Buscar este blog

jueves, septiembre 07, 2017

Parashat Ki Tavó

Cuernos, pecados y corrección

La Mishná en el Tratado de Rosh HaShaná especifica los requisitos necesarios para que un Shofar sea kasher. La Mishná sostiene que "todos los shofarot son aptos, a excepción del (cuerno) vacuno" (Mishná Rosh Hashaná 3, 2). Es decir, que se puede utilizar en Rosh HaShaná un cuerno de carnero -que es curvo- o un shofar recto de antílope, pero cualquier cuerno de origen vacuno está prohibido.

La Guemará explica la razón de esta prohibición y dice que "el acusador no puede transformarse en defensor" (Rosh HaShaná 26a, ver RaSHI). En la fecha en la que nuestros pecados son pesados y suplicamos por el perdón divino, el shofar nos invita a la introspección. Un cuerno vacuno rememoraría el pecado del becerro de oro y -por ende- está prohibido. El becerro representa el pecado, y un shofar vacuno de ninguna manera podría ser el "motor" del perdón (por esa misma razón, dice el Talmud, el Sumo Sacerdote no realiza el Servicio de Iom HaKipurim con ropajes dorados).

La Parashá de esta semana, trae un nuevo caso en el que la parábola del "acusador" y el "defensor" resulta aplicable.

Hacia el inicio de Parashat Ki Tavó, la Torá prescribe el precepto de las primicias (bikurim). Cuando el judío traía los bikurim ante el sacerdote, debía pronunciar una fórmula llamada "Mikrá Bikurim" en la que se enuncian las bondades divinas hacia nuestros antepasados desde los tiempos de nuestros patriarcas, pasando por la redención de Egipto y culminando con el ingreso a la Tierra Prometida.

‘Un arameo errante era mi padre, y descendió a Egipto y residió allí con poca gente, y se convirtió allí en un pueblo grande, fuerte y numeroso. Y nos maltrataron los egipcios, y nos oprimieron, y nos dieron trabajo duro. Y clamamos al Eterno, Di-s de nuestros padres y escuchó el Eterno nuestra voz y vio nuestra aflicción, y nuestro trabajo, y nuestra opresión. Y nos sacó el Eterno de Egipto, con mano poderosa, y con brazo extendido, y con terror grande, y con señales y con prodigios. Y nos trajo a este lugar, y nos dio este país, tierra que mana leche y miel. Y ahora he aquí que traje las primicias del fruto de la tierra que me diste, Eterno’ (Devarim 26, 5-10).

Llama poderosamente la atención que entre las bondades y los milagros divinos enunciados al momento de traer las primicias no se mencionan los cuarenta años en el desierto.

Tal vez hubiéramos esperado que la Torá incluya en esta fórmula un versículo al modo de aquel que es mencionado en Parashat Ekev: "y te hizo comer el mán, que no conocías, y no conocieron tus padres...tu vestido no se pudrió sobre ti, y tu pie no se hinchó en estos cuarenta años" (Devarim 8, 3-4).

Los cuarenta años en el desierto fueron, de acuerdo a la Torá, una época de milagros y portentos. El mán que caía del cielo, el pozo de agua que los acompañaba, y las nubes de gloria que los protegía durante el vagar en el desierto.

¿Por qué estos milagros y el vagar en el desierto están ausentes en el Mikrá Bikurim?

Rabí Itzjak Luria sostiene que el precepto de las primicias viene a enmendar el pecado de los espías.

También en este caso, el "acusador" no puede transformarse en "defensor". Recordar el "desierto", al momento de traer las primicias, equivale a recordar el pecado de los meraglim que devino en desierto. 

Los milagros del desierto fueron una consecuencia de la blasefemia de los espías. Si éstos no hubieran blasfemado en contra de la Tierra de Israel, aquellos cuarenta años ni siquiera hubieran existido y aquellos milagros, hubieran sido innecesarios....

Mientras que los espías renegaron de la Tierra Prometida, los bikurim resaltan la bondad de la misma.

De hecho, la descripción del regreso de los espías al campamento de Israel, rememora el precepto de las primicias: "Y cortaron de allí un sarmiento, y un racimo de uvas, y lleváronlo en una pértiga, entre dos, y granadas e higos" (BeMidvar 13, 23).

Dice el Rabino Beny Lau:

Los espías alteraron la alegría de los hebreos y los sumieron en un largo llanto, cada cual encerrado en su tienda. El precepto de las primicias, por el contrario, saca a los hombres de sus moradas y los reúne en una alegre y orgullosa procesión popular, que exalta la belleza de los frutos de la Tierra que Dios nos dio.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario