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viernes, septiembre 15, 2017

Parashat Nitzavim

El silencio del Shofar

Rabino Gustavo Surazski

Este próximo Shabat es el último del mes de Elul y -de hecho- también del año.

Habitualmente, el último Shabat del mes hebreo, se llama "Shabat Mevarjim" durante el cual se anuncia el comienzo del nuevo mes.

Sin embargo, este mes ocurre algo distinto.

Shabat Nitzavim, que es el último Shabat del año, no anuncia la llegada del nuevo mes ni tampoco la del nuevo año. De hecho, hasta el shofar que se escucha durante todo el mes de Elul, se llama a silencio en la víspera de Rosh HaShaná.

Llama poderosamente la atención esta omisión.

La respuesta tradicional para estas costumbres y supresiones es que contribuyen a "confundir al satán" para que este pierda la cuenta del Día del Juicio Celestial (Iom Ha-Dín) y no pueda acusar a Israel (RoSH, fin del Tratado de Rosh HaShaná).

De hecho, hay quien dice que la costumbres y prohibiciones del día más sagrado del año hebreo, persiguen idéntico objetivo.  

Un profundo midrash cuenta que, el día de Iom HaKipurim, satán se para frente a Dios y le pide bajar a la tierra para hacer trastabillar a los humanos.

Dios, sabiendo cuál sería el resultado, le dice: ‘Puedes hacerlo si lo deseas, pero no podrás con ellos...’.

Y efectivamente, satán baja a la tierra , y al cabo de un tiempo regresa a Di-s y le dice: 'Cómo los ángeles servidores, que no tienen músculos, así los israelitas se mantienen derechos sobre sus pies en Iom HaKipurim; como los ángeles servidores, que ni comen ni beben, así los israelitas ni comen ni beben en Iom HaKipurim; como los ángeles servidores, que entre ellos están en paz, así los israelitas están entre ellos en paz en Iom HaKipurim'.

El Santo Bendito, escuchó la súplica de Israel y no la del acusador (Pirkei deRabí Eliezer cap. 46).

Dijo Rami bar Jama en el Talmud: ‘HaSaTaN’ en gematria (suma) trescientos sesenta y cuatro. (Durante) trescientos sesenta y cuatro días, tiene derecho a molestar. En Iom HaKipurim, no tiene derecho a molestar (Iomá 20a).

Cabe formularse dos preguntas respecto a estas tradiciones:

¿Por qué pensaban nuestros Sabios que el Satán es tan ingenuo y manipulable?

La segunda pregunta es tiene que ver con la idéntidad del destinatario de estas costumbres...¿de que hablamos cuando nos referimos al Satán?

Resh Lakish sostiene en el Tratado de Baba Batra (16a) que el Satán es el impulso del mal que anida en nuestros corazones. El Satán es -de hecho- el discernimiento del que adolecemos para diferenciar lo bueno de lo malo.

Todos los actos y omisiones que practicamos en los días anteriores a Rosh HaShaná, no tienen como objetivo confundir a una criatura colorada con un tridente ponzoñoso que revolotea alrededor del sillar divino y alrededor nuestro. El destinatario de estas tradiciones es nuestro propio corazón.

Naturalmente, el judío suele apoyarse en demasía en estos formidables agentes externos que nos provee la tradición de Israel. Me refiero Shofar, de las tefilot, del ayuno.

Esto suele acarrear un gran riesgo: se puede escuchar el shofar y permanecer imperturbables. Se puede ayunar en Iom Kipur, y dejar nuestro corazón con la misma lacra del año que pasado.

Y súbitamente llega la víspera de Rosh HaShaná y el shofar se calla....Y sólo escuchamos latir a nuestro corazón. No hay allí otro sonido que no sea el del principal protagonista de estos días: el corazón de todo mortal que es llamado a Juicio.

Las tefilot ayudan; el ayuno también.

Pero el proceso de cambio tiene que ingresar en nuestro corazón, allí donde anida el impulso del mal –el Satán- que nos dice que lo incorrecto es lo correcto. Por él, se calla el Shofar en la víspera de Rosh HaShaná.

Tal como dice la Torá en Parashat Nitzavim.

"Y te hará abundar, el Eterno tu Dios...si vuelves al Eterno, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma" (Devarim 30, 9-10).  


jueves, septiembre 07, 2017

Parashat Ki Tavó

Cuernos, pecados y corrección

La Mishná en el Tratado de Rosh HaShaná especifica los requisitos necesarios para que un Shofar sea kasher. La Mishná sostiene que "todos los shofarot son aptos, a excepción del (cuerno) vacuno" (Mishná Rosh Hashaná 3, 2). Es decir, que se puede utilizar en Rosh HaShaná un cuerno de carnero -que es curvo- o un shofar recto de antílope, pero cualquier cuerno de origen vacuno está prohibido.

La Guemará explica la razón de esta prohibición y dice que "el acusador no puede transformarse en defensor" (Rosh HaShaná 26a, ver RaSHI). En la fecha en la que nuestros pecados son pesados y suplicamos por el perdón divino, el shofar nos invita a la introspección. Un cuerno vacuno rememoraría el pecado del becerro de oro y -por ende- está prohibido. El becerro representa el pecado, y un shofar vacuno de ninguna manera podría ser el "motor" del perdón (por esa misma razón, dice el Talmud, el Sumo Sacerdote no realiza el Servicio de Iom HaKipurim con ropajes dorados).

La Parashá de esta semana, trae un nuevo caso en el que la parábola del "acusador" y el "defensor" resulta aplicable.

Hacia el inicio de Parashat Ki Tavó, la Torá prescribe el precepto de las primicias (bikurim). Cuando el judío traía los bikurim ante el sacerdote, debía pronunciar una fórmula llamada "Mikrá Bikurim" en la que se enuncian las bondades divinas hacia nuestros antepasados desde los tiempos de nuestros patriarcas, pasando por la redención de Egipto y culminando con el ingreso a la Tierra Prometida.

‘Un arameo errante era mi padre, y descendió a Egipto y residió allí con poca gente, y se convirtió allí en un pueblo grande, fuerte y numeroso. Y nos maltrataron los egipcios, y nos oprimieron, y nos dieron trabajo duro. Y clamamos al Eterno, Di-s de nuestros padres y escuchó el Eterno nuestra voz y vio nuestra aflicción, y nuestro trabajo, y nuestra opresión. Y nos sacó el Eterno de Egipto, con mano poderosa, y con brazo extendido, y con terror grande, y con señales y con prodigios. Y nos trajo a este lugar, y nos dio este país, tierra que mana leche y miel. Y ahora he aquí que traje las primicias del fruto de la tierra que me diste, Eterno’ (Devarim 26, 5-10).

Llama poderosamente la atención que entre las bondades y los milagros divinos enunciados al momento de traer las primicias no se mencionan los cuarenta años en el desierto.

Tal vez hubiéramos esperado que la Torá incluya en esta fórmula un versículo al modo de aquel que es mencionado en Parashat Ekev: "y te hizo comer el mán, que no conocías, y no conocieron tus padres...tu vestido no se pudrió sobre ti, y tu pie no se hinchó en estos cuarenta años" (Devarim 8, 3-4).

Los cuarenta años en el desierto fueron, de acuerdo a la Torá, una época de milagros y portentos. El mán que caía del cielo, el pozo de agua que los acompañaba, y las nubes de gloria que los protegía durante el vagar en el desierto.

¿Por qué estos milagros y el vagar en el desierto están ausentes en el Mikrá Bikurim?

Rabí Itzjak Luria sostiene que el precepto de las primicias viene a enmendar el pecado de los espías.

También en este caso, el "acusador" no puede transformarse en "defensor". Recordar el "desierto", al momento de traer las primicias, equivale a recordar el pecado de los meraglim que devino en desierto. 

Los milagros del desierto fueron una consecuencia de la blasefemia de los espías. Si éstos no hubieran blasfemado en contra de la Tierra de Israel, aquellos cuarenta años ni siquiera hubieran existido y aquellos milagros, hubieran sido innecesarios....

Mientras que los espías renegaron de la Tierra Prometida, los bikurim resaltan la bondad de la misma.

De hecho, la descripción del regreso de los espías al campamento de Israel, rememora el precepto de las primicias: "Y cortaron de allí un sarmiento, y un racimo de uvas, y lleváronlo en una pértiga, entre dos, y granadas e higos" (BeMidvar 13, 23).

Dice el Rabino Beny Lau:

Los espías alteraron la alegría de los hebreos y los sumieron en un largo llanto, cada cual encerrado en su tienda. El precepto de las primicias, por el contrario, saca a los hombres de sus moradas y los reúne en una alegre y orgullosa procesión popular, que exalta la belleza de los frutos de la Tierra que Dios nos dio.