Parashat Bemidbar, que leemos esta semana, describe en sus últimos versículos el transporte del tabernáculo y sus utensilios.
Entre otros detalles,
se nos relata acerca del particular rol de Eleazar, hijo de Aarón HaCohen, a la
hora de dicha tarea.
Eleazar era el jefe
máximo de la tribu de Leví. No obstante notamos que su participación en la
carga del mishkán distaba de ser simbólica.
De acuerdo con la Parashá,
Eleazar debía cargar con el incienso de la especias (su peso era de 365 mané,
que serán aproximadamente 180
kg de nuestros días), con el aceite para el encendido anual
del candelabro (eran 183 log, aproximadamente 60 litros) y, como si
fuera poco, también cargaba con la ofrenda perpetua.
Jamás lograremos
entender cómo un simple mortal podía llevar a cuestas semejante carga.
RaSHI en su comentario al
Talmud (Shabbat 92a) cuenta que Eleazar llevaba el aceite con su mano
izquierda, el incienso en su regazo y la ofrenda perpetua sobre su hombro.
De todos modos, suena una
carga muy pesada...E insluso cuando el RaMbaN dice que Eleazar era "fuerte
y valiente como Iaakov Avinu" (comentario a BeMidvar 4, 16), sostengo que el
particular rol de Eleazar requiere un análisis más exhaustivo.
A fin de ahondar en este
punto deseo formular dos preguntas y proponer una respuesta para ambas.
La primera pregunta que
quiero plantear es por qué no delegó Eleazar su tarea en otras personas.
Finalmente éso es generalmente lo que hacen reyes, generales y todo dignatario
que se sitúan en las más altas esferas del poder.
La segunda pregunta
tiene que ver con la sensaciones de Eleazar al realizar dicha tarea. ¿Acaso no
sentía alguna cuota de humillación al sentir el sudor en su frente?
Responderé a estas
preguntas con una historia personal.
En mis primeros años de
Rabinato, serví en una congregación que requería de mí una alta participación
en tareas domésticas. Rápidamente me encontré acomodando sillas, barriendo
pisos, cortando verduras y sirviendo refrescos.
Fue entonces que decidí
visitar a mi maestro, Dany Fainstein, a quien le transmití mis pesares. Dany
estaba ocupado y me atendió en su oficina por un par de minutos. Sólo me dijo
que, en los años 60', cuando el Rabino Marshall Meyer Z"L fundó la
Comunidad Bet El, todos los viernes -antes del Kabalat Shabat- entraba al baño
y revisaba que no faltase papel higiénico para los congregantes.
También yo, cuando veo
a los congregantes y dirigentes de mi actual congregación, acomodando sillas,
sirviendo la mesa y barriendo los pisos, pienso: ¡Cuánto más fácil sería si
tuviéramos algún empleado que hiciera la tarea por todos nosotros!
Seguramente sería más
fácil...pero no sería lo mismo.
Porque lo que hacemos
en nuestras kehilot no es servicio, sino "sagrado servicio" (Avodat
HaKodesh).
El midrash nos
cuenta que Ieoshúa bin Nun fue designado como conductor del pueblo de Israel a
su ingreso a la Tierra Prometida no sólo por sus cualidades natas de liderazgo.
JaZaL nos cuentan que Ieoshúa fue merecedor del cargo por haber asistido a
Moshé Rabenu acomodando bancos y extendiendo las esterillas en el piso de su
tienda (BeMidvar Rabá 21, 14).
....
¿De dónde provenía la
fuerza de Eleazar, entonces?
¿Acaso gozaba de ayuda
celestial?
Me parece que la
respuesta es más sencilla.
Lo que para algunos es
una pesada carga, para otros es un honorable cargo.
Y cuando se alcanza a
comprender que ciertas tareas revisten un carácter sagrado, las limitaciones físicas
pasan a ser una mera anécdota.
Muchas Gracias Gustavo!
ResponderBorrarMi esposa Helen me llamó la atención a este comentario porque le recordó una anécdota de cuando ocupé la presidencia de la comunidad.
Durante una Bat mitzvá en Minjá de Shabat Shuva, un señor se sentó y rompió uno de los asientos de madera. Al otro día era Kol Nidrei, y TODOS los asientos de la sinagoga estaban reservados. Además, identifiqué que ese lugar estaba reservado para un socio que en aquel año cumplió 90 años!
Le pedí a la guardia que me esperen 1 hora, salí a comprar herramientas, tornillos, etc. Me tiré abajo del asiento y lo reparé. Mi esposa y los chicos no podían creer lo que veían, y quedó como una pícara anécdota y enseñanza. El que más aprendí de la experiencia, fui yo.
Yasher Koaj, y GRACIAS!
David Raij (NCI de Montevideo)