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martes, agosto 18, 2009

Parashat Shoftim 5769

Justicia en la batalla

Parashat Shoftim, contiene entre sus lineas una significativa cantidad de leyes referidas a la organización del estado y de la justicia.

Los temas se van sucediendo con una rapidez asombrosa. Se comienza hablando del establecimiento de Tribunales de justicia, luego se hablará del respeto a los veredictos de los Batei Din y de allí se pasará a definir el cargo del rey y las limitaciones de su función.

Sin embargo, después de abundar en detalles acerca de estas leyes, la Torá cambiará de rumbo y pasará a hablar de la guerra.

"Cuando salgas a guerrear contra tus enemigos, y vieres caballos y carros, un pueblo más numeroso que tú, no les temas, pues el Eterno, tu Di-s, (está) contigo, el que te hizo salir de la tierra de Egipto" (Devarim 20, 1).

El político y periodista francés Georges Clemenceau dijo alguna vez que ‘la guerra es un asunto demasiado grave para confiárselo a los militares’. Tal vez por eso, la Torá considera imprescindible establecer los límites a un acto que –por definición- pareciera no tenerlos.

La Torá se encarga de decirnos que la guerra no es el juego del ‘vale todo’. Existen normas éticas a la hora de la batalla y ciertas barreras que no deben ser traspasadas. La victoria no debe cegar los ojos del hombre y autorizarlo a cometer abusos escudándose en la inmunidad que brinda su condición de vencedor -o bien- en el anonimato que otorga el combate. La guerra -aunque parezca mentira- también tiene reglas y la Torá se encarga de mencionarlas.

RaSHI tiene un interesantísimo comentario acerca de esta sucesión temática entre justicia y guerra. ¿Por qué la guerra sucede a la justicia? ¿Qué tiene que ver un tema con el otro?

Dice RaSHI: El texto vincula la salida de la guerra a la justicia para decirte...si haces justicia, de seguro que vencerás al salir a la batalla.
Este comentario de RaSHI, no hace más que poner bajo la lupa uno de los temas más candentes de nuestra realidad israelí: los límites de la guerra. ¿Cómo hacer para empuñar armas en defensa propia y mantener la altura moral que emana de nuestra tradición? ¿Cómo hacer para defender nuestra integridad física sin perder integridad espiritual?

Y lo más complejo: ¿Cómo discriminar entre la crítica antisemita y judeofóbica que lastima a Israel de la crítica legítima que habla de abusos de poder entre nuestros soldados que denigran a otros seres humanos por el sólo hecho de vivir detrás de una línea verde?

Israel tiene desde hace más de medio siglo un desafío que le fue ajeno durante casi dos milenios: ¿cómo hacer la guerra sin dejar de ser quién es? ¿Cómo seguir siendo Iaakov y no transformarnos en Esav? ¿Cómo entender que la espada es un medio y no un fin? ¿Cómo defender una causa justa de manera justa?

Tal vez el inicio de Parashat Shoftim haga hincapié en este último punto.

Parashat Shoftim, contiene entre sus primeras líneas uno de los psukim más conocidos de toda la Torá: Tzedek, Tzedek Tirdof (Justicia, Justicia perseguirás).

¿Por qué este imperativo de buscar justicia contiene dos veces la palabra ‘Tzedek' (Justicia)? ¿No bastaba con decir Tzedek Tirdof?

Dice Rabí Simja Bunem de Pshisja: "Incluso a la justicia, la debes perseguir por medio de la justicia".

Las causas justas se defienden transitando caminos justos y acertados. Los objetivos santos –como es defender nuestra tierra- se alcanzan utilizando métodos santos.

RaSHI –en su comentario a la Torá- no está diciendo solamente que hacer justicia te garantiza una victoria. RaSHI –al menos así lo entiendo yo- también quiere decirnos que si ganas una guerra olvidándote de la justicia, en realidad perdiste.
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martes, agosto 11, 2009

Parashat Reé 5769

Abriendo la mano

Si hubiere entre tí mendigo...abrir, abrirás tu mano a él (Devarim 15:7-8)


Cincuenta y cuatro mitzvot son mencionadas en Parashat Reé, entre ellas varios preceptos referidos a la Tzedaká. Respecto a esta mitzvá, se nos cuenta en el Tratado de Baba Batra (10a) una historia por demás curiosa.

Rav Papa, unos de los más reconocidos sabios de Babilonia, estaba subiendo la escalera y -súbitamente- ésta se rompió poniendo en peligro su vida. Le dijo Jía bar Rav Mi-Difti: ‘¿Acaso vino un pobre a tí, y no le diste sustento?’.

La conclusión de Jía bar Rav Mi-Difti resulta sorprendente: ¿Qué relación hay entre una escalera rota y la miztvá de Tzedaká?

Muchos siglos después de aquel singular hecho, Rabí Eliahu, el Gaón de Vilna respondió a este interrogante: ‘Los signos de cantilación’ de las palabras ‘abrir, abrirás’ son ‘Dargá-Tevir’ que significan ‘escalera rota’.

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Nos hallamos en vísperas del mes de Elul, tiempo en el cual incrementaremos nuestras Tefilot, nuestra Teshuvá y nuestra Tzedaká.

A lo largo de las generaciones, las fuentes hebreas han vínculado al precepto de la Tzedaká con la prolongación de los días del hombre. Se nos dice, por ejemplo, que "la Teshuvá, la Tefilá y la Tzedaká atenúan la severidad del veredicto divino" y en el libro de Mishlei se va incluso más lejos cuando se nos enseña que "la Tzedaká salva de la muerte" (Mishlei 10, 2).

¿Qué significa todo ésto?

Hemos conocido a muchos malvados a quienes la vida les ha sonreído y suben escaleras sin inconveniente alguno, mientras que otros hombres piadosos y justos han vivido vidas de infortunio.

¿Cómo debemos interpretar todos estos pasajes?

Permítanme compartir con ustedes una historia real.

Natan Strauss, un conocido filántropo judeo-americano, visitaba Israel (por entonces Palestina) junto a su hermano mayor Isidor en el año 1912. La leyenda cuenta que el impacto emocional que recibió Natan Strauss fue mayúsculo: solo vio en Palestina pobreza, sufrimiento y enfermedad y decidió que era hora de ayudar.

Según cuentan sus biógrafos, Natan Strauss donó dos terceras partes de su fortuna para diferentes proyectos en Eretz Israel: hospitales y centros de asistencias a los necesitados fueron sólo algunas de sus obras.

Una calle en el centro de Jerusalem, lleva su nombre e incluso una bellísima ciudad en Israel que perpetúa su memoria: la ciudad de Natania.

La historia cuenta que que en aquella oportunida Natán Strauss había llegado a Israel de paso, en el marco de unas vacaciones a Europa que estaba emprendiendo con su hermano. Pero era hora de regresar; su hermano insistía con la fecha: el 10 de abril de 1912 tenían que estar en el puerto inglés de Southampton para tomar el barco de regreso a EEUU.

Natan Strauss –cuenta la historia- prefirió quedarse en Tierra Santa; el panorama en Palestina era demasiado lúgubre como para que él regresara. Ese 10 de abril de 1912, su hermano Isidor llegó hasta ese puerto inglés y junto con su mujer subió al barco que los esperaba para regresar a casa. Dicho barco quedaría incorporado a una de las páginas más lúgubres de la historia del siglo XX. Su nombre era el TITANIC.

Natan Strauss se quedó en Palestina...

Desconozco como funciona el ajedrez celestial. A menudo resulta tranquilizante y reconfortante el pensar que existe relación entre el precepto de Tzedaká, el estado de las escaleras en Babilonia y la ubicación de los icebergs en el océano.

Los caminos de Di-s -ya se nos ha enseñado- son ocultos a los ojos del hombre.

Lo que sí estoy convencido es que dichos actos de benevolencia, como los mencionados en la biografía de Natán Strauss, son los que le dan a nuestra vida un halo de inmortalidad.

Quiera Di-s que a partir de este mes de Elul que se inicia, podamos llevar a cabo una vida de entrega y de buenas obras.
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lunes, agosto 03, 2009

Parashat Ekev 5769

Extranjeros

Parashat Ekev menciona una de los preceptos más difundidos de la Torá. No estoy refiriéndome al kashrut, ni a las leyes de pureza familiar ni al cuidado del Shabat. La Torá, en nuestra Parashá, menciona una vez más el imperativo de amar al extranjero.

"Hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero dándole pan y vestido. Y amaréis al extranjero, pues extranjeros fuistéis en la tierra de Egipto" (Devarim 10, 18).

Este precepto es recordado no solamente aquí, sino que aparece formulado de diferentes formas treinta y seis veces a lo largo del texto bíblico.

Ya la Guemará se pregunta (Baba Metzía 59b): ¿Por qué razón la Torá nos advierte treinta y seis veces respecto a este precepto?

Nos responde Rabí Natán: "No menciones tu (propio) defecto a tu compañero". Rabí Natán nos enseña que si un judío se burla, humilla y maltrata a un extranjero, de hecho está tranformándose en el principal destinatario de su propio maltrato. El "defecto" del cual se burla, es su propio "defecto". También el judío ha sabido ser extranjero en tierra ajena.

Cuando un hombre llega a la conlusión de que su propio antepasado sufrió humillaciones, el grado de empatía hacia los desprotegidos se potencia. Si uno comprende que su propio padre lidió con la sociedad para encontrar refugio y abrigo, entonces el modo de ver al mundo cambia drásticamente.

Hace unos años cuando visité por primera vez Israel me llené de asombro al ver que versículos biblícos como "Mi-Pnei Seiva Takum Ve-Hadarta Pnei Zaken" ("Delante de las canas te pararás y honrarás el rostro del anciano") (VaIkrá 19, 32) estaban integrados a la señalizacion del transporte público de pasajeros. La idea de incorporar un versículo escrito hace miles de años en un vehículo del siglo veinte me agradó sobremanera.

Tal vez hoy, cuando muchos aun se niegan a dar respuesta al sufrimiento de los refugiados de Darfour y cuando los trabajadores extranjeros (y muchas veces también los olim jasdashim) reciben un trato humillante e indignante por ciertos sectores de nuestra sociedad, cabría integrar a la señalización urbana versículos al estilo de "Ve-Ahavtem Et Ha-Guer" ("Y amaréis al extranjero"), para no olvidar que también nosotros fuimos extranjeros en la tierra de Egipto.
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