Miedo a matar, miedo a morir
Después de veintiún años de separación Iaakov está nuevamente a unos pocos kilómetros de Esav.
‘Y temió Iaakov mucho y se angustió’ (Bereshit 32, 8), nos dice la Torá.
Si preguntáramos por los motivos del miedo de Iaakov, la respuesta sería unánime y casi obvia. ¿Cómo no habrá de temer viendo que Esav y sus hombres podían matarlo?’. Pero si leemos el versículo detenidamente, veremos que Iaakov no tenía UN miedo; tenía DOS. Por un lado miedo: ‘VaIrá Iaakov Meod’ (Y temió Iaakov mucho). Por el otro angustia: ‘VaItzer Lo’ (Y se angustió).
RaSHI, nos trae la voz del Midrash (Bereshit Rabá 76, 2) y nos dice: ‘Temía ser matado, y se angustió por si matase él a otros’ (RaSHI a Bereshit 32, 8). Iaakov -nos dice RaSHI- tenía miedo de convertirse en lo que jamás quiso ser. La espada nunca fue su amiga...Esa había sido la bendición a Esav a quien su padre había dicho "Vivirás de tu espada" (ver Bereshit 27, 40).
Iaakov sabía que la espada no era SU asunto. Ese era el terreno de su hermano. Y temió invadir el terreno de la violencia física....que no era el suyo. Temió mucho morir...Pero tanto como morir, temió mucho y se angustió solo por el hecho de pensar en matar. Iaakov sabía que no estaba ‘programado’ para ello.
Cuando uno respira el clima por la calles en este convulsionado Medio Oriente observa que ciertas ‘fantasías’ ya no son solo patrimonio de fanáticos fundamentalistas. ¿¡Cuántos son lo que dicen que para finalizar el conflicto del Medio Oriente ‘hay que matarlos a todos’!? ¡Cuántas veces –para ser honestos- lo pensamos aun sin verbalizarlo?
Y éso también da miedo. Un miedo no menor al que provocan los cohetes kasamim que caen sobre nuestra región. Un nuevo miedo que va sumado a ese primer miedo de Iaakov. Me refiero al segundo miedo de Iaakov. Tenemos miedo en convertirnos en Esav. Y eso también asusta...y angustia.
Y éso también da miedo. Un miedo no menor al que provocan los cohetes kasamim que caen sobre nuestra región. Un nuevo miedo que va sumado a ese primer miedo de Iaakov. Me refiero al segundo miedo de Iaakov. Tenemos miedo en convertirnos en Esav. Y eso también asusta...y angustia.
Recuerdo la historia de aquel viejo profeta que llegó hasta una aldea en la cual la violencia y la criminalidad abundaban por doquier. El viejo profeta comenzó a gritar, pero nada allí cambió. Y siguió gritando, día a día...
‘Viejo tonto’, le dijo uno. ‘¿Por qué no te vas de aquí? ¿No ves que nadie te escucha ni nadie jamás te ha escuchado?’.
‘Te equivocas’, le dijo el profeta. ‘Cuando llegué aquí yo gritaba para cambiarlos a ustedes; ahora grito para que ustedes no me cambien a mí’.
Rezamos, sufrimos y lloramos para que esta situación de violencia, lágrimas y sangre pueda cambiar. Para que algún día podamos vivir juntos, uno al lado del otro, sin muerte y sin dolor. Sigamos rezando para que ese día llegue...No callemos nuestras voces. Pero agreguemos a este un nuevo grito, el grito del profeta. Recemos también para que esta situación no nos cambie a nosotros y para que no dejemos de ser quienes somos.
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