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lunes, julio 31, 2006

Parashat VaEtjanán 5766

B"H
Equilibrio auditivo

La Parashá de esta semana contiene uno de los pilares fundamentales de la fe judía: el Shemá Israel (Oye Israel). Es por ello que hoy deseo referirme a la centralidad del sentido de la audición en la religión judía.

Los judíos tenemos nuestra vida colmada de recordatorios visuales y auditivos. Estre los visuales, podemos citar –entre otros- a los tefilin, a la mezuzá, a los tzitzit, a las velas de Januká. Entre los auditivos, tal vez como ejemplo destacado, podemos mencionar al shofar. Estos recordatorios cumplen la misma función que cumple una brújula en alta mar. Son aquellos que nos marcan el camino y nos recuerdan quiénes somos y hacia dónde vamos.

Sin embargo los judíos siempre confiamos más en nuestro oído que en nuestros ojos. Se escucha para transmitir, y cuando el oído falla, el pueblo judío camina por la cornisa.

Un ejemplo muy gráfico aparece en el libro de BeMidvar. Allí se nos cuenta acerca de las señales de las que disponían los hijos de Israel durante su marcha por el desierto. Una nube les marcaba el sitio en el cual debían acampar y dos trompetas de plata labradas ayudaban a convocar a la comunidad a la hora de partir. (ver BeMidvar 9:22-10:2)

El Rabino W. Gunther Plaut comenta este pasaje bíblico: La nube era un recordatorio visual mientras que las trompetas eran un recordatorio auditivo de la presencia de Di-s. De algún modo, el instinto judío nunca confió en el testimonio de sus ojos. Moshé ejecutó señales, y éstas pudieron ser copiadas; sus palabras no. En el Sinaí, el énfasis no estaba tanto en lo que el pueblo veía como en lo que el pueblo escuchaba. La verdadera llave para entrar al mundo del judaísmo no es Ree (Mira) sino Shemá (Oye). La nube se fue, pero el sonido del Shofar queda.

En cierto modo, parece decir el Rabino, si el pueblo judío pierde la capacidad de escuchar se queda sordo… ¡pero también se queda ciego! Allí se pierde la brújula.

No por casualidad, el centro del equilibrio humano está cerca de los oídos. Y el idioma hebreo, con su habitual sabiduría, también nos enseña al respecto: La palabra ‘Equilibrio’ se dice en hebreo ‘Izun’, palabra que contiene la misma raíz lingüística que la palabra ‘Ozen’ (Oreja).

El equilibrio y el futuro del pueblo de Israel residen en mantener la milenaria capacidad de ejercitar el Shemá, para escuchar, transmitir y enseñar a aquel eslabón que viene detrás nuestro.

viernes, julio 28, 2006

Parashat Devarim 5766

El Poder de las Tragedias

Parashat Devarim siempre es leída el Shabat previo a Tishá BeAv.

Moshé, se dirige al pueblo antes de morir y se despide -no con palabras dulces y agradables- sino con palabras moralizadoras y reproches hablando durante los últimos treinta y seis días de su vida sin detenerse.

Y uno de los primeros eventos que rememora Moshé a la hora de la despedida es el episodio de los meraglim, que provocó la ira de Di-s condenando a aquella generación a vagar durante cuarenta años por el desierto.

Aquella noche en que los espías regresaron, dice el Talmud, era la noche de Tishá BeAv y al ver al pueblo llorar aquella noche un llanto sin sentido, Dios les dijo: ‘Hoy ustedes lloran un llanto vano; en el futuro, en esta misma noche, llorarán generaciones enteras’ (Taanit 29a).

Esa noche sería en el futuro una noche de tragedias. Tishá BeAv es el día más triste de nuestro calendario. El día de las tragedias.

Puede sonar extraño y absurdo, pero pocas cosas nos hacen madurar más que las tragedias. Es paradójico, pero quien todo lo tiene, en algún sentido está incompleto. Un hombre al que nada le falta, al que la vida siempre le sonríe, es un hombre que no sabe lo que es desear, es un hombre sin esperanza, un hombre que jamás podrá alimentar su alma con un sueño.

Nadie puede sentirse bendito porque la tragedia lo ha elegido, es cierto. Pero las tragedias, aun con su devastación, genera sentimientos positivos como la esperanza, uno de los ingredientes que mayor vitalidad agrega al alma de un ser humano.

Porque si bien el día de Tishá BeAv marca el inicio del exilio y de la tragedia, también marca el inicio de la esperanza y de los sueños. No en vano dicen nuestros jajamim que el mashiaj nació el mismo día en que fue destruido el Templo de Jerusalem.


Las luchas son dolorosas; las heridas sangran por siglos. Pero luchas y aflicciones, son las que nos hacen crecer y madurar; son la auténtica semilla de la esperanza. Una existencia sin luchas, heridas y aflicciones, podría lisiarnos de por vida o dejarnos sin sueños ni esperanza, que es más o menos lo mismo...

miércoles, julio 19, 2006

Parashat Matot-Masei 5766

Servicio auténtico

Hay un pasaje en la Torá que me conmueve muy especialmente y que abre Parashat Masei. No es el pasaje más reconocido de la Torá ni mucho menos. Tal vez sea por eso que me conmueve tanto.

Al inicio de Parashat Masei se exhibe una larga lista de los cuarenta y dos lugares por los que el pueblo de Israel acampó en su travesía por el desierto. La Torá cuenta que Di-s ordenó a Moshé escribir esta lista y Moshé lo hizo.

‘¿Qué tiene esto de conmovedor?’, alguien me podría preguntar.

Y he aquí mi respuesta: Nadie recuerda hoy a Moshé por haber escrito las marchas de los hijos de Israel en el desierto, mientras que todo el mundo sabe que fue él quien pasó los mandamientos de Di-s a la letra escrita.

Escribir la Torá era un acto que pasaría inmediatamente a la inmortalidad. Es fácil aceptar esa tarea…por ardua y extensa que sea. (Imagínate que Di-s se te aparece en una zarza y te dice: ‘Quiero decirle algo al mundo y me gustaría dictártelo’). ¿Quién podría decir que no? Sin embargo no tenemos en claro cuál es la utilidad de escribir esta lista de nombres.

Muchos son los hombres que evaden aquellas tareas que no hacen ruido, no les dan prestigio y no les acarician el ego. Moshé, sin embargo, obedeció y acató la orden divina en ambas. Escribió la Torá. Pero también escribió este listado de estaciones en apariencia ‘intrascendente’.

Algo similar, nos cuenta el midrash, ocurría con Ieoshúa. Los jajamim se preguntan por qué fue merecedor de suceder a Moshé Rabenu.

Y nos cuentan que la razón de su elección fue porque no se le cayeron los anillos a la hora de acomodar los bancos y extender las alfombras en el Beit HaMidrash (BeMidbar Rabá 21, 14).

No se nos dice que fue elegido porque defendió el honor de la Tierra Prometida mientras los meraglim difamaban contra ella. Ni siquiera se nos dice que fue elegido sucesor de Moshé por haber sido un Talmid Jajam.

Fue elegido por entender que el auténtico servicio se hace sin ruido, desde el silencio y el anonimato.

De seguro que Ieoshúa habrá sido un gran personaje si fue elegido entre los espías que llegarían hasta la Tierra Prometida. Pero esa no fue su verdadera grandeza según el midrash. Su grandeza radicó en acomodar los bancos y las alfombras para que otros se sientan a gusto estudiando.

Eso es auténtico servicio.


domingo, julio 09, 2006

Parashat Pinjás

Derechos adquiridos

Parashat Pinjás nos narra acerca de cinco mujeres hijas de un hombre de la tribu de Efraim llamado Tzlofjad. El hombre había muerto y no habiendo dejado herederos varones las mujeres se acercan a Moshé pidiéndole una porción en la Tierra Prometida.

Sabían las mujeres que la herencia era solo para los hombres. ¿Qué habría de ocurrir con los derechos de su padre? ¿Ser mujeres las transformaba en criaturas de segunda categoría?

Moshé no sabía bien qué responder. Pero después de consultar con Di-s, Moshé recibió la respuesta: Aquellas cinco mujeres irían a heredar a su padre y tendrían una porción en Eretz Israel.

El midrash (BeMidvar Rabá 21, 10) hace una lectura muy interesante de este episodio: Otó HaDor Haiu HaNashim Godrot Ma SheHaAnashim Portzim. (En aquella generación, las mujeres enmendaban lo que los hombres arruinaban ).

Los hombres bailaban alrededor del becerro; y las mujeres se hacían a un lado. Los hombres difamaban contra la tierra junto a los meraglim; y las mujeres guardaban respetuoso silencio. Los hombres querían elegir un líder que los lleve de regreso a Egipto; ¡y las mujeres iban a Moshé a suplicarle el tener una porción en la tierra!

Muy pocos querían a esa tierra…a excepción de ellas.

A menudo pienso que la historia de las hijas de Tzlofjad es un calco de nuestra historia como pueblo.
Ni siquiera aquellos otros pueblos que hoy llaman a esta tierra "Tierra Santa", le dedicaron un poema o un mínimo sueño.

Mientras todos veían desolada a Eretz Israel y le daban vuelta la cara, nosotros sabíamos que estaba desolada porque nos estaba esperando.

Mientras todos, con desidia e inercia, se acostumbraban a sus pantanos contaminados por la malaria y el tifus, nosotros sabíamos que aquel día en que logremos secar esos pantanos, Israel volvería a ser la tierra de leche y miel prometida por Di-s.

Nosotros eramos los que soñábamos con la tierra de Israel cuando todos la veían como el patio trasero del mundo. No es por su riqueza que soñamos por siglos con ella. Soñamos con ella, a pesar de su pobreza.

No es sólo la promesa de Di-s lo que nos da legitimitad como habitantes de esta Tierra. La legitimidad máxima y absoluta la logramos al haberla deseado, cuando todos la despreciaban, al haberla llorado, cuando todos la profanaban. Tal como ocurrió con las hijas de Tzlofjad.

martes, julio 04, 2006

Parashat Balak 5766

No Sé

Una e las anécdotas que mejor recuerdo de mi pasaje por la escuela secundaria fue enterarme que aquella morá de hebreo que todo lo sabía, un día no supo qué contestar…

Nos gustaba probarla: ¿Cómo se dice "hipoglucemia" en hebreo? ¿Y "naftalina"? ¿Y "clorofila"? Y ella siempre sabía responder. Hasta que un día la "pescamos" y no supo la respuesta...Y dijo ‘No sé’. Pero eso no fue nada. Después de decir ‘No sé’, quedó paralizada y mientras una sonrisa comenzaba a dibujársele en el rostro comenzó a saltar de alegría, diciendo: ‘¡Dije ‘No sé’! ¡Dije ‘No sé’!’.

Jamás llegué a decirle a aquella morá que esa fue la más bella lección que me enseñó en mis cinco años de secundaria. Podría haber mentido o inventado. Dijo ‘No sé’ y no sólo que no se avergonzó sino que se alegró.

Bilaam el malvado, aquel profeta de nuestra Parashá contratado para maldecir a Israel, partía rumbo a Balak, rey de Moav para cobrar recompensa por su trabajo. El rey sabía de los dones de Bilaam. ‘Sé que al que bendices, es bendito; y al que maldices es maldito’. ‘Anda, por favor, y maldíceme a este pueblo’.

Pero Di-s no quería que Bilaam vaya y dispuso a un ángel en su camino con una espada en su mano. Bilaam iba montado en una burra, y el animal al ver al ángel parado en el camino se corrió y comenzó a andar por el campo. Y Bilaam, nervioso porque el animal se le escapaba, lo golpeaba…

La burra sabía que el ángel de Di-s estaba delante suyo; el profeta estaba ciego.

Fue entonces que Di-s descubrió los ojos de Bilaam y al ver al ángel parado delante suyo y entender lo que había ocurrido dijo: ‘Jatati Ki Lo Iadati’. ‘Pequé porque no sabía que estabas parado delante de mí’.

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Otro personaje que supo decir "No sé" fue Iaakov Avinu. Luego de haber soñado con aquella escalera, dijo Iaakov: ‘Cierto, el Eterno está en este lugar, y yo no lo sabía’ (Bereshit 28:16).
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La similitud existente entre ambas expresiones nos brindan una interesante conclusión: las almas superficiales creen que no saber es un pecado; las almas religiosas -en cambio- cuando toman consciencia de su ignorancia diciendo ‘no sé’, reconocen la presencia de Di-s. Bilaam no sólo fue un necio por haber querido maldecir a Israel. Fue un necio por pensar que no saber es un pecado.

Sólo el hombre torpe puede creer que no saber es un pecado; el hombre sabio cuando reconoce su ignorancia y la verbaliza, toma consciencia de su finitud y reconoce la existencia de Di-s.

A esto posiblemente se haya referido el Talmud cuando dijo: ‘Lamed Leshonja Lomar Eini Iodea, Shema Titbade VeTeajez’. ‘Enséñale a tu lengua a decir ‘No sé’, no sea que seas presa de tu engaño’ (Berajot 4a). Porque como dice el dicho popular: El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.