Buscar este blog

miércoles, abril 25, 2018

Parashat Emor 5778

Elogio de la espera

El escritor argentino Alejandro Dolina contó alguna vez acerca de un joven impaciente que quería crecer con premura para vivir una vida independiente. 

La etapa tan deseada se demoraba en llegar y el joven -ansioso- se disgustaba con los caprichos del tiempo. 

Una noche, un ángel se le apareció al joven, trayendo consigo un regalo celestial:

"Este es un ovillo de hilos de seda", le dijo.

"Con la ayuda de este ovillo podrás evitar las esperas largas. Cuando desees anticipar algún evento de tu vida, sólo debes tirar de los hilos y el futuro se habrá de convertir en presente. Sólo ten cuidado y utilízalo con sabiduría", advirtió.

El joven recibió el regalo divino con entusiasmo, tiró del hilo y -en segundos- se transformó en adulto.

Miró a su alrededor, y comprendió que se hallaba en un elegante evento social. Allí conoció a una mujer que encendió la chispa de amor que anidaba en su corazón.

Sin embargo, la espera por ver a esa mujer convertida en su esposa era demasiado pesada para él. Fue entonces que tiró nuevamente de los hilos, y aquella mujer estaba -de blanco- parada junto a él bajo el palio nupcial. 

Luego, volvió a tirar del ovillo para que nazca su primer hijo. Nueve meses era demasiado para él...

Luego el segundo. Y luego, para que ambos crezcan. Los nietos  del hombre nacieron con un nuevo tirar de hilo, y todo esto ocurrió sin ninguna espera gracias a este regalo celestial. 

El hombre se puso viejo y cansado. Tiró del hilo una vez más, casi por inercia, pero esta vez ya no quedó más hilo por tirar. Llegó al final del ovillo... 

Fue entonces que el mismo ángel se le apareció y le dijo: "Te advertí que tuvieras cuidado, pero veo que no me has escuchado. Esos hilos eran tu vida, y esta también llegó a su fin". 

El hombre respiró su último aliento.

Desde su primer encuentro con el ángel, solo había pasado un mes...

....

La moraleja de esta historia es clara. La mayoría de nuestras vidas vivimos esperando.

Esperamos ser grandes. Casarnos. Tener hijos. Que estos se casen. Que nazcan nietos. 

Tal vez no todos esperen esto. Pero pero sí esperamos viajes, reencuentros, vacaciones. En definitiva -dice Dolina- casi siempre estamos esperando... 

Desde ya que la espera sólo será especial si un deleite nos espera al final del camino. Sin el goce, la espera será cruel y dolorosa, porque no hay hombre que pueda esperar años por algo que no vendrá. 

No obstante, la ecuación de la vida es siempre parecida. La vida tiene algunos momentos de éxtasis, pero el grueso de nuestros días estamos esperando.  

Traeré otra parábola, pero esta vez de la vida real. Hace unos años, visité con mis hijas el parque de diversiones en Jol Hamoed Pesaj. Todo aquel que haya visitado un parque de diversiones israelí durante la semana de Pesaj, sabe que esto se asemeja al alquiler de una cabaña de fin de semana a la vera del infierno. El placer puede ir mezclado con una gran dosis de sufrimiento.

Estuvimos seis horas en el parque, de las cuales esperamos cinco horas y media parados en kilométricas filas y logramos jugar -neto- sólo durante media hora.

Esperamos mucho, jugamos algo, pero la recompensa finalmente fue enorme. A pesar del calor y la larga espera, nos reímos y disfrutamos.

...

Así -finalmente- son nuestras vidas

Existen esperas célebres en la Torá. Iaakov Avinu, trabajó siete años por su amada Rajel "y fueron a sus ojos como unos (pocos) días por el amor que le tenía" (Bereshit 29:20). La espera, en su caso, sólo intensificó el amor que sentía por ella.

Otra célebre espera se vincula con la época del año que atravesamos por estos días en el calendario hebreo. Se trata de la cuenta del omer que es mencionada en la Parashá de esta semana. 

"Y contaréis para vosotros desde el día siguiente al primer día festivo, desde el día en que hubiereis traído la gavilla de la tenufá, siete semanas; (siete semanas) completas serán" (VaIkrá 23, 15).

¿Por qué esperar siete semanas desde el momento de nuestra libertad -en Pesaj- hasta el momento de la entrega de nuestra Torá?

¿Por qué los israelitas no eran dignos de recibir la Torá inmediatamente después de salir de Egipto?

Dice Rabí Itzjak en el midrash: "Israel debiera haber recibido la Torá, inmediatamente al salir del Egipto. Ocurre que el Santo Bendito dijo: Mis hijos aun no se han recuperado de la esclavitud de arcilla y ladrillos, y no pueden recibir la Torá inmediatamente?

¿A qué se parece esto?

A un rey cuyo hijo estuvo enfermo. Le dijo el maestro (del joven) al rey: "Tu hijo debe regresar a su escuela". Le dijo el rey: "Mi hijo aun no ha terminado de recuperarse de su enfermedad...¡¿y tú me dices que debe regresar a la escuela?! Ante todo, mi hijo se recompondrá por tres meses por medio de la comida y la bebida, y luego retornará a su escuela.

Así, pues, dijo el Santo Bendito: "Mis hijos aun no se han recuperado de la esclavitud de arcilla y ladrillos...¿y les doy la Torá inmediatamente? Mejor se recompondrán dos o tres meses por medio del mán, el pozo de agua, y la codornices y luego les daré la Torá "(Kohelet Rabá 3).

De aquí se deduce que las esperas son esenciales en la vida.

Y si un ángel viniera a visitarnos con un ovillo de seda en la mano, debiéramos cuidarnos de caer en la tentación de tirar de aquel hilo. Mejor sería envolverlo gentilmente, y guardarlo junto a nuestros objetos más preciados. 

Porque esperar, es parte constitutiva de la vida. 

Como mis hijas y yo en el parque de diversiones. 
Como Iaakov al esperar por el amor de Rajel. 
Como la espera para recibir la Torá en la festividad de Shavuot. 

Esperas largas y resplandor en nuestros rostros cuando la espera concluye y llega el momento ansiado.

Las esperas no sólo son parte constitutiva de nuestras vidas, sino la mayor parte de la misma. 
La mayoría de nuestras vidas vivimos esperando.



jueves, abril 12, 2018

Parashat Sheminí 5778

Preguntas al Cielo

La muerte de Nadav y Abihu, hijos de Aharón HaCohen, resulta ser uno de los pocos pasajes del libro de VaIkrá dueños del mismo dramatismo que solemos encontrar en los otros libros de la Torá. De hecho, la inmensa mayoría del libro de VaIkrá está dedicada a leyes referidas a los sacrificios, la santidad, la pureza y la impureza.

Sin embargo, el pasaje del trágico deceso de los hijos de Aharón encierra un mensaje diferente.

"Tomaron los hijos de Aharón, Nadav y Abihu, cada cual su incensario y pusieron en ellos fuego sobre el cual colocaron el incienso y ofrecieron ante el Eterno fuego profano, lo que Él no les había prescripto. Empero salió un fuego de ante el Eterno y los consumió y ellos murieron ante el Eterno...Y calló Aharón" (VaIkrá 10, 1-3).

El pecado de los hijos de Aharón ha sido motivo de innumerables interpretaciones a lo largo de los siglos. Posiblemente, junto al pecado de la piedra de Moshé, sean las transgresiones más comentadas entre los exégetas bíblicos. La razón de esta multiplicidad de comentarios, es que la Torá –sugestivamente- calla y no explicita la naturaleza de estos pecados.

Al igual que la Torá, también Aharón calla. No busca explicaciones. Un silencio que posiblemente sintetice la incapacidad humana de hallar respuestas ante el dolor.

....

Existe un triste fenómeno en el judaísmo contemporáneo de rabinos que buscan respuestas ligeras ante tragedias incomprensibles. Resultará irrelevante si se tratan de mezuzot en mal estado, o de conductas sexuales inadecuadas. Los profetas modernos parecen conocer a la perfección el manual divino de recompensa y castigo. Accidentes de tránsito, enfermedades terminales y muertes prematuras -o la misma Shoá que recordamos hoy- encontrarán siempre una explicación oportuna cuando se trata de estos personajes.

Frente a semejante imprudencia moral que ofrece –cual verdad absoluta-  la justificación terrenal del dolor, el silencio de Aharón resulta digno de mención. Cuando no se entiende, mejor permanecer callado.

"Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni son vuestros caminos Mis caminos, dice el Eterno", leemos en el libro de Ishaia (55, 8). De allí que suela decirse que los caminos de Dios son ocultos ante nuestros ojos y cualquier intento de hallar respuestas ante el mal será vano.

Sin embargo, si nos dirigimos a las Escrituras y a la literatura rabínica, veremos que nuestros antepasados eran bastante más "insolentes" ante la adversidad y el dolor de lo que somos nosotros en nuestros días. Desde el mismísimo Abraham que -ante la inminente destrucción de Sedom y Amorá-dijo a Dios "¿Acaso destruirás al justo con el perverso? (Bereshit 18, 23) y hasta Moshé que pide ser borrado de la Torá ante el deseo divino de castigar el pecado del becerro.

Sin embargo, esta osadía ante los decretos divinos no es exclusivamente bíblica. En tiempos de la destrucción del segundo Templo el versículo "¿Quien se iguala a Tí, Eterno, entre los dioses?" (Mi Jamoja Ba-elim Ad-nai) se interpretó como "¿Quien se iguala a Tí, Eterno, entre los mudos?" (Mi Jamoja Ba-Ilmim Ad-nai) (Guitín 56b).

¿Cómo pudo callarse Dios al ver la afrenta que provocó Tito al destruir Jerusalem?, se preguntaban en la Academia de Rabí Ishmael.

Respecto al versículo "el Dios grande, el poderoso y el terrible" (Devarim 10, 17) -fuente bíblica del inicio de la Amidá- enseñan nuestros sabios que al ver el profeta Irmiah a los idólatras bailando en el Santuario se preguntó: "¿Que se hizo del temor que (Dios) debiera infundir?" y omitió la palabra Terrible en su oración (ver Irmiah 32, 18). Luego vino Daniel y al ver a sus hijos esclavizados por los idólatras dijo: "¿Qué se hizo de Su poder?" y omitió la palabra Poderoso en su oración (ver Daniel 9, 4).  Sólo cuando vinieron los hombres de la Gran Asamblea reinsertaron dichas palabras en la oración, pero justificaron la re-inclusión diciendo: Su poder reside en el hecho de que logra controlar su ira ante los malvados, y si no fuera por el temor que infunde...¿cómo hubiera podido Israel subsistir entre idólatras?

El Talmud pregunta  a continuación cómo es posible que Irmiah y Daniel cambiaron las palabras propuestas por Moshé en Devarim. Y responde Rabí Eleazar: Dado que Dios se apega a la verdad y odia la mentira, Irmia y Daniel no querían mencionar atributos que no veían manifestarse (ver Iomá 69b).

Cientos de años más tarde, Rabí Leví Itzjak solía reprocharle a Dios con idéntica osadía. Cuando llegaba al versículo que dice ‘A ninguna viuda y huérfano atormentaréis’ (Shemot 22, 21), levantaba sus ojos al cielo y decía con el corazón quebrado: ‘¡Soberano del universo! Más de una vez nos has advertido en tu sagrada Torá de no atormentar a la viuda y al huérfano. Y he aquí que nosotros, Tu pueblo Israel, estamos en un estado de horfandad, como dijo el profeta de las lamentaciones: ‘Nos hemos vuelto huérfanos. No tenemos padre’ (Eijá 5:3). Hoy estoy aquí parado como representante de Israel para preguntarte: ‘¿Dónde ha quedado la piedad que sueles manifestar hacia tus huérfanos sumidos en la angustia? ¿Por qué nos dejas en estas tierras extrañas durante dos mil años? Ha llegado el momento -Soberano del universo- de que nos saques de este prolongado exilio en el que estamos sumergidos y hagas realidad aquel versículo que dice: ‘A ninguna viuda y huérfano atormentaréis’.

Nadie podrá acusar a los protagonistas de estas historias –desde Abraham Avinu y hasta Rabí Leví Itzjak- de carecer de fé por indagar y cuestionarse sobre los atributos y los decretos divinos. Por el contrario: quien es dueño de semejante fe no tiene miedo de perderla al indagar sobre Dios.

(A menudo me pregunto cómo es posible que un acontecimiento histórico como la Shoá no haya sacudido los cimientos teológicos del judaísmo)

El silencio de Aharón es digno de mención. Es el dolor de la víctima que sufre y no tiene fuerzas para indagar por la razón de su dolor.

Sin embargo, la osadía judía para desafíar a Dios y "ponerlo entre las cuerdas" jamás debe ser olvidada. Finalmente, esa insolencia fue la que logró redefinir la fe judía ante la tragedia, logrando mantener vivo el mensaje del Dios vivo.