Elogio de la espera
El escritor argentino Alejandro Dolina contó alguna vez acerca de un joven impaciente que quería crecer con premura para vivir una vida independiente.
La etapa tan deseada se demoraba en llegar y el joven -ansioso- se disgustaba con los caprichos del tiempo.
Una noche, un ángel se le apareció al joven, trayendo consigo un regalo celestial:
"Este es un ovillo de hilos de seda", le dijo.
"Con la ayuda de este ovillo podrás evitar las esperas largas. Cuando desees anticipar algún evento de tu vida, sólo debes tirar de los hilos y el futuro se habrá de convertir en presente. Sólo ten cuidado y utilízalo con sabiduría", advirtió.
El joven recibió el regalo divino con entusiasmo, tiró del hilo y -en segundos- se transformó en adulto.
Miró a su alrededor, y comprendió que se hallaba en un elegante evento social. Allí conoció a una mujer que encendió la chispa de amor que anidaba en su corazón.
Sin embargo, la espera por ver a esa mujer convertida en su esposa era demasiado pesada para él. Fue entonces que tiró nuevamente de los hilos, y aquella mujer estaba -de blanco- parada junto a él bajo el palio nupcial.
Luego, volvió a tirar del ovillo para que nazca su primer hijo. Nueve meses era demasiado para él...
Luego el segundo. Y luego, para que ambos crezcan. Los nietos del hombre nacieron con un nuevo tirar de hilo, y todo esto ocurrió sin ninguna espera gracias a este regalo celestial.
El hombre se puso viejo y cansado. Tiró del hilo una vez más, casi por inercia, pero esta vez ya no quedó más hilo por tirar. Llegó al final del ovillo...
Fue entonces que el mismo ángel se le apareció y le dijo: "Te advertí que tuvieras cuidado, pero veo que no me has escuchado. Esos hilos eran tu vida, y esta también llegó a su fin".
El hombre respiró su último aliento.
Desde su primer encuentro con el ángel, solo había pasado un mes...
....
La moraleja de esta historia es clara. La mayoría de nuestras vidas vivimos esperando.
Esperamos ser grandes. Casarnos. Tener hijos. Que estos se casen. Que nazcan nietos.
Tal vez no todos esperen esto. Pero pero sí esperamos viajes, reencuentros, vacaciones. En definitiva -dice Dolina- casi siempre estamos esperando...
Desde ya que la espera sólo será especial si un deleite nos espera al final del camino. Sin el goce, la espera será cruel y dolorosa, porque no hay hombre que pueda esperar años por algo que no vendrá.
No obstante, la ecuación de la vida es siempre parecida. La vida tiene algunos momentos de éxtasis, pero el grueso de nuestros días estamos esperando.
Traeré otra parábola, pero esta vez de la vida real. Hace unos años, visité con mis hijas el parque de diversiones en Jol Hamoed Pesaj. Todo aquel que haya visitado un parque de diversiones israelí durante la semana de Pesaj, sabe que esto se asemeja al alquiler de una cabaña de fin de semana a la vera del infierno. El placer puede ir mezclado con una gran dosis de sufrimiento.
Estuvimos seis horas en el parque, de las cuales esperamos cinco horas y media parados en kilométricas filas y logramos jugar -neto- sólo durante media hora.
Esperamos mucho, jugamos algo, pero la recompensa finalmente fue enorme. A pesar del calor y la larga espera, nos reímos y disfrutamos.
...
Así -finalmente- son nuestras vidas
Existen esperas célebres en la Torá. Iaakov Avinu, trabajó siete años por su amada Rajel "y fueron a sus ojos como unos (pocos) días por el amor que le tenía" (Bereshit 29:20). La espera, en su caso, sólo intensificó el amor que sentía por ella.
Otra célebre espera se vincula con la época del año que atravesamos por estos días en el calendario hebreo. Se trata de la cuenta del omer que es mencionada en la Parashá de esta semana.
"Y contaréis para vosotros desde el día siguiente al primer día festivo, desde el día en que hubiereis traído la gavilla de la tenufá, siete semanas; (siete semanas) completas serán" (VaIkrá 23, 15).
¿Por qué esperar siete semanas desde el momento de nuestra libertad -en Pesaj- hasta el momento de la entrega de nuestra Torá?
¿Por qué los israelitas no eran dignos de recibir la Torá inmediatamente después de salir de Egipto?
Dice Rabí Itzjak en el midrash: "Israel debiera haber recibido la Torá, inmediatamente al salir del Egipto. Ocurre que el Santo Bendito dijo: Mis hijos aun no se han recuperado de la esclavitud de arcilla y ladrillos, y no pueden recibir la Torá inmediatamente?
¿A qué se parece esto?
A un rey cuyo hijo estuvo enfermo. Le dijo el maestro (del joven) al rey: "Tu hijo debe regresar a su escuela". Le dijo el rey: "Mi hijo aun no ha terminado de recuperarse de su enfermedad...¡¿y tú me dices que debe regresar a la escuela?! Ante todo, mi hijo se recompondrá por tres meses por medio de la comida y la bebida, y luego retornará a su escuela.
Así, pues, dijo el Santo Bendito: "Mis hijos aun no se han recuperado de la esclavitud de arcilla y ladrillos...¿y les doy la Torá inmediatamente? Mejor se recompondrán dos o tres meses por medio del mán, el pozo de agua, y la codornices y luego les daré la Torá "(Kohelet Rabá 3).
De aquí se deduce que las esperas son esenciales en la vida.
Y si un ángel viniera a visitarnos con un ovillo de seda en la mano, debiéramos cuidarnos de caer en la tentación de tirar de aquel hilo. Mejor sería envolverlo gentilmente, y guardarlo junto a nuestros objetos más preciados.
Porque esperar, es parte constitutiva de la vida.
Como mis hijas y yo en el parque de diversiones.
Como Iaakov al esperar por el amor de Rajel.
Como la espera para recibir la Torá en la festividad de Shavuot.
Esperas largas y resplandor en nuestros rostros cuando la espera concluye y llega el momento ansiado.
Las esperas no sólo son parte constitutiva de nuestras vidas, sino la mayor parte de la misma.
La mayoría de nuestras vidas vivimos esperando.
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