A un paso de la muerte.
Hay ciertas historias en la Torá que leo cada año y espero infructuosamente que tengan un final diferente.
Cada año espero que el faraón se convenza del poder de Di-s en la primera plaga y no en la décima. Pero no será así. Su obstinación se repetirá año tras año y los egipcios seguirán sufriendo su soberbia e impericia.
Cada año espero que Moshé no le pegue a esa roca; que le hable, tal como Di-s le había pedido. Pero tampoco ocurrirá de esa forma. Moshé le pega...Año tras año ocurrirá lo mismo.
Cada año espero que Di-s lo perdone. Sin embargo Moshé mirará la Tierra Prometida siempre a la distancia.
Existe otra historia en la Torá que podría haber tenido un final diferente. Me refiero a la expulsión de Hagar e Ishmael que es mencionada en nuestra Parashá.
En lo que algunos definen como el primer ‘Sí, querida’ de la historia de la humanidad, Abraham escucha la voz de su mujer Sara y decide expulsar a la sirvienta Hagar y a su hijo primogénito Ishmael.
Temprano por la mañana, Abraham Avinu besó a su hijo y a su madre, les dio pan y agua y los despidió al desierto de Beer Sheva.
Al cabo de un tiempo, habiéndoseles acabado la provisión de agua, Hagar coloca a su hijo debajo de un árbol y observa como el fruto de su vientre va lentamente muriendo de sed. En ese momento de desesperación, Di-s abre los ojos de Hagar y ella aprecia a la distancia un pozo de agua con el que logra saciar la sed de su hijo.
RaSHI comenta que en ese preciso instante, los cielos fueron testigos de un breve diálogo entre los ángeles y el Creador de todas las cosas.
Fueron justamente los ángeles quienes pretendían que esta historia tenga un final diferente...
"Los ángeles acusaban (a Ishmael) en aquel momento y decían: "¡¿Es posible que hagas aparecer un pozo (de agua) ante quien irá a matar de sed a tus hijos en el futuro?!". Y Él les respondía: "¿En este momento (Ishmael) es justo o es malvado?". Le respondieron los ángeles: "Justo". Les dijo: "Es juzgado por sus actos presentes y no por sus acciones futuras" (RaSHI a Bereshit 21, 17).
Muchos podrán pensar con cinismo –incluso hoy- al modo de los ángeles.
¡Cuantas desgracias, lágrimas y sufrimiento se hubiera evitado nuestro pueblo si Ishmael, padre de la nación árabe, hubiera muerto de sed en ese momento!Sin embargo, veremos que la respuesta divina a los ángeles es la contracara del plan del faraón de Egipto. Éste entendía que a fin de frenar el crecimiento demográfico de los hijos de Israel y evitar riesgos futuros debía arrojar al Nilo a todo hijo varón recién nacido (Shemot 1, 22).
RaSHI trae aquí una idea que merece ser destacada por su talla moral: los judíos no comulgamos con la idea del "Castigo Preventivo".
Un niño siempre es un niño, aun cuando su padre sea terrorista y aun cuando la probabilidad que éste lo sea en el futuro sea enorme.
RaSHI enseña que Di-s juzga los actos presentes, nunca el hipotético futuro...
Cada año espero que el faraón se convenza del poder de Di-s en la primera plaga y no en la décima. Pero no será así. Su obstinación se repetirá año tras año y los egipcios seguirán sufriendo su soberbia e impericia.
Cada año espero que Moshé no le pegue a esa roca; que le hable, tal como Di-s le había pedido. Pero tampoco ocurrirá de esa forma. Moshé le pega...Año tras año ocurrirá lo mismo.
Cada año espero que Di-s lo perdone. Sin embargo Moshé mirará la Tierra Prometida siempre a la distancia.
Existe otra historia en la Torá que podría haber tenido un final diferente. Me refiero a la expulsión de Hagar e Ishmael que es mencionada en nuestra Parashá.
En lo que algunos definen como el primer ‘Sí, querida’ de la historia de la humanidad, Abraham escucha la voz de su mujer Sara y decide expulsar a la sirvienta Hagar y a su hijo primogénito Ishmael.
Temprano por la mañana, Abraham Avinu besó a su hijo y a su madre, les dio pan y agua y los despidió al desierto de Beer Sheva.
Al cabo de un tiempo, habiéndoseles acabado la provisión de agua, Hagar coloca a su hijo debajo de un árbol y observa como el fruto de su vientre va lentamente muriendo de sed. En ese momento de desesperación, Di-s abre los ojos de Hagar y ella aprecia a la distancia un pozo de agua con el que logra saciar la sed de su hijo.
RaSHI comenta que en ese preciso instante, los cielos fueron testigos de un breve diálogo entre los ángeles y el Creador de todas las cosas.
Fueron justamente los ángeles quienes pretendían que esta historia tenga un final diferente...
"Los ángeles acusaban (a Ishmael) en aquel momento y decían: "¡¿Es posible que hagas aparecer un pozo (de agua) ante quien irá a matar de sed a tus hijos en el futuro?!". Y Él les respondía: "¿En este momento (Ishmael) es justo o es malvado?". Le respondieron los ángeles: "Justo". Les dijo: "Es juzgado por sus actos presentes y no por sus acciones futuras" (RaSHI a Bereshit 21, 17).
Muchos podrán pensar con cinismo –incluso hoy- al modo de los ángeles.
¡Cuantas desgracias, lágrimas y sufrimiento se hubiera evitado nuestro pueblo si Ishmael, padre de la nación árabe, hubiera muerto de sed en ese momento!Sin embargo, veremos que la respuesta divina a los ángeles es la contracara del plan del faraón de Egipto. Éste entendía que a fin de frenar el crecimiento demográfico de los hijos de Israel y evitar riesgos futuros debía arrojar al Nilo a todo hijo varón recién nacido (Shemot 1, 22).
RaSHI trae aquí una idea que merece ser destacada por su talla moral: los judíos no comulgamos con la idea del "Castigo Preventivo".
Un niño siempre es un niño, aun cuando su padre sea terrorista y aun cuando la probabilidad que éste lo sea en el futuro sea enorme.
RaSHI enseña que Di-s juzga los actos presentes, nunca el hipotético futuro...