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miércoles, septiembre 14, 2016

Parashat Ki Tetzé

Como dos extraños

Uno de los preceptos mencionados en la Parashá es el que prohibe arar con "buey y asno juntos" (Devarim 22, 10).

A la luz de este imperativo bíblico, cabe formularse dos preguntas:

En primer lugar: ¿Cuál es el mensaje que encierra este precepto?
Y en segundo término: ¿Qué puede el hombre contemporáneo aprender de esta particular mitzvá?

En lo personal, es muy posible que nunca tenga la posibilidad de cumplirla. No tengo campo, y tampoco sabría cómo dedicarme a su cuidado.

(Toyota, Honda y otras empresas automotrices, producen desde hace algunos años vehículos "híbridos" que combinan gasolina y electricidad en su andar. Posiblemente esto sea lo más cercano al espíritu bíblico que pueda encontrar en mi vida real).

RaSHI enseña que dicha prohibición es también relevante para cualquier otro par de especies animales que sean reunidas a fin de realizar una tarea en común.

Y Sefer HaJinuj agrega que esta prohibición no se limita al arado del campo, sino también a su siembra o incluso a la combinación de buey y asno con fines de transporte, por ejemplo.

¿Qué es, en definitiva, lo que nos enseña este precepto?

Jizkuni aporta tres razones para esta prohibición:

a. El buey es un animal rumiante y el asno no lo es. Mientras uno continúa masticando (el buey), el otro (el asno) sufre viendo que no tiene más comida.  
b. Dado que el buey es el rey de las bestias y su figura adorna el sitial divino (Iejezkel 1, 10) y el asno es un animal despreciable. Por lo tanto, su reunión no resulta compatible.
c. Dios siente piedad por todas sus criaturas, y la capacidad física de ambos animales es dispar.

Deseo ampliar el espectro de respuestas planteados por Jizkuni, sirviéndome de una historia atribuída a Rabí Simja Bunim de Peshisja:

Un hombre de negocios de fama mundial oyó hablar de una gran feria de caballos que se llevaba a cabo en una lejana ciudad.

Al saber que se trataba de una exposición prestigiosa, tomó dos de sus caballos más preciados -el uno de raza egipcia y el segunda de raza india- los ató a su carro y salió al camino.

No pasó mucho tiempo, hasta que el hombre se encotró hundido en el barro con sus dos preciados corceles.

Furioso, el hombre tomó su látigo y comenzó a golpear a los animales a diestra y siniestra. Sin embargo, todo fue en vano. Los caballos no lograban salir del pantanal.

Agotado y preocupado, el hombre permaneció en el lugar pensando en una solución alternativa. Fue entonces, que al levantar la vista vio a un anciano cruzando el pantanal con un carro desvencijado tirado por dos caballos viejos y demacrados.

El hombre no pudo creer lo que veían sus ojos. ¿Cómo era posible que aquellos pobres animales lograban hacer lo que sus preciados caballos no lograban?

Se acercó, pues, al anciano y le preguntó por el don de sus escuálidos caballos.

El anciano, le preguntó a aquel acaudalado hombre: "¿Y de dónde son tus caballos?".

Orgulloso, respondió hombre: "El uno es egipcio, y el otro de raza india".

"Exactamente ahí reside la diferencia", le dijo el anciano.

"Tus caballos son distinguidos por separado, pero juntos no van a ningún lado. Los míos, en cambio, son hermanos; crecieron en el mismo establo, bebieron del mismo estanque y se alimentaron del mismo heno. Por ello cuando yo golpeo con el látigo a uno, enseguida el otro acude a su ayuda para que su hermano no sufra. Los tuyos, mientras tanto, van por la ruta como dos extraños...el uno tira para un lado y el segundo para el otro y cada uno atiende su juego".

...

Posiblemente esta sea otra de las razones para dicha prohibición bíblica. ¿Cómo pedirle a un buey que se compadezca del sufrimiento de un asno?

No olvidemos que la esclavitud en Egipto, finalizó cuando un joven llamado Moshé salió donde sus "hermanos y vió sus trabajos pesados" (Shemot 2, 11). Cuando uno ve el rostro del prójimo y ve a un hermano, el camino a la empatía y a la mancomunión es corto.

No solo se trata aquí, por lo visto, de bueyes y asnos.


Se trata aquí de un fundamento que es clave para la construcción de toda sociedad equitativa,  justa y ordenada. 

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