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miércoles, marzo 21, 2018

Parashat Tzav 5778

Dar por dar

Parashat Tzav continúa describiendo el orden de los sacrificios, tal como ya fuera mencionado en Parashat VaIkrá que leímos la semana pasada. Quisiera hoy referirme a uno de ellos, que es el llamado sacrificio de acción de gracias (korván todá).

El korván todá era un sacrificio de agradecimiento a Di-s, que solían ofrendar aquellas personas que sobrevivían a una situación de peligro (dicha práctica es el origen bíblico del Birkat HaGomel que se dice hasta nuestros días en las sinagogas).

Es difícil ser agradecido. El agradecimiento no es algo que surja naturalmente en la mayoría de la gente. La capacidad de agradecer va de la mano con el reconocimiento de que algunas cosas en la vida nos vienen sin que realmente las merezcamos.

Es tal el carácter de esta ofrenda que nuestros sabios dijeron al respecto (VaIkrá Rabá 9, 7):

LeAtid Lavo, Kol HaKorbanot Betelin, VeKorban Toda Einó Vatel; Kol HaTefilot Betelot, HaHodaá Einá Betela.


(En la postrimería de los días todos los sacrificios habrán de ser cancelados, menos el sacrificio de acción de gracias; todas las oraciones van a ser canceladas, menos la oración de gracias).

¿Por qué esta ofrenda es tan especial?

El célebre Maguid de Duvno solía aclarar este interrogante a través de una parábola.

Érase una vez, un sastre pobre y desgraciado que vivía en tierras polacas. En días de frío y nevadas solía recorrer las aldeas polacas en busca de algún trabajo que le permita llevar algo de comida a los suyos.

Un gélido día de invierno, el sastre llegose hasta la casa de un judío adinerado a quien le suplicó trabajo. La mujer de aquel judío, quien sintió compasión por aquel pobre hombre, tomó una bolsa de ropa vieja de un baúl y se la entregó al sastre para que se sentara a remendar.

El sastre tomó asiento y comprendió rápidamente el móvil de la mujer. Las prendas eran viejas, pero estaban intactas. Mucho no tenía lo que hacer con ellas.

El sastre lo lamentó profundamente, sobre todo por el implacable temporal de nieve que se podía apreciar a través de las ventanas de la casa. El horno a leña calentaba el ambiente y un plato de comida caliente lo esperaba al borde de la mesa. Solo un loco abandonaría esa casa en tal situación.

El sastre miró a sus costados y -al ver que nadie merodeaba a su alrededor- tomó una tijera e sus manos y comenzó a recortar las costuras de las prendas.

Cuando el dueño de casa vio el "desastre" que había provocado aquel pobre costurero amenazó con arrojarlo a la calle. Sin embargo el sastre le suplicó llorando: "¡Remendaré todo lo que arruiné!", le dijo. "Lo haré de tal forma que nunca nadie se dará cuenta de lo ocurrido". Esta vez, fue el dueño de casa el que aceptó compasivo la propuesta del hombre.

Al cabo de unas horas de trabajo, y al ver que toda la ropa estaba remendada, el dueño de casa despidió calidamente al sastre entregándole algunas monedas para el camino.

¿Alguien podría acaso afirmar que aquellas monedas le fueron dadas como pago por su trabajo? ¡¡Aquí no hubo trabajo alguno!! ¡El sastre remendó lo que él mismo destrozó!


De la misma forma –dice el Maguid de Duvno- ocurría con todos los sacrificios, a excepción del sacrificio de acción de gracias.

Nos enseña el Midrash (Tanjuma, Tzav 7) que todas las ofrendas vienen a enmendar algo que deterioramos nosotros, con nuestras propias manos. El sacrificio de culpa (asham), se trae por transgresiones varias. El sacrificio de expiación (jatat) se trae por pecados involuntarios. El sacrificio holocausto (olá) se trae por los malos pensamientos.

Pero el korván todá, es diferente a todos. Esta ofrenda se trae sin que medie transgresión alguna; es entrega pura. Por esa razón dicen nuestros sabios que en el futuro, todas la ofrendas serán canceladas a excepción del sacrificio pacífico. El carácter de este sacrificio es único e incomparable. Es dar por dar.