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viernes, mayo 30, 2014

Parashat Nasó 5774

Hacedores de la paz

Entre las múltiples temáticas que se mencionan en Parashat Nasó, desearía hoy referirme a la Bendición Sacerdotal o, en su forma hebrea, Birkat HaCohanim.

Dicha brajá -que forma parte integral de  la repetición de la Amidá- también es conocida por ser parte de la bendición que semanalmente impartimos a nuestros hijos junto a la mesa del Shabat.

"Y dijo el Eterno a Moshé, diciendo: Habla a Aharón y a sus hijos diciendo: asi habrán de bendecir a los hijos de Israel: El Eterno te bendiga y te guarde. Ilumine el Eterno Su rostro hacia tí, y te agracie. El Eterno dirija Su rostro a tí, y te conceda la paz..." (BeMidvar 6:24-26)

La Bendición Sacerdotal aparece redactada de modo ascendente, y está separada en tres partes. La primera de ella –en su fórmula hebrea- contiene tres palabras, la segunda cinco y la tercera siete. Es por ello que está bendición es conocida como la "Brajá HaMeshuleshet" (La bendición de los tres versículos).

Y dicha brajá, llega a su punto culminante con el enunciado del vocablo "Shalom" (paz), posiblemente la palabra más reconocida del idioma hebreo.

¿Qué se puede decir acerca de la paz que no se haya dicho hasta ahora?

Enseñan nuestros sabios:

Grande es la paz que todas las bendiciones y tefilot concluyen con la paz.

La lectura del Shemá, concluye con: "Extiende sobre nosotros tu manto de paz". La bendición sacerdotal concluye con: "...y te conceda la paz". Todas las bendiciones (de la Amidá) concluyen con la paz: "Hacedor de la paz" (Ialkut Shimoni, Parashat Nasó).

Los Sabios de Israel transmiten aquí un mensaje profundo pero -a la vez- desconcertante.  

La paz, es un bien supremo, pero –al mismo tiempo- se nos pareciera decir que ella no depende de nosotros ni tampoco nos pertenece. Es Di-s quien hace la paz, y es Él quien nos concederá la misma.

¿Qué parte tomamos nosotros en todo ésto?

Si bien -al menos desde un punto estrictamente teológico- dicha idea resulta razonable, el ser humano –a la luz de esta fuente- queda reducido a ser un sujeto pasivo en lo conciernente a la búsqueda de la paz.

Si la paz no está en nuestras manos y sólo puede ser adquirida por medio de la bendición del Cielo...¿qué podemos hacer por ella además que rezar?

Es cierto que debemos seguir rezando por la paz en Israel (¡y en el mundo!), pero tal vez debiéramos invertir más energías en aquello que sí está a nuestro alcance, como el sustento, la educación y la justicia social.

Dejemos la paz para los poetas y los soñadores...

¿Para qué esmerarse tanto en algo que depende exclusivamente de Di-s siendo que – además-  no tenemos "socios" para hablar de paz?

Baal HaTurim, trae en su comentario a la Torá, una idea que arroja luz sobre las sombras.

"Shalom" –dice el Baal HaTurim- suma en gematria igual que "Esav" (comentario a BeMidvar 6, 26).

Cuando escuchamos en nuestros días que en Medio Oriente "no tenemos con quién hablar", debemos saber que dicha idea no nació en nuestros días.

El pueblo de Israel sabe, hace casi cuatro mil años, que Esav nunca será socio para la paz.

Con él tampoco se puede hablar...

Y súbitamente, Baal HaTurim nos enseña y sorprende con esta particularidad: el valor numérico de la palabra Shalom y del vocablo Esav es idéntico.

Y agrega el Baal HaTurim:

"Debes anticipar en el saludo a todo hombre, incluso a Esav".

Aun cuando Esav se ha transformado en el imaginario judío en símbolo del guerrero cruel, sediento de sangre, Baal HaTurim nos sugiere que debemos evitar transformarnos en sujetos pasivos en lo referente a la paz. No es correcto. La paz no es propiedad exclusiva de Di-s sino que nosotros podemos acelerar su venida.

¿Cómo?

Ya lo dijo en alguna oportunidad el Prof. Ishaiahu Leibovitz refiriéndose a está similitud entre el vocablo Shalom y el nombre Esav.

"Esto se nos ha enseñado a fin de que el pueblo de Israel sepa hasta qué punto la paz en un imperativo que le compete. Dado que no habrá paz para Israel, hasta tanto no haya paz entre Iaakov y Esav".

O en otras palabras: Hasta que comprendamos que lo imposible es sólo aquello que nunca se intentó.

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