Después de mi, el diluvio
Rabino Gustavo Surazski
Hace
unas semanas me senté con mi hija menor a
preparar la tarea para la escuela y supongo que logré ingresar al libro de los Guiness: ¡Dos horas
y media!
De todos modos, leyendo la Parashá y
a sus comentaristas veo que el record Guiness de tarea para el hogar le
pertenece a Noaj, quien le da su nombre a nuestra sección semanal.
Según el Midrash, Noaj demoró
ciento veinte años (!) en culminar con la tarea encomendada por Di-s de
construir su arca (ver
Tanjuma Noaj 5).
¿Por qué tanto tiempo?
Nuestros Sabios enseñan que Di-s estaba
esperando el arrepentimiento de la generación del diluvio, algo que –como todos
sabemos- nunca llegó.
Sin embargo, tampoco Noaj asumió una actitud
pro-activa para generar dicha teshuvá. Fue más bien indiferente e
insensible por el destino de aquella generación. Si bien la frase "Después
de mí, el diluvio" suele adjudicársele a Luis XV, rey de Francia,
posiblemente Noaj haya acuñado dicha expresión con anterioridad...
En cierto modo, se podría comparar la figura de
Noaj con la figura de Ioná el profeta. Ambos se escapan, el uno de manera
física (Ioná) y el otro fruto de su actitud apática. Ambos son fugitivos y
viven una odisea en aguas turbulentas. Por último, una paloma (Ioná, en hebreo) es quien
"anuncia" el fin del diluvio a Noaj.
Sin embargo, existe un aspecto en la vida de
Ioná que lo diferencia enormemente de Noaj. Luego de hacer teshuvá en el
vientre del gran pez, Ioná va a Ninive a cumplir la función que le fuera
encomendada por Di-s. El profeta Ioná comprende hasta qué punto una palabra
dicha en el momento justo por la persona correcta puede generar cambios en la
gente.
Ioná dice una profecía (Ioná 3, 4) de tan sólo
cinco palabras: Od Arbaim Iom VeNinve Nehpajet (En cuarenta días Ninive
será derribada). (¡Cinco palabras y logró entrar en el podio selecto de los
profetas de Israel!...A Ishaiahu le tomó más de sesenta capítulos...). Inmediatamente el rey de Ninive y todo su pueblo
hacen ayuno, cubren sus cabezas con ceniza y retornan a la buena senda.
Un líder debe ser consciente del impacto de sus
palabras.
Noaj fue un hombre justo para su generación,
pero luego del diluvio es decripto como un hombre común, un "hombre de la
tierra" (Bereshit 9, 20). Un hombre que no logró tener impacto alguno en
sus congéneres. Un hombre destacado –como sin duda lo fue
Noaj- debe saber hasta qué punto sus palabras puede construir o derrumbar
mundos.
Hace unos días leí una hermosa anécdota en uno
de los escritos del Rabino Jack Bloom.
El Rabino Bloom cuenta que
un día, por la calle, encontró a un hombre que había celebrado su Bar Mitzvá
con él veinticinco años atrás.
El hombre reconoció al Rabino y se le presentó.
Comenzaron a conversar. En cierto punto de la charla, el Rabino preguntó al
hombre por su ocupación actual y éste le dijo que era científico. Le preguntó
entonces cómo es que había llegado a convertirse en investigador y el joven le
contó que al concluir los rezos de su Bar Mitzvá su padre se acercó al Rabino y
palmeando al joven en la espalda dijo: "¿Ha visto, Rabino, qué bien y
rápido ha estudiado mi hijo la Haftará?". El Rabino miró al joven a
los ojos y le dijo: "Hijo...debes saber que un judío debe aprender algo
nuevo cada día".
Concluye el hombre: "Esa frase que dijo
aquel día, fue la que me transformó en científico".
El Rabino Bloom cuenta que dijo aquella frase
tal como dijo mil frases similares antes y otras mil frases después. Muchas palabras salen de boca de un Rabino. No
todas son especialemente interesantes. No todas pueden quedar grabadas en su
memoria. Sin embargo para aquel joven, aquella frase marcó el rumbo de su vida,
por haber sido dicha por el hombre adecuado en el lugar apropiado.
Éso fue lo que pasó con Ioná.
Éso fue lo que no logró entender Noaj.
Gustavo
Surazski es Rabino de Kehillat Netzach Israel, la comunidad conservadora de la
ciudad de Ashkelon.
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