Yes we
can
Los primeros versículos de Parashat Devarim nos plantean un interesante
interrogante.
Sefer
Devarim –el quinto y último libro de la Torá- contiene los discursos de
despedida de Moshe previos a su muerte.
La Torá
(Devarim 1, 3) atestigua que dicha despedida tuvo punto de partida en Rosh
Jodesh Shevat (el primer día del undécimo mes, de acuerdo al dictamen
bíblico). De acuerdo a la tradición hebrea, Moshé murió el día 7 del mes de
Adar. Por ende, aquellos discursos de Moshé se fueron hilvanando a lo largo de treinta
y seis días (No es casual que la primera palabra de Parashat Devarim –Elu
(אלו)- sume también
36 en gematria).
¿Cómo es
posible que Moshé -hombre "lento de habla" e "incircunsiso de
labios"-logre hablar durante treinta y seis días seguidos?
De
acuerdo al libro Guiness de los records, el discurso más largo de la historia
fue pronunciado por el indio Krishna Menon ante la ONU en 1957, defendiendo la
posición de su país respecto al territorio de Cachemira durante aproximadamente
ocho horas.
Aquí
estamos habando de un hombre que se despide de su pueblo con un discurso de
¡treinta y seis días! Ésto es algo extraordinario, pero más increíble aun es
que aquel que habla –de acuerdo a la Tora- ¡es tartamudo!
Al
respecto, existen dos opiniones divergentes en Devarim Rabá.
La
primera de ellas sugiere que no existía impedimento alguno en Moshé.
El midrash
compara a Moshé con un comerciante que vendía tejidos de lana púrpura.
Vino un
rey y preguntó al comerciante la naturaleza de su mercamcía. El hombre le
respondió que no vendía mercancía alguna. "¡¿Cómo es posible?!", le
preguntó el rey. "Escuché tu voz diciendo que vendías tejidos de lana
púrpura...". "Es cierto", dijo el comerciante. "Vendo
tejidos de lana púrpura, pero para su alteza es como si fuera nada".
Así dijo
Moshé: "Ante Di-s -quien creó la boca del hombre- "No soy hombres de
palabras". No así ante Israel.
(Devarim Rabá 1, 7).
El Midrash
sugiere aquí que la limitación de Moshé no era objetiva. Sólo ante Di-s se
sentía incapacitado para hablar. Ante Israel no sentía limitación alguna.
Sin
embargo, el Midrash también plantea una opinión antágonica a este
comentario.
De
acuerdo a un segundo comentario en Devarim Rabá, la tartamudez de Moshé era
real y sólo quedó curada luego de la entrega de la Torá (Devarim Rabá 1, 1).
Deseo
ofrecer hoy una tercer abordaje a este interrogante.
Opino
que Moshé superó su tartamudez al momento de comenzar su misión ante el faraón.
Todo hombre
esté cargado de limitaciones. Sin embargo, quien está convencido de su misión
en este mundo, logra sobreponerse a ellas.
...
Nos
encontramos a las vísperas de Tishá BeAv, día en el que rememoraremos la
destrucción del Primer y Segundo Templo de Jerusalem.
Mucho se
ha escrito acerca de los pecados que han desencadenado en estas tragedias.
Se dice
que el Primer Templo fue destruído por el pecado del derramamiento de sangre,
la idolatría y las relaciones sexuales prohibidas. Se dice que el Segundo fue
destruído por el pecado del odio gratuito (Iomá 9b).
Sin
embargo, de acuerdo al Talmud, dichas tragedias quedaron decretadas el
mismísimo día en que los espías regresaron al campamento de Israel luego de su
periplo por la Tierra Prometida.
La
historia de los meraglim también es leída cada año el Shabat anterior a
Tishá BeAv.
Cuarenta
años después de aquel suceso, Moshé rememora que aquellos hombres hicieron
derretir el corazón de Israel (Devarim 1, 28). Aquella tierra de ensueño, se
transformó, del día a la noce, en una tierra de pesadilla.
Los
gigantes y las ciudades fortificadas terminaron marcando el tono de su informe:
"No podremos subir contra el pueblo, porque es más fuerte que
nosotros", dijeron (BeMidvar 13, 31).
Sin
embargo, lo más grave de este triste episodio, es que aquellos espías
terminaron contagiando su pesimismo a todo Israel, transformando el llanto de
aquella noche en un llanto que atravesaría generaciones (Taanit 29a).
¿Qué es
lo que produjo –finalmente- la destrucción de los Templos de Jerusalem?
No sólo
el odio gratuito, las relaciones sexuales prohibidas, la idolatría o el
derramamiento de sangre. Esos fueron los desencadenantes.
Los
Templos de Jerusalem comenzaron a destruirse en aquel momento en el que un
pueblo –el nuestro- se creyó sin fuerzas para llevar a cabo su misión.
La
auténtica razón de aquellas tragedias fue la erronea percepción del "no
podremos". Los Templos de Jerusalem comenzaron a
destruírse aquella misma noche en el que un pueblo bajó sus brazos.
Tal vez
éste sea uno de los mensajes más poderosos que nos haya dejado Moshe Rabenu.
A la
hora de la verdad, incluso aquel hombre que se percibía limitado y sin poder de
palabra, demostró que sí podía.
Finalmente,
no existe obstáculo que pueda imterponerse ante la fuerza de voluntad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario