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domingo, enero 28, 2007

Parashat BeShalaj 5767

Sueños de Trascendencia

El pueblo judío sabe, desde muy tempranas épocas, que una de las mejores maneras de trascender como pueblo es sembrando árboles.

Resulta sumamente interesante analizar las palabras del Midrash en VaiKrá Rabá (25, 3): Desde los tiempos de la creación del mundo, el Santo Bendito se ocupó de sembrar (un jardín) en primera instancia…También ustedes –dice Di-s- ocúpense ante todo de sembrar al ingresar a la Tierra Prometida.

Antes –incluso- de ordenar la construcción del Beit HaMikdash, vemos que Di-s exige a Israel la plantación de árboles.

Tan ligada está nuestra vida como pueblo a los árboles, que incluso Di-s, a la hora de revelarse ante Moshé, eligió hacerlo a través de un árbol.

Los judíos pudimos sobrevivir a la destrucción de dos Batei Mikdash. Pudimos superar la perdida de las Tablas de la Ley...Pero desde muy jóvenes, se nos ha enseñado como pueblo, que sin árboles nos morimos...

Uno de los mayores orgullos de todo israelí reside en haber podido transformar un desierto en un vergel.

Conquistar la tierra no fue para Israel una gesta de devastación, como lo fue para tantos conquistadores en la historia. Israel defendió y defiende esta tierra por medio de las armas. Pero conquistarla...la conquistó, plantando y sembrando...

Uno de nuestros mayores orgullos es ver como esta tierra, descuidada y olvidada por todos aquellos que la habitaron durante los últimos dos milenios, hoy tiene verde en cada uno de sus rincones. Israel es el único país sobre la faz de la tierra, que en el presente tiene más árboles de los que tenía en el momento de su independencia.

Tan ligada está nuestra vida como pueblo a los árboles, que incluso Moshé al finalizar el Shirat HaIam, el canto que mañana cantará Israel después de cruzar el Iam Suf, dice Teviemo VeTitaemo BeHar Najaleja. ‘Habrás de traer a Israel –dice Moshé- y los habrás de sembrar (VeTitaemo) en el monte de tu heredad’.
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Di-s no solo nos bendijo trayéndonos a esta tierra. Di-s –como buen jardinero que es- nos sembró en está tierra. Con la misma pasión con la que sembró el gan eden después de crear el mundo.

En este Shabat BeShalaj, Tu BiShvat (Año nuevo de los árboles), afirmamos con esa misma pasión que en tanto mantengamos nuestras raíces profundas y sigamos siendo capaces de dar frutos como pueblo, nadie ni nada nos va a poder arrancar de aquí.

jueves, enero 18, 2007

Parashat VaEra 5767

Las Cuatro Columnas

Leí en una ocasión que los esquimales tienen más de veinte maneras de llamar a la nieve. Es lógico. Aquel que convive con ella, jamás podría llamar de la misma forma a la nieve cuando está cayendo, que a la nieve amontonada y embarrada, o a la nieve transformada en hielo...

Si algún día los esquimales desaparecieran de la faz de la tierra y no dejaran en este mundo mayor rastro que el de un Diccionario ‘Esquimal-Español’, cualquier estudioso -en cuestión de horas- podría concluir la importancia de la nieve para este grupo, al ver las múltiples acepciones de la palabra en el vocabulario esquimal.

Mucho se puede aprender de una sociedad, analizando su lenguaje. Basta ver los múltiples sinónimos que tiene la palabra ‘Droga’ en muchos de nuestros países para darnos cuenta del triste lugar que ocupa dicha sustancia en nuestro mundo. Nadie va a llamar de múltiples maneras a algo que le resulte intrascendente.

¿Y qué ocurre con el judaísmo?
Veamos el inicio de nuestra Parashá semanal.
‘Y habló Dios a Moshé y díjole: ‘Yo soy Ado-nai. Y aparecí a Abraham, a Itzjak, y a Iaakov como El Sha-dai, y con mi nombre, Ado-nai, no me hice conocer a ellos’ (Shemot 6, 2-3).

Setenta nombres tiene Dios, de acuerdo a JaZaL; Moshé conoce aquí uno nuevo...

‘¿Quieres saber cómo me llamo?’, preguntó Dios a Moshé cuando éste le preguntó su nombre.
‘Me llamo de acuerdo a cómo actúo. Cuando juzgo a las criaturas, me llamo Elo-him. Cuando peleo con los malvados, me llamo Tzeba-ot. Cuando espero el arrepentimiento del hombre, me llamo El Sha-dai. Cuando me compadezco de Mi mundo, me llamo Ado-nai’. (Shemot Rabá 3, 6).

Setenta son los nombres de Dios. Pero para JaZaL, también son setenta los nombres de la Torá, setenta son los nombres de Israel, y setenta son los nombres de Ierushalaim.

Si algún estudioso quisiera estudiar al pueblo judío, y tuviera como herramienta únicamente un Diccionario Hebreo-Español, podría saber quienes somos, con qué soñamos, y cómo trascendemos, solo observando esta multiplicidad de nombres y sinónimos. Todo intento de alejar al judaísmo de alguna de estas cuatro columnas ha fracasado y se haya perdido en los vaivenes del tiempo.

Un judío sin Dios, o sin Torá, o sin Ierushalaim, o sin Israel es similar a un esquimal sin nieve. Sin alguna de esas columnas perdemos nuestra esencia de pueblo y comenzamos a tambalear.

Hashivenu Hashem Eleja VeNashuva Jadesh Iameinu KeKedem.Haznos volver hacia Ti Dios y retornaremos, renueva nuestros días como antaño.

lunes, enero 01, 2007

Parashat VaIeji 5767

B"H
Los Hijos de Zebulún
Zebulún, en costa de mar morará (Bereshit 49, 13)
Parashat VaIejí contiene la bendición de Iaakov Avinu a sus hijos, los fundadores de las tribus de Israel. Los hijos de Lea son bendecidos en primer término y de acuerdo al orden de su nacimiento. Sin embargo luego de mencionar a los primeros cuatro hijos de Iaakov con Lea, la Torá invierte el orden de nacimiento y menciona en quinto término a Zebulún y en sexto lugar a Isajar.

¿Por qué razón anticipó Iaakov la bendición de Zebulún a la bendición de su hermano mayor? ¿Por qué no mencionarlos según el orden de su nacimiento tal como se lo hizo con los primeros cuatro hijos?

RaSHI nos explica que la tribu de Zebulún era la encargada del comercio y de traer comida a los hijos de Isajar quienes permanecían en sus tiendas ocupándose de la Torá. Parafraseando a Pirkei Avot (3, 21) diríamos que Isajar se ocupaba de la Torá, mientras Zebulún se ocupaba de la harina. Zebulún atendía el cuerpo; Isajar atendía el alma.

RaSHI nos hace notar que también Moshé elige este orden a la hora de bendecir a las tribus de Israel: ‘Alégrate Zebulún, en tu salir; e Isajar, en tus tiendas’ (Devarim 33, 18). Nuevamente Moshé mencionará primero al más joven.

¿Qué es lo que está ocurriendo aquí?

El sabio español Rabí Itzjak Caro explica en su libro Toldot Itzjak que la recompensa de aquellos que sustentan a los estudiosos de la Torá es superior a la recompensa de aquellos que se ocupan directamente de ella. Esto evidentemente se puede inferir del orden en que son mencionados Zebulún e Isajar: ante todo la bendición para aquel que trae sustento; luego la bendición para el que estudia. La erudición siempre ha sido reverenciada por nuestra tradición. Pero la erudición por sí sóla no puede sustentarse…

En el mundo de la televisión ocurre algo similar. Ciertamente, las caras conocidas de la TV son pocas. Pero detrás de ellas hay un grupo de productores, peinadores, maquilladores, cameramans y asistentes varios que hacen brillar al producto final.

El orden de las bendiciones a Zebulún e Isajar nos enseña algo similar: no existe Torá sin harina. Y finalmente, termina siendo un merecido reconocimiento para todos aquellos Parnasim y Askanim que se desvelan por mantener viva la llama de la Torá aun cuando nunca hayan escrito un libro de Jidushim…Ellos son los auténticos hijos de Zebulún.

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Parashat VaIeji 5766 – El Rey de la Tierra y el rey de la selva