Zapatos Rotos
Parashat Devarim es la sección que
todos los años leemos el Shabat previo a Tishá BeAv, aniversario de la
destrucción de ambos Batei HaMikdash.
El rezo matutino de dicha aciaga
fecha, difiere radicalmente de cualquier otra oración que recemos a lo largo
del año. No se acostumbra a vestir talit, ni a colocarse tefilín e inscluso se
suelen omitir ciertos pasajes de la tefilá matutina que luego serán
completados hacia el fin del ayuno.
Entre los pasajes que se excluyen,
se halla una de las bendiciones que el judío suele decir al despertarse: Baruj
Ata Ad-nai E-lohenu Melej HaOlam She Asa Li Kol Tzorki (Bendito eres Tú,
Ad-nai, Di-s nuestro rey del universo, que me ha suministrado todas mis
necesidades).
Dichas brajot matutinas
tienen su fundamento en el Talmud (Brajot 60b) y, aun cuando en nuestros días
se han incorporado al Sidur de oraciones, originalmente eran pronunciadas por
el judío al realizar las primeras acciones del día.
Cuando abría los ojos –por ejemplo-
decía "Pokeaj Ivrim" (Que restituyes la vista a los
desprovistos de ella). Cuando se vestía, decía "Malvish Arumim"
(Que concedes vestimenta a los que carecen de ella), y así sucesivamente.
La bendición SheAsa Li Kol Tzorki
(Que me ha suministrado todas mis necesidades), era pronunciada, de acuerdo al
Talmud, al momento de calzarse. Esa es la razón por la cual se suele omitir en
la mañana de Tishá BeAv. Dado que una de las prohibiciones del ayuno es calzar
calzado de cuero, la bendición sólo es pronunciada al concluir el día.
De todos modos, lo interesante aquí
radica en la fórmula de la bendición.
¿Qué tiene que ver el calzado con
"todas mis necesidades"? ¿Por qué no pronunciar dicha bendición al
comer pan, por ejemplo? ¿o al beber agua? ¿Por qué justamente se pronuncia
dicha bendición al colocarse los zapatos?
La respuesta a dicha pregunta me
llegó del modo más inesperado.
En el año 94' visite junto a una
delegación de Argentina los campos de concentración en tierra polaca. Juntos a
nosotros viajó un sobreviviente de la shoá llamado Kurtz que residía en
Uruguay, y que transformó la -de por sí- movilizante experiencia en una
vivencia conmovedora e inolvidable.
El día que visitamos el campo de
concentración de Aushcwitz, en la víspera de Iom HaShoá del 5754 fue uno de los
días más fríos que recuerdo en mi vida. Vestíamos abrigos de invierno, guantes,
gorros y orejeras y se me ocurrió preguntarle a Kurtz acerca del uniforme a
rayas que solían utilizarse en los campo. Estábamos ya entrando en la primavera
polaca y el frío era insoportable. ¿Cómo se podía sobrevivir al invierno?
Insólitamente, Kurtz me respondío
que eso no era tan grave. Lo único que era realmente crítico eran los
zapatos. Nadie aseguraba que aquel
que tenía un buen par de zapatos iría a sobrevivir, pero de seguro no lo haría
quien estaba desprovisto de ellos.
Primo Levi dice en uno de sus
escritos, que el más sabio de los prisioneros del campo era aquel que sabía
asegurarse un buen par de zapatos que protegiera a su cuerpo del cruel frío
invernal y del calor infrnal del verano. El cuerpo logró acostumbrarse a una
rebanada de pan y unas pocas cucharas de caldo por día. También al uniforme a
rayas, a menudo agujereado y estropeado. Pero aquel que carecía de calzado
estaba condenado a muerte en primer término.
Sólo allí logré hallar respuesta a
este interrogante. El supremo valor de un buen par de zapatos está condensado
en dicha bendición que pronunciamos cada mañana.
Baruj Ata Ad-nai E-lohenu Melej
HaOlam She Asa Li Kol Tzorki.
Bendito eres Tú, Ad-nai, Di-s nuestro rey del universo, que me ha suministrado todas mis necesidades.
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