La génesis del consumismo
Leí hace algunos días la biografía de
Eduard Bernays, sobrino de Sigmund Freud y –posiblemente- el primer
relacionista público de la historia y cerebro del consumismo contemporáneo.
Aplicando las enseñanzas de su célebre tío,
Eduard Bernays comprendió que lo hábitos de consumo de los seres humanos están
motivados fundamentalmente por impulsos y deseos inconscientes. Bernays aplicó
el psicoanálisis a la comunicación de las masas y fue asesor de varios
presidentes de los EEUU y de algunas de las empresas más famosas del mundo. En
definitiva, logró convencer a las corporaciones americanas de que los hombres
podían querer productos que no necesitaban.
Posiblemente el logro más célebre de
Bernays haya sido el de lograr crear el hábito de fumar entre las
mujeres. Uno de sus clientes, George Hill, era dueño de la American Tobacco
Corporation, una de la tabacaleras más importantes del mundo. Hill acudió a
Bernays diciéndole que estaba perdiendo la mitad del mercado debido a que el
cigarrillo era tabú entre las mujeres.
Bernays decidió dar un golpe mediático.
En un multitudinario desfile a favor del
sufragio femenino en la ciudad de Nueva York, Bernays convenció a un grupo de
celebridades que encendieran cigarrillos ante una mera señal suya.
Cuando las cámaras y la prensa estaban
expectantes y apostadas en su sitio, el sobrino de Freud dio su señal y las mujeres
encendieron sus cigarrillos. Al día sigiente, la imagen fue portada en los
diarios más renombrados de los EEUU.
El acto de"rebeldía" femenina
ante el tabú del cigarrillo, recibió el particular nombre de las
"Antorchas de la libertad". El fumar se transformó en un grito de
liberación femenina ante el "dominio" masculino, y el resto es
historia. Bernays logró que las mujeres arruinen sus pulmones en igual o mayor
medida que los hombres para satisfacción de su acaudalado cliente.
....
La Torá nos cuenta en Parashat Toldot que
Itzjak Avinu, amaba especialmente a Esav "pues caza (había) en su
boca" (Bereshit 25, 28), sugiriendo que era Esav el encargado de la
alimentación de su padre.
Sin embargo, RaSHI enseña que lo que
intentaba Esav era "cazar" a su padre con preguntas sofisticadas para
quedar –a sus ojos- como observante de los mandatos divinos aun en sus detalles
más insignificantes.
Esav preguntaba a su padre, por ejemplo, si
debía separar el diezmo de la sal, de la misma forma que separaba el diezmo de
los productos de la tierra (Rashi a Bereshit 25, 27). Y mientras tanto, se
aprovechaba de la ceguera de su padre y le daba de comer carne de perro (Targum
Ionatan a Bereshit 27, 31).
Pocos versículos más tarde, RaSHI comparará
la hipocresía de Esav con la fisonomía porcina. De la misma forma que el
cerdo, cuando se sienta, muestra su pezuña partida como quien dijera
"Observen mi pureza", así era Esav: fingía pureza, pero escondía sus
oscuras intenciones" (RaSHI a Bereshit 26, 34).
¿Por qué preguntaba Esav acerca del diezmo
de la sal?
Ocurre que la sal no tiene ningún valor
intrínseco; sólo es valiosa como coservante (o condimento) de otras comidas. Siempre está
subordinada a algo. En un mero accesorio.
Esto tiene mucho que ver con la
personalidad de Esav. También él privilegió siempre lo inmediato y accesorio a
lo principal e imperecedero cuando cambio un guiso de lentejas por su derecho
de primogenitura.
Muchos son los que se compadecen del pobre
Esav debido a este célebre episodio. Sin embargo, y aun si analizáramos el
texto desde su literalidad, veremos que ésto no es del todo equilibrado. De la
misma forma en que Iaakov se aprovechó del cansancio y del hambre de su
hermano, Esav despreció su derecho de primogenitura. Esav sólo supo escuchar la
voz de su estómago sin evaluar las futuras consecuencias de su elección.
En el momento de la "transacción"
(lentejas por primogenitura), Esav sólo responde a su instinto y no comprendió
las repercusiones futuras de su erronea decisión.
Podría afirmarse que la actitud de Esav contiene
el ADN del consumismo, ese que Eduard Bernays supo tan bien desentrañar.
¿Qué es el consumismo, finalmente?
Es no poder controlarse ante el mínimo
estímulo pagando mucho por insignificantes "lentejas". Es estar dispuesto a pagar
"mucho-ya-ahora" por algo que puede esperar o que no se necesita.
¿Cuánto vale un guiso de lentejas?
Por supuesto que tiene un valor, sobre todo
si se está con hambre. Pero renunciar a la primogenitura por un plato de
lentejas coloradas –convengamos- suena algo impulsivo y exagerado.
Un consumista compulsivo es quien
transporma a los principal en accesorio y a lo accesorio en principal y quien
se deja llevar por el deseo, más que por la necesidad.
...
Se cuenta que Rabí Alexander Ziskind, sabio
lituano del siglo diecinueve, solía romper el ayuno de Iom HaKipurim comiendo
pescado con espinas.
Cuando se le preguntaba por la razón de su
costumbre, respondía que de esta forma se veía obligado a comer despacio y a no
devorar la comida y caer presa de su instinto.
Incluso en un momento de habre supremo
–decía Rabí Alexander Ziskind, se le debe poner freno a los impulsos humanos,
para que sea el alma quien controle al cuerpo y no al revés.
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