Buscar este blog

lunes, julio 30, 2007

Parashat Ekev 5767

Temprana Edad

El barrio ultraortodoxo de Mea Shearim es un micomundo en el cual las paredes hablan, en el cual cada publicidad o cada panfleto reflejan el modo de pensar y de vivir de aquella gente que habita en estas calles de Jerusalén.

Unos años atrás, andando por el barrio, me detuve frente a un cartel que decía:

‘El concejo rabínico de los Sabios de la Torá advierte que la conección de todo temeroso de Di-s a la Internet constituye una flagrante violación a la Ley Judía’.

Sorpendido ante semejante postulado comprendí rápidamente que en el siglo diecinueve salir del ghetto era ir a la universidad o vestir indumentaria moderna. Pero hoy si un joven ‘temeroso de Di-s’ vive en Meá Shearim y está conectado a la Internet, estará fuera del ghetto aun cuando viva físicamente en él.

Hoy el judaísmo contiene también el otro extremo. Un extremo tan peligroso para la salud del pueblo de Israel como el que pregona este cartel.

No son pocos los judíos para los cuales su mayor orgullo es justamente vivir fuera el ghetto: no mandan a sus hijos a estudiar judaísmo, no los circuncidan por considerar al Brit Milá una práctica primitiva. No son pocos los judíos para los cuales la sola mención de la palabra TORÁ puede provocar una estampida de dimensiones astronómicas.

Dice Parashat Ekev:

‘Y enseñareis estas palablas a vustros hijos para hablar de ellas, al estar en tu casa, y al andar por el camino, y al acostarte y al levantarte’ (Devarim 11, 19)

Y nos enseña RaSHI en referencia a este versículo: KsheHaTinok Matjil Ledaver, Aviv Mesiaj Imo BeLashon HaKodesh Umelamdó Torá, VeIm Lo Asa Jen, Harei Hu Kehilu Kovró.

"Desde el momento en el que un niño comiemza a hablar, su padre debe comenzar a hablarle en la lengua sagrada y a enseñarle Torá, y si así no lo hiciere será considerado como si lo enterrara (en vida)".

Con estas palabras tan duras de digerir, RaSHI nos enseña que la educación judía debe nacer en el hogar y a la más temprana edad. Sino es así, la identidad correrá serios riesgos de quedar sepultada.

Cuenta una anécdota que una joven pareja había ido a visitar al célebre Jafetz Jaim en busca de su sabio consejo. Ella estaba en el octavo mes de gestación y querían saber cómo debían actuar con su futuro hijo para llevarlo siempre por la senda de la Torá. El Jafetz Jaim los miró y les dijo: ‘Espero poder orientarlos….pero quiero que sepan que han llegado ocho meses tarde’.
.

lunes, julio 23, 2007

Parashat VaEtjanán 5767

Nuestro Mayor Consuelo


Consolad, consolad a Mi pueblo, 
dice vuestro Di-s (Ishaiahu 40, 1).

El Shabat posterior a Tishá BeAv recibe el nombre de Shabat Najamú debido a las primeras palabras de la Haftará semanal que marca el inicio de las siete Haftarot de consuelo (Sheva DeNejamata) que separan a Tishá BeAv de Rosh HaShaná.

Najamu, Najamu Ami Omar Elo-heijem. Consolad, consolad a Mi pueblo, dice vuestro Dios (Ishaiahu 40, 1).

Una de las preguntas que más ha ocupado a los comentaristas al respecto de esta Haftará, tiene que ver justamente con su inicio. ¿Cuál es la razón de la repetición inicial? ¿Por qué motivo Di-s dice primero ‘Consolad’ y luego dice ‘Consolad a Mi pueblo’?

El Maguid de Duvno –como de costumbre- responde con una parábola:

Dos hombres abandonaron a sus mujeres y viajaron lejos. El primero lo hizo en busca de sustento para su familia. El segundo -un acaudalado millonario- partió lejos huyendo de su malvada mujer.

Pasó un largo tiempo y las mujeres nada supieron de sus maridos.

Comenzaron a indagar, hasta que arribó al lugar un poderoso comerciante que traía saludos para las dos mujeres. El hombre contó que había hablado con sus esposos y traía consigo cartas que ellos les habían escrito. Sin embargo, les pidió un tiempo para descansar del viaje, desarmar los bultos y entregarles las misivas.

La esposa del millonario se marchó feliz a su casa. Sin embargo, la esposa del pobre no quiso abandonar al comerciante y le insistió por ver la carta de su marido.

Cuando el comerciante le preguntó por qué su insistencia era mayor a la de la otra mujer, ésta le dijo: ‘Ella tiene mucho dinero y su único temor es que su marido la haya abandonado para siempre. Saber que su marido preguntó por ella y le envió una carta, es de por sí un motivo de consuelo. Yo no tengo nada, ni para vestirme ni para comer. Necesito leer esa carta con urgencia para saber si mi marido consiguió sustento’.

De igual manera dice el profeta a Israel. ‘Consolad’ -ésto solo ya representa de por sí un consuelo. Pero el ‘Consolad a Mi pueblo, dice vuestro Di-s’ -el hecho de que Di-s les envíe palabras de consuelo y diga que aun es nuestro Di-s representa el mayor de los consuelos.

Aun después de los golpes de la vida, como de las tragedias recordadas en Tishá BeAv, podemos estar seguros de que Di-s está de nuestro lado. Ese es nuestro mayor consuelo.


lunes, julio 16, 2007

Parashat Devarim 5767

El Llanto más largo

Parashat Devarim siempre es leída el Shabat previo a Tishá BeAv, aniversario –entre otras cosas- de la destrucción de los dos Templos de Jerusalén.

La Parashá de la semana comienza hablando de aquellos doce hombres –los meraglim- que habían ido a Eretz Israel y que, al regresar, atemorizaron al pueblo ante la inminente conquista de la Tierra prometida, sumiendo a Israel en la desesperanza y en el llanto.

Aquella noche, según el Talmud, era Tisha BeAv. Di-s, viendo al pueblo llorando condenó a los hijos de Israel a vagar durante cuarenta años en el desierto, y repudió a aquella generación decretando que no iría a ingresar a la Tierra Prometida.

‘Hoy lloran un llanto vano’, dijo Di-s. ‘En el futuro, y en esta misma fecha llorarán por generaciones’ (Taanit 29a).

Según la tradición talmúdica, los Templos de Jerusalén, no sólo fueron destruídos por los invasores, sino que el mismo pueblo con sus conductas motivó la destrucción. Jerusalén no sólo fue destruída por voluntad de otros, sino también por errores propios. El paganismo, el derramamiento de sangre y las relaciones incestuosas causaron la destrucción del Primer Templo, mientras que el segundo fue destrudído por el odio gratuito y el apego desmedido al dinero (Ierushalmi Iomá).

Cuatro mil años después de aquella fatídica noche en la que lloramos aquel llanto vano al regreso de los doce meraglim, aquí estamos. Muchas veces hemos sido derribados; muchas volvimos a levantarnos.

Tal vez en estos días que corren, en los que nostros somos la página de la historia que será estudiada en cien años, podamos aprender la lección de Di-s y de nuestra historia.

Entender que la historia de la destrucción de Jerusalén fue desencadenada por una sumatoria de faltas humanas y que no es imposible que se repita. Que sigue habiendo, aun hoy, mucho odio gratuito entre hermanos y muchos enemigos afuera y adentro del mismo pueblo dispuestos a encender –¡Jas VeShalom!- la llama de una nueva destrucción. Comprender en estos tiempos cruciales que atraviesa Israel y que marcará sin duda su futuro, que no se puede ser indiferente…que la indiferencia es criminal. También por ello fue detruída Ierushalaim.

Y por sobre todo, que este nuevo Tisha BeAv nos pueda terminar de convencer que no existe futuro si no ejercitamos Ahavat Israel (el auténtico amor a Israel), recordando siempre que por ello hemos vagado durante dos mil años por los confines de la tierra.
.

jueves, julio 12, 2007

Parashat Matot-Masei 5767

La Paz Perfecta

Y subió Aharón el sacerdote al monte de Or…y murió allí (BeMidbar 33, 38)


Esta semana leeremos acerca de la muerte de Aharón.

Aharón es una personalidad extraña dentro de la Torá.

Por lo pronto, parece poseer una pasividad exasperante. Hubiéramos esperado alguna palabra suya de reprimenda en el episodio del becerro de oro o mayor compromiso en circunstancias en la que el liderazgo de Moshé fue puesto en duda. Sin embargo, y aunque parezca mentira, el pueblo sintió más la muerte de Aharón que la muerte del mismísimo Moshé.

Aharón fue amado por Israel porque fue mucho más que el hermano de Moshé: fue el hermano de Israel. Tal como sugiere Pirkei Avot (1, 13): Trata de continuar con las enseñanzas de Aharón, que amaba la paz y corría en pos de ella; que amaba a sus semejantes y los acercaba a la Torá.

Nadie ama la pasividad. La pasividad exaspera y la indiferencia irrita. Pero Aharón no era pasivo. Era un buscador de consensos y nadie como él pudo vivir en paz la travesía de cuarenta años por el desierto.

Un pueblo peleaba a su lado contra los fantasmas del pasado y los temores del futuro. Y Aharón no sólo que vivía en paz, sino que también la buscaba. No se puede buscar la paz si no se vive en paz. Aharón era el auténtico equilibrio del pueblo.

Se cuenta que una vez un rey ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera pintar la paz perfecta. Finalmente, sólo dos pinturas le agradaron al rey y tuvo que escoger entre ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas cubiertas por un cielo azul con tenues nubes blancas.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero eran escabrosas y sin verde. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca en donde estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.

El rey escogió la segunda. Y explicó: Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.

De eso se trató la paz de Aharón.


domingo, julio 01, 2007

Parashat Pinjás 5767

Una de Cal y otra de Arena

El calendario hebreo está, por estos días, teñido de negro. Comenzamos a atravesar las tres semanas de aflicción que separan al 17 de Tamuz y al 9 de Av, fechas recordatorias de la destrucción de Jerusalem. Son tres semanas de destrucción física y espiritual en las que el judío observante se derrumba recordando los cachetazos del pasado y siente a flor de piel las milenarias heridas de nuestro pueblo.

E insertos en esta dolorosa temporada de aflicción, llamada Bein HaMetzarim, abrimos la Torá y vemos un ambiente festivo. Sólo dos porciones de la Torá, recuerdan todas las fiestas de Israel: Parashat Emor (en el libro de ‘Vaikrá’) y la Parashá que leemos en el transcurso de esta semana, Parashat Pinjás.

Todo lector sensible se sentirá golpeado por el Texto:

¿Por qué tanta alegría en medio de semejante tragedia?
¿Qué necesidad tenemos de recordar las festividades de Israel en esta época de angustia y pesar?

En realidad esta aparente discordancia termina siendo una excelente radiografía de nuestras vidas. Nuestra cotidianeidad no está teñida ni de negro ni de blanco. Son escasos los momentos de alegrías incontenibles o de tristezas insoportables; por lo general, nuestras existencias son una constante sucesión de grises que alternan sinsabores y gozos. “Una de cal y una de arena”, se suele decir. Por un lado, el doloroso recuerdo de la destrucción; por el otro, el animado festejo de las celebraciones de Israel.

Tal vez la Torá desee mostrarnos que aun allí, donde impera el dolor y la angustia, puede salir el sol; que aún en horas de tragedia puede haber lugar para la esperanza y para regresar a aquellos días de fiesta, mencionados por nuestra Parashá, y que otrora festejáramos en nuestra radiante Ierushalaim. Tal como dice el profeta Zejaria: ‘Así dice el Di-s de los ejércitos, diciendo: El ayuno del mes cuarto, y el ayuno del quinto, y el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, serán para la casa de Judá alegría y regocijo’ (Zejaria 8, 19)

Quiera Di-s ayudarnos a abrir nuestros ojos para poder hallar la alegría y el equilibrio en este mundo -tantas veces- cruel y despiadado y poder apreciar la belleza y el gozo que a menudo se ocultan de nosotros por nuestra estrecha visión de la realidad.