Los ojos y la boca
Cuando nos referimos a
Parashat Shelaj Lejá, por lo general hablamos del comienzo y no del final.
Sin embargo, los
últimos versículos de la Parashá son más que conocidos por todo aquel que está
familiarizado con el sidur y la tefilá: se trata de la sección de
los tzitzit, la cual constituye el tercer párrafo de la lectura del Shemá
Israel.
¿Acaso se puede
relacionar el inicio de la Parashá con su final? ¿Que tiene en común la
historia de los meraglim –mencionada al inicio- con los flecos (tzitzit)
que colocamos en los extremos de nuestra ropa?
....
Doce hombres fueron
enviados a explorar la tierra. Doce individuos, uno por cada tribu israelita se
dirigieron a la tierra de Canaan -la Tierra Prometida- con una consigna clara y
precisa: traer información sobre la Tierra que irían a heredar.
Y les dijo Moshé:
"...veréis la tierra,
que tal es ella; y el pueblo que la habita, si es fuerte, si es débil, si
reducido es, si es numeroso. Y que tal es la tierra en que él mora, si buena es
ella, si mala; y que tal las ciudades en que él mora en ellas, si en ciudades
abiertas, si en ciudades fortificadas y qué tal es la tierra, si fértil es
ella, si estéril; si hay en ella árbol, si no; y os esforzaréis y tomaréis del
fruto de la tierra..." (BeMidvar 13, 18-20).
Imposible hallar consigna
más clara. Aquellos enviados, debían traer consigo una radiografía de su
futuro. Debían espiar la tierra, al pueblo que la habitaba y a sus ciudades.
Lo que finalmente ocurrió
es que diez de aquellos doce hombres, regresaron con su informe al campamento
de Israel y lo inundaron de abatimiento y pesimismo.
¿En donde se esconde el
móvil del pecado de los meraglim?
Permítanme esbozar una
respuesta:
Dicen nuestros Sabios
(Tanjuma, Vaikrá 18) que el hombre tiene tres partes en su cuerpo sobre las
cuales tiene control, y tres sobre las cuales no lo tiene. El hombre tiene
potencial para controlar su boca, sus manos y sus piernas. Con su boca, si
quiere puede dedicarse a la Torá o a insultar y agraviar. Con sus manos , puede
dar tzedaká o –Di-s nos libre- puede robar. Con sus piernas puede
visitar sinagogas o correr trás la transgresión.
En cambio, el hombre no
puede controlar ni sus ojos, ni sus oídos ni su nariz. Nadie puede elegir que
es lo que va ver, oír u oler. Nuestros sentidos, a menudo, son invadidos por
imágenes, sonidos o aromas en contra de nuestra voluntad.
De hecho, a ésto se
refiere la sección de los tzitzit que leemos hacia el final de Parashat
Shelaj Lejá.
La Torá nos dice que debemos
mirar los tzitzit a fin de no desviarnos trás nuestro corazón y nuestros
ojos (BeMidvar 16, 39).
Los tzitzit son en
cierto modo un "antídoto" contra la traicionera cualidad de nuestras pupilas
ya que éstas, a menudo, son invadidas por imágenes indeseadas o –lo que es
peor- creen ver lo que nunca han visto.
Ésa es –precisamente- la
semilla del pecado de los meraglim. Sus ojos recorrieron la sagrada
Tierra de Israel, y resumieron su visita con una desafortunada y lacónica
aseveración: "El país por el que pasamos para explorarlo, es tierra que
devora a sus habitantes" (BeMidvar 13, 32).
Aquella noche, el pueblo
comenzó a llorar desconsoladamente, entendiendo que la misión de ingresar a la
Tierra Prometida sería poco menos que imposible. Aquella noche –de acuerdo a nuestros
Sabios- era la noche de Tishá BeAv (el 9 del mes de Av).
Dijo Di-s: "Hoy
lloran ustedes un llanto gratuito; en el futuro –en esta misma noche- su llanto
atravesará generaciones" (Taanit 29a)
En el Rollo de Eijá, que
leemos precisamente en Tishá BeAv, encontramos una llamativa peculiaridad
que tiene directa relación con la mirada distorsionada de aquellos diez meraglim.
El Rollo de Eijá está mayormente
redactado de acuerdo al orden del alfabeto hebreo. En los primeros cuatro
capítulos del libro, el primer versículo comienza con la letra alef (א), el segundo con la bet (ב), y así sucesivamente. Sin embargo -a partir del
segundo capítulo- ocurre algo especial cuando se llega a la letra aín(ע) . La letra aín, aparece luego de la pe (פ) cuando -en realidad- debiera ser al revés.
Cabe resaltar que la
palabra hebrea aín, significa "ojo" mientras que pé
significa "boca". Es por ello que dicen los Sabios de Israel,
refiriéndose a ésta particularidad (Sanhedrín 104b):
¿Por qué razón la (letra) pe
precede a la (letra) aín (en el Rollo de Eijá)? Es debido a los meraglim,
ya que éstos dijeron con sus bocas (pé) lo que no vieron con sus ojos (aín).
La mención del precepto de
los tzitzit hacia el final de la Parashá no hace más que
recordarnos cuán traicioneros pueden llegar a ser nuestros ojos. Así como fueron traicioneros
los ojos de aquellos meraglim.
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