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miércoles, agosto 27, 2014

Parashat Shoftim 5774

El Valor de una Vida

Parashat Shoftim contiene las leyes de la eglá arufá (la becerra desnucada). La Torá nos cuenta que cuando un cuerpo muerto aparece en la mitad del campo, entre dos ciudades, y se desconoce la identidad del asesino, los ancianos de la ciudad más cercana al cuerpo deben salir hacia él y pronunciar la siguiente fórmula:

‘Nuestras manos no han derramado esta sangre y nuestros ojos no han visto (a su asesino). Absuelve a tu pueblo Israel que has rescatado, Di-s, y no hagas recaer la culpa por la sangre inocente en medio de tu pueblo Israel’.

Y al mismo tiempo debían traer una becerra joven y desnucarla a modo de expiación en el lugar de la desgracia.

Tal como ocurre con varios pasajes de la Torá, también este puede parecer algo ajeno a nuestras prácticas y a nuestro tiempo.

Sin embargo, eso no lo transforma en irrelevante.
Evidentemente, algo nos quiere enseñar la Torá a través de este pasaje…

El Rabino Iaakov Ruderman hace un análisis exquisito de este pasaje. Nos hace notar que el pasaje de la eglá arufá, está intercalado entre dos pasajes que comienzan con las palabras ‘Ki Tetzé LaMiljamá’ (Cuando salgas a la guerra) y que –como imaginarán- tratan acerca de las leyes de la guerra.

En tiempos de guerra –dice el Rabino Ruderman- muere mucha gente: hombres, mujeres, soldados, civiles, ancianos y niños. En tiempos de guerra, a menudo pareciera que la vida es más barata, que vale menos…

La Torá, a través del relato de la eglá arufá, nos quiere enseñar que una vida es infinitamente valiosa, amén de la situación en la que nos encontremos. Podemos estar en medio de la batalla más cruenta, pero aun un muerto desconocido, requiere expiación de una ciudad entera.

La Torá nos quiere enseñar que una vida siempre es cara…Jamás puede resbalarnos…

Cuenta una anécdota que Golda Meir Z"L había dado expresas instrucciones a sus asistentes de ser avisada personalmente cada vez que caía un soldado israelí, así sea en medio de la noche. Dijo una vez a sus colaboradores: "Cuando el presidente Nasser dé instrucciones de ser despertado en mitad de la noche cuando caiga un soldado egipcio, ese dia llegará la paz".

Este es exactamente el mensaje de nuestra tradición en general y nuestra Parashá en particular: Una vida es cara. Una vida es una vida. Posiblemente ese sea el mayor abismo que nos separa de nuestros enemigos.

miércoles, agosto 20, 2014

Parashat Reé 5774

Enterrados en Ginebra

En agosto de 1949, sólo cuatro años después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, fue aprobado en la ciudad de Ginebra el cuarto convenio que regulaba la protección de personas civiles en tiempos de guerra.

Por entonces, más de un ingenuo habrá creído que los tiempos en los que los civiles sufrirían la crudeza de las bombas habían terminado. Los conflictos armados –así se supunía- serían a partir de entonces enfrentamientos entre fuerzas profesionales y el escenario estaría alejado de las grandes centros urbanos. Los civiles conocerían las guerras a través de los periódicos y el noticiero de las 8 de la noche.

Posiblemente esta quimera sea viable para algún país cuya geografía flota a la deriva en medio del océano Atlántico...no para Israel que vive acosado por el fundamentalismo islámico.

Sin embargo, el convenio de Ginebra no hizo del mundo un lugar más seguro. Por el contrario, fue el caldo de cultivo que hizo nacer la cínica táctica terrorista de los escudos humanos.

La lucha entre Israel y Hamás fue subiendo en intensidad con el correr de los años. Cuando Hamás comenzó su lucha contra israel, alguien la definió como la lucha entre un elefante y un mosquito. Nadie duda quien es más fuerte, pero...¿cómo hace éste para terminar con el insecto? El elefante lo podrá alejar y escarmentar pero éste volverá a fastidiarlo indefectiblemente.

Dudo que esta parábola sea vigente. El poder del Hamás es ya demasiado visible como para compararlo con un fastidiante mosquito. Tienen misiles que cubren casi todo el territorio israelí, túneles que penetran dentro del territorio israelí y una propaganda que sería la envidia de Joseph Goebbels.

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Les propongo un ejercicio. Supongamos que la Corte Suprema de Justicia dictamina que la utilización de softwares antivirus constituye una flagrante violación a los derechos de propiedad intelectual. Se sabe, que estos sistemas escanean todos los archivos de nuestros ordenadores y se inmiscuyen –impunemente- en los secretos de cada programa instalado en nuestras computadoras.

Posiblemente, dicha sentencia sea razonable...¡pero el mundo se llenaría de hackers! No estoy hablando de hackers que nos roban nuestra dirección de correo electrónico. Hablo de aquellos que pueden hacer chocar aviones comerciales en pleno vuelo, o generar un catástrofe en una usina nuclear. El remedio sería así mucho más grave que la misma enfermedad.

Viéndolo en retrospectiva,  ésto es lo que ocurrió con los convenios de Ginebra. Si bien, desde un punto de vista declarativo y legal los civiles debieran quedar a salvo de los conflictos armados, éstos terminaron siendo una de las armas más efectivas del terror. Los convenios de Ginebra proponen un marco legal sensato y razonable...¡pero el mundo se lleno de terroristas que cual hackers experimentados saben estacionarse en cada agujero del sistema!

Hamás se ríe de los convenios de Ginebra. Tal vez éstos logren amedrentar al ejército de Nueva Zelanda o Noruega. Incluso al de Israel, aunque muchos no lo crean. Pero nunca lo harán con un banda de fanáticos islamistas. 

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Parashat Reé, hacia el principio del capítulo 14 del libro de Devarim, vuelve a traer un listado de animales puros e impuros. Entre las aves rapaces impuras mencionadas allí aparece la "Raá" (habitualmente identificada con el Milano).

El vocablo hebreo "Raá" tiene la misma raíz lingüistica que el verbo hebreo Lirot (ver). Por esa razón, RaSHI trae en su comentario a la Torá que la naturaleza del milano o Raá es ver desde distancias desorbitantes. El Talmud, en la misma linea, nos cuenta que aquel ave vuela por el cielo de Babilonia y puede ver carroña en la Tierra de Israel (Julín 63b).

El milano evidentemente no está sólo.

Son muchos los que asentados a kilómetros de distancia ven carroña en la Tierra de Israel. Israel se ha transformado en una presa fácil. El "anti-sionismo" comienza a dar dividendos. Vende diarios, despierta aplausos fáciles y atrae votos.

Sin embargo, quienes vivimos en la tierra de Israel no nos dejamos confundir. Sabemos que ésta es una guerra por nuestra casa y que el futuro del Estado de Israel y del pueblo judío que habita en la diáspora depende en gran medida de la resolución de esta batalla. Cuando los misiles explotan sobre la cabeza de tus hijos, los convenios de Ginebra siguen sonando sensatos, pero no son más que una abstracción.   

Israel no lleva adelante raides aéreos en las montañas de Irak o detona explosivos a control remoto en las estepas siberianas. El militar que hace detonar un túnel en la Franja de Gaza, lo hace porque éste desemboca debajo de su bañadera. El oficial que dispara la Cúpula de Hierro, sabe que el misil interceptado iba rumbo a la escuela de su hermano. Y la nieta del Comandante en Jefe del ejército israelí –si la tuviera- bien podría estar jugando a las muñecas con mis hijas en el mismo refugio subterraneo.

Si algún ingenuo creía que los civiles algún día veríamos las guerras a través de la pantalla de la TV, sus esperanzas ya han quedado sepultadas. Hoy las vemos por la ventana. Mientras tanto, seguimos enterrados en Ginebra.  

viernes, agosto 15, 2014

Parashat Ekev

Severidad y compasión

En el marco de los discursos de despedida de Moshé, la Torá menciona nuevamente el pecado del becerro de oro. Llama poderosamente la atención el contraste entre las duras palabras de Moshé –al inicio del relato- y la ferviente defensa que hace de su pueblo.

Moshé abre su dicurso diciendo:

"No digas en tu corazón, al repeler el Eterno tu Di-s a ellos delante de ti, diciendo: Por mi virtuosidad me trajo el Eterno a heredar esta tierra y por la perversidad de estas naciones el Eterno las expulsa de delante de ti. No por tu virtuosidad, ni por la rectitud de tu corazón (es que) tu vienes a  heredar su tierra sino por la maldad de estas naciones, el Eterno, tu Di-s, las expulsa de ante ti, y para cumplir la palabra que juró el Eterno a tus padres, a Abraham, a Itzjak y a Iaakov" (Devarim 9, 4-5).

Moshé dice al pueblo que son doblemente "afortunados". Los hijos de Israel irán a ingresar a la Tierra por mérito de los patriarcas y por demérito de las naciones que habitaban Canaan.

¿Merecimientos del pueblo de Israel?
De acuerdo a Moshé, ninguno...

Sin embargo, si leemos más adelante, podremos cotejar estas palabras con la actitud de Moshé luego del pecado del becerro de oro. Cuarenta días y cuarenta noches rezó Moshé ante Di-s a fin de lograr el perdón divino (Devarim 9, 25-29).

¿Cómo es posible que la misma persona censure al pueblo de semejante modo y luego implore por la gracia de Di-s?

Responderé ésto con una anécdota personal.

Nunca he sido un niño travieso o pendenciero. Buen alumno, buen compañero. Orgullo de toda madre judía, se podría decir. Sin embargo, en mi último año de la escuela secundaria tuve un serio incidente con una de mis docentes.

El verano insoportablemente húmedo de Buenos Aires invitó a algunos de mis amigos de clase a preparar una sustancia viscosa -agua, tempera y otros menesteres- que algún trasnochado de mi curso consideró refrescante.

Yo, me hice a un lado. Sin embargo terminé sucio como toda la escuela.

Con mi orgullo herido, comencé a perseguir al "victimario". Uno de ellos se refugió detrás de la profesora de Literatura Hebrea que acababa de ingresar a clase vistiendo una blusa de seda color salmón.

El final de la historia bien pueden ustedes imaginarlo. La directora de la escuela -quien tenía de mí el mejor de los conceptos- quiso expulsarme inmediatamente del establecimiento.

Regresé a casa con la frente marchita.

Conté la situación a mis padres y no recibí como respuesta nada muy diferente a lo que escuchó el pueblo de Israel de boca de Moshé. Las palabras me dolieron en lo más profundo del alma.

Sin embargo, aun puedo recordar la visita de mi padre a la escuela al día siguiente. A fin de cuentas, algún adulto responsable debía "dar la cara" por mí a fin de "salvarme" de la sentencia.

Allí, en la oficina de la directora, mi papá se transformó en "otro". Yo también.

Nuevamente me transformé en el "alumno-compañero ejemplar-orgullo de toda madre judía" al que hice referencia. Mi padre se transformó -por obra de gracia- en mi mejor abogado defensor.

¿Cómo es posible pues que Moshé sea el que condena al pueblo con sus palabras y –al mismo tiempo- interceda por el perdón divino?

La actitud de Moshé revela que ser severo y compasivo no necesariamente es contradictorio. Un padre y un maestro bien deben saber ejercitar ambas cualidades.

jueves, agosto 07, 2014

Parashat VaEtjanán 5774

Más allá del Monte

Nuevamente, leeremos en Parashat VaEtjanán acerca de la revelación en el Monte Sinaí y la entrega de la Torá.

La revelación de Sinaí, es el hito más relevante de la historia del pueblo hebreo.

Desde entonces, nada ha sido igual.

No sólo hablo desde un punto de vista sociológico. Todos sabemos que, a partir de entonces, aquellas tribus errantes se transformaron en un pueblo.

Hablo desde un punto estrictamente místico.

La revelación del monte Sinaí fue la primera vez en la cual todos los hijos de Israel -en aquella generación y también en las generaciónes venideras- apreciamos la santidad y la magnificencia de Di-s en todo su esplendor.

Fue allí cuando –por primera y única vez- quedamos expuestos a la santidad de Di-s en su máxima expresión.

RaSHI explica este fenómeno en su comentario a la Parashá: "Desde entonces, Di-s no volvió a revelarse en público de esa forma" (comentario a Devarim 5, 19). Y quien logra experimentar tamaña exposición a la santidad, se transforma -de hecho- en un hombre nuevo.

Existe un poderosísimo relato talmúdico referido a la destrucción del Templo, que hemos rememorado esta semana.

Se cuenta que cuando los romanos entraron al Segundo Templo de Jerusalem, quisieron que un judío sea quien comience con el saqueo. A tal fin, llamaron a un judío llamado Iosef Meshita y le prometieron que podía quedarse con todo aquello que escoja del botín.

Iosef Meshita ingresó al Templo y sacó de allí el candelabro de oro.

Cuando los romanos vieron lo que había escogido aquel judío consideraron que aquel candelabro era demasiado valioso para un hombre tan simple. Fue entonces que lo invitaron a ingresar al Templo por segunda vez.

La segunda vez, Iosef Meshita se negó a entrar. Según cuenta Rabí Pinjás en aquel midrash, los romanos prometieron compensarlo con la recaudación impositiva de tres años, y él continuó negándose.

Los romanos vieron su negativa con muy malos ojos, y lo condenaron a una muerte de tormentos.

Comenzaron a torturarlo e Iosef gritaba: "¡Ay de mí que he hecho enfadar a mi Creador!" (Bereshit Rabá 65 , 22).

¿Qué es lo que produjo semejante cambio en la personalidad de aquel hombre? ¿Cómo es posible que quien decidió saquear el sagrado Templo sin remordimiento, haya cambiado tan redicalmente su parecer?

Dice el Rabí de Ponivetz que lo que cambió a Iosef Meshita fue justamente su exposición a la santidad. El haber entrado en contacto con aquel lugar y aquel candelabro lo transformó en un hombre nuevo.

La exposición a la santidad es la razón por la cual colocamos respetuosamente en genizot los implementos sagrados.

Resulta evidente la razón por la cual no arrojamos a la basura una mezuzá o una par de tefilín en desuso. ¿Pero por qué razón no hacerlo con las cajitas que contenían aquellos minúsculos rollos?

Ocurre que una cajita de metal o de plástico ordinario queda "contagiada" por la santidad del rollo que contuvo en su seno. De la misma forma que un retazo de tela recibe un carácter sagrado cuando cubre aquel Arca en el cual se depositan los sagrados rollos de la Torá.

Desde una perspectiva mística, podríamos decir que la revelación del Monte Sinaí dio a los hijos de Israel ese plus de santidad que solo puede ser conferido por aquel que queda expuesto a semejante Revelación.

...

Israel acampó al borde de aquel monte durante casi un año (véase BeMidvar 10, 11 y el comentario de RaSHI allí).

Es por ello, que llama muy especialmente la atención que Di-s –prácticamente- expulse al pueblo de Israel de allí.

"El Eterno, nuestro Dios, nos habló en Jorev, diciendo: Bastante tiempo habéis permanecido en este monte" (Devarim 1, 6).

Por lo general, la señal que los hijos de Israel recibían para marchar era el alzamiento de las nubes de gloria. ¿Por qué Di-s debiera –además- utilizar semejante lenguaje para invitarlos a reiniciar la marcha?

La respuesta es que resulta difícil abandonar la santidad luego de exponernos a ella. La Torá sugiere que los hijos de Israel tuvieron que partir de allí, prácticamente, por la fuerza.

Sin embargo, dicha exposición es un medio y no un fin en sí mismo. Quien se encuentra acampando en el borde del Monte Sinaí al momento de recibir la Torá puede cometer el error de pensar que el mundo entero es Sinaí.

Algo así me ocurrió luego de finalizar mis estudios rabínicos en Israel.

Durante dos años y medio, viví "al borde del Monte Sinaí", en un ambiente sagrado de Torá y mitzvot. Nadie quiere abandonar el mar cuando el agua está tibia. Pero llegó el momento de partir.

Una de mis primeras experiencias rabínicas fue en una pequeñisma congregación en centroamérica. Allí, luego de acampar al borde del Sinaí durante largos meses, encontré congregantes que difícilmente podían reconocer las letras en hebreo.

Allí logré entender que mi experiencia "al borde del Sinaí" no era más que un medio para transmitir una mínima porción de aquella santidad a aquellos judíos con sed de Torá.

"Bastante tiempo habéis permanecido en este monte", dice Di-s al pueblo.

La reacción de Di-s a pocos meses de recibida la Torá no pretende ser más que una advertencia.

¡Ay de aquel que piense que todo el mundo es Sinaí!

Por el contrario. El desafío está más allá del Sinaí, cuando logramos llevar las chispas de aquella santidad a la que nos vimos expuestos a los cuatro rincones de la tierra.

lunes, agosto 04, 2014

Tisha VeAb 5774

Engañar a un tonto

Rabino Gustavo Surazski
Kehillat Netzach Israel, Ashkelon

Por estos días estamos rememorando la destrucción del primer y segundo Templo de Jerusalem. Se tratan –ambos- de eventos históricos de larga data. El primer Templo fue destruído en el año 586 a.e.c. mientras que el segundo fue destruído hacia el año 70 de la era común.

¿Quién fue el causante de dichas tragedias? 
De acuerdo a nuestras fuentes nadie más que nosotros.

El primer Templo fue destruído por obra de la idolatría, las relaciones sexuales impropias y el derramamiento de sangre. El segundo Templo fue destruído por causa del odio gratuito entre hermanos (Ioma 9b).

El relato de la destrucción del segundo Templo aparece en el Talmud (Guitín 55b – 56b) y sugiere que esta tragedia tuvo más de un responsable.

La historia allí narrada es bien conocida.
Uno de los hombres más acaudalados de Jerusalem, tenía un amigo llamado Kamtza y un enemigo llamado Bar Kamtza (Grinberg y Granbaum, podrían haber sido).

Este hombre organizó una fiesta en Jerusalem a  la que invitó a los personajes más encumbrados de la ciudad y -por error- envió una invitación a su enemigo –Bar Kamtza- en lugar de hacerlo a su amigo Kamtza. Bar Kamtza, sorprendido por la invitación, llegó a la celebración y el hombre lo echó del lugar ante la indiferencia de todos los sabios de Jerusalem.

Cargado de resentimiento por la actitud del anfitrión y el silencio de los sabios, Bar Kamtza va a contarle al emperador que los judíos planean una rebelión en su contra. Incrédulo, el emperador pidió pruebas. Bar Kamtza le propuso que envíe un animal al Templo de Jerusalem; si los judíos renunciaran a ofrendarlo, éso probaría su razón.

En el camino de regreso a Jerusalem, Bar Kamtza provocó un defecto en el animal que lo inhabilitaba como ofrenda. Al llegar el animal al Tamplo los judíos se encontraron en una encrucijada. Impedir el sacrificio podría exasperar al emperador de Roma y poner en riesgo el futuro de Jerusalem. Sacrificarlo implicaría que se pueden ofrendar en el Templo animales defectuosos.

El portavoz de esta posición fue Rabí Zejaria ben Avkulas.  Finalmente, su temor ritual privó y el animal del emperador fue descartado. Concluye Rabí Iojanán: ‘La devoción de Rabí Zejaria ben Avkulas nos destruyó la casa, nos quemó el Templo y nos expulsó de nuestro país’.

¿Quién fue entonces el culpable de la destrucción de Jerusalem? ¿Bar Kamtza, el anfitrión de la fiesta, los sabios que callaron o Rabí Zejaria? ¿Tal vez todos juntos? Lo que llama la atención es que el Talmud –si bien los menciona- no sienta en el sillón de los acusados a los promotores de la masacre: el emperador Vespasiano y su hijo Tito, futuro emperador y comandante militar sobre la provincia de Judea. 

La lógica de nuestros sabios resulta fascinante y perturbante al mismo tiempo.

Fascinante porque hace casi dos mil años que el Templo de Jerusalem fue destruído, y aun hoy -dos mil años después- seguimos buscando al responsable. Sólo un pueblo que sabe examinar su pasado, puede enmendar errores, renacer de la cenizas y transformar crisis en oportunidades. Es el ejemplo más acabado de la nunca bien ponderada "culpa judía", que es la raíz psicológica de la Teshuvá.

Pero –al mismo tiempo- esta idea es perturbante. La culpa es siempre de uno y el otro se transforma en un actor de reparto, o bien, en una anécdota de la historia sin posición tomada.

….

Cuando se analiza por estos días la raíz del conflicto israelí-palestino, se aprecia nuevamente que la culpa es parte constitutiva de nuestro ADN como pueblo. Suena raro, pero estamos convencidos que los culpables exclusivos de esta crisis somos nosotros.

La izquierda dirá que la culpa es nuestra. Netaniahu no supo fortalecer a la Autoridad Palestina y ninguneó a Abu Mazen. Las conversaciones de paz con la Autoridad Palestina siguieron su curso -incluso bajo el gobierno de Netaniahu- pero nunca se interrumpió la costrucción de asentamientos en Cisjordania.

La derecha dirá que la culpa es nuestra, porque nunca Israel se animó a a re-conquistar la Franja de Gaza para destituír al Hamás. Mientras ésto no ocurra, las escaladas retornarán cíclicamente.

En enfoque de la derecha y de la izquierda es diferente; el ADN es el mismo. Tal como ocurriera con el Templo de Jerusalem, la culpa es siempre nuestra.

Lamentablemente, ambas tésis –la de la izquierda y la de la derecha- colapsaron. La generación de Oslo ya expresa abiertamente hace años su incredulidad y pesimismo. Entregar territorio por paz, funcionó bastante bien con Egipto, pero el conflicto entre israelíes y palestinos es de naturaleza diferente. No se trata de un conflicto de fronteras. Aquí se mezcla historia, geografía, religión y demografía. Tal vez la lista sea más larga...

Respecto al otro extremo del arco, puede que por estos días estemos presenciando el "Oslo" de la derecha; las crisis con Gaza no se resolverán por la fuerza. Posiblemente, se pueda conquistar Gaza militarmente, pero por lo visto –como dijo Clemenceau- la guerra es un asunto demasiado serio como para dejarlo –exclusivamente- en manos militares.

La parte más inquietante de estas tendencias culpógenas, es que de tanto auto-inculparnos nos hemos alineado con el resto del mundo. Nosotros creemos que la culpa es nuestra...¡el mundo también!

Vale pues aliviarnos la mochila de la culpa.

Israel ha mostrado disposición política para solucionar el conflicto. Las posiciones ideológicas en Israel, en los últimos 20 años, se han movido de manera dramática. Si izquierdistas israelíes pregonaran hoy lo que solían pregonar a fines de los 80, serían -sin ninguna duda- tildados de "halcones". Por otro lado –y durante los útimos veinte años- la derecha israelí mostró disposición para conceder a los palestinos más de lo que hubiera concedido en sus peores pesadillas de aquella década. ¿Quién iba a pensar, por ejemplo, que Ariel Sharon dejaría la Franja de Gaza?

La lista de las culpas palestinas es larga. A veinte años de los acuerdos de Oslo, los palestinos siguen transmitiendo en el mismo dial.

El Estado de Israel, por ejemplo, sólo es reconocido como un ente jurídico, no como un Estado judío.

Abu Mazen encendió una esperanza hace unos meses cuando declaró en un reportaje a la TV israelí que no tiene como objetivo retornar a Tzefat (Safed), ciudad que lo vio nacer en 1935. De esta forma sugirió un cambio en la posición palestina respecto a la crisis de los refugiados, uno de los puntos más algidos en cuestión. Su hijo y su nieto, hace una semana, pulverizaron las esperanzas: "Volveremos a Tzefat, a Palestina", dijeron ambos en un nuevo reportaje. Evidentemente, la renuncia al "derecho" de retorno, sólo tiene alcance personal –ni familiar, ni nacional- incluso cuando es enunciado por la máxima autoridad de la Autoridad Palestina.

Cuando existía un horizonte político para la resolución del conflicto, masacraron a más de 1200 israelíes durante la segunda intifada. Los atentados no salían exclusivamente del Hamás, sino del mismo riñon de la Autoridad Palestina.

Nadie con sentido común puede afirmar que los palestinos no tienen aquí culpas y responsabilidades, por acción o por omisión.

...

Abraham Lincoln dijo en una ocasión que “se puede engañar a poca gente por mucho tiempo. Se puede engañar a mucha gente por poco tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo por mucho tiempo”.

Lo más penoso –de todos modos- es que los palestinos se engañan a sí mismos.

Por éso, permítanme complementar el proverbio de Lincoln con otra máxima pronunciada por Rabí Moshé de Kobrín:

"Engañar a Di-s es imposible,
Engañar a los hombres, está prohibido,
Y quien se engaña a sí mismo es un tonto...¿y qué gracia tiene engañar a un tonto?".