A solas, con el Rey
La descripción del
ropaje sacerdotal es el tema central de Parashat Tetzavé.
Ocho eran las prendas
que vestía el Sumo Sacerdote a diario, diseñadas con oro, telas costosas y piedras
preciosas. Sin embargo la Torá nos enseña que el día de Iom
HaKipurim –el día más sagrado del año- de depojaba de este particular ropaje y
lucía tan sólo las cuatro prendas que solían utilizar los sacerdotes ordinarios (túnica,
cinto, mitra y pantalones de lino) (ver VaIkrá 16, 4).
Este detalle resulta
intrigante.
Habitualmente, nosotros –simples mortales- solemos vestir ropajes
destacados en ocasiones especiales. Sin embargo, el Sumo Sacerdote se
despojaba de su ropaje de oro para servir a Di-s con ropas sencillas en el día
más crucial del calendario judío.
¿Por qué?
El midrash (VaIkrá
Rabá 21, 10) propone tres respuestas a este particular interrogante.
Rabí Ieoshúa propone
que "el acusador no puede transformarse en defensor". Ayer Israel había bailado alrededor del becerro de oro. No corrrespondía pues que el mismo
metal sirva para expiar aquel pecado.
Rabí Ieoshúa de Sijnín
nos enseña que esto era una expresión de la piedad que siente Di-s por el
dinero de Israel. El ropaje que utilizaba el Sumo Sacerdote en Iom HaKipurim
se depositaba en una guenizá y no se podía reutilizar en otro Iom
HaKipurim. Descartar un ropaje tan oneroso, significaría someter anualmente al pueblo
de Israel a un gasto excesivamente elevado para reemplazar aquella ropa.
Rabí Leví dice que el
motivo de dicho ropaje de lino en Iom HaKipurim era para neutralizar el
ego del Sumo Sacerdote, tal como está dicho en el libro de Mishlei: "No te
glorifiques en la presencia del rey" (25, 6).
Imaginemos lo que
podría haber sentido el Sumo Sacerdote al momento de la avodá en Iom
HaKipurim. La extrema responsibilidad que tenía en dicha jornada, podía
confundirlo y provocar soberbia en su corazón.
"¡Soy
especial!". "¡Soy único!" (habrá pensado).
Y todo eso era cierto...
Pero la distancia
entre el "¡Soy especial!" y el "¡Soy único!", al "¡Soy
el mejor!" suele ser siempre muy corta (más aun cuando se visten ropajes
de oro y piedras preciosas...).
Es allí que se le pide
que vista ropaje simple de lino, para que su ego no quede al descubierto allí cuando debe expiar por los pecados de Israel.
....
Cuando analizamos la
historia de meguilat Ester, veremos que la soberbia fue la perdición de Hamán
el malvado.
Hasta el final de
capítulo cinco de la Meguilá, Hamán había subido paulatina e ininterrumpidamente en la consideración del rey. Su prestigio crecía y -tal como era su deseo- el pueblo judío tenía
los días contados.
Hamán fue el único
ministro invitado al banquete real junto al rey Ajashverosh y la reina Ester.
Era de esperar que su
corazón de llene de soberbia. Sólo él frente al rey...al igual que el Sumo Sacerdote en Iom HaKipurim.
"Sin embargo,
Hamán se contuvo y fue a su casa, e hizo venir a sus amigos y a Zeresh, su
mujer...Y agregó Hamán: "Además la reina Ester no permitió entrar con el
rey al banquete que le ofreció a nadie más que a mí" (Ester 5, 10-12).
No obstante, su ego se
veía herido cada vez que veía que Mordejai el judío sentado en la
puerta del palacio. Mordejai era el único –entre todos los súbditos del rey- que
no le rendía pleitesía (Ester 3, 2).
El segundo tropiezo
con su ego, lo tuvo Hamán cuando el rey le pidió consejo para distinguir a uno de sus súbditos.
Hamán, en su soberbía,
pensó que el rey sólo podía querer distinguirlo a él.
"Entonces Hamán
se dijo en su corazón: "¿A quién otro que a mí ha de querer honrar el
rey?". Y le dijo Hamán al rey: "Para el hombre a quien el rey desea
honrar, sean traídos los atavíos reales que el rey suele usar, y el caballo en
el que cabalga el rey. Y póngase en su cabeza una corona real. Y dense lo
atavíos y el caballo en mano de uno de los príncipes más nobles del rey, para
que vista así al hombre que el rey se complace en honrar y le haga pasear a
caballo por las calles de la ciudad y proclame delante de él: "Así será
hecho al hombre a quien el rey se complace en honrar" (Ester 6, 6-9). Ese hombre, resultó ser
finalmente Mordejai quien había salvado la vida del rey de manos de Bigtán y
Teresh (ver Ester 2, 21-23).
De allí hasta su caída
final, habrá sólo unos pocos versículos. La esclada paulatina
de Hamán en la corte de Ajashverosh, se desmoronó en unos pocos versículos a
causa de su soberbia.
...
Había una vez un rey noble y sagaz que gozaba del respeto y de la admiración de todo su pueblo. Día
a día acudían a él decenas de súbditos en busca de consejo y sabia sentencia.
En una ocasión se
presentó ante el rey un comerciante que había sido victima de un robo, y
pretendía hallar al ladrón.
El rey que -como dijimos- era sabio
y sagaz, ordenó arrancar de cuajo la puerta de la tienda del comerciante y llevarla a la plaza
de la feria para hacer "justicia" con ella. Allí se le adminitrarían
cincuenta latigazos por no haber impedido el robo.
Y aun cuando dicha
sentencia resultaba absurda, así se hizo. La guardia real arrancó de cuajo
aquella puerta y la trajo hasta la plaza de la feria.
Cientos de personas se
congregaron allí para presenciar la ejecución de la sentencia.
El rey sacó su látigo
y coemzó a azotar a la puerta. Luego de haber finalizado con los cincuenta
latigazos proclamó ante la multitud: "Ahora que he ejecutado mi sentencia,
preguntaré a la puerta sobre la identidad del ladrón". El rey inclinó
su oído en dirección a la puerta y cuando se incorporó dijo: "La puerta no
me ha dicho aun el nombre del ladrón...sólo me dijo que este tenía un agujero en su
sombrero".
Inmediatamente, un
hombre entre la multitud se llevó su mano al gorro.
El ladrón había sido
atrapado.
....
Si se quiere ver
aflorar el ego de una persona, sólo hacen falta dos cosas: halagarla o
criticarla. Colmarla de honores o humillarla.
Eso fue lo que hizo
tropezar a Hamán. Esa es la razón del ropaje de lino que viste el Sumo Sacerdote en Iom HaKipurim.
La soberbia mata.
En el caso de Hamán, literalmente.
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