A la cama con Dios
"Y tú, acerca a ti a Aharón tu
hermano...para servirme" (Éxodo 28: 1).
Parashat Tetzavé tiene la particularidad de
ser la única sección entre los últimos cuatro libros de la Torá que no menciona
a Moshé.
Posiblemente, esto tenga que ver con la
naturaleza de la Parashá que se dedica casi con exclusividad a los sacerdotes. La
Torá, asi pareciera, aboga por la separación de los "poderes". Los
sacerdotes no participan del canto de los levitas (Aharón tampoco es mencionado
en Shirat HaIam) y Moshé no participa en Parashat Tetzavé, dedicada con
exclusividad a los sacerdotes, aquellos que se ocupan del culto de Israel.
Hace unos años escuché al Rabino Brad Artson
decir que el Dios "personal" es una invención judía, pero por alguna
razón los judíos fuimos abandonando la idea y comenzamos a asociarla con la fe
cristiana.
No cabe duda alguna que la existencia de un
Dios personal se origina en la Torá.
Cuando Iaakov huye de su hermano Esav dice:
"Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Itzjak, el Eterno que me dijo:
Torna a tu tierra y a tu parentela y haré bien contigo" (Génesis 32:10).
La
oración de Iaakov encontró eco varias generaciones más tarde en la fórmula que
da inicio a la Amidá (Dios nuestros y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham,
Dios de Itzjak y Dios de Iaakov) la cual a su vez está basada en el episodio de
la zarza ardiente (Shemot 3, 6). Es decir, que además de haber un Padre
celestial, hay un Dios personal para cada patriarca y para cada uno de
nosotros.
La mayoría de las religiones del mundo, cuando
hablan de oración, no se refieren a abrir el sidur en la página 172, sino a una
plegaria más personal y más espontánea.
El RaMbaM sostiene en la introducción a
Hiljot Tefilá que ni el número de oraciones diarias ni su fórmula, es un
imperativo de la Torá. La esencia del precepto es que el hombre debe rezar a
Dios cada día de acuerdo a sus capacidades. Quien tiene buena dicción abundará
en la plegaria, y quien no la tenga lo hará de acuerdo a sus limitaciones y
cuando pueda. Es decir, que el precepto bíblico no establece ni fórmula ni
horarios, sino que la oración fue, en su origen, una expresión espontanea del
corazón que sólo seguía una matriz común (se abría con una alabanza, se
intercalaba un pedido y se concluía con una alabanza). Sólo luego del exilio de
Babilonia, cuando los dispersos perdieron el dominio del idioma, Ezrá y su
tribunal establecieron la fórmula y el número de oraciones diarias.
....
Cuando hablamos de una conexión personal con
Dios, podemos enfocarnos en el inicio de Parashat Tetzavé. Dios le ordena Moshé
que acerque a Aharón y a sus hijos para que lo sirvan.
La lectura es clara.
Dios elige a Aharón y a sus hijos para que
sirvan en el santuario y estén cerca Suyo en sus actividades cotidianas. Esta
será una conexión íntima que encontrará su punto cúlmine en el día de Iom
HaKipurim cuando el Sumo Sacerdote, ingresaba al Kodesh HaKodashim en el Beit
HaMikdash a reunirse a solas con Dios. De hecho esa es la idea con la que
concluye la Parashá:
"Y expiará Aharón...una vez al año...por
vuestras generaciones, Santidad de santidades es él, para el Eterno"
(Shemot 30, 10).
La intimidad entre Dios y los sacerdotes es
la razón de la multiplicidad de preceptos destinados a estos, mucho de los
cuales son mencionados en nuestra Parashá. Pero estas normativas se
multiplicarán cuando lleguemos al libro de VaIkrá.
Allí no sólo se hablará de los vestidos
sacerdotales, sino también del orden de los sacrificios y de normas de pureza e
impureza. El libro de VaIkrá (Levítico) es -de hecho- llamado "Torat
Kohanim" (Las normas de los sacerdotes) por el Talmud (Menajot 45a).
¿Por qué una quinta parte de la Torá se
dedica a los sacerdotes?
A mi entender esto sólo se puede explicar a
la luz de la naturaleza del vínculo personal que estos mantenían con Dios.
Una relación íntima requiere una amplia
especificación de expectativas.
Cuando uno vive en un edificio de
departamentos, las expectativas que uno tiene respecto a sus vecinos no son
muchas... Nos bastará con que no hagan ruido después de las diez de la noche,
no nos ocupen nuestro lugar en el estacionamiento y no nos dejen la basura en
el pasillo. Cuando hablamos de aquellos que comparten con nosotros la misma
casa, el nivel de expectativas ya irá en ascenso. Querremos que no se levante
la voz en la casa y que reine el respeto, que no nos dejen el aire acondicionado
encendido cuando no es necesario y tampoco toallas mojadas en el piso del baño.
Podríamos agregar muchas más: Que se levanten los platos sucios de la mesa, que
se coma con la boca cerrada, y no se juegue con el smartphone despues de las 8
de la noche. Pero cuando hablamos de la expectativas que tenemos acerca de la
persona con la que compartimos la cama, ya se trata de otra cosa...
La abundancia de normas que regulan la vida
de los Kohanim, se fundamentan en la intimidad de su vínculo con el Soberano
del mundo. Ellos son los que compartían el cuarto con Dios.
Pero no olvidemos, que el pueblo judío –como
tal- también es definido por Dios como "un reino de sacerdotes y una
nación santa" (Shemot 19, 6). Es decir, que las expectativas de Dios hacia
los sacerdotes se extienden -en el programa de Dios- a la sociedad judía en su
conjunto.
También nosotros tenemos la misión de no
decepcionarlo.