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miércoles, octubre 25, 2017

Parashat Lej Leja

Estrellas y cometas

Cuando pensamos en Parashat Lej Lejá, enseguida nos viene en mente la figura de Abraham Avinu abandonando la casa de su padre y dirigiéndose a la tierra de Cnaan. Sin embargo, la Parashá dedica varios pasajes a Lot, sobrino de Abraham, quien también abandonara su casa paterna junto a su tío.

Lo llamativo es analizar cuán diferente fue el destino de ambos, siendo que venían de mundos tan parecidos. 

Mientras que Abraham se transforma en padre de los hebreos, el otro se emborracha junto a sus hijas y engendra a Moav y Amón (véase Bereshit 19, 36-38). 

Mientras que Abraham se transforma en fuente de bendición, el otro se va a vivir a Sedom y Amorá para rodearse de malandras y criminales.

Mientras que Abraham es recordado por media humanidad desde hace más de cuatro mil años, al otro nadie lo recuerda...

Dos seres que venían de la misma familia y del mismo universo de valores, se transforman con el correr de la Parashá en dos seres diametralmente opuestos, por mérito de sus propias acciones y decisiones de vida.

Alguien me dijo alguna vez que la humanidad puede dividirse en dos: hay personas ‘Estrella’ y personas ‘Cometa’. Los ‘Cometa’ pasan. Apenas son recordados por las fechas que pasan y vuelven. Los ‘Estrella’, en cambio, permanecen por siempre.

Hay mucha gente ‘Cometa’. Pasa por la vida apenas por instantes; no cautiva a nadie, y nadie la cautiva. Es gente que no deja huella, que tiene solo unos momentos de esplendor y luego se va...Es gente que pasa por la vida sin iluminar, sin calentar, sin marcar presencia.

Pero hay alguna gente ‘Estrella’. Gente que hace sentir su presencia, que es luz, calor y vida. Los años pueden pasar, pueden surgir distancias, pero siempre están allí, dejando huella.

No es casual que Dios le haya pedido a Abraham que salga afuera y cuente las estrellas. Por lo general relacionamos a las estrellas sólo con el aspecto numérico. Y es cierto; Dios promete a Abraham una descendencia numerosa como las estrellas del cielo.

Pero a la vez, la promesa de Dios es una invitación a transformarnos en estrellas, como Abraham...

Y sacar a relucir nuestra virtud, nuestra esencia hacia el afuera, para dar calor, luz y vida a través de nuestras decisiones, nuestras acciones y nuestros ejemplos. Para ser nosotros los que pasemos por la vida. Y no la vida la que pase por nosotros.

miércoles, octubre 18, 2017

Parashat Noaj

Mejor Integridad que Grandeza

Noaj, hombre justo e íntegro era en sus generaciones (Bereshit 6, 9)


Parashat Noaj habla de la integridad de un hombre.

Es conocido el comentario de RaSHI: Para algunos, nos dice RaSHI, si era un hombre virtuoso en aquella generación de malvados, más lo sería en una generación de hombres justos. Para otros, de haber nacido en la generación de Abraham, ni siquiera hubiera sido mencionado. Para estos últimos, Noaj era un tuerto en el país de los ciegos...

Yo me inclino por la primera opinión. Siempre es más difícil conservar la virtud cuando uno está rodeado de corrupción.

Algo similar ocurre en Parashat Bereshit, que leímos la semana pasada. De acuerdo a un interesante midrash, no sólo Adam y Javá probaron del fruto prohibido. Se nos cuenta que todos los animales desobedecieron la orden divina...menos uno: un animal llamado ‘Jol’ (el ave Fenix) que se mantuvo firme en sus convicciones y –de acuerdo al Midrash- aun vive sólo en el gan eden (véase Bereshit Rabá 19, 5).

Imagino al ave fenix mirando cómo sus compañeros iban siendo expulsados del gan eden quedando aislado de toda la creación, y pensando: ‘¿Me quedo sólo con mis principios o acompaño a la corriente en su corrupción?’.

Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para pensar...Una espada de fuego fue colocada a la puerta del gan eden, de acuerdo a la Torá para evitar que los de afuera vuelvan a entrar. A mi humilde entender, también para evitar que el de adentro se vea tentado a salir...

Llevado por la corriente, también Noaj podría haberse dejado llevar por aquella generación. ¿Qué hago?, habrá pensado. ‘¿Subo sólo a este arca con mi familia y mi integridad o me sumo a ellos?’.

Eran hombres con grandes nombres (Anshei Shem), tal como nos cuenta la Torá. Es fácil dejarse engañar cuando uno ve que el corrupto prospera y tiene reputación.

Noaj estaba sólo...Y se sentía sólo. Sin embargo optó por conservar el mejor capital que Di-s le había dado: su propia integridad. Eso es lo que lo hace un virtuoso.

Alguna vez se preguntó al célebre Jozé de Lublin: Si uno tiene un pan pequeño entero y un pan enorme mordido...¿sobre cuál debe decir el HaMotzí (la bendición sobre el pan)? Y respondió: Sobre el pequeño, porque está entero (véase Shulján Aruj, Oraj Jaim 168, 1). Porque más vale la integridad a la grandeza. Esa es la lección que nos deja Noaj.


viernes, octubre 13, 2017

Parashat Bereshit 5778

Podar, sembrar, cosechar

Rabino Gustavo Surazski

Uno de los conceptos más complejos de entender de toda la Torá, aparece en los primeros versículos de la Torá.

Allí se nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza.

¿Cómo es posible estar hecho a imagen de Alguien que no tiene imagen? ¿Cómo es posible ser semejante a alguien que no tiene cuerpo, ni manos, ni mirada ni expresión en el rostro?

Ya nuestros sabios se confrontaron con esta pregunta en el Talmud, en el Tratado de Sotá (14a).

Ser similar a Dios –se nos dice allí- es imitar Sus atributos.

Así como Dios vistió a los que no tenían ropa, cuando dio vestimenta a Adam y a Java, así también nosotros debemos proveer de vestimentas a los necesitados.

Así como Dios fue a visitar a los enfermos, como cuando bajó hacia Abraham después de su berit milá, así también nosotros debemos hacerlo.

Así como Dios dio consuelo a los dolientes, como cuando bendijo a Itzjak después de la muerte de Abraham, así también debemos obrar nosotros.

Así como Dios se ocupó de aquellos que abandonan este mundo, como cuando sepultó a Moshé Rabenu, así también debemos imitarlo.

¿Qué tal si imitamos a Dios?, nos propone el Talmud.

....

Si leemos las primeras páginas de la Torá, vemos que Dios se presenta a Sí mismo "vestido" de jardinero.

‘Dios estableció un jardín en el Eden, y estableció allí al hombre que había formado. Hizo brotar Dios desde la tierra todo árbol deseable a la vista para comer y el árbol de la Vida estaba en el medio del jardín, así como el árbol del conocimiento del bien y del mal...Tomó el Eterno Dios al hombre y lo estableció en el jardín del Eden para cultivar y cuidar su tierra’ (Bereshit 2 , 8-9, 15).

Hace algunas semanas, en mi visita periódica a la peluquería, leía en una revista –mientras esperaba mi turno- algunos consejos interesantes de jardinería que bien podrían aplicarse en nuesta vida cotidiana como judíos.

Primer consejo: ‘Siempre plante por lo menos una verdura nueva que no haya plantado el año pasado’.

¿Qué tal si nos proponemos durante este nuevo año cumplir una nueva mitzvá o encarar un nuevo proyecto?

¿Qué tal si de una buena vez por todas nos proponemos enriquecer nuestro propio universo espiritual como humanos y como judíos?

Del jardín debemos aprender que lo peor que le puede pasar a una persona no es morir, sino vivir muerta.
Sin estilo,
sin perfume propio,
sin movimiento.

Segundo consejo: ‘Comparta su jardín. El verdadero jardinero cultiva tanto las personas como las plantas’.

Compartir el jardín es aceptar que somos bendecidos cotidianamente con lo que brota de su tierra y que esta bendición se multiplica cuando somos capaces de partirla y compartirla con los que menos tienen, con los que necesitan y esperan.

Hacer Tzedaká, es una acción concreta y no una reflexión teológica.
Es abrir la mano al que necesita y entender que cuando se da, se gana más de los que se pierde.

Tercer consejo: ‘Lea usted un libro de jardinería al comienzo del año’.
Abramos las puertas de nuestras bibliotecas para sambullirnos en el manantial de aguas frescas de nuestra tradición y regar con éstas la aridez de nuestra vida judía.

Dediquemos un tiempo al estudio de la fuentes judías, y visitemo en lugares donde los valores judíos  se vivan con pasión.

Sostengamos el desafío de leer un Libro de Jardinería Judaica al empezar este año.

Y un cuarto y último consejo:Elimine toda la mala hierba de su jardín al terminar el invierno, cuando el jardinero tiene aún energía y voluntad, para evitar que estas hierbas crezcan o se expandan y arruinen el resto de su jardín’.

Así como en la naturaleza hay ciclos y estaciones, también en la jardinería del espíritu hay un tiempo para cada cosa.

Los Iamim Noraim, que acabamos de finalizar, son las grandes oportunidades que Dios nos dio para 1impiar nuestro jardín. Liberarnos de aquello en lo que nos equivocamos y que nos disminuye como personas, como judíos, como flores en este jardín de lo humano.

Remover las malezas, los  yuyos,  atacar con firmeza las plagas.
Podar,
recortar,
limpiar;
abrir caminos,
preparar la tierra para un nuevo año, una nueva siembra, una nueva cosecha.

Que las malezas y los yuyos que arrancamos de nuestra vida durante el mes de Tishrei nos permitan renacer en este año que se está iniciando y lo transforme en un año bendiciones repleto de flores hermosas, coloridas y aromáticas.

martes, octubre 10, 2017

Sukot 5778

Un racimo de virtudes y defectos

Rabino Gustavo Surazski

Un conocidísimo Midrash (VaIkrá Rabá 30, 12) enseña que las cuatro especies de la festividad de Sukot recuerdan cuatro clases diferentes de judíos:

El Etrog, que posee sabor y fragancia, reperesenta a los judíos que tienen Torá y buenas obras. El Lulav, con sabor (los dátiles) y sin fragancia, simboliza a los judíos que tienen Torá pero están desprovistos de buenas acciones. El Hadás, con fragancia y sin sabor, remite a los judíos con buenas obras y sin Torá. Mientras que la Aravá, que no posee ninguno de los dos atributos, representa a los judíos que no tienen ni Torá ni maasim tovim.

En Sukot juntamos a las cuatro especies en un único racimo y "los unos expían por los otros".

En cierto modo, este midrash contiene un mensaje críptico. ¿Quién necesita a las aravot? ¿Para qué juntarnos con judíos que no tienen atributo bueno alguno? ¿Qué tienen estos para "ofrecernos"?

Posiblemente este midrash nos proporcione un mensaje moralizador de suma relevancia.

El Rab Kuk, solía decir que así como el vino no puede existir sin sedimentos, tampoco el mundo puede existir sin transgresores. Y si nos dejamos guíar por la sabiduría del hebreo, veremos que el vocablo TZiBUR (Congregación) está compuesto por las iniciales de las palabras TZadikim(Justos), Beinoniim (hombres comunes), y Reshaim (malvados). Dichas tres iniciales están ligadas por la letra vav, dando la pauta de que toda congregación debe es heterogénea en su esencia.

En la noche de Iom HaKipurim se acostumbra a leer un misterioso preludio al Kol Nidrei:

"Con la aprobación del Omnipresente, y con la aprobación de la congregación, en la Asamblea celestial y en la asamblea terrena, nos es lícito rezar con los transgresores".

Muchas son las explicaciones que se le han dado a este curioso párrafo.

Hay quienes ligan esta invocación a tiempos de la Inquisición, en los cuales muchos judíos se vieron obligados a ocultar su origen. Según se cree, los criptojudios organizaban rezos comunales en Iom HaKipurim y por medio de esta invocación pedían a Di-s que sus plegarias sean escuchadas, aun cuando a lo largo del año se vieron obligados a transgredir la ley judía.

(Esta explicación es de dudosa veracidad, dado que que esta fórmula aparece por primera vez en un libro de oraciones ashkenazí del siglo 13, previo a la expulsión de los judíos de España).

No obstante, el motivo real de este pasaje no es el tema que me compete hoy.

Lo relevante es el mensaje que se desprende de dicho preludio: una congregación religiosa debe tener sus puertas abiertas a todo el pueblo de Israel, sin distinción de clases sociales ni de niveles de observancia.

Esta idea se halla sugerida también en el pasaje de la Torá que habla de los ingredientes que conformaban el incienso que se ofrecía en el Tabernáculo y, luego, en el Templo de Jerusalem.

Según la tradición talmúdica, el incienso estaba compuesto por once ingredientes diferentes. Diez de las especias, emitían un aroma agradable (¡se nos enseña que el aroma del incienso llegaba hasta Jericó!). Sin embargo, uno de los ingredientes del incienso –el gálbano o Jelbená, en hebreo- desprendía un olor diferente y –por cierto- bastante desagradable.

Enseña la Guemará en nombre de Rabí Shimón Jasidá:

"Todo ayuno comunal en el que no toman parte los transgresores de Israel, no es un ayuno (valido), dado que el gálbano emitía mal olor, y (aun así) las Escrituras lo contabilizaron entre los ingredientes del incienso" (Kritut 6b).

Éste es, de hecho, un motivo recurrente en la tradición judía.

El gálbano del incienso, recuerda el caso de las aravot de nuestra festividad. Ellas también son partes del TziBuR. ¡Tal vez seamos nosotros lo que tengamos algo para ofrecerle a ellas! Finalmente, también el hijo malvado se sienta con nosotros  a la mesa del Seder...

Es por éso que cada integrante del pueblo de Israel resulta indispensable. De otra manera, el TZiBuR está incompleto.

Tal como enseñara alguna vez el Rabino Harold Kushner: 

Una congregación que reciba solamente santos, sería equiparable a un hospital que reciba sólo gente sana.