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jueves, junio 28, 2018

Parashat Balak 5778

Enfrentados

En los versículos finales de nuestra Parashá, la Torá relata el pecado de Baal Peor.

"Y se entregó Israel a Baal Peor, y se encendió la ira del Eterno contra Israel.... Y fueron los que murieron de aquella plaga, veinticuatro mil" (Be-Midbar 25, 3; 25, 9).

El trágico desenlace de este suceso resulta sumamente llamativo.

En apariencia, el episodio de Baal Peor es un apéndice de nuestra Parashá que sirve como introducción a Parashat Pinjás. Pero si uno analiza la cruda estadística, verá que el pecado de Baal Peor es inmensamente más grave que el pecado del becerro de oro. En este -nos cuenta la Torá- la ira de Dios provocó tres mil victimas (Shemot 32, 28), mientras que en Baal Peor, la ira divina...¡se multiplicó por ocho! (veinticuatro mil).

¿Por qué es tan grave este episodio?

RaSHI, en su comentario a la Parashá (comentario a Be-Midbar 25, 3) nos enseña la repugnante forma en la que se servía a esta antigua deidad: La gente adoraba a Baal Peor defecando delante suyo (ver también Sanhedrín 60b).

El Rabino Iehuda Amital Z"L analiza la gravedad de este pecado a la luz de este comentario de RaSHI.

Existe una ideología ostensiblemente presente en nuestros días –dice el Rabino- que sostiene que todo aquello que es natural es bueno. Según esta ideología –que en nuestro caso se emparenta claramente con la idolatría- no tiene nada malo defecar delante de una estatuilla. ¿Por qué debiera serlo si se trata de algo natural que –finalmente- iguala a todos los mortales? Y si es natural...¡es bueno!

La Torá se opone tajantemente a esta ideología. De hecho, ya en los primeros capítulos de la Torá vemos como Adam y Javá cubren su desnudez luego de probar del fruto prohibido. ¿Qué tiene de malo andar desnudo? ¡Finalmente así venimos todos al mundo! ¡Es algo natural! Sin embargo, el primer acto "humano" de Adam y Javá -después de la ingestión del fruto- fue la cobertura de su desnudez.

No en vano, los cabalistas sugieren que la palabra hebrea בראשית  (Bereshit, en el comienzo) contiene las mismas letras que la palabra ירא בשת (Iré Boshet, la vergüenza que conduce al temor reverencial a Dios).

El hombre ha sido creado para elevarse por sobre la naturaleza, no para reverenciarla. Para enmendar el mundo natural, no para endiosarlo.

Abraham Ieoshúa Heschel en su libro "El hombre no está solo" dice que "las religiones pueden clasificarse en tres grupos: las de autosatisfacción, las de autoanulación y las de mancomunidad. En las primeras, la religiosidad es una búsqueda de satisfacción de necesidades personales como la salvación o el deseo de inmortalidad. En las segundas, se hacen a un lado todas las necesidades personales y el hombre procura dedicar su vida a Dios al precio de anular todo deseo propio, en la creencia de que el sacrificio humano, o por lo menos la total abnegación, es la única forma auténtica de servir a Dios. La tercera forma de religión, si bien desecha la idea de considerar a Dios como medio para alcanzar fines personales, sostiene que existe una sociedad entre Dios y el hombre, que las necesidades humanas constituyen la preocupación de Dios y que los fines divinos deben convertirse en necesidades humanas".

Esto explica en gran forma el enfrentamiento de la Torá con el culto a Baal Peor que –de acuerdo al esquema hescheliano- pertenecería a este primer tipo de religiones.

Sin embargo, este antagonismo entre la Torá y el culto al Baal Peor no está solamente sugerido al inicio de la Torá (ברשאית, ירא בשת) sino también al final.

Cuando la Torá habla acerca de la sepultura de Moshé nos dice que Dios "lo sepultó en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet-Peor" (Devarim 34, 6).

El profeta, aquel que había visto a Dios cara a cara, aquel que bajó del monte con la palabra de Dios en sus manos, es sepultado frente al sitio de este repugnante y "natural" ritual.

Posiblemente, el lugar de sepultura de Moshé no haga más que confirmar el hecho de que no existe otra fuerza en la Torá que se ubique más en sus antípodas que el culto a Baal Peor.

Moshé y la Torá de un lado.
Y, enfrente, el Baal Peor y su repulsivo culto.

Desde Bereshit y hasta Ve-Zot Ha-Brajá.

jueves, junio 21, 2018

Parashat Jukat 5778


Tres montes, tres faros

Parashat Jukat relata el ascenso de Aharón, el Sumo Sacerdote, al monte Hor y su posterior fallecimiento.

Dijo Dios a Moshé: "Toma a Aarón y a Elazar, su hijo, y hazlos subir a este monte Hor. Y despoja a Aarón de sus vestiduras (sacerdotales) y se las vestirás a Elazar, su hijo; y Aarón será reunido y morirá allí" (BeMidvar 20, 25-26).

El particular nombre de este monte (Hor) -un vocablo casi idéntico a la palabra hebrea Har (Monte o montaña)- despertó la creatividad de los exégetas bíblicos.

RaSHI –basándose en el Midrash- explica la particular forma de este monte. Se trataba de "un monte montado sobre un monte, tal como una manzana pequeña montada sobre una manzana grande. Y aun cuando la nube iba delante suyo[de los hijos de Israel] y aplanaba las montañas, tres montes quedaron intactos: El monte Sinaí para la (entrega de la) Torá, el monte Nevó para la sepultura de Moshé y el monte Hor para la sepultura de Aharón".

El comentario de RaSHI está basado en una antigua tradición midráshica que afirma que la nube que viajaba delante de los hijos de Israel tenía –entre sus múltiples funciones- la capacidad de alisar el terreno para facilitar la marcha de los hijos de Israel (ver Mejilta de Rabí Ishmael 13, 21).

Pero...¿por qué razón la nube dejó intactos justamente a dichos montes?

Posiblemente la respuesta se relacione con la célebre mishná del Tratado de Avot, en nombre de Shimón Ha-Tzadik.

"Shimón el justo fue uno de los sobrevivientes de los Hombres de la Gran Asamblea. Él solía decir: tres son las cosas sobre las que se asienta el mundo:  sobre la Torá, sobre el Servicio (a Dios) y sobre las obras de beneficiencia" (Avot 1, 2).

Rabí Itzjak Iosef Schneersohn enseña que estos tres pilares (Torá, servicio y obras de beneficiencia) se vinculan con los tres patriarcas de Israel.

La figura de Abraham se vincula con las obras de beneficencia dada su cualidad como majnis orjim [1]. La figura de Itzjak se liga al servicio, lo cual se asocia al relato de la ofrenda en la Akedá [2]. La figura de Iaakov remite a la Torá, dado que está dicho que Iaakov era "un hombre sencillo, morador de tiendas" [3].

El Prof. Avigdor Shinam sostiene que Shimón el justo esta trayendo en esta mishná los tres pilares sobre los que se sostiene la humanidad. La Torá representa el aspecto intelectual de la experiencia humana, dado que a través de la misma el hombre amplía sus horizontes y pule su personalidad. El servicio representa el aspecto religioso, a través del cual el hombre se asocia a Dios. Y el tercer pilar, las obras de beneficencia, obligan al hombre a vincularse con su prójimo.

Quisiera aportar una tercera interpretación.

Los tres principios que trae Shimón el justo, explican la particular conducta de la nube en el desierto. Aquellos tres montes representan los mismos tres principios esgrimidos por la Mishná.

El monte Sinaí, representa la Torá, al haber sido el escenario de la entrega de la Ley. El monte Hor, se vincula a la idea de Avódá (servicio divino), por haber sido elegido como la última morada de Aharón, Sumo Sacerdote consagrado al servicio de Dios. Por último, el monte Nevó, que fue testigo de la partida de Moshé, sintetiza la idea de guemilut jasadim (obras de beneficiencia). De acuerdo a la exégesis bíblica, Dios mismo fue quien se encargó de su sepultura (ver RaSHI a Devarim 36, 6).

...

En nuestras clases en el Seminario Rabínico se nos solía preguntar: ¿A qué debiera asemejarse un Rabino? A un Talmid Jajam (Torá), a un Sacerdote (Servicio) o a un Profeta (sensibilidad social y obras de beneficiencia)?

¿El Rabino debe ser combativo, sensible y moralizador como un profeta? ¿Solemne y ritualista como el sacerdote? ¿O, acaso, amante de los textos como el Talmid Jajam?

¿Los congregantes quieren que su Rabino sea emocional, formal o sabio? ¿Generoso, venerable o catedrático? ¿Moralizador, ritualista o estudioso?

Aún no hallé respuesta a este interrogante. Supongo -después de veinte años de Rabinato- que la expectativa de la gente es que su Rabino sea al mismo tiempo portador de la sensibilidad de un profeta, la estampa del sacerdote y la sabiduría de Talmid Jajam. La complejidad de la función rabínica hace que no se sea ninguna de las tres cosas por separado, sino todas juntas, y al mismo tiempo. También la labor rabínica se erige sobre estos tres mismos pilares: Torá, servicio y obras de beneficencia.

Sin embargo, este principio de Shimón el justo, es aplicable a todo judío, no sólo a los Rabinos. El equilibrio entre estos tres pilares (Torá, Avodá y Guemilut Jasadim) es el que asegura un judaísmo balanceado en el que convivan los textos, el estudio, la sensiblidad, la búsqueda de lo correcto, los rituales y las tradiciones milenarias. Torá, Avodá y Guemilut Jasadim.

Estos tres montes, como faros en la noche, quedaron intactos en el desierto dando tesimonio de ello.
  













[1] . Anfitrión. Abraham solía pararse a la puerta de su tienda para buscar caminantes e invitarlos a su hogar (véase RaSHI a Bereshit 18, 1).
[2] . Véase Bereshit cap. 22
[3] . Bereshit 25, 27. La palabra "tienda" se asocial con el studio de la Torá.

jueves, junio 14, 2018

Parashat Koraj 5778

De esclavos a millennials

No siempre existe consenso entre los comentaristas acerca del orden cronológico de los eventos acontecidos en la Torá.

Una de estas disputas clásicas, está referida a Parashat Koraj, dado que nuestra  Parashá no especifica la fecha de la revuelta emprendida contra Moshé y Aharón.

Según Ibn Ezra, la rebelión de Koraj aconteció inmediatamente después del pecado del becerro, "cuando los primogénitos fueron reemplazados y los levitas diferenciados (del resto de las tribus)" (Ibn Ezra, comentario a BeMidvar 16, 1).

Otros -como el RaMbaN- sostienen que este episodio aconteció "en el desierto de Parán, en Kadesh Barnea, luego del suceso de los espías" (RaMbaN, comentario a BeMidvar 16, 1).

La lógica de Ibn Ezra y del RaMbaN es diferente.

Ibn Ezra hace hincapié en la naturaleza de la revolución de Koraj. Dado que esta fue una disputa encabezada por levitas (Koraj) y reuvenitas (Datán y Aviram) –Reuvén fue el hijo primogénito de Iaakov Avinu- es lógico pensar que esto haya ocurrido al modificarse las jerarquías de los hijos de Israel. Si los primogénitos dejaban de ser los elegidos del pueblo...¿quién debiera reemplazarlos? ¿Los levitas -que no pecaron con el becerro- o acaso la tribu primogénita de Iaakov?

El RaMbaN, por su parte, hace hincapié en la naturaleza de la reacción divina. Algo cambia en la acitud de Dios después del pecado de los espías. Despúes de haber decretado los cuarenta años en el desierto, Dios finalmente entiende la naturaleza de la generación de desierto, un pueblo de corazón extraviado, desconocedores de Su senda (ver Tehilim 95, 10). Su paciencia se acabó y no deja lugar a dobles interpretaciones. El que no cree en la elección de la tribu de Leví, en la profecía de Moshé y en el sacerdocio de Aharón, no cree en Dios. El modelo parental de Dios cambia de la raíz. Dios pone límites y el maltrato de aquella generación hacia Dios, recibe respuestas inequívocas.

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Escuché hace unas semanas una disertación del escritor anglo-americano Simón Sinek acerca de la generación "Y", o generación del milenio (millennials).

Se suele definir así a aquellos adultos jóvenes nacidos a partir de la primera mitad de los ochenta y hacia el final de los noventa. Según Sinek, se trata de una generación con una alta dósis de narcisimo y egocentrismo. Muchos de sus miembros tienen tendencias depresivas y poseen baja autoestima. Sinek entiende que esto ocurre como consecuencia del contexto y la forma en la que esta generación fue criada. Sus padres les eneseñaron que eran especiales y que todo lo que se propongan lo irían a conseguir con sólo quererlo. Pero, al entrar en el mundo laboral, se dan contra la pared y la  autoestima se les va al piso.

Algunos de los millennials fueron recibidos en clases avanzadas no porque lo merecieran, sino porque sus padres fueron a rogarle al director. Otros recibieron buenas notas, sólo porque los maestros no se quisieron enfrentar con los padres. Hay niños que recibieron medallas aun cuando llegaron últimos en una competencia.

Estos jóvenes –dice Sinek- se graduaron, salen al mercado laboral e inmediatamente comprenden que no son tan especiales como creían, que sus madres no podrán conseguirles el ansiado ascenso, que en la vida real nadie les dará una medalla por llegar últimos, y que nada se  puede conseguir con solo quererlo.  Como si esto no fuera poco, haber crecido en el apogeo de la Era de la Información -donde la conexión constante es moneda corriente- ha transformado a los millennials en seres especialmente impacientes. 

Resulta interesante analizar la cantidad de coincidencias que existen entre la generación "Y" y la generación del desierto. De esclavos, aquella generación pasó a ser -en un abrir y cerrar de ojos- una generación de millennials.

La conducta de aquella generación se puede también explicar a la luz del contexto en el cual fue criada por la mano divina. Dios los rescata de Egipto, los hace sentir especiales y los rodea de milagros y regalos celestiales. El mán les vino del cielo, el pozo de Miriam los acompañó y les proveyó agua. Sin embargo, de tantos milagros que recibieron, no pudieron apreciar ninguno. Y aquella generación, por obra de este contexto, se transformaría en rebelde,  impaciente y se creerá merecedora de todo...como la generación de los millennials.

Dios educará a la generación siguiente de manera distinta. Estudiarán la Torá durante la travesía del desierto y comprenderán que Dios da y exige en idéntica medida. Asimilarán que la elección del pueblo conlleva responsabilidad, no beneficios. Que en la tierra prometida el cielo dará lluvias y la tierra dará frutos, solo por merecimiento. Nadie les dará medallas por salir últimos. En la tierra prometida habrá una dosis mayor de esfuerzo y una dosis menor de milagros.

El RaMbaN apunta a esto cuando ubica a la revuelta de Koraj después del pecado de los espías. El cambio se ha iniciado. Evidentemente, Dios también aprende a ser Padre.


jueves, junio 07, 2018

Parashat Shelaj Lejá 5778

Los ojos y la boca

Cuando nos referimos a Parashat Shelaj Lejá, por lo general hablamos del comienzo y no del final.

Sin embargo, los últimos versículos de la Parashá son más que conocidos por todo aquel que está familiarizado con el sidur y la tefilá: se trata de la sección de los tzitzit, la cual constituye el tercer párrafo de la lectura del Shemá Israel.

¿Acaso se puede relacionar el inicio de la Parashá con su final? ¿Que tiene en común la historia de los meraglim –mencionada al inicio- con los flecos (tzitzit) que colocamos en los extremos de nuestra ropa?

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Doce hombres fueron enviados a explorar la tierra. Doce individuos, uno por cada tribu israelita se dirigieron a la tierra de Canaan -la Tierra Prometida- con una consigna clara y precisa: traer información sobre la Tierra que irían a heredar.

Y les dijo Moshé:

"...veréis la tierra, que tal es ella; y el pueblo que la habita, si es fuerte, si es débil, si reducido es, si es numeroso. Y que tal es la tierra en que él mora, si buena es ella, si mala; y que tal las ciudades en que él mora en ellas, si en ciudades abiertas, si en ciudades fortificadas y qué tal es la tierra, si fértil es ella, si estéril; si hay en ella árbol, si no; y os esforzaréis y tomaréis del fruto de la tierra..." (BeMidvar 13, 18-20).

Imposible hallar consigna más clara. Aquellos enviados, debían traer consigo una radiografía de su futuro. Debían espiar la tierra, al pueblo que la habitaba y a sus ciudades.

Lo que finalmente ocurrió es que diez de aquellos doce hombres, regresaron con su informe al campamento de Israel y lo inundaron de abatimiento y pesimismo.

¿En donde se esconde el móvil del pecado de los meraglim?

Permítanme esbozar una respuesta:

Dicen nuestros Sabios (Tanjuma, Vaikrá 18) que el hombre tiene tres partes en su cuerpo sobre las cuales tiene control, y tres sobre las cuales no lo tiene. El hombre tiene potencial para controlar su boca, sus manos y sus piernas. Con su boca, si quiere puede dedicarse a la Torá o a insultar y agraviar. Con sus manos , puede dar tzedaká o –Di-s nos libre- puede robar. Con sus piernas puede visitar sinagogas o correr trás la transgresión.

En cambio, el hombre no puede controlar ni sus ojos, ni sus oídos ni su nariz. Nadie puede elegir que es lo que va ver, oír u oler. Nuestros sentidos, a menudo, son invadidos por imágenes, sonidos o aromas en contra de nuestra voluntad.

De hecho, a ésto se refiere la sección de los tzitzit que leemos hacia el final de Parashat Shelaj Lejá.

La Torá nos dice que debemos mirar los tzitzit a fin de no desviarnos trás nuestro corazón y nuestros ojos (BeMidvar 16, 39).

Los tzitzit son en cierto modo un "antídoto" contra la traicionera cualidad de nuestras pupilas ya que éstas, a menudo, son invadidas por imágenes indeseadas o –lo que es peor- creen ver lo que nunca han visto.

Ésa es –precisamente- la semilla del pecado de los meraglim. Sus ojos recorrieron la sagrada Tierra de Israel, y resumieron su visita con una desafortunada y lacónica aseveración: "El país por el que pasamos para explorarlo, es tierra que devora a sus habitantes" (BeMidvar 13, 32).

Aquella noche, el pueblo comenzó a llorar desconsoladamente, entendiendo que la misión de ingresar a la Tierra Prometida sería poco menos que imposible. Aquella noche –de acuerdo a nuestros Sabios- era la noche de Tishá BeAv (el 9 del mes de Av).

Dijo Di-s: "Hoy lloran ustedes un llanto gratuito; en el futuro –en esta misma noche- su llanto atravesará generaciones" (Taanit 29a)

En el Rollo de Eijá, que leemos precisamente en Tishá BeAv, encontramos una llamativa peculiaridad que tiene directa relación con la mirada distorsionada de aquellos diez meraglim.

El Rollo de Eijá está mayormente redactado de acuerdo al orden del alfabeto hebreo. En los primeros cuatro capítulos del libro, el primer versículo comienza con la letra alef (א), el segundo con la bet (ב), y así sucesivamente. Sin embargo -a partir del segundo capítulo- ocurre algo especial cuando se llega a la letra aín(ע) . La letra aín, aparece luego de la pe (פ) cuando -en realidad- debiera ser al revés.

Cabe resaltar que la palabra hebrea aín, significa "ojo" mientras que significa "boca". Es por ello que dicen los Sabios de Israel, refiriéndose a ésta particularidad (Sanhedrín 104b):

¿Por qué razón la (letra) pe precede a la (letra) aín (en el Rollo de Eijá)? Es debido a los meraglim, ya que éstos dijeron con sus bocas () lo que no vieron con sus ojos (aín). 

La mención del precepto de los tzitzit hacia el final de la Parashá no hace más que recordarnos cuán traicioneros pueden llegar a ser nuestros ojos. Así como fueron traicioneros los ojos de aquellos meraglim.