Honestidad
brutal
Parashat
Koraj trata acerca de la cruel disputa encabezada por Koraj en contra de Moshé
y de Aharón, junto a Datán y Aviram, On ben Pelet y otros doscientos cincuenta
hombres de renombre de entre los hijos de Israel.
Luego de
iniciada la controversia, Moshé decide llamar a Datán y a Aviram:
"Y
envió Moshé a llamar a Datán y Aviram, hijos de Eliav, y (éstos) dijeron:
"No subiremos. ¿Es poco que nos hiciste subir de una tierra que mana leche
y miel para matarnos en el desierto, que mandar sobre nosotros, también
(quieres) mandar?" (BeMidvar 16, 12-13).
La reacción
de Datán y Aviram descolocó y enojó mucho a Moshé. No eran éstos modos de
reaccionar. Pero lo que es peor: su expresión fue de una honestidad brutal
inusitada.
¿Qué es lo
que molestó a Moshé aquí? ¿Que se negaron a subir hacia él?
Todos
sabían –Moshé incluído- que aquellos hombres desconocían su autoridad. Lo
indignante de su reacción fue el modo en el que se refirieron a Egipto. A
sus ojos, la tierra que manaba leche y miel no era la Tierra Prometida sino la
tierra de Egipto.
Desde hacía
tiempo todos sabían que Datán y Aviram no eran sionistas entusiastas. Sin
embrago –hasta aquí- nunca habían pasado a la instancia declarativa. A partir
de Parashat Koraj, ésto cambia; a sus ojos, Egipto es la tierra que mana leche
y miel...¡no Israel! Egipto es el centro de la tierra...¡no Israel! Egipto es
la que habita en sus sueños...¡No Israel! Y ésto es doloroso...
El Talmud
enseña que el primer hombre fue creado con tierra traída de la cuatro puntos
cardinales. Enseña Rav Oshaia en nombre de Rav que la tierra con la que se creó
su cuerpo fue traída de Babilonia y la tierra con la que se creó su cabeza fue
traída de la Tierra de Israel (Sanhedrín 38a).
De hecho,
siempre resultó ser así.
Aun cuando
nuestros cuerpos habitaron la tierra de la diáspora en los duros días de
nuestro exilio, nuestros pensamientos –nuestra cabeza- estaba en Tzión. Aun
cuando nuestros cuerpos hayan pisado la tierra de Babilonia, España, Polonia,
EEUU o Argentina, nuetra mente vivía en otras latitudes. Esta ha sido siempre
nuestra historia como pueblo y nación.
Nadie lo
dijo mejor que Iehudá HaLeví en el siglo XII desde su España natal: "Mi
corazón está en oriente, y yo en los confines del Occidente".
Es por éso
que indignan las palabras de Datán y Aviram. ¿¡Egipto mana leche y miel!? ¿Y qué
hay del exilio y la esclavitud? ¿y de los milagros?
¿y de la
promesa divina?
Nada más
triste que escuchar a un judío decir que la Tierra de Israel dejó de ser el
centro de su tierra.