Buscar este blog

miércoles, septiembre 17, 2014

Parashat Nitzavim-VaIelej 5774

Alguien te mira

Nuestros sabios nos enseñan que si un hombre es atacado por su impulso del mal, debe vestirse de negro y dirigirse a un lugar donde nadie lo conozca para no profanar el nombre de Di-s en público (Jaguigá 16a).

Cuenta un viejo chiste que a un Rabino le ocurrió ésto.

Un buen día, sintió unas ganas descomunales de comer cerdo. Siguiendo el consejo talmúdico, tomó con su auto la carretera hacia el sur y luego viajar quinientos kilómetros se detuvo en una inhóspita posada, en la cual –de seguro- nadie lo conocía.

Nervioso, tomó asiento, y llamándo al mozo pidió un plato de cerdo.

Al cabo de unos minutos, el Rabino notó que un omnibus estaba arribando al lugar, por cuya puerta descendían los jóvenes de su congregación y algún que otro dirigente de su sinagoga. El grupo ingreso a la posada en el preciso momento en el que el mozo salía de la cocina -bandeja en mano- y con un enorme cerdo que aprisionaba entre sus dientes una deliciosa manzana colorada.

Sorprendidos ante el particular encargo del Rabino, la gente ya había perdido la respiración.

El Rabino tragó saliva, los miró y les dijo: ‘¡Es increíble! Uno viene hasta estos lugares, se pide una manzana completa y...¡miren lo que le traen!’.



Podremos correr, tomar la ruta hacia el sur y escaparnos de los ojos de los otros.
Podremos incluso engañarlos, si es que nos toman por sorpresa a la hora de la transgresión.

Pero...¿dónde podremos correr para escaparnos de los ojos de Di-s?
¿Existe acaso algún lugar en el cual podamos escondernos de Sus ojos?

Ya la misma Torá nos cuenta que cuando Adam y Java comieron del árbol, se escondieron entre los árboles del gan eden al escuchar la voz de Di-s que se acercaba...

Di-s preguntaba: ‘¿Dónde estas?’, no porque no sabía dónde estaban, sino porque quería ver su reacción.

No sé si recordarán la película ‘The Truman Show’ que se vio hace algunos años.

Un hombre que -sin saberlo- era filmado por decenas de cámaras día y noche y observado por una multitud a través de las pantallas de TV, que espiaba su vida y su intimidad...

¿Y si fuera que en realidad no nos espía una multitud, sino que el que nos espía es Di-s?

¿Y si fuéramos nosotros mismos los protagonistas de esta miniserie celestial que se inmiscuye hasta en el más mínimos detalle de nuestra intimidad?

Nuestra generación ha perdido, en cierta medida, esta dimensión de la religiosidad.
Dejó de sentir los ojos de Di-s posados sobre su espalda...

Olvidamos que Di-s no atiende únicamente en la sinagoga. Olvidamos que Di-s también está presente en nuestro dormitorio, o incluso en la caja registradora de nuestros comercios.

Como dice Parashat Nitzavim, que leemos esta semana en la Torá: Ha-Nistarot La-Ad-nai E-loheinu ("Las cosas ocultas, son del Eterno, nuestro Di-s").

Olvidamos que hay algo más que una multitud de mirones que nos observan, y de los cuales sí nos podríamos esconder, y a los cuales sí podríamos engañar si así lo quisiéramos...

Los Iamim HaNoraim nos invitan a recuperar esta dimensión de nuestra religiosidad que fuimos perdiendo...

Es sentir nuevamente los ojos de Di-s posados sobre nosotros, a fin de comportarnos de idéntica forma públicamente –cuando el ojo crítico de la multitud nos mira- y en la intimidad, dado que siempre Alguien nos mira.

Los Iamim HaNoraim nos invitan a venir a la sinagoga para recordar que Di-s nos mira también fuera de ella.



Cuando enfermó Raban Iojanán ben Zakai, sus alumnos ingresaron a verlo y le pidieron una bendición.

‘Maestro...¡Bendícenos!’, le dijeron.

Y el maestro, con el último aliento les dijo: ‘Sea la voluntad de Di-s que vuestro temor al Cielo esté sobre vosotros de la misma manera que está sobre vosotros el temor a la gente. Que así como se cuidan de aquello que dirá la gente, se cuiden de aquello que dirá Di-s’ (Berajot 28b).

Que esta bendición se haga extensiva a todos nosotros en este año que hoy se inicia.

__

Gustavo Surazski es Rabino de Kehillat Netzach Israel, la comunidad conservadora de la ciudad de Ashkelon.


jueves, septiembre 11, 2014

Parashat Ki Tavó 5774

Coherencia

Parashat Ki Tavó es conocida como la sección en la que se detalla la Admonición (Tojajá), una extensa lista de terribles tormentos que caerán sobre Israel, en caso que éstos desoigan la Ley.

Sin embargo, no debiera obviarse que en esta sección se inicia con bendiciones. Entre ellas –y como recompensa por el cumplimiento de las miztvot- nos dice la Torá: "Bendito seas tú en la ciudad, y bendito tú en el campo" (Devarim 28, 3).

Desde un punto de vista literal, esta bendición sugiere prosperidad tanto para los que habitan en el campo como también para aquellos que desempeñan labores en la ciudad. Sin embargo, JaZaL comentan este versículo de manera alegórica: "Bendito seas tú en la ciudad" implica que tu casa estará próxima a la sinagoga" (Babá Metzia 107a).

Vivir alejado de la sinagoga no es algo que se mida en metros o kilómetros. Vivir alejados o próximos a la sinagoga, es una cuestión de valores; es la aptitud o la inaptitud que tiene el judío para trasladar el ambiente de santidad que reina en las sinagogas a su cotidianeidad.

Traeré un ejemplo tristemente gráfico a este concepto vertido por nuestros Sabios.

Hacia comienzos del siglo XX, comenzó a desarrollarse en la Argentina una inescrupulosa red de trata de personas liderada por rufianaes de origen judío.

Esta red, llamada Zwi Migdal, se ocupó durante años de reclutar jóvenes judías provenientes de Europa Oriental. La calamitosa situación  económica de los judíos de la zona, empujó a muchas jóvenes a aceptar la tentadora propuesta de trabajar como empleadas domésticas en casas de familias judías acomodadas en la capital de Argentina.

Desde ya, ésto se trataba de un señuelo. Al arribar a Buenos Aires, las mujeres ingresaban a una interminable saga de tormentos. En muchos casos, la pesadilla se iniciaba en el barco que las conducía a Sudamérica, donde muchas de estas mujeres eran violadas y humilladas en el marco de los que estos rufianes daban en llamar "adiestramiento".

Sin idioma y desconectadas de sus familias, estas mujeres sufrieron vejaciones, hambre y enfermedades. Muchas de ellas se suicidaron, otras fueron asesinadas por los rufianes y sólo unas pocas lograron sobrevivir el tormento.

La comunidad judía local fue lentamente aislando a los miembros de la Zwi Migdal. Originalmente, éstos compraban simpatías en la comunidad  a cambio de onerosas donaciones. Pero con el correr del tiempo, los miembros de la organización fueron empujados del seno de la comunidad y se vieron obligados a formar sus propias organizaciones, teatros, cementerios e incluso sinagogas.

Cuenta una anécdota que en un Iom HaKipurim, uno de los más renombrados rufianes fue llamado a la Torá. A momento de iniciar el recitado de la bendición correspondiente, una de las mujeres –sentada en la galería de damas- tomó coraje y le gritó: "Ayer me violaste en tu casa...¡¿y hoy dices "Barju et Ad-nai HaMevoraj (Bendecid a Di-s pues Él es digno de alabanza)"?!".

Esa anécdota grafica de manera grotesca, cruda y cabal cuán abismal puede llegar a ser la distancia entre la casa y la sinagoga.

....

La Torá nos cuenta en el libro de Bereshit acerca de la destrucción de Sedom y Amorá (Sodoma y Gomorra).

Cuando Abraham entendió el alcance de la amenaza divina, comenzó a "negociar" con Di-s para que éste anule su decreto.

"Y presentóse Abraham y dijo: "¿Acaso destruirás el justo con el perverso? Quizá hay cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿También destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta justos que hay en ella?" (Bereshit 18, 23-24).
                 
Es interesante el modo en el que Abraham Avinu se dirige a Di-s. Él habla de "cincuenta justos dentro de la ciudad". ¿Qué nos enseña ésto?

Dice el Rabino Mordejai HaCohen:  

"Encontrar cincuenta justos en las sinagogas o en las casas de estudio es  sencillo; sin embargo, no es suficiente. Se debe encontrar a los justos dentro de la ciudad, no sólo en el momento en que se ocupan de la plegaria y de la Torá sino también cuando están ‘dentro de la ciudad’. Hay que evaluarlos en el momento en que tratan con sus semejantes, cuando cumplen su función pública y cuando se ocupan de asuntos mundanos. También allí deben obrar con justicia".

Éste es el mensaje de la bendición que encabeza el listado en Parashat Ki Tavó. Que tu hogar permanezca siempre cercano a la sinagoga no habla de una vecindad física, sino más bien de coherencia y de una sintonía espiritual. Cuando obramos de acuerdo al espíritu de la Torá, cuyos caminos son agradables y sus sendas conducen a la paz, no hay distancia que pueda separar a nuestras casas de nuestros Santuarios.





jueves, septiembre 04, 2014

Parashat Ki Tetzé 5774

Desde Abajo

Parashat Ki Tetzé es una sección colmada de mitzvot, a punto tal que casi un octavo de los seiscientos trece preceptos se encuentran contenidos en ella.

Este número despierta asombro. Suena desproporcionado que existiendo cincuenta y cuatro secciones en la Torá, un octavo de sus preceptos se encuentran concentrados en una sóla Parashá.

Por momentos daría la impresión que Moshé –en sus últimos días de vida- decide mencionar estas leyes de manera aleatoria y desordenada. Pero si hacemos una lectura más a fondo de la Parashá, veremos que existe una lógica en el ordenamiento de estas mitzvot. De hecho, podemos afirmar que Parashat Ki Tetzé es una adecuada prolongación de Parashat Shoftim que leímos hace una semana.

Parashat Shoftim es una sección que hace hincapié en lo colectivo, mientras que nuestra sección semanal acentúa lo particular. Ambas secciones tratan temas parecidos aunque desde una prespectiva diametralmente opuesta.

Parashat Shoftim habla de la justicia, mencionando el marco jurídico que cobrará forma en el nombramiento de jueces, guardianes e incluso del rey, mientras que nuestra Parashá semanal habla de la justicia ejercida por el hombre particular. Se mencionará allí leyes dirigidas al individuo, como aquellas que dan marco ético a las relaciones comerciales.

En la sección anterior la Torá dijo: "Jueces y guardianes te darás en todas tus ciudades" (Devarim 16, 18) mientras que en nuestra Parashá se nos dirá: "Piedra exacta y justa tendrás; efá exacta y justa tendrás" (Devarim 25, 15). En la Parashá anterior se nos dijo: "Poner, pondrás sobre ti al rey" (Devarim 17, 15), mientras que en nuestra Parashá se nos ordena: "No oprimas al jornalero pobre y menesterosos de tus hermanos" (Devarim 24, 14).

Ambas secciones hablan de la justicia y de la construcción de una sociedad ordenada, pero lo hacen desde una óptica diferente. Parashat Shoftim entiende que ese orden comienza desde arriba, mientras que nuestra Parashá nos enseña que este orden comienza desde abajo, o sea, desde la justicia ejercida por el individuo.

Y posiblemnte no haya aquí contradicción alguna sino que una sección complementa a la otra.

Recuerdo en la Argentina de principios de los 80', en los últimos años de la terrible dictadura militar, cuando un candidato presidencial afirmaba en campaña que con la "democracia se come, se cura y se educa".

La verdad es que los años pasaron y dicho enunciado jamás pudo cristalizarse. Los sistemas políticos no son los que salvan a la sociedad, sino que el cambio debe nacer desde abajo. Mientas la "mente torcida" del hombre particular no se enderece, los sistemas políticos siempre serán impotentes.

En países en donde abunda el crimen y la violencia, se suele reclamar leyes más duras contra aquellos que infringen la ley. No obstante, las leyes, los jueces y los guardianes podrán persuadir al hombre justo de transformarse en criminal, pero no lograrán jamás transformar al criminal en hombre justo (de la misma forma que organismos internacionales por los Derechos Humanos van a lograr persuadir a países como Noruega de transformarse en países como Irán, pero jamás transformarán a países como Irán en países como Noruega).

Esta es la razón por la cual el hombre particular es el destinatario de nuestra Parashá. La Torá sabe que leyes, jueces, guardianes y reyes son fundamentales para la construcción de una sociedad ordenada. Pero sin la ayuda del individuo, todos éstos son un mero protocolo.