Talitot para todos
La
expresión "Ashir Ke-Koraj" (rico como Koraj) es sumamente
conocida en la tradición hebrea.
¿Cómo
es que Koraj se enriqueció? ¿Cómo era posible ser un magnate millonario en
aquella generación que hacía pocos meses que había salido de la esclavitud
egipcia?
Una
tradición talmúdica enseña que Koraj había descubierto uno de los tesoros
escondidos por Iosef en Egipto durante los años de vacas gordas.
Nos
cuenta el Talmud que las llaves (¡sólo las llaves!) de las bovedas de Koraj debían
ser cargadas por trescientas mulas blancas (Pesajim 119a), un animal conocido
por su fantástica fortaleza para arrastrar cargas.
Y
fue así que Koraj supo aprovechar su riqueza en pos de su propio proyecto
político. Porque además de ser un poderoso magnate –que hizo su fortuna sin
esfuerzo- Koraj fue un maestro en el arte del populismo.
RaSHI
nos cuenta que Koraj reunió doscientos cincuenta hombres de renombre
–mayormente pertenecientes a la tribu de Reuvén- y los vistió
con talitot celestes. Vinieron todos y se pararon frente a Moshé. Le
dijeron: "Un talit celeste...¿debe llevar también un hilo
celeste en sus extremos o está acaso eximido del precepto?". Moshé
les respondió que no existía tal eximición. Todos comenzaron a reírse y
dijeron: "¿Como es posible que cuatro hilos celestes hacen cumplir con el
precepto a cualquier talit, mientras que nuestros talitot son
enteramente celestes y no quedan eximidos?".
Koraj
constituía un peligroso "coktail" de dinero, carisma y demagogia.
Quería que sus hombres malinterpreten la Torá y la vean como a un cuerpo
inconsistente de preceptos y reglamentaciones.
No
olvidemos un detalle importante en toda esta historia.
De
acuerdo a nuestros Rabinos, la adquisición de una simple prenda de vestir
constituye uno de los acontecimientos extraordinarios que requieren el
pronunciamiento de la bendición "Sheejeianu" (Shulján Aruj
123, 3).
Es
sabido que en tiempos pretéritos, al gente no solía comprar vestimenta con la
frecuencia que lo hacemos nosotros hoy día.
A
la luz de esta realidad, el costo de doscientos cincuenta talitot es,
sin duda, inconmensurable. Pero un magnate demagogo nunca tiene problemas con
estos detalles. Dinero le sobra, si las llaves del Tesoro están en sus manos...
Si
a ésto le agregamos ambición política y populismo, la ecuación comienza a ser
explosiva.
Probablemente,
aquellos doscientos cincuenta hombres no lograron comprender lo auténticos
móviles que se escondían trás el gesto de Koraj.
La
generosidad expresada por aquella masiva distribución
de talitot celestes tenía como objeto instalar su figura como líder
de Israel y reemplazante de Moshé.
Es
díficil juzgar a aquella generación; estaban desesperados. Hacía pocos días que
habían sido condenados a vagar cuarenta años por el desierto y el demagogo –que
siempre sabe leer astutamente el ánimo popular- supo sacar provecho de su
instinto.
El
final de la historia es también conocido. La tierra abrió su boca y tragó a
Koraj, a su dinero, y a toda su gente. Sin embargo, antes del fatídico
desenlace, Koraj y su gente fueron sometidos a una prueba a través de los
incensarios de cobre. Dicha prueba demostraría que la autoridad de Moshé y
Aharón emanaba del Cielo.
"Ésto
haced: Tomad incensarios, Koraj y toda su gente y poned en ellos fuego, y poned
sobre ellos incienso delante del Eterno mañana. Y acontecerá que el varón que
escogerá el Eterno, ése será el consagrado" (BeMidvar 16, 6-7).
Se
trataba de una cuestión de vida o muerte. Koraj y su gente conocían, sin duda,
la triste historia de Nadav y Abihú que habían sido muertos al ofrecer con sus
incensarios fuego extraño delante de Di-s (VaIkrá 10, 1-2). Pero aun así no
escarmentaron, convencidos de que la razón estaba de su lado.
Luego
de haber sido devorados por la tierra, Di-s pide a Eleazar el sacerdote, hijo
de Aharón, que recubra el altar de los sacrificios con aquellos incensarios de
cobre (BeMidvar 17, 1-5). Ésto será un recordatorio perpetuo acerca de los
riesgos que conllevan consigo la demagogia y el populismo.
Dichos
métodos no murieron con Koraj ni tampoco fueron tragados por la tierra . De
ello dará testimonio la Torá en uno de los versículos más cortos de todas las
Escrituras: "Y los hijos de Koraj no murieron" (BeMidvar 26, 11).
Ya
lo dijo en una ocasión Rabí Itzjak Luria: cada generación contiene una chispa
de Moshé pero también una chispa de Koraj.
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