Podar,
sembrar, cosechar
Rabino
Gustavo Surazski
Uno de
los conceptos más complejos de entender de toda la Torá, aparece en los
primeros versículos de la Torá.
Allí se
nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza.
¿Cómo es
posible estar hecho a imagen de Alguien que no tiene imagen? ¿Cómo es posible
ser semejante a alguien que no tiene cuerpo, ni manos, ni mirada ni expresión
en el rostro?
Ya
nuestros sabios se confrontaron con esta pregunta en el Talmud, en el Tratado
de Sotá (14a).
Ser similar
a Dios –se nos dice allí- es imitar Sus atributos.
Así como
Dios vistió a los que no tenían ropa, cuando dio vestimenta a Adam y a Java,
así también nosotros debemos proveer de vestimentas a los necesitados.
Así como
Dios fue a visitar a los enfermos, como cuando bajó hacia Abraham después de su
berit milá, así también nosotros
debemos hacerlo.
Así como
Dios dio consuelo a los dolientes, como cuando bendijo a Itzjak después de la
muerte de Abraham, así también debemos obrar nosotros.
Así como
Dios se ocupó de aquellos que abandonan este mundo, como cuando sepultó a Moshé
Rabenu, así también debemos imitarlo.
¿Qué tal
si imitamos a Dios?, nos propone el Talmud.
....
Si
leemos las primeras páginas de la Torá, vemos que Dios se presenta a Sí mismo "vestido"
de jardinero.
‘Dios estableció un jardín en el Eden, y estableció
allí al hombre que había formado. Hizo brotar Dios desde la tierra todo árbol
deseable a la vista para comer y el árbol de la Vida estaba en el medio del jardín, así como el árbol del conocimiento
del bien y del mal...Tomó el Eterno Dios al hombre y lo estableció en el jardín
del Eden para cultivar y cuidar su tierra’ (Bereshit 2 , 8-9, 15).
Hace
algunas semanas, en mi visita periódica a la peluquería, leía en una revista
–mientras esperaba mi turno- algunos consejos interesantes de jardinería que
bien podrían aplicarse en nuesta vida cotidiana como judíos.
Primer
consejo: ‘Siempre plante por lo menos una verdura
nueva que no haya plantado el año pasado’.
¿Qué tal
si nos proponemos durante este nuevo año cumplir una nueva mitzvá o encarar un
nuevo proyecto?
¿Qué tal
si de una buena vez por todas nos proponemos enriquecer nuestro propio universo
espiritual como humanos y como judíos?
Del jardín debemos aprender que lo peor que le puede pasar a una persona no
es morir, sino vivir muerta.
Sin estilo,
sin perfume propio,
sin movimiento.
Segundo
consejo: ‘Comparta su jardín. El verdadero jardinero
cultiva tanto las personas como las plantas’.
Compartir el jardín es aceptar que somos bendecidos
cotidianamente con lo que brota de su tierra y que esta bendición se multiplica
cuando somos capaces de partirla y compartirla con los que menos tienen, con
los que necesitan y esperan.
Hacer Tzedaká, es una acción
concreta y no una reflexión teológica.
Es abrir la mano al que necesita y entender que cuando se da, se gana más
de los que se pierde.
Tercer consejo: ‘Lea usted
un libro de jardinería al comienzo del año’.
Abramos las puertas de nuestras bibliotecas para sambullirnos en el
manantial de aguas frescas de nuestra tradición y regar con éstas la aridez de
nuestra vida judía.
Dediquemos un tiempo al estudio de la fuentes judías,
y visitemo en lugares donde los valores judíos
se vivan con pasión.
Sostengamos el desafío de leer un Libro de Jardinería
Judaica al empezar este año.
Y un cuarto y último consejo: ‘Elimine
toda la mala hierba de su jardín al terminar el invierno, cuando el jardinero
tiene aún energía y voluntad, para evitar que estas hierbas crezcan o se
expandan y arruinen el resto de su jardín’.
Así como en la naturaleza hay ciclos y estaciones,
también en la jardinería del espíritu hay un tiempo para cada cosa.
Los
Iamim Noraim, que acabamos de finalizar, son las grandes oportunidades que Dios
nos dio para 1impiar nuestro jardín. Liberarnos de aquello en lo que nos
equivocamos y que nos disminuye como personas, como judíos, como flores en este
jardín de lo humano.
Remover las malezas, los yuyos,
atacar con firmeza las plagas.
Podar,
recortar,
limpiar;
abrir caminos,
preparar la tierra para un nuevo año, una nueva
siembra, una nueva cosecha.
Que las malezas y los yuyos que arrancamos de nuestra
vida durante el mes de Tishrei nos permitan renacer en este año que se está
iniciando y lo transforme en un año bendiciones repleto de flores hermosas,
coloridas y aromáticas.
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