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jueves, noviembre 27, 2008

Parashat Toldot 5769

Herederos de la voz

Cuando pienso en sorpresas de la naturaleza y caprichos de la genética me viene en mente el nacimiento de Iaakov y Esav…

¿Cómo dos mellizos pueden ser tan diferentes?

El uno, Esav, peludo. El otro, Iaakov, lampiño.
El uno, Esav, hombre de campo y de caza. El otro, Iaakov, hombre de hogar y familia.
El uno, Esav, habla a través de sus manos. El otro, Iaakov, habla a través de su voz.

El nacimiento de estos mellizos representa mucho más que el nacimiento de dos personas: marca para la tradición de Israel el nacimiento de dos maneras de confrontarse con la vida: por medio de la fuerza y la violencia o por medio de la palabra y la comunicación.

Uno puede ser Esav también como padre o como esposo y puede ser Iaakov como maestro o como nación.

Hay países que heredaron la espada de Esav y otros que son herederos de la voz de Iaakov.

El poder abruma e infunde respeto, es cierto.
Pero la palabra es la que siempre perdura y vence. Nada puede contra la calidez de una palabra apropiada.

El célebre fabulista Esopo alguna vez sintetizó esta idea a través de una parábola…

El sol y el viento discutían para ver quién era el más fuerte. El viento decía: ‘¿Ves aquel anciano envuelto en una capa? Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú’.
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Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa.
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Por fin el viento se calmó y se declaró vencido y entonces salió el sol y sonrió cálidamente sobre el anciano.

No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa. El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos sonmás poderosos que la furia y la fuerza.

Esta fábula de Esopo nos hace notar una gran paradoja: no existe en el mundo debilidad más grande que la fuerza sin miramientos, sin responsabilidades y sin contemplar las consecuencias.

La suavidad, el amor, la palabra y la tolerancia son fuertes aun cuando parezcan –a simple vista- frágiles y delicados.

HaKol Kol Iaakov VeHaIadaim Idei Esav
La voz es la voz de Iaakov, pero las manos son las manos de Esav.

Esta fue la expresión de desconcierto de nuestro patriarca Itzjak al notar, en la oscuridad de su ceguera, que aquel que estaba pidiendo bendición no le resultaba conocido…

Iaakov, cubierto con la piel de cabrito ante su padre ciego, se había transformado en un ser híbrido carente de identidad: Mantenía su propia voz, pero tomaba prestadas las manos de su hermano.

Somos un pueblo que a lo largo de las generaciones nos caracterizamos sólo por nuestra voz como dignos descendientes de Iaakov.

Es cierto que el pueblo judío vive una de las etapas más favorables de los últimos dos mil años. Vivimos en un estado propio, ya no de prestado, que nos protege y nos ha completado como nación.

Pero, al mismo tiempo, estamos viviendo una de las crisis de identidad más grandes de los últimos dos mil años. El pueblo judío se mira al espejo y mira una sociedad el la que algunos llevan la bandera de la voz de Iaakov, pero otros hacen culto de las manos de Esav.

Durante dos mil años hemos escrito libros. Hoy seguimos escribiéndolos y exportamos ciencia…pero también exportamos armas…

Es bueno –diría imprescindible- tener un estado fuerte y estar cuidados por el ejército más poderoso del Medio Oriente. Pero debemos recordar siempre que esas manos de Esav las tomamos prestadas para resguardar la voz de Iaakov.


Tal vez a menudo nos veamos obligados a actuar –al decir de Esopo- con la virulencia del viento. Pero debemos tener en el claro, que a la larga, deberemos actuar con el calor del sol, que el auténtico roshem, que el género humano debe tener de nosotros tiene que ver con nuestra el impacto de nuestra voz y no con la fuerza de nuestras manos. Somos herederos de la voz.