Las Cuatro Columnas
Leí en una ocasión que los esquimales tienen más de veinte maneras de llamar a la nieve. Es lógico. Aquel que convive con ella, jamás podría llamar de la misma forma a la nieve cuando está cayendo, que a la nieve amontonada y embarrada, o a la nieve transformada en hielo...
Si algún día los esquimales desaparecieran de la faz de la tierra y no dejaran en este mundo mayor rastro que el de un Diccionario ‘Esquimal-Español’, cualquier estudioso -en cuestión de horas- podría concluir la importancia de la nieve para este grupo, al ver las múltiples acepciones de la palabra en el vocabulario esquimal.
Mucho se puede aprender de una sociedad, analizando su lenguaje. Basta ver los múltiples sinónimos que tiene la palabra ‘Droga’ en muchos de nuestros países para darnos cuenta del triste lugar que ocupa dicha sustancia en nuestro mundo. Nadie va a llamar de múltiples maneras a algo que le resulte intrascendente.
¿Y qué ocurre con el judaísmo?
Veamos el inicio de nuestra Parashá semanal.
‘Y habló Dios a Moshé y díjole: ‘Yo soy Ado-nai. Y aparecí a Abraham, a Itzjak, y a Iaakov como El Sha-dai, y con mi nombre, Ado-nai, no me hice conocer a ellos’ (Shemot 6, 2-3).
Setenta nombres tiene Dios, de acuerdo a JaZaL; Moshé conoce aquí uno nuevo...
‘¿Quieres saber cómo me llamo?’, preguntó Dios a Moshé cuando éste le preguntó su nombre.
‘Me llamo de acuerdo a cómo actúo. Cuando juzgo a las criaturas, me llamo Elo-him. Cuando peleo con los malvados, me llamo Tzeba-ot. Cuando espero el arrepentimiento del hombre, me llamo El Sha-dai. Cuando me compadezco de Mi mundo, me llamo Ado-nai’. (Shemot Rabá 3, 6).
Setenta son los nombres de Dios. Pero para JaZaL, también son setenta los nombres de la Torá, setenta son los nombres de Israel, y setenta son los nombres de Ierushalaim.
Si algún estudioso quisiera estudiar al pueblo judío, y tuviera como herramienta únicamente un Diccionario Hebreo-Español, podría saber quienes somos, con qué soñamos, y cómo trascendemos, solo observando esta multiplicidad de nombres y sinónimos. Todo intento de alejar al judaísmo de alguna de estas cuatro columnas ha fracasado y se haya perdido en los vaivenes del tiempo.
Un judío sin Dios, o sin Torá, o sin Ierushalaim, o sin Israel es similar a un esquimal sin nieve. Sin alguna de esas columnas perdemos nuestra esencia de pueblo y comenzamos a tambalear.
Hashivenu Hashem Eleja VeNashuva Jadesh Iameinu KeKedem.Haznos volver hacia Ti Dios y retornaremos, renueva nuestros días como antaño.