Buscar este blog

domingo, febrero 12, 2006

Parashat Itró 5766

Al Alcance de Todos

El gran día había llegado.
Desde el mismo momento de la Creación, todas las criaturas del universo esperaban el día en que Israel reciba la Torá frente al monte Sinaí.

Veintiséis generaciones después de la creación del mundo, la Torá -el tesoro más preciado de Di-s- fue entregada al pueblo de Israel, quien aceptó gustoso el regalo diciendo ‘Naase VeNishmá’ (‘Haremos y escucharemos todos los mandamientos del Creador’).

Todas las generaciones estuvimos presentes allí, incluso nosotros...
Todos vimos a Moshé bajar del monte y entregarnos la Torá. Tal como diría Rabí Elimelej de Lizensk: ‘No sólo recuerdo como todas las almas permanecieron junto al ardiente monte Sinaí; incluso recuerdo a aquellos que estaban parados al lado mío’.

Tal vez haya sido por ello, que la Torá fue revelada en setenta idiomas al mismo tiempo. No todos podíamos entender el idioma original de la Torá.

Como una moderna superproducción de Hollywood o como los modernos DVD (¡LeHavdil!), la entrega de la Torá fue un estreno que tuvo alcance mundial, llegando a todos lo públicos y a todos los idiomas.

Aun los reyes más poderosos del mundo escucharon a lo lejos los gritos de la multitud provenientes del Sinaí y temieron por la suerte del mundo.

Y me pregunto...¿Por qué la Torá no fue revelada solamente en hebreo? Si el hebreo es la lengua sagrada...¿para qué era necesario el ‘sub-titulado electrónico’ de la Torá?

Tal vez haya sido así para enseñar al mundo la Torá está al alcance de todos. El que no la reciba, será porque no la quiere...no porque no la entienda.

Siguiendo la misma dirección se pregunta el Midrash (Mejilta, BaJodesh): ¿Por qué la Torá no fue entregada en la Tierra de Israel?
Y se responde: Para que las naciones del mundo no digan que no la aceptaron porque fue entregada en una tierra ajena a ellos. Por ello fue entregada en el desierto, pública y abiertamente. El que no la reciba, será porque no la quiere...no porque no le pertenezca.

Es por ello que la Torá ha sido comparada con el agua. Todo aquel que quiera beber...¡que venga y beba! Tal como dice el profeta Ishaia: ‘Todos los sedientos, venid por agua’ (Ishaia 55,1).


La Torá es de todos.

domingo, febrero 05, 2006

Parashat BeShalaj 5766

La Traición de los Caballos

Encontramos en Parashat BeShalaj, el milagroso cruce del Mar de los Juncos y el desgraciado final de las tropas del faraón.

Siempre me pregunté por qué los egipcios ingresaron a ese mar. ¿Eran inconscientes? ¿Era tanto el odio que sentían por Israel? ¿No podían imaginar que ese mar abierto iría a caer sobre ellos?

En realidad, según el midrash, los egipcios no querían ingresar al mar...Los que querían ingresar eran los caballos.

Nos cuentan nuestros jajamim que las olas del mar comenzaron a formar figuras de yeguas y los caballos, desesperados, se arrojaron a las aguas (Shemot Rabá 23, 14).

¿Qué nos quiere enseñar este enigmático midrash?


Quizás nos quiera enseñar que la fortaleza de Mitzraim, basada en su aplastante fuerza de caballería, terminó siendo su propia ruina. El imperio que ganaba batallas por fuerza de sus caballos...¡¡terminó perdiendo esta batalla por culpa de esos mismos caballos!!

(Algo similar había ocurrido con el carnero de la akedá. Su fuerza residía en su voluminosa cornamenta. Y por culpa de esos cuernos terminó enredado...y degollado).

Eso es lo que suele ocurrir cuando la grandeza reside exclusivamente en la fortaleza física. La fortaleza física suele ser muy traicionera si no va acompañada por temor reverente al Cielo.

Cierto es que las batallas se ganan con caballos, tanques, aviones y blindados. Incluso el moderno Estado de Israel tiene un aparato militar que nos brinda seguridad y nos colma de orgullo. Pero la auténtica fortaleza de nuestro pueblo jamás residió en las armas sino que residió en nuestro compromiso moral y nuestra inquebrantable fe en Di-s.

Sabemos los tiempos difíciles que vive Israel. Sabemos de los enemigos de afuera, sabemos de los enemigos adentro y de la violencia que no cesa. Sabemos que es bueno e imprescindible tener caballos, tanques, aviones y blindados.


Pero sabemos, al mismo tiempo, que es imprescindible mantener aquellos valores que siempre nos brindaron cohesión y fortaleza como pueblo.

Sabemos que no podemos confiar sólo en la fuerza de la armas. Porque esa confianza bien puede ser traicionera, como ocurrió con los caballos del faraón.

Tal como dijo el profeta Zejaria, por inspiración de Di-s: ‘No por el poder, ni por la fuerza, sino por Mi espíritu, dice el Eterno de los ejércitos’ (Zejaria 4, 6).