Buscar este blog

viernes, julio 18, 2008

Parashat Pinjás 5768

Y haréis subir mis huesos de aquí...

A la bendita memoria de Eldad Reguev Z"L y Udi Goldwasser Z"L


El cambio de nombres en la "Oración por los Soldados en Cautiverio" nos ha dejado esta semana un espacio díficil de llenar. La esperanza, aun en su mínima expresión, se hizo añicos en el mísmisimo segundo en el que aquellos dos ataúdes negros fueron mostrados a las cámaras. También nuestro corazón se vio teñido de negro en estos últimos días.

Leemos esta semana Parashat Pinjás en la cual se menciona la historia de las hijas de Tzlofjad. Un corto tiempo después de la revuelta de Koraj, se nos cuenta que cinco mujeres se acercan a Moshé y le piden una porción en la Tierra de Israel. Según la legislación bíblica, solo un hijo varón puede heredar a su padre. Sin embargo, y dado que Tzlofjad no tenía hijos varones, sus hijas lucharon por el derecho de herencia. Moshé, sin saber como reaccionar ante semejante pedido, consulta con Di-s quien le ordena atender el reclamo de las jóvenes.

Cuando la Torá presenta a la cinco de hijas de Tzlofjad, lo hace de una forma bastante peculiar: "Y acercáronse las hijas de Tzlofjad, hijo de Jefer, hijo de Guilad, hijo de Majir, hijo de Mensahé, de las familias de Mensashé hijo de Iosef" (BeMidvar 27, 1).

Tal vez hubiese sido suficiente informarnos que las mujeres eran de la tribu de Menashé. ¿Por que razón se menciona su linaje hasta llegar a la figura de Iosef?

RaSHI, el más grande comenterista bíblico, se pregunta: "¿Acaso no se nos ha dicho ya "hijo de Menashé"? Ocurre que se nos quiere decir: Así como Iosef amó a la Tierra (de Israel)...también sus hijas amaron a la Tierra (de Israel)".

¿Y de dónde sabemos que Iosef amó a la Tierra de Israel? De aquello que se nos ha dicho: "Acordar, acordárase Di-s de vosotros, y haréis subir mis huesos de aquí" (Bereshit 50, 25). Iosef hizo prometer a los hijos de Israel que al finalizar la esclavitud egipcia llevarían sus huesos con ellos rumbo a la Tierra de Israel.

La Torá nos cuenta que fue Moshé Rabenu el responsable de cargar los huesos de Iosef en el desierto. Sin embargo, de acuerdo a nuestros Sabios, dicha operación no fue para nada sencilla dado que los egipcios no querían liberar el féretro de Iosef. Sabían ellos que al momento de hacerlo, los hijos de Isarel habrían cumplido su promesa para con Iosef y podrían abandonar su tierra. Por esa razón escondieron el féretro de Iosef en la profundidad del palacio del Faráon e, incluso, dos perros de oro fueron ubicados por los brujos egipcios en dicha bóveda. Según nos cuenta el midrash dichos animales ladrarían a lo ancho y a lo largo de Egipto al ver ingresar allí a algún intruso (Shemot Rabá 20, 19).

Y aun así, se cuenta en nuestras fuentes, Moshé dio vuelta el mundo para traer aquel féretro de regreso a la Tierra de Israel. Cierto es que Iosef murió en su ancianidad y que la historia de sus restos es bien diferente a la historia de los soldados llevados esta semana a su último reposo. Sin embargo, aun con sus diferencias, ambas historias tienen un factor común: aquellos que expresan su amor por la Tierra de Israel, deben ser devueltos a casa...aun despues de su muerte. La actitud de Moshé no es más que la expresión de este deber moral.

En esas situaciones las preguntas pueden no tener fin. Es posible que todas las especulaciones y sensaciones que escuchamos y vivimos por estos días tengan su costado de razón. Sensaciones que cobraron expresión a través de frases como: "Vivos por vivos y muertos por muertos". O la pregunta acerca de si el precio a pagar no era demasiado alto. O el dolor al ver que de este lado se lloraba y del otro se celebraba.

Y aun así, con todas dichas especulaciones y sensaciones, las familias Reguev y Goldwasser tienen un lugar en el cual llorar a sus seres amados.

Nuestros sabios enseñan que el corazón finalmente olvida a los muertos (Pesajim 54b). Desde ya que esto no significa que uno olvida a los seres queridos cuando parten de nuestro lado. El significado de este concepto es que, de acuerdo al plan divino, el profundo dolor que experimentamos ante estas perdidas se va debilitando con el correr del tiempo y nuestro corazón nos impide vivir dicha pena a diario. Este proceso al que la psicología moderna llama "Elaboración del duelo" es el que le permite al ser humano regresar a la rutina y convivir con la pérdida.

El hecho de que asignemos una parcela de tierra a nuestros seres amados es sin duda parte esencial de este proceso.

El tiempo siempre hace lo suyo, aun en los momentos más duros. El primer hombre halló consuelo luego de la muerte de su hijo Abel (véase Avot DeRabí Natán 14). Itzjak se vio confortado luego de la muerte de su madre Sará (Bereshit 24, 67) y también el espíritu de Iehudá reposó luego de la muerte de su mujer Bat Shúa (Bereshit 38, 12).

Es sumamente interesante el hecho de que la Torá recuerde un ejemplo en el cual ese proceso no pudo completarse. Y justamente ese ejemplo trata de un hombre que desconocía el real paradero de su amado. Se trata de Iaakov Avinu, padre de Iosef, el mismo a quien Moshé cargó sobre sus hombros en el desierto. Cuando los hermanos de Iosef vendieron al joven como esclavo fueron y contaron a su padre que una bestia lo había devorado. La Torá nos cuenta las sensaciones que experimentó Iaakov en ese momento: "Y desgarró Iaakov sus vestidos, y puso bolsa en sus lomos, y desolóse por su hijo muchos días. Y levantáronse todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo, y no quiso consolarse" (Bereshit 37, 34). ¿Cómo va a querer consolarse un padre viendo que lo único que quedó de su hijo es una túnica o un vehículo blindado manchado de sangre?

Iehi Zijram shel Eldad ben Tova Reguev VeUdi ben Malka Goldwasser Baruj VeIanuju Al Mishkavam BeShalom.