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lunes, abril 19, 2010

Parashat Ajarei Mot - Kedoshim 5770

Desintoxicación Sabática

Y mis sábados guardaréis (Vaikrá 19, 3)


Guardar el Shabat es mucho más que un deber religioso; es una necesidad imposible de reemplazar por otra actividad. Necesitamos desconectarnos de tantas tensiones, tantas noticias y tantas corridas ocupándonos por veinticuatro horas de nuestras ‘almas contaminadas’.

No hablo de distraernos. No es eso lo que necesitamos.

No es casualidad que el primer versículo de Parashat Kedoshim nos diga ‘Kedohim Tihiu’ (Santos seréis) y el segundo nos diga ‘VeEt Shabtotai Tishmoru’ (Y Mis Shabatot guardaréis).

Desde hace miles de años, la receta para desintoxicar nuestro alma y recuperar esa chispa de santidad y vitalidad que se aloja en nosotros, tuvo que ver con la vivencias sabáticas y el espíritu de este día.

Uno puede entender cómo se puede contaminar un río o el aire. Pero…¿cómo se contamina un alma? ¿De qué estamos hablando cuando decimos ‘almas contaminadas’?

Saben ustedes que el cuerpo tiene ventanas y el alma respira, se alimenta y vive a través de ellas. Tenemos una boca, dos orificios nasales, dos ojos y dos oídos.

De la misma forma en que el polvo ingresa a casa a través de las ventanas, así también las ventanas del cuerpo en sus funciones semanales contribuyen a la saturación de nuestra alma.

No se si prestaron atención, pero al terminar el Shabat en la Havdalá dedicamos una bendición a cada uno de estos sentidos.

Empezamos con la brajá del vino, dedicada a la boca. Luego pasamos a la nariz, recitando la bendición de los besamim (las especies aromáticas). En tercer lugar, bendecimos sobre la luz de la vela trenzada, iluminando nuestros ojos. Y por último, tan sólo prestamos oídos y escuchamos la distinción entre la santidad del Shabat que finaliza y lo ordinario de la semana que empieza.

Di-s regala una bendición a cada ventana, para guardarlas y protegerlas en aquel momento en el que vuelven a salir al ruedo y nuevamente comienza a entrar polvo por las ventanas de nuestros cuerpos.

En siete días volveremos a vivenciar un nuevo Shabat y estaremos tan ‘contaminados’ como estamos hoy. Realmente –lamento defraudarlos- no creo que las noticias de la próxima semana sean mejores, ni que tengamos que correr menos, ni que baje nuestro nivel de stress.

Pero al menos un día a la semana tenemos este regalo de veinticuatro horas para desintoxicarnos. Para recuperar, al menos por un rato, esa chispa de kedushá que anida en nuestras almas.


domingo, abril 11, 2010

Parashat Tazria-Metzora 5770

Marchas, Manchas y Manchados

La Torá presenta en Parashat Metzorá la problemática de las manchas en la piel.

No obstante no se está hablando aquí de un Tratado de Dermatología. Las manchas de la piel -de acuerdo a la Torá- tienen un trasfondo netamente espiritual.

Sin embargo, la Torá aborda esta problemática como un tema genérico. No da nombres. Más bien se habla de manchas, no de manchados…

Al llegar al capítulo 12 del libro de BeMidbar, no obstante, la "Teoría de las Manchas" de nuestra Parashá dará lugar a la práctica. Se trata de Miriam, quien había cometido el pecado de la murmuración (LaShón HaRá) en contra de su hermano Moshé.

Miriam no era una mujer más ¡No hay mujer durante toda la travesía de Israel por el desierto que tenga la trascendencia que tuvo Miriam! Pero la ley era igual para todos. Miriam fue alejada del campamento durante siete días, tal como establecía la Torá.

Moshé sólo atinó a rezar: ‘¡Te ruego, oh Dios, cúrala!’ (BeMidbar 12, 13), la oración más corta que alguna vez haya salido de boca de Moshé. Pero lo más importante aquí, es que el pueblo detuvo su marcha durante esos siete días. Nadie le dijo a Miriam: ‘Nosotros seguimos...después nos alcanzas’.

¿Por qué el pueblo se detiene si el pecado había sido de Miriam?

Seguramente, porque entiende que aun cuando cada hombre y cada mujer es responsable de sus actos, existe también una responsabilidad del conjunto que no se puede evadir.

Una sociedad indiferente ante las manchas de sus miembros, no tiene derecho a seguir marchando como si nada tuviera que ver con el manchado. Nadie libra a Miriam de su pecado. Pero esa mujer manchada por su transgresión, no era más que el producto de una sociedad.

Una sociedad puede tener miembros sanos, pero estar enferma como conjunto. Es como el cuerpo humano. Nos podrá doler una muela, pero aun al brazo –que está sano- le costará actuar y moverse.

Toda sociedad tiene vicios, defectos, viciosos y defectuosos. Mirar para el otro lado no es la solución. Argumentar que esos vicios son ajenos, es sólo una verdad a medias. Es cierto que es el manchado el que debe alejarse del campamento…pero la marcha la deben detener TODOS.

Eso se llama responsabilidad colectiva.


martes, abril 06, 2010

Parashat Sheminí 5770

El Defecto de la Cigüeña

Una extensa sección de Parashat Shemini que leemos este Shabat se ocupa de las leyes del kashrut, en general, y de la clasificación de los animales impuros en particular.

Según se nos cuenta, Adam -el primer hombre- observó con profundidad la esencia de cada animal y llamó a cada uno de ellos por su nombre. Y ocurre algo maravilloso en el idioma hebreo al respecto.

El burro (Jamor), por ejemplo, se caracteriza por llevar a cuestas pesadas cargas. El nombre "Jamor" deriva de la raíz hebrea "Jomer" (materia). El burro representa el universo de la materia, el mundo físico.

El perro (Kelev) es otro buen ejemplo, al respecto. Este animal se caracteriza por su generoso corazón, y de hecho su nombre contiene la palabra "Lev" (corazón). Un tercer ejemplo -y muy interesante a la vez- tiene que ver con el cerdo (Jazir). Dicen nuestros Rabinos que el nombre "Jazir" (Cerdo) procede de la raíz hebrea "J.Z.R." (volver) ya que en el futuro este animal se tornará rumiante y volverá a estar permitida su ingestión (Or HaJaim a Vaikrá 11, 7).

¿Y qué hay respecto a la cigüeña (Jasidá)?

El Gaón de Vilna explica que la cigüeña se llama Jasidá (Piadosa), ya que siempre se sumerje en el agua después del apareamiento. RaSHI, por su parte, explica que se llama así debido a la piedad que demuestra al compartir la comida con sus pares.

Si esto es así...¿por qué la Torá califica a la cigüeña como impura? ¡No tiene sentido! ¿Acaso existe algo más kasher que realizar actos piadosos?

Rabí Itzjak Meir de Gur, trae una excelente observación al respecto. La piedad y generosidad de la cigüeña se limita sólo a su círculo inmediato y hace caso omiso de los que no son parte de su pequeño grupo. Ésta no es la clase de piedad en la que cree la tradición judía. Por esa razón, el ave es impuro. Rabí Itzjak Meir de Gur dice que piedad y rectitud no son necesariamente la misma cosa.

En los años 90' fui capellán judío en la carcel de Villa Devoto, el principal centro penitenciario de la Ciudad de Buenos Aires. Semanalmente -durante casi tres años- visité a los internos judíos proporcionándoles apoyo espiritual.

Una de las mayores lecciones que atesoro de aquella experiencia es que la lealtad y la generosidad del hombre no conoce límites, incluso en situaciones como aquellas.

Recuerdo haber llegado en una oportunidad al Penal en Jol HaMoed Pesaj. Teníamos progamada una comida festiva junto a los internos judíos para la cual había llevado a prisión matzot y alimentos típicos de Pesaj preparados especialemente para la ocasión.

Sin embargo al llegar se me hizo saber que uno de los presos estaba haciendo huelga de hambre. Ninguno de los internos quiso comer como señal de identificación con la lucha de su amigo.

Posiblemente hacía meses (¡sino años!) que no participaban de semejante banquete en prisión. Se trataba de criminales, que habían robado, engañado e incluso asesinado. Muchos de ellos siquiera mostraban signos de arrepentimiento. Sin embargo, supieron ser compasivos y leales con su par en desgracia.

Hace un tiempo leí un interesante artículo sobre la vida de los vampiros.

Un vampiro que tiene éxito en la búsqueda de su "víctima", succiona una cantidad de sangre que representa del 50% al 100% de su peso corporal (y su naturaleza le exige esa cantidad todas las noches). Sin embargo, si al regresar a su nido encuentra un compañero hambriento, dará parte de "su" sangre hasta que su compañero pueda encontrar a su propia víctima.

Se trata de un instinto básico para su supervivencia. Y aún con toda esa lealtad y compasión a cuestas, el vampiro seguirá siendo cruel y sanguinario.

Ocurre que rectitud y piedad no son la misma cosa. Ese es el defecto de la cigüeña.