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viernes, mayo 25, 2018

Parashat Nasó 5778

Llamarse Najshón

a la bendita memoria de Dalia Eliana bat Berl Froim Ve-Sheine Feigue Z”L (Laura Gruszka de Cracovski Z”L)

De acuerdo a nuestros sabios (Sotá 37a) Najshon ben Amianadav fue el primero en saltar a las aguas del mar Rojo a la salida de los hijos de Israel de Egipto. Este midrash es el origen del vocablo hebreo "najshonim" que califica a aquellos pioneros que van a la cabeza de toda misión, por peligrosa que ésta sea.

Sin proponérselo, Najshón se transformó en adjetivo lo cual, dadas las circunstancias, resulta ser un enorme halago para su persona y para su valiente actitud.

Pasar a ser adjetivo no es poca cosa; es una gran distinción.

Cuando escuchamos acreca de un filósofo de razonamiento aristotélico o de un poeta con estilo nerudiano, dichos adjetivos no sólo califican al pensador o al poeta sino que nos ayudan a apreciar la grandeza de aquellos personajes que lograron transformarse en calificativos con el paso de las generaciones.

Cuando un nombre propio llega a ser adjetivo, es porque su vida dio que hablar. Su paso por el mundo no generó indiferencia.

Najshon ben Aminadav perteneció a esta clase de personas. Pero además de ello, Najshón era el Nasí (jefe) de la tribu de Iehudá.

La Torá nos cuenta en nuestra Parashá acerca de las ofrendas que fueron traídas por los líderes tribales para la inauguración del Mishkán. Esta inauguración duró doce días y en cada uno de ellos era otro el jefe que presentaba su donativo.

Sin embargo hay una particularidad muy especial cuando se nombra a Najshon. Todos los jefes tribales son llamados por su título "nasí" (líder, jefe) a excepción de Najshón. Y no es que no lo haya sido...

Hay personas que andan por la vida haciendo gala de su título. Doctor Fulano, Ingeniero Mengano, Rabino Sultano. Pero hay gente que no lo necesita. Porque Su titulo es su nombre de pila. Su nombre eclipsa a su titulo. Cuando uno es Najshón, entonces el título no agrega nada.

Algo similar ocurrió con el primer Rabino de la historia: Moshe Rabenu.

Moshé Rabenu tiene una particularidad. Todos los Rabinos llevan el título por delante de su nombre de pila: Rabí Akiva, Rabenu Tam, Rabí Moshé ben Maimón, etc.

Sin embargo en el caso de Moshé ocurre lo contrario. Ante todo mencionamos su nombre (Moshé) y solo después su título (Rabenu).

¿Por qué?

Porque el resto de los Rabinos se ven ennoblecidos por el título, como tantos doctores, o tantos ingenieros…

Pero en el caso de Moshé fue distinto: el titulo de Rabino se ennobleció con él. El hombre superó al título.

Enseña Rabí Shimón en Pirkei Avot (4, 13).

Existen tres coronas: La corona de la Torá, la corona del sacerdocio y la corona del reino. Pero la corona del buen nombre supera a todas.


Una persona puede ser reconocida y respetada por ser Rabino, por ser Cohen, o por ser rey. (Y agregaría: por ser médico, ingeniero o abogado).

Pero cuando una persona es reconocida por ser gente, no hay grandeza mayor a esa. Cuando uno tiene un buen nombre, el título ya no es necesario.
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miércoles, mayo 09, 2018

Parashat BeJukotai 5778

Unidos

Existe una muy difundida costumbre en la escritura de nuestros Sifrei Torá, llamada "Vavei Ha-Amudim". Dicha práctica establece que todas las columnas de un Sefer Torá –a excepción de cinco- deben comenzar con la letra hebrea Vav.

La expresión hebrea "Vavei Ha-Amudim" se origina en la construcción del Mishkán. Allí, en el libro de Shemot, se nos cuenta que en el tope de cada una de los sesenta postes que rodeaban al atrio del Mishkán, había un gancho de plata del cual se colgaban los lienzos del Tabernáculo.

Vav, en hebreo, significa gancho. De allí la expresión "Vavei Ha-Amudim" (los ganchos de los postes/columnas).

A través de dicha descripción, podemos también comprender la función de la letra hebrea Vav. Así como dichos ganchos (vavim) ligaban a los postes con los lienzos, así también la letra vav tiene como función ligar palabras y expresiones. Por ello, al cumplir dicha función, se suele llamar a la letra Vav "Vav Ha-Jivur" (la Vav conjuntiva).

...

En nuestra Parashá, Parashat BeJukotai, aparece una extensa admonición que detalla las desgracias que habrán de caer sobre Israel en caso de que éstos no observen la Ley.

Dicha admonición es dura. Se habla allí del exilio y de los días más oscuros que conoció el pueblo judío a lo largo de su historia.

Hacia el final de la admonición se nos dice:

"Y recordaré mi pacto con Iaakov (יעקוב), y también mi pacto con Itzjak, y también mi pacto con Abraham recordaré" (VaIkrá 26, 42).

Llama poderosamente la atención que el nombre de Iaakov esté escrito aquí con Vav (יעקוב), siendo que en la inmensa mayoría de los casos dicho nombre aparece mencionado de manera incompleta (יעקב). 

¿Por qué esta diferencia?

Dice RaSHi en su comentario a la Torá: "En cinco lugares (el nombre Iaakov) está escrito de forma completa (יעקוב), mientras que (el nombre) Eliahu aparece (escrito) cinco veces en forma escueta [אליה]. Iaakov tomó una letra de su nombre [del nombre de Eliahu el profeta] como "garantía" de que (Eliahu) habrá de venir a anunciar la redención de sus hijos.

Cabe preguntarse...¿Por qué Iaakov tomó como "garantía" justamente la letra Vav y no la letra Iud que también aparece en ambos nombres?

El Rabino Isajar Frand sugiere que ésto tiene que ver con la particular función de la letra Vav en el idioma hebreo. Si esta letra funciona como ligazón entre palabras, podríamos concluir que a la hora de dar una "garantía", Eliahu decidió renunciar a su Vav. Y al hacerlo, transmitió un poderosísimo mensaje a los hijos de Iaakov: "Ustedes únanse y respétense...¡y yo vendré!".

Tal como dijo en alguna ocasión el Rab Kuk: "Si hemos sido detruidos, y nuestro mundo ha sido destruído, a cauda del odio gratuito, habremos de reconstruirnos y el mundo se reconstruirá con nosotros (sólo) por obra del amor gratuito" (Orot Ha-Kodesh).

Si han salido al exilio –dice Eliahu- por obra del odio gratuito, habré de anunciar la redención sólo si logran ligarse el uno con el otro y despojarse de los sedimentos del odio gratuito que aun reside entre ustedes.

Tal vez ésta sea la razón por la cual justamente la letra Vav ha sido la elegida para encabezar la inmensa mayoría de las columnas de la Torá. De esa forma siempre tendremos presente que cuando hablamos de Torá,  "todos sus caminos son agradables, y sus sendas conducen a la paz" (Mishlei 3, 17).

El colapso del amor al prójimo

Si de amor gratuito estamos hablando, cabe referirse también a Lag Ba-Omer, que celebramos hace unos días.

Los días del omer están muy vinculados a la figura de Rabí Akiva.

Rabí Akiva, figura emblemática del pueblo judío en época de la Mishná, tenía –de acuerdo a nuestras fuentes- doce mil parejas de alumnos. No cabe duda alguna de que se trató de una figura con un carisma muy particular, con habilidades destacadas para transmitir a las multitudes el mensaje vivo de la Torá.

Lo que llama poderosamente la atención es que dichos discípulos, de acuerdo a una antigua tradición rabínica, fueron atacados por una plaga y murieron todos juntos durante los días de la cuenta del Omer. Dicha plaga, cesó el día treinta y tres de dicha cuenta (de allí el nombre LaG, que en gematria suma treinta y tres).

El Talmud especifica incluso el pecado que desencadenó dicha tragedia: Los alumnos de Rabí Akiva murieron por no haber sido respetuosos entre ellos (Ievamot 62b).

Este episodio llama poderosamente la atención, no sólo por su naturaleza trágica. Nuestras fuentes nos dicen que de acuerdo a Rabí Akiva, el precepto "Amarás a tu prójimo como a tí mismo" (VaIkrá 19, 18) es uno de los principios fundamentales de la Torá. Posiblemente este versículo haya sido la mejor síntesis de la visión educativa de dicho Sabio.

¿Cómo es posible que dichos alumnos -que se vieron expuestos por años a la figura de Rabí Akiva- no hayan podido absorver la máxima que regía la vida de su maestro?

¿Cómo es posible que hayan tropezado justamente con la piedra del irrespeto, cuando su Rabino enseñaba Torá bajo el prisma del amor al prójimo?

Y agregaría otra pregunta vinculada al modo en que se celebra Lag Ba-Omer en la sociedad israelí:

¿Cómo es posible que se rememore esta fecha cantando y bailando alrededor de fogatas alimentadas por maderas robadas de parques públicos (¡y privados!) que –en muchos casos- son llevadas a destino en carros que han sido hurtados para tal fin de los supermercados barriales?

Es una gran paradoja.

En Israel, Lag Ba-Omer, fecha que debiera ser un día de alegría y reflexión -dado la naturaleza del pecado de los alumnos de Rabí Akiva- es celebrado multiplicando dicho pecado: de manera vandálica y descontrolada.

Tal vez debamos comprender que la visión educativa de Rabí Akiva, sintetizada en el versículo "Amarás a tu prójimo como a tí mismo", es una visión que debe atravesar el tiempo y las generaciones. Y nosotros somos los que debemos "recoger el guante" y ubicar dicha visión como principio rector de nuestra sociedad en el moderno Estado de Israel. 

Posiblemente, ese sea el mensaje del profeta Eliahu en este Shabat que sirve de puente entre Lag Ba-Omer y Shavuot, la fiesta entrega de la Torá. La vav es la garantía de su venida: "Ustedes líguense y respétense...¡y yo vendré!".


miércoles, mayo 02, 2018

Parashat BeHar 5778

La única adquisición

Existe una evidente correlación entre el comienzo y el final de Parashat BeHar. Y, al mismo tiempo, entre éstos y Parashat BeJukotai -que leeremos la semana que viene- la cual regula el camino hacia la bendición.

Al inicio de Parashat BeHar –en el marco de las leyes del año sabático- nos dice la Torá: "Y la tierra no será vendida a perpetuidad, porque Mía es la tierra" (VaIkrá 25, 23). Y en el último versículo de la Parashá, nos dirá la Torá: "Mis sábados cuidarés, y mi santuario temeréis. Yo soy el Eterno" (VaIkrá 26, 2).

Ambos pasajes nos brindan una enorme lección. De acuerdo a la Torá, ni la tierra ni el tiempo nos pertenecen. La tierra no es nuestra...¡es Suya! Los shabatot –y por ende, el tiempo- tampoco nos pertenecen, sino que son de propiedad celestial. 

Muchos son los hombres que dicen: el tiempo es mío, me pertenece y hago con él lo que me plazca en gana.

Quien ha experimentado los vaivenes de la vida, sabe que no existe nada más lejano de la realidad. Desde el Cielo se nos ha regalado una porción de tiempo que nunca podremos saber cuándo caducará. Y de tanto pensar que el tiempo nos pertenece, muchas veces postergamos sueños, proyectos y decisiones que jamás podremos ver realizados...¡porque no tendremos tiempo!

Otros hombres dicen: Mis bienes me pertenecen, y haré con ellos lo que tenga ganas. Tal vez ésto sea cierto; pero ninguno de estos bienes nos acompañará en nuestra morada eterna.


(Se cuenta que dos hombres vinieron a disputar una finca delante de Rabí Leibli de Bialystok. 


El Rabí pidió ver la tierra con sus propios ojos y salió al campo junto con los dos litigantes. Al llegar al lugar, los dos hombres continuaban peleando: ‘¡La tierra me pertenece!’, ‘¡La tierra me pertenece!’. Al verlos discutir, el Rabí acercó sus oído a la tierra y dijo: ‘Ustedes dicen que la tierra les pertenece; pero la tierra sostiene que ustedes le pertenecen a ella’).


En el antiguo Egipto se acostumbraba a sepultar a los faraones con sus alhajas de oro y plata. Se creía que éstos irían a disfrutar de ellas en el más allá. Descubrimientos arqueológicos han demostrado que los únicos que partieron al más allá fueron los faraones. Las joyas quedaron el el Museo Británico y en el Museo Metropolitano de Nueva York.

Muchos son los hombres que dirán: "Mis hijos me pertenecen. Yo les he dado la vida y podré moldearlos como arcilla en manos del alfarero".

No obstante -tarde o temprano- todo padre entiende que él podrá amar, aconsejar y orientar, pero así como a los hijos se les da raíces, también se les debe proporcionar alas. Y el progenitor llegará a la inevitable conclusión de que nada nos asegura que éstos sigan por la senda que hemos planeado con tanto esmero.

Otras parsonas dirán: Mi pareja me pertenece y estará a mi lado por siempre y en toda circunstancia. Si he logrado su atención y su amor, nada la hará cambiar de opinión y de elección. No es necesario abundar de palabras para desarticular esta concepción equivocada del amor.

¿Y entonces? Si ni el tiempo, ni nuestros bienes, ni nuestros hijos ni nuestras parejas nos pertenecen...¡¿qué queda en nuestro poder?!

Lo único que nos pertenece es la determinación de transformar nuestro tiempo en bendición o –Di-s libre- en una pesadilla.

La lucidez para transformar nuestro bienestar económico en un un medio y no en un fin en sí mismo.
La sensatez para transformar a nuestros hijos en continuidad y no en rehenes.
La  prudencia para transformar a nuestras parejas en compañeros de ruta y no en bienes adquiridos.

Tenemos en nuestras manos la elección de vivir una vida en movimiento colmada de buenas obras.

El midrash lo dice de manera gráfica y contundente:

Tres grandes amigos tiene el hombre: su familia, sus bienes y sus buenas obras.

Cuando el hombre se acerca a la muerte, llama a su familia y le suplica que lo salven del fatal desenlace. Pero éstos le dicen que no pueden ayudar. Luego el hombre le suplica a sus bienes que intercedan por él. También éstos le indican al hombre que no pueden interceder. Es entonces que el hombre se dirige a sus buenas obras y les suplica salvación. Sus buenas obras le dicen al hombre: puedes partir en paz; nosotros somos tu única adquisición (adaptado de Pirkei deRabí Eliezer, cap. 34).

La Torá nos brinda este mensaje al inicio y al final de Parashat BeHar. Ni la tierra ni el tiempo nos pertenece. Sólo nos pertenece la elección de vivir una vida de significado y bendición. Y la clave de dicha elección se encuentra en Parashat BeJukotai, que cerrará en una semana el libro de VaIkrá.