer Shevá. A los pocos días, la sed pudo más que ellos. Y cuando Hagar pensaba que su hijo Ishmael estaba por morir, Di-s abrió sus ojos y Hagar avistó un pozo de agua con el cual pudo calmar su sed.

Es interesante observar y analizar la naturaleza de este milagro. El Rabino Harold Kushner señala que Di-s no realizó un milagro para Hagar como solemos entender los milagros. No creó un pozo de la nada que no estuviera allí antes. Di-s le abrió los ojos para que ella pudiera ver el pozo que antes no había notado, y de pronto ese mundo tan cruel, se volvía un sitio apto para la vida.

El pozo había estado allí todo el tiempo. Di-s solo le abrió los ojos para que ella vea aquello que hasta hacía un momento era invisible ante sus ojos.

A menudo rodeados de problemas, también nosotros solemos enceguecernos. Las soluciones parecen lejanas, los problemas abundan y la desesperación crece.

La auténtica paz interior no radica en carecer de problemas. Sino, que radica en la capacidad de poder abrir los ojos y apreciar la luz al final del túnel y el orden en medio del caos.
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Abrir los ojos y entender que el mundo no es tan cruel como a menudo nos parece.

Hagar estaba desesperada. El mundo se había vuelto en contra suya. Di-s la bendijo con la capacidad de hallar belleza en esa jungla, encontrar la armonía y el sosiego en medio de su desconcierto.

Se cuenta de un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera dibujar la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

La primera mostraba un lago muy tranquilo. Un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y sin verde. Sobre ellas habia un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Bastante poco pacífico, por cierto.

Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allá, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.

Paz perfecta. El rey escogió la segunda. Y explicó: Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.


miércoles, octubre 25, 2017

Parashat Lej Leja

Estrellas y cometas

Cuando pensamos en Parashat Lej Lejá, enseguida nos viene en mente la figura de Abraham Avinu abandonando la casa de su padre y dirigiéndose a la tierra de Cnaan. Sin embargo, la Parashá dedica varios pasajes a Lot, sobrino de Abraham, quien también abandonara su casa paterna junto a su tío.

Lo llamativo es analizar cuán diferente fue el destino de ambos, siendo que venían de mundos tan parecidos. 

Mientras que Abraham se transforma en padre de los hebreos, el otro se emborracha junto a sus hijas y engendra a Moav y Amón (véase Bereshit 19, 36-38). 

Mientras que Abraham se transforma en fuente de bendición, el otro se va a vivir a Sedom y Amorá para rodearse de malandras y criminales.

Mientras que Abraham es recordado por media humanidad desde hace más de cuatro mil años, al otro nadie lo recuerda...

Dos seres que venían de la misma familia y del mismo universo de valores, se transforman con el correr de la Parashá en dos seres diametralmente opuestos, por mérito de sus propias acciones y decisiones de vida.

Alguien me dijo alguna vez que la humanidad puede dividirse en dos: hay personas ‘Estrella’ y personas ‘Cometa’. Los ‘Cometa’ pasan. Apenas son recordados por las fechas que pasan y vuelven. Los ‘Estrella’, en cambio, permanecen por siempre.

Hay mucha gente ‘Cometa’. Pasa por la vida apenas por instantes; no cautiva a nadie, y nadie la cautiva. Es gente que no deja huella, que tiene solo unos momentos de esplendor y luego se va...Es gente que pasa por la vida sin iluminar, sin calentar, sin marcar presencia.

Pero hay alguna gente ‘Estrella’. Gente que hace sentir su presencia, que es luz, calor y vida. Los años pueden pasar, pueden surgir distancias, pero siempre están allí, dejando huella.

No es casual que Dios le haya pedido a Abraham que salga afuera y cuente las estrellas. Por lo general relacionamos a las estrellas sólo con el aspecto numérico. Y es cierto; Dios promete a Abraham una descendencia numerosa como las estrellas del cielo.

Pero a la vez, la promesa de Dios es una invitación a transformarnos en estrellas, como Abraham...

Y sacar a relucir nuestra virtud, nuestra esencia hacia el afuera, para dar calor, luz y vida a través de nuestras decisiones, nuestras acciones y nuestros ejemplos. Para ser nosotros los que pasemos por la vida. Y no la vida la que pase por nosotros.

miércoles, octubre 18, 2017

Parashat Noaj

Mejor Integridad que Grandeza

Noaj, hombre justo e íntegro era en sus generaciones (Bereshit 6, 9)


Parashat Noaj habla de la integridad de un hombre.

Es conocido el comentario de RaSHI: Para algunos, nos dice RaSHI, si era un hombre virtuoso en aquella generación de malvados, más lo sería en una generación de hombres justos. Para otros, de haber nacido en la generación de Abraham, ni siquiera hubiera sido mencionado. Para estos últimos, Noaj era un tuerto en el país de los ciegos...

Yo me inclino por la primera opinión. Siempre es más difícil conservar la virtud cuando uno está rodeado de corrupción.

Algo similar ocurre en Parashat Bereshit, que leímos la semana pasada. De acuerdo a un interesante midrash, no sólo Adam y Javá probaron del fruto prohibido. Se nos cuenta que todos los animales desobedecieron la orden divina...menos uno: un animal llamado ‘Jol’ (el ave Fenix) que se mantuvo firme en sus convicciones y –de acuerdo al Midrash- aun vive sólo en el gan eden (véase Bereshit Rabá 19, 5).

Imagino al ave fenix mirando cómo sus compañeros iban siendo expulsados del gan eden quedando aislado de toda la creación, y pensando: ‘¿Me quedo sólo con mis principios o acompaño a la corriente en su corrupción?’.

Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para pensar...Una espada de fuego fue colocada a la puerta del gan eden, de acuerdo a la Torá para evitar que los de afuera vuelvan a entrar. A mi humilde entender, también para evitar que el de adentro se vea tentado a salir...

Llevado por la corriente, también Noaj podría haberse dejado llevar por aquella generación. ¿Qué hago?, habrá pensado. ‘¿Subo sólo a este arca con mi familia y mi integridad o me sumo a ellos?’.

Eran hombres con grandes nombres (Anshei Shem), tal como nos cuenta la Torá. Es fácil dejarse engañar cuando uno ve que el corrupto prospera y tiene reputación.

Noaj estaba sólo...Y se sentía sólo. Sin embargo optó por conservar el mejor capital que Di-s le había dado: su propia integridad. Eso es lo que lo hace un virtuoso.

Alguna vez se preguntó al célebre Jozé de Lublin: Si uno tiene un pan pequeño entero y un pan enorme mordido...¿sobre cuál debe decir el HaMotzí (la bendición sobre el pan)? Y respondió: Sobre el pequeño, porque está entero (véase Shulján Aruj, Oraj Jaim 168, 1). Porque más vale la integridad a la grandeza. Esa es la lección que nos deja Noaj.


viernes, octubre 13, 2017

Parashat Bereshit 5778

Podar, sembrar, cosechar

Rabino Gustavo Surazski

Uno de los conceptos más complejos de entender de toda la Torá, aparece en los primeros versículos de la Torá.

Allí se nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza.

¿Cómo es posible estar hecho a imagen de Alguien que no tiene imagen? ¿Cómo es posible ser semejante a alguien que no tiene cuerpo, ni manos, ni mirada ni expresión en el rostro?

Ya nuestros sabios se confrontaron con esta pregunta en el Talmud, en el Tratado de Sotá (14a).

Ser similar a Dios –se nos dice allí- es imitar Sus atributos.

Así como Dios vistió a los que no tenían ropa, cuando dio vestimenta a Adam y a Java, así también nosotros debemos proveer de vestimentas a los necesitados.

Así como Dios fue a visitar a los enfermos, como cuando bajó hacia Abraham después de su berit milá, así también nosotros debemos hacerlo.

Así como Dios dio consuelo a los dolientes, como cuando bendijo a Itzjak después de la muerte de Abraham, así también debemos obrar nosotros.

Así como Dios se ocupó de aquellos que abandonan este mundo, como cuando sepultó a Moshé Rabenu, así también debemos imitarlo.

¿Qué tal si imitamos a Dios?, nos propone el Talmud.

....

Si leemos las primeras páginas de la Torá, vemos que Dios se presenta a Sí mismo "vestido" de jardinero.

‘Dios estableció un jardín en el Eden, y estableció allí al hombre que había formado. Hizo brotar Dios desde la tierra todo árbol deseable a la vista para comer y el árbol de la Vida estaba en el medio del jardín, así como el árbol del conocimiento del bien y del mal...Tomó el Eterno Dios al hombre y lo estableció en el jardín del Eden para cultivar y cuidar su tierra’ (Bereshit 2 , 8-9, 15).

Hace algunas semanas, en mi visita periódica a la peluquería, leía en una revista –mientras esperaba mi turno- algunos consejos interesantes de jardinería que bien podrían aplicarse en nuesta vida cotidiana como judíos.

Primer consejo: ‘Siempre plante por lo menos una verdura nueva que no haya plantado el año pasado’.

¿Qué tal si nos proponemos durante este nuevo año cumplir una nueva mitzvá o encarar un nuevo proyecto?

¿Qué tal si de una buena vez por todas nos proponemos enriquecer nuestro propio universo espiritual como humanos y como judíos?

Del jardín debemos aprender que lo peor que le puede pasar a una persona no es morir, sino vivir muerta.
Sin estilo,
sin perfume propio,
sin movimiento.

Segundo consejo: ‘Comparta su jardín. El verdadero jardinero cultiva tanto las personas como las plantas’.

Compartir el jardín es aceptar que somos bendecidos cotidianamente con lo que brota de su tierra y que esta bendición se multiplica cuando somos capaces de partirla y compartirla con los que menos tienen, con los que necesitan y esperan.

Hacer Tzedaká, es una acción concreta y no una reflexión teológica.
Es abrir la mano al que necesita y entender que cuando se da, se gana más de los que se pierde.

Tercer consejo: ‘Lea usted un libro de jardinería al comienzo del año’.
Abramos las puertas de nuestras bibliotecas para sambullirnos en el manantial de aguas frescas de nuestra tradición y regar con éstas la aridez de nuestra vida judía.

Dediquemos un tiempo al estudio de la fuentes judías, y visitemo en lugares donde los valores judíos  se vivan con pasión.

Sostengamos el desafío de leer un Libro de Jardinería Judaica al empezar este año.

Y un cuarto y último consejo:Elimine toda la mala hierba de su jardín al terminar el invierno, cuando el jardinero tiene aún energía y voluntad, para evitar que estas hierbas crezcan o se expandan y arruinen el resto de su jardín’.

Así como en la naturaleza hay ciclos y estaciones, también en la jardinería del espíritu hay un tiempo para cada cosa.

Los Iamim Noraim, que acabamos de finalizar, son las grandes oportunidades que Dios nos dio para 1impiar nuestro jardín. Liberarnos de aquello en lo que nos equivocamos y que nos disminuye como personas, como judíos, como flores en este jardín de lo humano.

Remover las malezas, los  yuyos,  atacar con firmeza las plagas.
Podar,
recortar,
limpiar;
abrir caminos,
preparar la tierra para un nuevo año, una nueva siembra, una nueva cosecha.

Que las malezas y los yuyos que arrancamos de nuestra vida durante el mes de Tishrei nos permitan renacer en este año que se está iniciando y lo transforme en un año bendiciones repleto de flores hermosas, coloridas y aromáticas.

martes, octubre 10, 2017

Sukot 5778

Un racimo de virtudes y defectos

Rabino Gustavo Surazski

Un conocidísimo Midrash (VaIkrá Rabá 30, 12) enseña que las cuatro especies de la festividad de Sukot recuerdan cuatro clases diferentes de judíos:

El Etrog, que posee sabor y fragancia, reperesenta a los judíos que tienen Torá y buenas obras. El Lulav, con sabor (los dátiles) y sin fragancia, simboliza a los judíos que tienen Torá pero están desprovistos de buenas acciones. El Hadás, con fragancia y sin sabor, remite a los judíos con buenas obras y sin Torá. Mientras que la Aravá, que no posee ninguno de los dos atributos, representa a los judíos que no tienen ni Torá ni maasim tovim.

En Sukot juntamos a las cuatro especies en un único racimo y "los unos expían por los otros".

En cierto modo, este midrash contiene un mensaje críptico. ¿Quién necesita a las aravot? ¿Para qué juntarnos con judíos que no tienen atributo bueno alguno? ¿Qué tienen estos para "ofrecernos"?

Posiblemente este midrash nos proporcione un mensaje moralizador de suma relevancia.

El Rab Kuk, solía decir que así como el vino no puede existir sin sedimentos, tampoco el mundo puede existir sin transgresores. Y si nos dejamos guíar por la sabiduría del hebreo, veremos que el vocablo TZiBUR (Congregación) está compuesto por las iniciales de las palabras TZadikim(Justos), Beinoniim (hombres comunes), y Reshaim (malvados). Dichas tres iniciales están ligadas por la letra vav, dando la pauta de que toda congregación debe es heterogénea en su esencia.

En la noche de Iom HaKipurim se acostumbra a leer un misterioso preludio al Kol Nidrei:

"Con la aprobación del Omnipresente, y con la aprobación de la congregación, en la Asamblea celestial y en la asamblea terrena, nos es lícito rezar con los transgresores".

Muchas son las explicaciones que se le han dado a este curioso párrafo.

Hay quienes ligan esta invocación a tiempos de la Inquisición, en los cuales muchos judíos se vieron obligados a ocultar su origen. Según se cree, los criptojudios organizaban rezos comunales en Iom HaKipurim y por medio de esta invocación pedían a Di-s que sus plegarias sean escuchadas, aun cuando a lo largo del año se vieron obligados a transgredir la ley judía.

(Esta explicación es de dudosa veracidad, dado que que esta fórmula aparece por primera vez en un libro de oraciones ashkenazí del siglo 13, previo a la expulsión de los judíos de España).

No obstante, el motivo real de este pasaje no es el tema que me compete hoy.

Lo relevante es el mensaje que se desprende de dicho preludio: una congregación religiosa debe tener sus puertas abiertas a todo el pueblo de Israel, sin distinción de clases sociales ni de niveles de observancia.

Esta idea se halla sugerida también en el pasaje de la Torá que habla de los ingredientes que conformaban el incienso que se ofrecía en el Tabernáculo y, luego, en el Templo de Jerusalem.

Según la tradición talmúdica, el incienso estaba compuesto por once ingredientes diferentes. Diez de las especias, emitían un aroma agradable (¡se nos enseña que el aroma del incienso llegaba hasta Jericó!). Sin embargo, uno de los ingredientes del incienso –el gálbano o Jelbená, en hebreo- desprendía un olor diferente y –por cierto- bastante desagradable.

Enseña la Guemará en nombre de Rabí Shimón Jasidá:

"Todo ayuno comunal en el que no toman parte los transgresores de Israel, no es un ayuno (valido), dado que el gálbano emitía mal olor, y (aun así) las Escrituras lo contabilizaron entre los ingredientes del incienso" (Kritut 6b).

Éste es, de hecho, un motivo recurrente en la tradición judía.

El gálbano del incienso, recuerda el caso de las aravot de nuestra festividad. Ellas también son partes del TziBuR. ¡Tal vez seamos nosotros lo que tengamos algo para ofrecerle a ellas! Finalmente, también el hijo malvado se sienta con nosotros  a la mesa del Seder...

Es por éso que cada integrante del pueblo de Israel resulta indispensable. De otra manera, el TZiBuR está incompleto.

Tal como enseñara alguna vez el Rabino Harold Kushner: 

Una congregación que reciba solamente santos, sería equiparable a un hospital que reciba sólo gente sana.



viernes, septiembre 15, 2017

Parashat Nitzavim

El silencio del Shofar

Rabino Gustavo Surazski

Este próximo Shabat es el último del mes de Elul y -de hecho- también del año.

Habitualmente, el último Shabat del mes hebreo, se llama "Shabat Mevarjim" durante el cual se anuncia el comienzo del nuevo mes.

Sin embargo, este mes ocurre algo distinto.

Shabat Nitzavim, que es el último Shabat del año, no anuncia la llegada del nuevo mes ni tampoco la del nuevo año. De hecho, hasta el shofar que se escucha durante todo el mes de Elul, se llama a silencio en la víspera de Rosh HaShaná.

Llama poderosamente la atención esta omisión.

La respuesta tradicional para estas costumbres y supresiones es que contribuyen a "confundir al satán" para que este pierda la cuenta del Día del Juicio Celestial (Iom Ha-Dín) y no pueda acusar a Israel (RoSH, fin del Tratado de Rosh HaShaná).

De hecho, hay quien dice que la costumbres y prohibiciones del día más sagrado del año hebreo, persiguen idéntico objetivo.  

Un profundo midrash cuenta que, el día de Iom HaKipurim, satán se para frente a Dios y le pide bajar a la tierra para hacer trastabillar a los humanos.

Dios, sabiendo cuál sería el resultado, le dice: ‘Puedes hacerlo si lo deseas, pero no podrás con ellos...’.

Y efectivamente, satán baja a la tierra , y al cabo de un tiempo regresa a Di-s y le dice: 'Cómo los ángeles servidores, que no tienen músculos, así los israelitas se mantienen derechos sobre sus pies en Iom HaKipurim; como los ángeles servidores, que ni comen ni beben, así los israelitas ni comen ni beben en Iom HaKipurim; como los ángeles servidores, que entre ellos están en paz, así los israelitas están entre ellos en paz en Iom HaKipurim'.

El Santo Bendito, escuchó la súplica de Israel y no la del acusador (Pirkei deRabí Eliezer cap. 46).

Dijo Rami bar Jama en el Talmud: ‘HaSaTaN’ en gematria (suma) trescientos sesenta y cuatro. (Durante) trescientos sesenta y cuatro días, tiene derecho a molestar. En Iom HaKipurim, no tiene derecho a molestar (Iomá 20a).

Cabe formularse dos preguntas respecto a estas tradiciones:

¿Por qué pensaban nuestros Sabios que el Satán es tan ingenuo y manipulable?

La segunda pregunta es tiene que ver con la idéntidad del destinatario de estas costumbres...¿de que hablamos cuando nos referimos al Satán?

Resh Lakish sostiene en el Tratado de Baba Batra (16a) que el Satán es el impulso del mal que anida en nuestros corazones. El Satán es -de hecho- el discernimiento del que adolecemos para diferenciar lo bueno de lo malo.

Todos los actos y omisiones que practicamos en los días anteriores a Rosh HaShaná, no tienen como objetivo confundir a una criatura colorada con un tridente ponzoñoso que revolotea alrededor del sillar divino y alrededor nuestro. El destinatario de estas tradiciones es nuestro propio corazón.

Naturalmente, el judío suele apoyarse en demasía en estos formidables agentes externos que nos provee la tradición de Israel. Me refiero Shofar, de las tefilot, del ayuno.

Esto suele acarrear un gran riesgo: se puede escuchar el shofar y permanecer imperturbables. Se puede ayunar en Iom Kipur, y dejar nuestro corazón con la misma lacra del año que pasado.

Y súbitamente llega la víspera de Rosh HaShaná y el shofar se calla....Y sólo escuchamos latir a nuestro corazón. No hay allí otro sonido que no sea el del principal protagonista de estos días: el corazón de todo mortal que es llamado a Juicio.

Las tefilot ayudan; el ayuno también.

Pero el proceso de cambio tiene que ingresar en nuestro corazón, allí donde anida el impulso del mal –el Satán- que nos dice que lo incorrecto es lo correcto. Por él, se calla el Shofar en la víspera de Rosh HaShaná.

Tal como dice la Torá en Parashat Nitzavim.

"Y te hará abundar, el Eterno tu Dios...si vuelves al Eterno, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma" (Devarim 30, 9-10).  


jueves, septiembre 07, 2017

Parashat Ki Tavó

Cuernos, pecados y corrección

La Mishná en el Tratado de Rosh HaShaná especifica los requisitos necesarios para que un Shofar sea kasher. La Mishná sostiene que "todos los shofarot son aptos, a excepción del (cuerno) vacuno" (Mishná Rosh Hashaná 3, 2). Es decir, que se puede utilizar en Rosh HaShaná un cuerno de carnero -que es curvo- o un shofar recto de antílope, pero cualquier cuerno de origen vacuno está prohibido.

La Guemará explica la razón de esta prohibición y dice que "el acusador no puede transformarse en defensor" (Rosh HaShaná 26a, ver RaSHI). En la fecha en la que nuestros pecados son pesados y suplicamos por el perdón divino, el shofar nos invita a la introspección. Un cuerno vacuno rememoraría el pecado del becerro de oro y -por ende- está prohibido. El becerro representa el pecado, y un shofar vacuno de ninguna manera podría ser el "motor" del perdón (por esa misma razón, dice el Talmud, el Sumo Sacerdote no realiza el Servicio de Iom HaKipurim con ropajes dorados).

La Parashá de esta semana, trae un nuevo caso en el que la parábola del "acusador" y el "defensor" resulta aplicable.

Hacia el inicio de Parashat Ki Tavó, la Torá prescribe el precepto de las primicias (bikurim). Cuando el judío traía los bikurim ante el sacerdote, debía pronunciar una fórmula llamada "Mikrá Bikurim" en la que se enuncian las bondades divinas hacia nuestros antepasados desde los tiempos de nuestros patriarcas, pasando por la redención de Egipto y culminando con el ingreso a la Tierra Prometida.

‘Un arameo errante era mi padre, y descendió a Egipto y residió allí con poca gente, y se convirtió allí en un pueblo grande, fuerte y numeroso. Y nos maltrataron los egipcios, y nos oprimieron, y nos dieron trabajo duro. Y clamamos al Eterno, Di-s de nuestros padres y escuchó el Eterno nuestra voz y vio nuestra aflicción, y nuestro trabajo, y nuestra opresión. Y nos sacó el Eterno de Egipto, con mano poderosa, y con brazo extendido, y con terror grande, y con señales y con prodigios. Y nos trajo a este lugar, y nos dio este país, tierra que mana leche y miel. Y ahora he aquí que traje las primicias del fruto de la tierra que me diste, Eterno’ (Devarim 26, 5-10).

Llama poderosamente la atención que entre las bondades y los milagros divinos enunciados al momento de traer las primicias no se mencionan los cuarenta años en el desierto.

Tal vez hubiéramos esperado que la Torá incluya en esta fórmula un versículo al modo de aquel que es mencionado en Parashat Ekev: "y te hizo comer el mán, que no conocías, y no conocieron tus padres...tu vestido no se pudrió sobre ti, y tu pie no se hinchó en estos cuarenta años" (Devarim 8, 3-4).

Los cuarenta años en el desierto fueron, de acuerdo a la Torá, una época de milagros y portentos. El mán que caía del cielo, el pozo de agua que los acompañaba, y las nubes de gloria que los protegía durante el vagar en el desierto.

¿Por qué estos milagros y el vagar en el desierto están ausentes en el Mikrá Bikurim?

Rabí Itzjak Luria sostiene que el precepto de las primicias viene a enmendar el pecado de los espías.

También en este caso, el "acusador" no puede transformarse en "defensor". Recordar el "desierto", al momento de traer las primicias, equivale a recordar el pecado de los meraglim que devino en desierto. 

Los milagros del desierto fueron una consecuencia de la blasefemia de los espías. Si éstos no hubieran blasfemado en contra de la Tierra de Israel, aquellos cuarenta años ni siquiera hubieran existido y aquellos milagros, hubieran sido innecesarios....

Mientras que los espías renegaron de la Tierra Prometida, los bikurim resaltan la bondad de la misma.

De hecho, la descripción del regreso de los espías al campamento de Israel, rememora el precepto de las primicias: "Y cortaron de allí un sarmiento, y un racimo de uvas, y lleváronlo en una pértiga, entre dos, y granadas e higos" (BeMidvar 13, 23).

Dice el Rabino Beny Lau:

Los espías alteraron la alegría de los hebreos y los sumieron en un largo llanto, cada cual encerrado en su tienda. El precepto de las primicias, por el contrario, saca a los hombres de sus moradas y los reúne en una alegre y orgullosa procesión popular, que exalta la belleza de los frutos de la Tierra que Dios nos dio.





jueves, julio 20, 2017

Parashat Matot-Masei 5777

Cuando entra el mes de Av...

El historiador inglés Arnold Toynbee definió alguna vez al pueblo judío como "un fósil", cuya obstinada permanencia en el escenario mundial resulta imposible de explicar.

Esta sentencia, que le valió a Toynbee el mote de antisemita, expresa sin duda un característica saliente de nuestro pueblo, que "se niega" a desaparecer de la faz de la tierra a pesar de innumerables presecuciones, matanzas y muestras de odio.

¿Cómo es posible explicar esta cualidad?

Quisiera traer hoy dos historias que bien pueden ayudarnos a responder esta pregunta:

La primera de ellas es una anécdota referente al Rabino Hans Harff Z"L, uno de los pioneros del judaísmo liberal latinoamericano llegados a las costas de Sudamérica en los años previos a la Shoá.

Se cuenta que en los días previos a la Noche de los Cristales Rotos, el Rabino Harff (que por entonces no era Rabino, sino estudiante en el Seminario Teológico de Berlín) estaba sentado con sus compañeros de clase en el patio del Seminario, cuando una pandilla de jóvenes antisemitas pasó por el lugar y comenzó a arrojarles piedras.

El clima en la Alemania de aquellos días ya ebullía y los jóvenes estudiantes permanecieron por largo rato sentados sobre el cesped cabizbajos, desorientados y en silencio.

El Profesor Leo Baeck Z"L, que por entonces era una de las figuras más prominentes del Judaísmo liberal alemán se acercó a sus alumnos, tomó una de las piedras arrojadas sobre ellos y les dijo: "Cuando sean Rabinos, ustedes tendrán el mandato moral de transformar estas piedras de odio en piedras fundacionales de nueva vida judía".

Unos pocos días antes del cierre del Seminario en manos de los nazis en el año 1938, el Prof. Baeck ordenó a aquellos alumnos quienes partieron hacia Sudamérica con aquellas piedras en sus bultos, transformándolas en piedras basales de nuevas sinagogas en el continente americano.

El segundo de los relatos, es un episodio talmúdico citado en el Tratado de de Baba Batra (60b):

Se nos cuenta que cuando el segundo Templo fue destruído, comenzaron a abundar los ascetas en Israel que se privaban de la ingestión de carnes y vinos.

Se les acercó Rabí Ieoshúa y les dijo: ‘Hijos míos...¿por qué razón han dejado de comer carne y de beber vino?’. Le dijeron: ¡¿Acaso comeremos la carne que era ofrendada sobre el altar ahora que los sacrificios fueron anulados?! ¡¿Beberemos del vino que era derramado sobre el altar ahora que dicha práctica fue anulada?!

Les dijo: ‘¡Entonces no deberíamos comer pan, ya que las ofrendas de cereales también fueron anuladas!’.

Dijeron ellos: ‘Tal vez debiéramos arreglarnos con frutas...’.
‘Tampoco frutas -dijo Rabí Ieoshúa- ya que las primicias fueron anuladas’.
‘Tal vez debiéramos arreglarnos con otras frutas’.

Les dijo Rabí Ieoshúa:

‘¡Tampoco bebamos agua, ya que fue cancelado el derramamiento de agua sobre el altar que se hacía en Sukot!’.

Entonces se callaron.

Les dijo: ‘Hijos míos, escuchen lo que les digo: Dejar de guardar duelo resulta imposible; pero guardar un duelo exagerado también resulta imposible ya que no se puede decretar una imposición sobre la comunidad sino cuendo la mayoría de la comunidad va a poder respetarla...Por ello, han dicho nuestros sabios: ‘Cuando un hombre ponga yeso en las paredes de su casa, debe dejar una porción sin enyesar;...Cuando el hombre prepara su comida, debe dejar de lado algún ingrediente;...Y la mujer se coloca todos sus ornamentos, debe dejar de lado alguno de ellos...ya que está dicho: ‘Si te olvidare, oh Jerusalem, olvide mi diestra su habilidad. Adhiérase mi lengua al paladar si no te recordare, si no pusiere a Jerusalen por encima de mi mayor alegría’ (Tehilim 137, 5-6)’.

Si la primera anécdota nos muestra cómo supo el pueblo judío levantarse en tiempos de crisis, este segundo relato nos enseña que mirar al pasado resulta fundamental, pero un pueblo debe aprender a mirar al pasado con un ojo mientras mira al futuro con el otro.

El duelo es imprescindible. Pero también es imprescindible saber continuar.

El pueblo judío pudo sobrevivir los vaivenes de la historia cuando comprendió que el pasado debe recordarse, pero jamás uno debe quedarse estancado allí. 

Y si Toynbee tuvo razón, y nosostros somos un "fósil", no será porque nuestros corazón se haya fosilizado sino porque siempre supimos levantarnos de las cenizas transformando cada ruina y cada piedra en el fundamento de una nueva construcción.