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lunes, octubre 15, 2007

Parashat Lej lejá 5768

El costo de los sueños

Al comienzo de Parashat Lej Lejá, escucharemos nuevamente el llamado a Abraham Avinu: "Y dijo Di-s a Abram: Ve para ti de tu tierra y de tu parentela y de la casa paterna, a la tierra que te señalaré. Y te haré por pueblo grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás una bendición" (Bereshit 12:1-2).

RaSHI es sensible a la multiplicidad de bendiciones que son mencionadas en dichos versículos. Está escrito: "Y te haré por pueblo grande", "Y te bendeciré", "Y engrandecré tu nombre". ¿No era acaso suficiente que la Torá diga "Y serás una bendición"?

RaSHI responde a dicho interrogante de manera formidable:

(¿Por qué son necesarias tres bendiciones para Abram?)

Dado que los viajes suelen afectar tres aspectos (claves en la vida de una persona): Afectan la capacidad procreativa, disminuyen la riqueza (de la persona) y lastiman su nombre. Por ello fueron necesarias estas tres bendiciones; Él (Di-s) le prometió hijos, riqueza y un buen nombre (RaSHI a Bereshit 12:2).

RaSHI sugiere que toda persona suele pagar un alto precio al momento de elegir un nuevo camino. Su familia, sus bienes y su buen nombre pueden verse afectados seriamente por la decisión.

No obstante sería erroneo concluir que es preferible quedarse quieto en lugar de transitar nuevos caminos y experimentar nuevas búsquedas. Los visionarios siempre asumen riesgos.

Podemos graficar esta idea mediante el siguiente ejemplo:

Cuando hoy viajamos por una ruta, sabemos que la misma fue ideada por ingenieros y profesionales de múltiples áreas.

Sin embargo cabe preguntarse: ¿Quién eligió el trayecto de dicha ruta?

En la era moderna, los constructores de caminos se apoyan en tecnología de última punta -como la fotografía satelital- a la hora de trazar senderos. No obstante, en ciertas ocasiones solemos circular por caminos cuya senda fue trazada hace cientos de años por algún intrepido viajante que buscó un camino por entre las montañas.

Muchos fueron los que siguieron sus pasos, hasta que un día aquellas primeras huellas se transformaron en una senda de tierra. Los años hicieron que aquella senda de tierra, se viera cubierta un buen día por empedrado, hasta que el cabo de un tiempo aquel empedrado fue cubierto por asfalto.

Hoy día, nuestro viaje se ha tornado sencillo. Sabemos bien cómo llegar a destino e incluso podemos saber cuánto demorará nuestro viaje. Pero aquel pionero que se hizo un camino por entres la montañas, asumió riesgos...

No sabía con qué habría de encontrase más allá del monte; no sabía si su buey o su burro tolerarían las inclemencias del camino; no sabía...

Ésto es exactamente lo que ocurrió con Abraham Avinu.

Hace un tiempo leí que Thomas Edison realizó dos mil intentos hasta llegar a inventar la bombita eléctrica. Luego de realizado el invento, un joven periodista le preguntó que había sentido con tantos fracasos. Edison respondió: "Yo no fracasé ni una sóla vez. Invente la bombita electrica...Lo mío solo fue un proceso de dos mil pasos".

Un viejo adagio dice que "todos los comienzos son difíciles" a lo que yo agregaría: "Y si no es difícil, eso significa que aun no has comenzado".

Tendemos a creer que el camino de Abram rumbo a la tierra de Cnaán comienza en Parashat Lej lejá. Sin embargo, si prestamos atención, veremos que hacia el final de Parashat Noaj se encuentra el punto en el cual Abram abandona Ur.

"Y tomó Teraj a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo y a Sarai su nuera, mujer de Abram, su hijo, y salieron con ellos de ur de los Casdeos, para ir a la tierra de Cnaán. y llegaron hasta Jarán, y se establecieron allí. Y fueron los días de Teraj doscientos cinco años, y murió Teraj en Jarán" (Bereshit 11:31-32).

La Torá nos cuenta algo sumamente interesante: también Teraj quiso llegar hasta la tierra de Cnaán. Sin embargo, al llegar a Jarán, prefirió quedarse allí. Por lo visto, Teraj no tenía ningún desvelo por llegar a aquella tierra.

Abraham escuchó la voz de Di-s y siguió adelante, aun cuando supo que asumía riesgos. Sin embargo, los visionarios siempre pagan un costo por sus decisiones.

Ser visionario no es algo propio de unos pocos elegidos, como Abraham Avinu. También nosotros, corremos en pos de sueños más humildes en nuestras pequeñas vidas. También nuestras vidas contienen esos puntos de inflexión en los cuales debemos elegir si seguimos para adelante o no quedamos quietos a fin de no asumir riesgo alguno.

Y en dicho punto, sólo nosotros habremos de decidir si seguiremos adelante en pos de nuestro sueño -a pesar de los riesgos que ésto conlleva consigo- o si proseguiremos nuestra vida adelante dejando pasar de largo una nueva oportunidad.


miércoles, octubre 10, 2007

Parashat Noaj 5768

¿Piedra o ventana?

La historia de Noaj es una de las historias favoritas de los niños debido a sus animales, sus pajaros y su arcoiris multicolor.

Tendemos a imaginarnos a Noaj mirando la lluvia bajo el techo de la cubierta del arca junto al elefante, la jirafa y los monos, pero al leer la descripción del arca en la Tora, vemos que la misma difiere notablemente de la idea que tenemos en nuestra mente. No había en el arca techo bajo el cual guarecerse y de hecho tampoco existía cubierta alguna.

De hecho, el arca se asemejaba más a un submarino que a un barco. Había una única ventana en el arca y sólo a través de ella los que moraban en su interior sabían de aquello que ocurría afuera.

Sin embargo, este es también un punto polémico e la exégesis bíblica.

La palabra "Jalon" (ventana) no aparece en nuestra porción de la Torá, sino más bien la palabra "Tzohar" que tiene más de un significado. Algunos la traducen como "claraboya", que es una clase de ventana, mientras que otros prefieren traducirla como "piedra preciosa" (RaSHI).

El Rabino Shlomo Kluger hace al respecto un comentario interesante: ¿Cuál es la diferencia entre una piedra preciosa y una ventana? , pregunta el Rabino.

Una ventana deja pasar la luz y a través de ella vemos aquello que ocurre afuera. Una piedra preciosa, por su parte, logra absorver la dentro suyo, pero no nos permitirá jamás ver a través suyo.

Esta diferencia coincide con la controversial personalidad de Noaj. Hay quienes sostienen que su corazón y sus pensamientos estaban con aquello que estaba ocurriendo en el exterior mientras que otros opinan que Noaj sólo se ocupaba de pensar en los suyos olvidándose del dolor que se abatía sobre el genero humano y que era bañado por el agua allí afuera.


El arca, en la historia de Noaj, simboliza la seguridad, la burbuja o la torre de la marfil.

Cada uno en su propia vida se sienta dentro de sus propias torres de la marfil. Están los que gozan de estabilidad económica y se olvidan de que en el mundo –y tal vez en la casa del vecino- existe pobreza y hambre. Están quienes habitan la torre de marfil de la calidez familiar y olvidan que mucha gente en el mundo sufre de una soledad lacerante.

Son muchas las burbujas que pueden cobijarnos....

Hay una famosa polémica en la Gemará (Megila 24b) entre Rabí Iehudá y los sabios acerca de si una persona ciega está obligada a recitar la bendición de las luminarias en la oración matutina.

¿Cómo puede un hombre ciego decir "quien forma la luz y crea la oscuridad" (Iotzer Or Uboré Joshej) si jamás ha visto la luz en su vida?

Rabí Iosei señala en el Talmud que siempre se vio perturbado por aquel versículo que dice: "Y estarás palpando en el mediodía, como palpa el ciego en la tiniebla" (Devarim 28:29). ¿Qué diferencia tiene para una persona ciega si hay claridad o hay tieniebla? ¡En todo caso él no puede ver!

El mismo Rabí Iosei responde a su interrogante mediante una historia de la que fue protagonista:

En una ocasión -cuenta Rabí Iosei- caminaba en la oscuridad de la noche y percibió que un hombre ciego caminaba en dirección suya con una antorcha en la mano.

Le preguntó: "Hijo mío...¿qué función cumple esa antorcha?

El hombre ciego le respondió: “Mientras llevo la antorcha en mi mano, la gente puede verme andar y ayudarme a no tropezar”.

El propósito de la luz es no sólo iluminar el camino para nosotros, sino también permitirnos ver a nuestro prójimo y a su propio mundo.

La controversia con respecto a la palabra "Tzohar" no es una mera discusión semántica. Es una controversia que nos ayuda a pensar acreca de si una sociedad mejor es posible.

"¡Sal del arca!" (Bereshit 8:16), dice Di-s a Noaj cuando las aguas bajan. "Sal del arca, porque hay un mundo fuera de las paredes de tu burbuja".

Solamente Noaj decidirá si transformará al "Tzohar" en "Zohar" (brillo) y traerá luz al mundo, o si la convertirá en "Sohar" (una prisión) y se la quedará sólo para él.

viernes, octubre 05, 2007

Parashat Bereshit 5768

Los Ojos de Di-s

Nuestros sabios nos enseñan que si un hombre es atacado por el Ietzer HaRa (por su impulso del mal) y siente que no lo puede controlar, debe vestirse de negro e irse a un lugar donde nadie lo conozca para hacer allí lo que su corazón desea que haga y no profanar el nombre de Di-s en público (Jaguigá 16a).

Cuenta una historia que a un Rabino le ocurrió esto.

Un buen día, sintió unas ganas descomunales de comer cerdo, un "manjar" que le estaba vedado desde hacía largos años.

Siguiendo el consejo del Talmud, vistió de negro tomó con su auto la carretera hacia el sur y luego de andar casi quinientos kilómetros se detuvo en una inhóspita posada, en la cual –de seguro- nadie lo conocía.


Nervioso, tomó asiento, y llamándo al mozo pidió un cerdo entero. Al cabo de unos minutos, sintió que un imponente omnibus estaba arribando al lugar, por cuya puerta descendía gente que el conocía más que bien. Todos los madrijim de su congregación, todos los janijim y algún que otro dirigente de su sinagoga estaban ingresando súbitamente al lugar, en el precsio momento en el que el mozo salía de la cocina, bandeja en mano y con un enorme cerdo que atenazaba entre sus dientes una deliciosa manzana colorada.

Sorprendidos ante el particular pedido de su Rabino, la gente ya había perdido la respiración.

El Rabino tragó saliva, los miró y les dijo: ‘¡Increíble! Uno viene hasta estos lugares, se pide una manzana completa y...¡miren lo que le traen!’.

.....

Podremos correr, tomar la ruta hacia el sur y escaparnos de los ojos de los otros.Podremos incluso engañarlos, si es que nos toman por sorpresa a la hora de la transgresión.

Pero...¿dónde podremos correr para escaparnos de los ojos de Di-s?¿Existe acaso algún lugar en el cual podamos escondernos de Sus ojos? Ya la misma Torá nos cuenta en la Parashá de esta semana que cuando Adam y Java comieron del árbol, se escondieron entre los árboles del gan eden al escuchar la voz de Di-s que se acercaba...

Di-s preguntaba: ‘¿Dónde estas?’, no porque no sabía dónde estaban, sino porque quería ver su reacción.

Tal vez recuerden que de pequeños nos ocurría algo parecido.

Un domingo de lluvia de tarde, hora de la siesta, aburridos como hongos en casa, sin nada para hacer, comenzábamos a insistir para que papá o mamá jugaran con nosotros a las escondidas.

Después de mucho insistir accedían a nuestro pedido. Corríamos a escondernos, y escuchábamos ‘¿Dónde estas?’.

Sólo en nuestra ingenuidad pensábamos que no nos encontraban por lo bien que nos habámos escondido.

Pero...¡Cómo no iban a econtrarnos si conocían cada rincón de la casa! Por bueno que fuera el escondite...¡cómo no nos iban a encontrar!.

No sé si recordarán la película ‘The Truman Show’ que se vio hace algunos años.

Un hombre que sin saberlo era filmado por decenas de cámaras día y noche y observado por una multitud a través de las pantallas de TV, que espiaba su vida y su intimidad...¿Y si fuera que en realidad no nos espía una multitud, sino que el que nos espía es Di-s?

¿Y si fuéramos nosotros mismos los protagonistas de esta miniserie celestial que se inmiscuye hasta en el más mínimos detalle de nuestra intimidad.

Nuestra generación ha perdido, en cierta medida, esta dimensión de la religiosidad. Dejó de sentir los ojos de Di-s posados sobre sus espaldas...

Olvidamos que Di-s no atiende únicamente en la sinagoga. Olvidamos que Di-s también está presente en nuestro dormitorio, o incluso en la caja registradora de nuestros comercios.

Olvidamos que hay algo más que una multitud de mirones que nos observan, y de los cuales sí nos podríamos esconder, y a los cuales sí podríamos engañar si así lo quisiéramos...

Cuando enfermó Raban Iojanán ben Zakai, sus alumnos ingresaron a verlo y le pidieron una bendición.

‘Maestro...¡Bendícenos!’, le dijeron.

Y el maestro, con el último aliento les dijo: ‘Sea la voluntad de Di-s que vuestro temor al Cielo esté sobre vosotros de la misma manera que está sobre vosotros el temor a la gente. Que así como se cuidan de aquello que dirá la gente, se cuiden de aquello que dirá Di-s’ (Berajot 28b).

Que esta bendición se haga extensiva a todos nosotros.