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miércoles, junio 27, 2007

Parashat Balak 5767

Esa es la Diferencia

Cuenta el midrash (BeMidbar Rabá 20, 4) que, al ver acercarse a Israel, los moabitas fueron a preguntar a sus vecinos midianitas acerca de la personalidad de Moshé.

Moab sabía que Moshé Rabenu había crecido en Midián. Fue justamente por ello que la información suministrada por Midián resulta crucial para el desarrollo posterior de nuestra Parashá.

Los ancianos de Midián informaron a los moabitas que la fuerza de Moshé residía en su palabra. Y fue así que Balak, rey de Moab, decide luchar en el ‘terreno fuerte’ de Moshé y contrata a Bilam el hechicero, un hombre dotado de espíritu profético y del don de la palabra, para maldecir y derrotar al pueblo de Israel.

‘Sé que al que bendices es bendito, y al que maldices, es maldito’ (BeMidbar 22, 6) envió a decir Balak al hechicero a fin de tentarlo para llevar a cabo su plan.

Hay un aspecto de la Parasha que llama poderosamente la atención.

La primera vez que Bilam es llamado para ir hacia Balak, Di- le impide el viaje. Sin embargo, al cabo de un tiempo, cuando el rey moabita lo llama por segunda vez Di-s lo deja ir.

¿Qué es lo que hizo cambiar de opinión a Di-s?

El Rabino Shimon Schwab trae una explicación sumamente lúcida para explicar este cambio.

La primera vez -explica el Rabino Schwab- los mensajeros no ofrecen a Bilam retribución alguna por sus servicios. Esta, hubiese sido una maldición sumamente peligrosa y poderosa. Sería la maldición altruísta de un hombre que no busca recompensa alguna a la hora de ejecutar su plan.

La segunda maldición, no lo era tanto. Allí los mensajeros ya le ofrecen a Bilam dinero y honores a cambio de su labor. Cuando hay dinero de por medio, el poder de la maldición ya no es el mismo. Dejaría de ser una ‘maldición ideológica’ para pasar a ser una mera prestación de servicios. Bilam, ya lo haría por amor al dinero, más que por desprecio hacia Israel. Es por eso que allí Di-s lo deja marchar…

El fuego de las convicciones ideológicas es uno de los motores más poderosos que tiene la humanidad. Los actos más nobles y los más salvajes en la historia del género humano estuvieron protagonizados por hombres alimentados por ese fuego. Un hombre con ideas firmes, que actúa motivado por su ideología y no por intereses espurios, deja de ser inofensivo.

Esa es la diferencia.


lunes, junio 18, 2007

Parashat Jukat

Impaciencia Contagiosa

Parashat Jukat contiene en sus lineas el episodio de Moshé y la roca que terminó marcando la suerte del Profeta.

El pueblo de Israel llevaba cuarenta años vagando por el desierto y estaba sediento e irritado. La impaciencia del pueblo terminó irritando a Moshé. Y le dijo Di-s a Moshé: ‘Toma la vara y reúne a la comunidad, tú y Aharón tu hermano, y hablaréis a la roca ante sus ojos y dará agua’.

Moshé tomó la vara en sus manos y con la misma impaciencia que tenía el pueblo golpeó la roca dos veces antes de ver agua fluyendo de ella. Moshé debía tan sólo hablarle; sin embargo la golpeó -no una- sino dos veces. Este error resultó fatal; el decreto de Moshé ya estaba sellado…

Lo que ocurrió a Moshé en pequeña escala nos suele ocurrir a menudo. Pensemos cuando compramos un nuevo electrodoméstico para casa. Después de tanto ahorrar, moneda tras moneda, finalmente lo tenemos. Morimos por estrenarlo. Pero al abrirlo, nos encontramos con un cuadernillo forrado en nylon y una etiqueta que dice: LEÁSE AQUÍ ANTES DE USAR. El hombre paciente, seguramente lo hará. El impaciente dejará el cuadernillo de lado, lo archivará en un cajón y en poco menos de dos minutos, posiblemente, tenga su nuevo electrodoméstico inutilizable.

La impaciencia de Moshé provocó algo más grave que la rotura de un simple smartphone. La roca, el bastón y el agua cambiaron radicalmente su vida y la vida de Israel. Hay errores y aciertos en nuestras vidas que también terminan archivados en un cajón. Pero hay otros de los cuales no hay retorno y nos terminan marcando para siempre.

Posiblemente este sea el episodio más conmovedor de la Torá. Di-s le comunica a Moshé Su decisión de no permitirle ingresar a la Tierra, tal como Moshé lo había soñado. Moshé rezará y suplicará y, sin embargo, no entrará. Di-s entiende que Moshé ya era uno más de ellos. La impaciencia del pueblo y la impaciencia de Moshé eran ya una misma cosa.

No hay peor remedio para un pueblo desesperado, que un líder impaciente. Iesohúa, aquel que pudo confrontarse a los diez espías que blasfemaron contra la tierra y no estuvo condicionado por lo que dijo el resto, sería el sucesor.


lunes, junio 11, 2007

Parashat Koraj 5767

Sembrar en Vida

Algún día –por mucho que nos duela asumirlo- ya no pisaremos este mundo. Quedaremos ligados con los lazos de la vida eterna y sólo quedará de nosotros el buen o el mal nombre que supimos construir. Quedará el recuerdo de nuestra entrega a Di-s y al prójimo y el ejemplo para los que vengan detrás nuestro.

Somos -en definitiva- artífices del recuerdo que dejaremos luego de nuestra partida; no todos vamos a abandonar este mundo con idéntico prestigio.

¿Cómo es posible evaluar desde nuestra fragilidad humana la reputación de aquel que ya no está y que abandona este mundo? ¿En qué momento podemos decir: Aquel fue un gran maestro, aquel otro, un gran padre, un gran líder o una gran persona? ¿Existe algún parámetro o criterio de evaluación?

Es complicado. Pero Parashat Koraj nos invita a reflexionar al respecto.

Cuando el liderazgo de la tribu de Leví fue cuestionado por el pueblo, Di-s dice: ‘Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara por cada casa paterna...y el nombre de Aharón escribirás sobre la vara de Leví...Y será que del varón que yo eligiere, su vara florecerá’ (17,17-20).

La señal iba a ser el florecimiento de la vara. La vara de la tribu elegida iría a dar flores, brotes y frutos.

¿Por qué? ¿Qué quiere mostrarnos esta señal? La vara podría haber levantado vuelo, o podría haberse transformado en oro puro. ¿Por qué justamente da flores?

Alguna vez hice esta pregunta a mi maestro el Rabino Manes Kogan y él me respondió que Di-s aprecia de manera muy especial a aquellos que logran dar frutos, ya sea como líderes, como padres, como amigos.

Las virtudes de un gran líder –por ejemplo- son generalmente valoradas después de su muerte. La figura de Moshé -por ejemplo- cobra exacta dimensión, cuando el pueblo de Israel comprende que puede sobrevivir sin su presencia.

Los grandes líderes diseñan estructuras que permanecen inconmovibles luego de su desaparición física. Sus proyectos jamás estarán sostenidos sólo por su carisma e imagen. Moshé morirá pero el pueblo permanecerá vivo.

Lo mismo ocurre con nosotros. Podemos pasar la vida, construyendo tan sólo para nosotros o bien, podemos crear estructuras y soñar proyectos que puedan trascender nuestra existencia terrenal…y dar frutos.

Quiera Di-s sembrar en nuestros corazones esta semilla de grandeza.

lunes, junio 04, 2007

Parashat Shelaj Leja 5767

El Bien más preciado

Todos conocemos, más o menos, la historia de los meraglim. Doce espías, uno por tribu y todos distinguidísimos personajes de Israel, son enviados a la Tierra Prometida para ‘fotografiar’ su futuro y conocer a esa tierra de cerca.

El inicio de Parashat Shelaj Lejá que leemos esta semana comienza mencionando a estos doce elegidos.

Por la tribu de Reuvén: Shamúa ben Zakur. Por la tribu de Shimón: Shafat ben Jori. Por la tribu de Iehudá: Kaleb ben Iefuné. Por la tribu de Isajar: Igal ben Iosef. Por la tibu de Efraim: Ioshúa bin Nun. Etc. etc…

Según el RaMbaN las tribus son nombradas en orden según la grandeza personal de cada uno de los espías. Es decir, aquellas tribus cuyos espías tenían mayor envergadura personal -ya sea por sabiduría o por prestigio- son mencionados en primer término.

Resulta increíble, pero Shamúa ben Zakur fue en su momento quien mejor nombre tenía de entre todos los meraglim y uno de los hombres más respetados del pueblo de Israel. Hoy nadie lo recuerda. Shafat ben Jori, tenía un nombre más reconocido que el de Ioshúa bin Nun y Caleb ben Iefuné. ¿Qué fue de él y de su buen nombre? Toda su reputación quedó en la nada al cabo de cuarenta días cuando regresaron de Eretz Israel y blasfemaron en contra de la tierra.

Cuando una persona adquiere un buen nombre, debe sentir el yugo y comportarse en consecuencia.

El día que esos doce representantes fueron enviados a Eretz Israel, todo el pueblo supo por qué habían sido elegidos. Pero a su regreso –cuarenta días después- les esperaba la auténtica prueba: demostrar que habían sido merecedores de ese honor.

El buen nombre es el bien más preciado que puede tener un ser humano. Y hay una diferencia con el resto de los bienes que podemos conseguir en vida.

Para tener dinero en la vida siempre existirán dos caminos. El uno, es trabajar y transpirar. El otro, es ser hijo de un Rotschild o un Rockefeller.

Pero el buen nombre, por el contrario, no se hereda. Allí importa menos quién era tu padre o quién era tu abuelo Adquirir buena reputación es asunto personal, no es un bien de familia. Allí no hay Rotschild’s ni Rockefeller’s que valgan. Allí solo cuenta uno, sus acciones y sus omisiones, sus palabras y sus silencios.

Pero sobre todo, cuenta la capacidad que tenemos para mantenerla y poder mantener siempre la corona del buen nombre sobre nuestras cabezas.