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miércoles, noviembre 25, 2009

Parashat VaIetzé 5770

Agradeciendo

La Torá nos cuenta esta semana acerca del nacimiento de las doce tribus de Israel.

La historia es más o menos conocida. Iaakov tuvo dos mujeres (Lea y Rajel) y dos concubinas (Zilpá y Bilá) que lo agraciaron con trece hijos. La primera en dar a luz fue Leá y al parir su cuarto hijo nos cuenta la Parashá: "Y concibió más, y parió un hijo, y dijo: ‘Esta vez agradeceré (Odé) al Eterno’, y llamó su nombre Iehudá" (Bereshit 29, 35).

Lea se muestra como una mujer agradecida, y dicha cualidad es digna de destacarse; su cuarto hijo –Iehudá- lleva en su nombre la raíz de la palabra Todá (Gracias).

Sin embargo cabe preguntarse...¿por qué esperó a que nazca su cuarto hijo para agradecer a Di-s? ¿Por qué no le agradeció cuando nació Reuvén, Shimón y Leví (sus primeros tres hijos)?

El Midrash nos cuenta que que Leá hizo un inteligente cálculo. ‘Doce tribus saldrán de Iaakov’, pensó. ‘Si Iaakov tiene cuatro mujeres, a cada una le corresponderán tres tribus...’. Cuando vio Leá que Di-s agregó un cuarto hijo a la porción de tres tribus que le correspondía, entonces dijo: ‘Esta vez agradeceré a Di-s’ (Tanjuma, VeIetzé).

Lea no es aquí sólo una mujer agradecida; es una mujer que sabe hace una lectura correcta de las bendiciones que llegan a su vida y dice ‘Gracias’ por ello.

La tradición judía nos enseña a ser agradecidos. La primer palabra que el judío debe decir al momento de levantarse es Modé Aní...(Te agradezco, Di-s viviente, que piadosamente has hecho regresar el alma a mi cuerpo).

La tradición judía nos impone que ante todo, antes de lavarnos las manos, cepillarnos los dientes, digamos ‘Gracias’. Nos impone que la palabra ‘Gracias’ sea la primera en salir de nuestra boca por las mañanas. Incluso, si me pidieran que resumiera en una frase la esencia del judaísmo, diría que el judaísmo es el ejercicio permanente de la gratitud y el reconocimiento de que tal vez no seamos tan merecedores de las muchas bendiciones que llegan a nuestras vidas.

Tal vez sea por eso que nos dice el Midrash: LeAtid Lavo, Kol HaKorbanot Betelin, VeKorban Toda Einó Vatel; Kol HaTefilot Betelot, HaHodaá Einá Betela (En la postrimería de los días todos los sacrificios habrán de ser cancelados, menos el sacrificio de acción de gracias (el Korván Todá); todas las oraciones van a ser canceladas, menos la oración de gracias (la Hodaá) (VaIkrá Rabá 9, 7).

Algo muy parecido ocurre con la Tefilá. Cuando en la repetición de la Tefilá de Shajarit, el oficiante llega a la decimoséptima bendición (la Hodaá, la bendición de agradecimiento), la congregación lee en voz baja el Modim DeRabanán, una versión diferente de dicha bendición reservada sólo para la comunidad.

¿Por qué? ¿Por qué no puede el oficiante representar a la congregación en esta bendición de la misma forma que lo hace en las demás?

Nos enseña Rabí David Abudarham que se puede nombrar un representante para cualquier oración. Puede buscar siempre un emisario para que rece por su salud, por su bienestar o por su fortuna.

Pero no se puede nombrar a un representante para decir ‘Gracias’. Cada uno debe agradecer por por su cuenta.
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lunes, noviembre 16, 2009

Parashat Toldot 5770

Cada Cosa en su Lugar

Cuando analizamos la personalidad de Esav, el hijo mayor de nuestro patriarca Itzjak, nos encontraremos con un personaje que pasó sus días privilegiando los aspectos accesorios de su vida.

Fue él quien antepuso siempre su trabajo como cazador al cuidado de su familia. Vivía en el campo, afuera de su casa, mientras que su hermano Iaakov era un Ish Tam Ioshev Ohalim (Un hombre simple, morador de tiendas) (Bereshit 25, 27). Fue Esav quien antepuso lo inmediato y accesorio a lo principal e imperecedero cuando cambio un plato de lentejas por su derecho de primogenitura.

Solemos pensar que Itzjak bendice a Iaakov en lugar de Esav porque Iaakov birló la bendición a su hermano. Es cierto. Pero también es cierto que la bendición difícilmente pueda caer sobre aquel que sistemáticamente antepone aspectos secundarios de su vida a lo central y fundamental.

Es cierto que a menudo ciertas bendiciones recaen sobre nosotros sin que lo busquemos. (También -vale decir- que a menudo hay maldiciones que vienen sobre nosotros sin que lo merezcamos).

Pero no menos cierto es que somos nosotros, con nuestra capacidad de amar y nuestra forma de encarar la vida, quienes nos acercamos a las bendiciones...o nos alejamos de ellas.

En la Ley Judía hay un caso gráfico al respecto, vinculado al universo de las bendiciones.

Cuando uno come bananas, por ejemplo, dice la berajá Boré Prí HaAdamá.
Cuando uno come crema, dice la berajá SheHaKol Nihié BiDvaró.

Ahora...¿Qué ocurre si nosotros comemos banana con crema? ¿Qué bendición decimos? ¿Boré Prí HaAdamá o SheHakol?
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La respuesta es Boré Prí HaAdamá, porque la bendición debe recaer sobre el Ikar (sobre lo principal) y no sobre lo Tafel (lo secundario). La crema acompaña a la banana, y no al revés.

Igualmente, podríamos decir que aquellas personas que privilegian en sus vidas el Ikar (lo principal) sobre lo Tafel (lo accesorio) son más propensas a la bendición.

Pensemos entonces: ¿Cuál es el Ikar de nuestra vida?

¿Nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros sueños, nuestra salud, nuestra pareja?

Pues entonces que vayan primero, si es que no queremos ser como Esav. El resto siempre encontrará su lugar...

lunes, noviembre 02, 2009

Parashat VaIerá 5770

B"H
Espejismos de Justicia
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Esta semana leemos en la Torá acerca de la destrucción de Sedom y Amorá. Al hablar de estas ciudades, solemos pensar que en estos lugares la justicia estaba ausente. Y no es cierto. Eran ciudades con muchas leyes, y la gente no le daba la espalda a SU LEY....
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¿Qué es entonces lo que enojaba tanto a Di-s? ¿Por qué destruir dos ciudades con gente tan obediente?
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Se nos cuenta, por ejemplo, que había una ley en Sedom que prohibía darle pan a la gente pobre. Aquel que diera pan a los pobres sería quemado en el fuego. Cuando un pobre se allegaba a ellos, no le daban pan sino tan sólo monedas...y cada uno escribía su nombre sobre ella. Cuando el pobre moría, cada uno venía y recuperaba su moneda.
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Sedom era un lugar muy "civilizado"…pero faltaba el temor a Di-s. Y sin temor a Di-s, poco sentido tenían las leyes...
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El Rabino Yissocher Frand explica esta idea a través de un ejemplo bien gráfico. El respeto a las leyes no siempre asegura armonía social. En plena Noche de los Cristales Rotos en la Alemania nazi, un niño ingresó corriendo a su jeder y a los gritos informó al Rabino que su casa se estaba incendiando. El Rabino salió corriendo del aula y telefoneó al Departamento de Bomberos para informar del incendio. ‘No podemos hacer nada’, le dijo el Jefe de Bomberos. ‘Apagar ESE incendio es ilegal’.
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Alemania seguía siendo un país de leyes, como siempre. Ocurría que por entonces era ILEGAL apagar incendios en casas de judíos.
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Bajo ese aspecto, en la Alemania de Hitler ocurría lo mismo que en Sedom: La gente respetaba las leyes a rajatabla. Pero sin temor a Di-s, las leyes no sirven para nada.
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Tal vez sea por eso que Di-s dice a Abraham después del episodio de la Akeidá (Bereshit 22, 12): ‘Ahora sé que eres temeroso de Di-s’. ¿Por qué Di-s elige esa expresión? ¿Por que no decirle: ‘Ahora se que eres obediente’ o ‘Ahora conozco tu sumisión’?
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Porque hay mucha gente obediente y sumisa en el mundo, pero obedece y se somete ante estos espejismos de justicia.
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La gente de Sedom era obediente, la gente de Hitler era sumisa...
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Pero lo de Abraham era diferente. Abraham fue el primero en ser temeroso del Cielo.