La Paz Perfecta
Y subió Aharón el sacerdote al monte de Or…y murió allí (BeMidbar 33, 38)
Esta semana leeremos acerca de la muerte de Aharón.
Aharón es una personalidad extraña dentro de la Torá.
Por lo pronto, parece poseer una pasividad exasperante. Hubiéramos esperado alguna palabra suya de reprimenda en el episodio del becerro de oro o mayor compromiso en circunstancias en la que el liderazgo de Moshé fue puesto en duda. Sin embargo, y aunque parezca mentira, el pueblo sintió más la muerte de Aharón que la muerte del mismísimo Moshé.
Aharón fue amado por Israel porque fue mucho más que el hermano de Moshé: fue el hermano de Israel. Tal como sugiere Pirkei Avot (1, 13): Trata de continuar con las enseñanzas de Aharón, que amaba la paz y corría en pos de ella; que amaba a sus semejantes y los acercaba a la Torá.
Nadie ama la pasividad. La pasividad exaspera y la indiferencia irrita. Pero Aharón no era pasivo. Era un buscador de consensos y nadie como él pudo vivir en paz la travesía de cuarenta años por el desierto.
Un pueblo peleaba a su lado contra los fantasmas del pasado y los temores del futuro. Y Aharón no sólo que vivía en paz, sino que también la buscaba. No se puede buscar la paz si no se vive en paz. Aharón era el auténtico equilibrio del pueblo.
Se cuenta que una vez un rey ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera pintar la paz perfecta. Finalmente, sólo dos pinturas le agradaron al rey y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas cubiertas por un cielo azul con tenues nubes blancas.
Aharón fue amado por Israel porque fue mucho más que el hermano de Moshé: fue el hermano de Israel. Tal como sugiere Pirkei Avot (1, 13): Trata de continuar con las enseñanzas de Aharón, que amaba la paz y corría en pos de ella; que amaba a sus semejantes y los acercaba a la Torá.
Nadie ama la pasividad. La pasividad exaspera y la indiferencia irrita. Pero Aharón no era pasivo. Era un buscador de consensos y nadie como él pudo vivir en paz la travesía de cuarenta años por el desierto.
Un pueblo peleaba a su lado contra los fantasmas del pasado y los temores del futuro. Y Aharón no sólo que vivía en paz, sino que también la buscaba. No se puede buscar la paz si no se vive en paz. Aharón era el auténtico equilibrio del pueblo.
Se cuenta que una vez un rey ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera pintar la paz perfecta. Finalmente, sólo dos pinturas le agradaron al rey y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas cubiertas por un cielo azul con tenues nubes blancas.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero eran escabrosas y sin verde. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca en donde estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.
El rey escogió la segunda. Y explicó: Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.
De eso se trató la paz de Aharón.