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martes, enero 30, 2018

Parashat Itró 5778

Amalek, Itró y el "que dirán"

Desde tiempos bíblicos el pueblo judío tiene una particular obsesión por la opinión de las naciones del mundo acerca suyo.

Cuando Di-s quiere exterminar al pueblo luego del pecado del beccero de oro, Moshé intenta cambiar el designio divino diciendo: "¿Por qué han de hablar los egipcios diciendo: Con mala intención los sacó para matarlos en los montes, y para exterminarlos de sobre la faz de la tierra?" (Shemot 32, 12). Cuando Di-s desea acabar con el pueblo luego del pecado de los espías, nuevamente Moshé interviene diciendo: "Y si matares a este pueblo como a un solo hombre, hablarán los pueblos que escucharon de tu fama diciendo: Por no poder el Eterno traer el pueblo al país que juróles, los degolló en el desierto" (BeMidvar 14, 16).

El argumento de Moshé a la hora de su intervención ante Di-s resulta llamativo. La razón por la que Di-s debiera perdonar al pueblo no es otra que el "¿Qué dirán?".

Esta obsesión no nos ha abandonado desde entonces. 


Toda acción militar o diplomática de Israel toma en cuenta el "¿Qué dirán?". Sabemos bien que los intentos por cambiar la opinión pública internacional no siempre han sido alentadores. Muchos son los que aseguran que ésta es –de antemano- una batalla perdida.

El Talmud trae una opinión que -a priori- pareciera extremista. En el Tratado de Shabat se hace un original juego de palabras entre el vocablo hebreo "Siná" (odio) y el nombre del monte en el que fue entregada la Torá (Sinai). Dicen nuestros Sabios que a partir de Sinaí, las naciones del mundo se llenaron de odio y resentimiento hacia el pueblo judío por no haber recibido la Torá (Shabat 89a).

¿Acaso realmente todos nos odian?
Tal vez Parashat Itró nos pueda brindar una respuesta a este interrogante.

Al inicio de la Parashá, Itró se reúne nuevamente a Moshé -su yerno- en el desierto.

RaSHI (véase comentario a Shemot 18, 13) sugiere que esta sección aconteció luego de la entrega de la Torá, aun cuando el orden de los eventos aparece invertido en el texto bíblico.  

Si es así...¿por qué la Torá trae este relato al comienzo?

Posiblemente la respuesta sea que la Torá desea unir la venida de Itró a la guerra contra Amalek que es mencionada hacia el final de la Parashá pasada.

Nuestra Parashá comienza diciendo "Y oyó Itró" (Shemot 18, 1). Pregunta RaSHI: ¿Qué es lo que oyó? (Escuchó acerca de) la apertura del Iam Suf y (acerca de) la guerra con Amalek.

No hubo -en realidad- ninguna nación que no haya escuchado acerca de la intervención divina en la redención de Israel. Ya lo leímos en el Canto del Mar, la semana pasada: "Escucharon los pueblos, estremeciéronse, temblor se apoderó de los moradores de Pleshet. Entonces turbáronse los príncipes de Edom, a los valientes de Moav los acometió el templor. Se sobresaltaron los moradores de Cnaan" (Shemot 15, 14-15)

Pero, por lo visto, no todos los oídos son iguales...

Amalek escuchó. También Itró.
Pero mientras que éste se llenó de odio hacia aquel pueblo que había sido redimido de Egipto, Itró escucha y se identifica con la narrativa hebrea.


"Bendito el Eterno, que os salvó de la mano de los egipcios. Ahora sé que grande es el Eterno, más que todos los dioses..." (Shemot 18, 10-11). La Torá desea, por lo visto, juxtaponer dos reacciones "gentiles" diametralmente opuestas: la de Amalek y la de Itró.

Cabe preguntarse: ¿Por qué un pueblo escucha y se transforma en arquetipo de lo antisemita (Amalek), mientras que Itró escucha y se identifica?

La respuesta es a mi entender simple: se llama Hasbará.

Luego de los abrazos de rigor, la Torá nos cuenta que es el mismo Moshé el que hace reseña de lo acontecido a oídos de Itró:

"Y contó Moshé a su suegro todo lo que hizo el Eterno al faraón y a Egipto, por causa de Israel, todas las adversidades que les aconteció en el camino y (cómo) librólos el Eterno" (Shemot 18, 8).

Itró escuchó los eventos de boca de Moshé. Moshé le cuenta de los padecimientos del pueblo en Egipto, de la persecusión del faraón, de los milagros acontecidos.

Itró no escucha sólo lo que se reportó en la TV inglesa o española. Escucha el testimonio en primera persona, de boca de Moshé, y posiblemente Moshé sabe que sólo de esa manera logrará la empatía de su suegro.

La Torá nos enseña que todos escuchan. Así como Amalek oyó, también oyó Itró. La diferencia entre ambas reacciones reside en el hecho de que Moshé comprende -con Itró- cómo debe presentarse la narrativa judía. Tres mil cuatroscientos años atrás Moshé entendió algo que en nuestros días no se logró entender: la empatía de los pueblos del mundo no se logra ni con milagros ni con poderío militar. Se logra con Hasbará


miércoles, enero 24, 2018

Parashat BeShalaj

Quemar las Naves

Hace unos meses, un miembro de mi congregación me contó que -antes de la creación del Estado de Israel- acostumbraba a pasar la festividad de Pesaj en casa de sus abuelos en El Cairo. Tomaba el tren desde Tel Aviv y llegaba a la capital de Egipto al cabo de doce horas.

¿Cómo viajaríamos hoy día a El Cairo si quisiéramos ir por el camino más corto?

El camino no es hoy muy recomendable para ningún israelí, pero sin duda lo haríamos el camino más corto es "a través de la tierra de los filisteos" (a través de la franja de Gaza) tal como se está sugerido al inicio de nuestra Parashá.

"Y sucedió que cuando el Faraón hubo enviado al pueblo, no los guió Dios por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era el más próximo, pues dijo Di-s: No sea que se arrepienta el pueblo al ver la guerra y se vuelva a Egipto. E hizo Dios que el pueblo diese vuelta por el camino del desierto hacia el mar Rojo. Y los hijos de Israel subieron armados de la tierra de Egipto" (Éxodo 13, 17-18).

Aquel viaje por el desierto no tomó doce horas, sino cuarenta años. Y la Torá nos cuenta que Dios no elgió el camino corto (el camino de la tierra de los filisteos) sino un camino más largo (el camino del desierto).

¿Por qué razón? 

La Torá nos cuenta que Dios temía que los hijos de Israel deseen regresar a Egipto "al ver la guerra".

Ingresar al país a través de la tierra de los filisteos no sería una tarea sencilla. Pero tampoco lo sería ingresar a través del río Jordán. ¿Acaso aquel otro camino estuvo libre de luchas armadas? ¡También habría guerras allí! (Incluso también dentro de la tierra de Israel)...Entonces, ¿cuál era la verdadera diferencia entre el camino cortro y el camino largo?

Tal vez podamos encontrar un respuesta en el comentario de RaSHI.

"De haber viajado por el camino directo, hubieran regresado (a Egipto). Si cuando los llevó dando la vuelta (por el desierto) dijeron: "Pongamos jefe y regresemos a Egipto" (BeMidvar 14, 4), de haber ido por el camino directo ¡más aun (hubieran querido regresar!)" (RaSHI a Shemot 13, 17).

Al parecer, Dios quiso impedir que piensen en regresar a Egipto. Dios sabía que ante el primer obstáculo, el camino más fácil seria el camino de regreso. Siempre es más sencillo lidiar con los males conocidos que con los problemas por conocer.

Se cuenta que cuando Alejandro Magno de Macedonia llegó a costas fenicias en el siglo IV a.e.c entendió rápidamente cúal sería el resultado de la batalla que iría a emprender allí. El ejército fenicio era tres veces más grande que el suyo y la guerra se presentaba como una contienda asimétrica. Sus soldados estaban entregados incluso antes de haber empezado la batalla.

Fue así que a Alejandro Magno se le ocurrió una brillante estrategia. Pidió a sus hombres que quemaran las naves con las que habían llegado a costas fenicias. Luego los reunió y les dijo: "Observad cómo se queman las naves…es justamente por ello que deberemos ganar la guerra. Sólo hay una forma de regresar a casa, y es por mar. Y cuando ganemos la guerra, volveremos de la única forma que nos queda: en los barcos de los fenicios".

Afrontar una nueva realidad siempre es complicado. A menudo la nueva realidad propone un camino del cual no hay regreso. Ése es el "camino del desierto" que eligió Di-s para sacar a los hijos de Israel de Egipto, a fin de que aquella generación comprenda que a menudo la única forma de enfrentar los desafíos es quemando las naves.

miércoles, enero 03, 2018

Parashat Shemot 5778

La puerta de "SALIDA"

Hace un tiempo leí una poderosísima idea de parte del Rab. Iaakov Chinitz Z"L.

Tanto el libro de Bereshit -en el cual se nos relata la génesis del mundo- como el libro de Shemot -en el cual se nos relata la génesis del pueblo judío- comienzan, de manera paradójica, con una "Salida". 

Por lo general, solemos ingresar por la "Entrada" y salir por la "Salida". Sin embargo en Sefer Bereshit se nos cuenta en los primeros capítulos acerca de la salida de Adam y Javá del Gan Eden, y en sefer Shemot acerca de la salida de los hijos de Israel de Egipto.

No son éstos los únicos ejemplos bíblicos; también la etapa más trascendente de la vida de Abraham comenzó con una "Salida" (Lej Lejá) (¿Y acaso nuestras propias vidas no se inician también con la salida del vientre materno?).

El mensaje parace ser claro. Hubiéramos esperado que aquellos comienzos esten señalados por un cartel de "ENTRADA". Sin embargo, la Torá nos presenta un mensaje diametrálmente opuesto: tanto en la vida del universo, como en la vida de una nación y en nuestras vidas particulares...¡los inicios están señalados por carteles de "SALIDA"!.

La etapa activa de la vida de Moshé también comienza con una "Salida":

"Y fue en aquellos días, Moshé creció y salió hasta sus hermanos y los vio en sus trabajos pesados" (Shemot 2, 11).

La vida en el palacio del faraón era –por lo visto- previsible y carente de desafíos. Lujos, siestas hasta el mediodía y sirvientes por aquí y por allí. La vida "real" de Moshé aun no había comenzado.

Y súbitamente, Moshé sale de su torre de marfil e ingresa al mundo en el cual sus hermanos sufren.

Hasta entonces, vivía en el palacio real desconociendo su auténtica identidad. ¿Para qué salir de allí? ¿Quién necesita codearse con la desgracia ajena cuando la propia vida se presenta de manera tan cómoda y holgada?

Y al salir, la Torá hilvana –en seis cortos versículos- tres historias que dan cuenta de la naturaleza de esta salida.

"Y fue en aquellos días, Moshé creció y salió hasta sus hermanos y los vio en sus trabajos pesados; y vió un varón egipcio pegando a un varón hebreo. Miró acá y allá y viendo que no había nadie mató al egipcio y escondiólo en la arena".

"Y salió al segundo día y he aquí dos varones hebreos reñian y dijo al malvado: "¿Por qué pegas a tu compañero?"

"Y el sacerdote de Midián tenía siete hijas que vinieron y sacaron agua y llenaron los bebederos para abrevar las ovejas de su padre. Vinieron los pastores y echáronlas. Levantóse entonces Moshé y ayudólas, y abrevó sus ovejas" (Shemot 2, 11-17).

No era relevante para Moshé si se trataba de una reyerta entre un hebreo y un gentil, entre dos hebreos o entre hombres y mujeres gentiles. La lucha por la paz y por lo que consideraba justo se ubicaba por encima de cualquier denominación nacional. Moshé sale de su burbuja y se mezcla con las criaturas.

Un conocido proverbio dice que la vida se inicia a los cuarenta. Este proverbio se hace carne en la figura de Moshé, dado que a sus cuarenta años –de acuerdo al Midrash- abandonó el palacio del faraón.

Sin embargo, el mensaje sugerido aquí por la Torá no es tanto de carácter cronológico como de carácter moral: No importa a que edad uno lo haga; la vida real de una persona se inicia cuando decide "Salir". La Torá nos enseña, por medio de la vida de Moshé, que la auténtica manera de entrar al mundo es saliendo.