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lunes, diciembre 25, 2006

Parashat VaIgash 5767

Saber Perdonar

Parashat VaIgash y VaIejí, las últimas dos secciones de Sefer Bereshit, constituyen el final de la historia de Iosef y sus hermanos.

Esta una historia que lo tiene todo: Celos, peleas, traiciones, poder, suspenso, reconciliación, lágrimas y emoción.

Hay sólo un aspecto en esta historia en el que queda una asignatura pendiente: EL PERDÓN.

Cuando leo esta Parashá cada año, sufro de una enorme decepción. Estoy esperando una disculpa que –inevitablemente- se demora. Parashat VaIgash tiene de todo...¡Menos PERDÓN!

Incluso Iehudá, el valiente Iehudá que al inicio de la Parashá arriesga su vida por la suerte de su hermano Biniamín, no es lo suficientemente valiente como para pedirle perdón a Iosef por los sufrimientos que le fueron propinados.

El perdón llegará sólo la semana que viene y ante la muerte de Iaakov. Saben que la muerte de su padre puede marcar un punto de inflexión en esta historia.

Mientras Iaakov vivía –pensaban ellos- tal vez Iosef no quiso ejecutar su venganza. ¿Para qué hacer sufrir al padre una vez más?

Sólo al morir Iaakov, llega una tibia expresión de diculpa...‘Tu padre encomendó antes de su muerte diciendo: Así diréis a Iosef: Ruego perdona, por favor, la falta de yus hermanos y su pecado, que mal te hicieron’ (Bereshit 50, 16-17).

Pero no es una disculpa de valientes. Pareciera ser una disculpa de cobardes...

No se están disculpando ante un esclavo…¡lo están haciendo ante el virrey de Egipto! ¿No es acaso tarde?

‘¡¿Ahora me piden perdón?!’, podría haber dicho Iosef. ‘¡¿Ahora que soy virrey de Egipto y los puedo hacer morir de hambre?!’. ‘Tarde...¡Demasiado tarde!’, podría haber pensado.

Pero no. Pareciera que ni lo piensa.. ‘Y les dijo Iosef: No teman...Yo habré de sustentarlos, a ustedes y a sus hijos’ (Bereshit 50, 19; 50, 21).

Iosef perdona y demuestra que es un auténtico tzadik que no guarda en su corazón rencor hacia sus hermanos.

Pero sobre todo nos enseña que en la vida hace falta coraje para muchas cosas. Hace falta coraje para salir del pozo, para sobrevivir en una prisión egipcia, para timonear la crisis de Egipto, y para ser hebreo en el palacio del faraón y no morir en el intento,

Pero más que todo eso, Iosef nos enseña que no hay coraje más grande que el coraje de saber perdonar.


lunes, diciembre 04, 2006

Parashat VaIshlaj 5767

B"H
La Pelea del Siglo...¡Un Fiasco!

En este rincón del ring, Iaakov. Un Iaakov temeroso, pero estratega al fin. Sabía que su hermano Esav venía hacia él, con toda su furia a cuestas, y decide dividir al campamento para que el daño ocasionado sea menos doloroso.
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En el otro rincón del cuadrilátero, Esav. Con más fuerza que inteligencia, venía acompañado por cuatrocientos hombres para cerrar las cuentas que tenía pendientes con su hermano desde hacía más de veinte años.

Cuando uno lee en Parashat VaIshlaj el reencuentro entre Iaakov y Esav, no puede evitar imaginarlos como dos gladiadores. Por ahora son dos; en un instante quedará sólo uno...

¿Ganará la astucia o la fuerza? ¿Tiene el mundo lugar para los dos, o acaso uno deberá irse derrotado y el otro vencedor? ¿Tiene el mundo lugar para una convivencia pluralista de ideas o es que una idea debe pisar a la otra hasta dejarla sometida y arrastrada por el suelo?

En este rincón del ring, Iaakov. En el otro rincón, Esav. ¡La pelea va a comenzar, señores!

Iaakov, astuto, envía presentes a su poderoso hermano para despertar algún sentimiento de ternura alojado en su colorado corazón. Esav alistaba sus tropas, y confiaba en ellas para propinarle a Iaakov una derrota definitiva y aleccionadora. Por ahora son dos, en unos instantes quedará uno...
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La lucha comienza y termina siendo un fiasco. Esav corre hacia su hermano, lo abraza, lo besa y ambos lloran. La lucha encarnizada que todos esperaban jamás comenzó. Hace un instante eran dos...¡y ahora siguen siendo dos!

Iaakov y Esav entienden que –aun con sus diferencias- el mundo tiene espacio para ambos. No hubo pelea, ni vencedores ni vencidos. Esav regresó a Seir, a su tierra, e Iaakov se marchó a su tierra, compró un campo y se instaló allí. Las espadas quedaron guardadas en sus vainas y cada uno apostó por el futuro propio en lugar de aspirar al crecimiento a costa del otro.

Esperábamos la pelea del siglo, con golpes y caídas, y la Torá decepcionó nuestro morbo. No hubo pelea, ni golpes, ni caídas. La Torá nos ha enseñado que no hay pelea más dura por emprender que la batalla en pos de la convivencia pacífica y armónica de ideas opuestas. Sólo por eso vale la pena luchar...

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Parashat VaIshlaj 5766 – Lucha en Dos Frentes