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sábado, diciembre 31, 2005

Parashat VaIgash 5766

Jugarse por un Hermano

La  elea entre hermanos es una de las señales distintivas de Sefer Bereshit. Era hora de que la Torá nos muestre la otra cara: la de un hombre que se juega por su hermano...Y ese hombre fue Iehudá, al comienzo de nuestra Parashá.

La historia, atrapa y apasiona. Iehudá regresa a la tierra de su padre con sus hermanos, y asegura a Iaakov que cuidará de Biniamín, ‘único’ hijo vivo de su amada Rajel. Era imprescindible regresar a Egipto con él; Iosef lo había ordenado. De otra forma Shimón, quien había quedado como ‘rehén’ en Egipto, podría quedar preso de por vida.


Pero súbitamente, y al regresar a Egipto, Iehudá comienza a experimentar la peor de sus pesadillas. Biniamín, luego de un ardid ideado por el mismo Iosef, es acusado de robo y apresado.

Iehudá estaba en serios problemas. En uno de las arengas más estremecedoras de todo el texto bíblico, Iehudá suplica a Iosef por la liberación del joven, y propone a Iosef quedar como esclavo a cambio de la libertad de su hermano. Sabía que su padre moriría de pena si regresaba a Cnaan sin él. Iosef ya no pudo contenerse más. Hizo salir a todos los intrusos del lugar, y delante de sus hermanos confesó su identidad.

Iehudá, el mismo Iehudá que años atrás había propuesto la venta de Iosef, prefiere ser esclavo de por vida con tal de que su hermano sea liberado. Por primera vez en toda la Torá, un hombre asume responsabilidad por su hermano y, en lugar de celarlo, se ‘juega’ por él.

Este pacto de amor que se sella entre Iehudá y Biniamín, tendrá siglos después sus implicancias históricas. De las doce tribus de Israel, diez se han perdido. Las tribus de Iehudá y Biniamín fueron las únicas que lograron sobrevivir a las persecuciones y a las expulsiones a las que fuimos condenados los judíos desde tiempos inmemoriales.

Nosotros somos descendientes de ese pacto de amor. Paradójico, en un pueblo judío tan dividido, donde los celos, las peleas y las rencillas están a la orden del día.

Lo único que persiste con el paso de las generaciones, es la entrega entre hermanos, y no hay nada más bello que ello, tal como está dicho: Hine Ma Tov Uma Naim Shevet Ajim Gam Iajad. Cuán buena y bella es la convivencia entre hermanos. Ya que todo lo demás se pierde entre los vaivenes del tiempo.

sábado, diciembre 24, 2005

Parashat Miketz 5766

La Sangre Tira

Atrás quedó su traumática venta como esclavo y las penurias de la prisión. Iosef es finalmente reconocido en Egipto, toma el timón del imperio en época de ‘vacas flacas’ y comienza a formar su familia en Mitzraim. Si uno analiza la vida de Iosef y la compara con la de Moshé, puede observar como, -al mismo tiempo- son tan parecidas y tan diferentes.

Los dos se forman en Egipto. Allí son reconocidos, y se hacen de un nombre. Pero, Iosef empieza su vida como esclavo y termina en el palacio del faraón. Moshé, por el contrario, la empieza en el palacio del faraón y termina como esclavo.

Los dos se casan con hijas de sacerdotes gentiles. Iosef, con Asnat (Hija de Potifera, sacerdote de On). Moshé, con Tzipora (Hija de Itró, sacerdote de Midián).

Los dos tienen dos hijos varones. Y en el nombre de sus hijos primogénitos queda expresado su estado anímico. Iosef lo llama 'Menashé': ‘Pues me hizo olvidar (Nashani) Di-s toda mi penuria, y toda la casa de mi padre (Bereshit 41, 51). Moshé, llama a su primogénito 'Guershom': ‘Pues extranjero (Guer) fui en tierra extraña (Shemot 2, 22).

Las bondades del palacio del faraón hacían sentirle a Iosef que ‘jugaba de local’. Moshé, a pesar de haber disfrutado de la misma holgura, sentía que ‘jugaba de visitante’. En esa tierra, él era un extranjero…

Llama poderosamente la explicación que da Iosef al nombre de su hijo mayor.

Lo de la penuria, queda claro. Pero...¿Como es posible que agradezca a Di-s por haberle hecho olvidar a su casa paterna? ¿Está renegando Iosef de la casa de su padre?

En pocas semanas más, sus hermanos y su padre - esos a quien pareciera que quería olvidar- irían a estar parados frente suyo. Tenían hambre. Iosef quiso contenerse, pero ya no pudo...

Es allí que las vidas de Iosef y Moshé que parecían viajar por carriles tan diferentes, vuelven a cruzarse.
¿Que necesidad tenían de jugarse por sus hermanos, estando en una posición tan acomodada? ¿Por qué Iosef habría de darle comida a sus hermanos hambrientos? ¿Por qué Moshé habría de luchar por la libertad de sus hermanos oprimidos?

Ocurre que un hermano en desgracia puede generar muchos sentimientos...Menos uno: INDIFERENCIA. La sangre siempre tira. Un hermano en desgracia es mucho más de lo que un corazón puede soportar…

sábado, diciembre 17, 2005

Parashat VaIeshev 5766

Un Destello en la Oscuridad

Estando en prisión, Iosef comienza a ejercitar su formidable don para interpretar los sueños.
Dos de sus compañeros de celda habían soñado. El jefe de las bebidas y el jefe de la panadería del faraón, estaban presos junto a Iosef y descubrieron allí su fantástica habilidad. Cuando el próximo Shabat sea el faraón el que sueñe y necesite de un intérprete, el jefe de las bebidas recordará que allí en la cárcel había un ‘muchacho hebreo’ que podría ayudarlo.

Estar preso en una cárcel egipcia, no habrá sido fácil para ningún hebreo. Iosef podría haber descolgado su ‘Maguen David’ y escondido su identidad. No obstante, sabemos que no fue eso lo que ocurrió. El jefe de las bebidas desconocía el nombre de aquel joven...¡Pero sabía que era hebreo! De esto se infiere que Iosef tuvo la fortaleza interior para expresar su judaísmo en la oscuridad de aquella prisión.

A menudo alguna gente me habla de su imposibilidad por mantener su judaísmo. ‘¡Llego tarde a casa!’, me dicen. ‘¿Cómo pretendes que venga a estudiar? ¿Cómo quieres que venga al minián del Shabat a la mañana? ¡Aquí en Israel es el único día que puedo dormir!’. Y yo pienso en Iosef...Si él pudo sostener su judaísmo en circunstancias tan extremas...¿por qué no vamos a poder nosotros?

Miles de años después de Iosef, los judíos del Guetto de Kovno, preguntaban a Rabí Efraim Asheri si sus casas del Guetto debían llevar mezuzá o si podían trabajar en la cocina del Guetto a sabiendas de que deberían encender fuego en Shabat...
Resulta conmovedor ver como un grupo de judíos al borde de la muerte quería saber qué opinaba el judaísmo acerca de su vida. Y me pregunto...¿con qué derecho podemos decir nosotros que no podemos mantener el judaísmo porque llegamos tarde a casa y estamos cansados?

Posiblemente ese sea también el mensaje de Januká que celebraremos en unos pocos días. Bajo el dominio griego, los judíos abandonaban la Torá, reverenciaban los modos de vida helénicos y hacían culto de la belleza física. Mantener el judaísmo allí, en ese ambiente, exigía una gran fortaleza espiritual.

Las luces de Januká nos recuerdan cada año que esos impulsos que empujan al judío a descuidar su fe siempre han existido pero...¡siempre han sido vencidos! Pero sobre todo, nos hacen ver que para vencer a la noche basta con una mínima llama. Ese destello está en nuestros corazones; dejémoslo alumbrar...

domingo, diciembre 11, 2005

Parashat VaIshlaj 5766

Lucha en Dos Frentes

Nos encontramos en el capítulo 32 del libro de Bereshit. ‘Y quedó Iaakov a solas, y luchó un varón con él hasta el amanecer’. Iaakov lucha con este varón, lo vence, y su nombre deja de ser Iaakov y pasa a ser Israel.

Ahora...¿quién era este hombre que molestó a Iaakov durante toda esa noche? ¿Era un ladrón que quiso asaltarlo? ¿Fue este hombre de frente y le empezó a pegar o empezaron discutiendo y terminaron ‘boxeando’?

La Torá calla y no brinda muchos detalles al respecto.

Sin embargo la Guemará en el Tratado de Julin nos brinda dos interesantes conclusiones respecto a la identidad de este hombre. Rabí Shmuel bar Najmani, nos dice allí que Iaakov peleó contra un Oved Kojavim, un idólatra. Rab Shmuel bar Aja, nos dice que Iaakov peleó contra un Talmid Jajam, un alumno erudito en Torá.

¿Cómo puede entenderse semejante discrepancia? Se está hablando del día y la noche…

El varón idólatra representa a los impulsos asimilatorios; a aquellos elementos de nuestro entorno que nos empujan a abandonar la senda de la Torá. El alumno erudito en Torá -por su parte- representa a la tradición de Israel; a aquellos elementos que nos estimulan a aferrarnos al interminable manantial de sabiduría y espiritualidad que emana de nuestra Torá.

Y -aunque resulte paradójico- también nosotros luchamos con ambos varones al mismo tiempo. Intentamos vencer al varón idólatra, a los impulsos asimilatorios y nos llenamos la boca hablando de nuestro afán por derrotar a la asimilación, y por otro lado luchamos contra el varón erudito en Torá…A menudo invertimos energías en proyectos de judaísmo light, vacíos de Torá.

La lucha contra ambos resulta vana y estéril. La victoria de uno representará -necesariamente- la derrota del otro; no podrán vencer los dos…

No bastan los discursos huecos sobre el hemshej o sobre el goldene keit para vencer al varón gentil. Si no nos agrupamos en derredor de aquellos valores que emanan del Talmid Jajam, su derrota será un hecho y ya no habrá tiempo de llorar.

El varón idólatra nos asecha. Y el varón erudito en Torá, observa impávido la escena.
¡Dejenme que los ayude! ¡Si se acercan a mí, vencemos seguro!
Pero no...Preferimos seguir en la lucha vana y pelear contra los dos. Hoy una cachetada a éste, mañana un golpe a aquel otro…

Quiera Di-s abrir nuestros ojos y hacernos entender la falta de sentido de esta doble lucha.

lunes, diciembre 05, 2005

Parashat VeIetze 5766

Una Escalera al Cielo

Un tercio de la vida humana es dedicada al sueño. Un hombre que pisa el umbral de los sesenta, ha soñado durante veinte. ¿Cuán especial puede ser, entonces, un sueño?

Un mundo de interpretaciones gira en derredor del singular sueño de la escalera de Iaakov. El Midrash dice que este suceso es asociable a la revelación del Monte Sinaí. La palabra ‘Sulam’ (escalera) y la palabra ‘Sinaí’ tienen idéntico valor numérico (130). Di-s, en este suceso, le muestra a Iaakov la entrega de la Torá y le dice: ‘Si tus descendientes observan esta Ley, ascenderán como estos ángeles; si no lo hacen, descenderán como ellos’. (Bereshit Rabá 68, 12).


Este sueño tiene, no obstante, otras connotaciones. La escalera es Iaakov, y los ángeles que por allí ascienden y descienden son síntoma de su crecimiento espiritual. Nuestro patriarca, tiene el perfil de un adolescente en constante búsqueda. Por momentos, es un joven inmaduro e indeciso. Por momentos, es un hombre de coraje e iniciativa.

Luego de haber soñado, Iaakov dice: 'Si estuviere conmigo y me cuidare en este camino que yo ando, y me diere pan para comer, y ropa para vestir, y tornare en paz a casa de mi padre, será el Eterno para mí por Di-s' (Bereshit 28, 20-21).

Iaakov era un joven que, hasta ese momento, había sacado provecho de su astucia. Había adquirido la primogenitura de su hermano, le había birlado su bendición, y creyó que podía utilizar su astucia incluso con Di-s. Es como si le dijera a Di-s: 'Tal vez pueda creer en Ti...¡pero Te lo debes ganar!'.
Sin embargo, Iaakov descubre inesperadamente que la astucia es herencia de familia. Labán, su tío materno, lo engaña con alevosía y le entrega a su hija mayor en lugar de la menor:

Quien sabe, tal vez este sea el punto de inflexión en la vida de nuestro patriarca. Iaakov descubre las bondades del trabajo honesto, se casa, cría a sus hijos y amasa una pequeña fortuna.

Iaakov mismo empieza a subir los peldaños de aquella escalera a medida que crece, y entiende que el oportunismo y la astucia pueden transformarse en enemigos de la reverencia. Iaakov, con veinte abriles más a cuestas, se planta con decisión frente a su suegro y le anuncia su partida. Adolescencia concluida...

Una escalera estaba apoyada en tierra y su cima llegaba a los cielos. Di-s, allí arriba, montado al último peldaño, esperaba la escalada de su elegido. Di-s espera nuestra escalada, aquella que nos aleje de la vanidad y de la vacuidad terrenal.

Un tercio de la vida humana es dedicada al sueño. Utilicemos, pues, los dos tercios restantes, para elevar nuestra existencia.

lunes, noviembre 21, 2005

Parashat Jaiei Sara 5766

B"H
Míralos correr...
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El capítulo veinticuatro de Sefer Bereshit nos relata el viaje de Eliezer hacia la tierra de Abraham en busca de una mujer para Itzjak.
Dijo Abraham a Eliezer, su siervo: ‘No tomes mujer para mi hijo, de las hijas del cananita...sino que a mi tierra y a mi parentela irás y tomarás mujer para mi hijo’ (Bereshit 24, 3-4).

Al llegar Eliezer al final de su camino, la Torá nos muestra a tres personajes diferentes que corren para cumplir con su cometido.
El primero de ellos es el propio Eliezer, quien corre al encuentro de Rivka para asegurarse de haber encontrado a la mujer indicada para el hijo de su señor (Bereshit 24, 17).
La segunda que corre en este capítulo es nuestra matriarca Rivka quien se apresura para anunciar en casa de su madre la llegada de Eliezer y su pedido de hospedaje (Bereshit 24, 28).
El tercero es Laban, hermano de Rivká, quien corre hacia Eliezer obnubilado por el aro y las alhajas que este estaba trayendo (Bereshit 24, 29).

Todos tuvieron idéntica reacción; sin embargo podemos ver que el móvil fue diferente en cada uno de los casos.

Están quienes corren -como Eliezer- cuando advierten que la descendencia de Abraham corre peligro; cuando observan que la promesa divina de multiplicar a Su pueblo está condicionada por factores externos. Son los que corren y ‘se juegan’ por el destino del pueblo judío.
Están quienes corren -como Rivká- para cumplir una ‘mitzvá’; para transformar a su vida en entrega y compromiso por la suerte de aquellos que no tienen dónde dormir o qué comer.
Por último, están quienes sólo corren -como Labán- trás el dinero y el brillo del oro; quienes llevan adelante una existencia mediocre y vacía de toda espiritualidad.

Si ves a alguno corriendo por la vida no des importancia a la rapidez de sus piernas; miralo a los ojos y sabrás el por qué de su apuro. Sabrás si su urgencia tiene que ver con la entrega de Eliezer y Rivká o con la miseria de Laván.

sábado, octubre 29, 2005

Parashat Noaj 5766

El Arca de Noaj: ¿Salvación o Prueba?

Nuestros sabios jajamim nos cuentan que Noaj no construyó el arca de un día para el otro, sino que demoró varios años en construirla. Así, aquella generación lo vería trabajar, le preguntaría por los motivos de semejante emprendimiento náutico y tendría tiempo para hacer teshuvá.

Noaj podría haber anunciado con megáfono que el mundo iba a ser destruido. Sin embargo no lo hizo. Durante todos esos años, Noaj durmió tranquilo. Permaneció construyendo el arca, encerrado en sí mismo, y sin importarle la suerte de aquella generación...

Cuando uno analiza la manera en la que Noaj fue salvado del diluvio, no puede dejar de preguntarse si eso era en realidad una salvación o una prueba.

Nosotros conocemos bien a Di-s cuando se enoja. Sedom y Amorá, serán destrudas por una lluvia de fuego y azufre en cuestión de horas, no en cuestión de meses...

¿Por qué no utilizó otro método más ‘cómodo’ para salvar Noaj? ¿Por qué Di-s lo obliga a doce meses de encierro entre jirafas, jabalíes y cebras, casi sin luz y sin aire? Más que una salvación, eso parecía una auténtica prisión...

Ocurre que Di-s, además de salvar a Noaj lo estaba probando. No lo premió con unos meses de crucero por el mundo sino que lo condenó a reflexionar sobre aquel ego que no le permitió prevenir a sus congéneres de la destrucción vendría sobre el mundo...

Noaj y sus hijos, según el Midrash, estuvieron doce meses sin dormir. Cada animal tenía su horario para comer. Algunos de mañana, otros de tarde, otros de noche. Di-s lo condenó de esta forma a ejercitar la clemencia y la piedad...

Paradójicamente, quien había dormido tranquilo durante años cuando la suerte de la humanidad estaba en juego, no pudo dormir durante un año cuando estaba en juego la suerte de las bestias...

Al cabo de un año, Noaj había aprendido la lección.
Noaj ya podía ser el padre del nuevo hombre y de la nueva civilización.

viernes, octubre 28, 2005

Parashat Bereshit 5766

A la espera del 'Hineni'

Cuando analizamos el relato de la Creación, y observamos las conductas de las primeras generaciones, notaremos que el hombre nació evadiendo responsabilidades.

Adam, habiendo ya comido del fruto prohibido, oyó la voz de Di-s que le preguntaba: ‘¿Acaso has comido del árbol?’. El hombre no admitió culpas: ‘La mujer me diste me dio de ese fruto’.
Tampoco la mujer aceptó cargos: ‘Fue la serpiente’, dijo. ‘Ella me sedujo y comí’.

Cain acababa de asesinar a su hermano Abel y oyó la voz de Di-s que le dijo: ‘¿Dónde está tu hermano?’. Y Cain -bien educado por sus padres a la hora de evadir responsabilidades- dijo: ‘¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?’.

Esta insensibilidad por la vida del otro continuará en Parashat Noaj, la sección de la Torá que leeremos la semana próxima.


Toda una generación iba a ser borrada de la faz de la tierra. Sólo Noaj y los suyos quedarían libres de cargos.


Sin embargo Noaj, hombre justo y probo a los ojos de Di-s, evitó interceder por aquellos que estaban condenados.

La Torre de Babel es otro claro ejemplo. Se dice que si un ladrillo caía desde lo alto, todos lloraban. En cambio, si el que caía era un hombre, el accidente era visto con indiferencia.

Según parece, Di-s estaba buscando desde el mismo momento de la Creación, a aquel hombre que pudiera ser portador de Su palabra y de Su mensaje. Dios le pregunta al primer hombre ‘Aieka’ (¿Dónde estás?) y sólo recibirá respuesta veinte generaciones después, con el nacimiento de Abraham Avinu, el primero en responder ‘Hinení’ (Aquí estoy). El primer hombre en sentirse un auténtico guardián de su hermano.


Adam fue sin dudas el primer hombre...Pero el primer mentsch fue Abraham Avinu.
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