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lunes, febrero 04, 2008

Parashat Trumá 5768

Construyendo una Sinagoga

Hay un aspecto muy interesante en esta Parashá que hace algún tiempo me hizo notar un joven a quien estaba preparando para su Bar Mitzvá.

‘¿Y de dónde sacó Israel la madera para la construcción del mishkán?’, me preguntó.

Uno puede imaginar de dónde sacó Israel el oro para el mishkán. Ya la Torá (Bereshit 15, 14) nos dice que la salida de Egipto sería ‘BiRejush Gadol’ (Con gran riqueza y fortuna).

Uno puede imaginar de dónde provenían las cortinas del mishkán. Ya la Torá (Shemot 12, 38), nos cuenta que salimos de Egipto con 'Mikné Kaved Meod' (Con grandes rebaños).

Pero...¿dónde habían árboles en el desierto para la construcción del mishkán?

El Midrash (Tanjuma, Trumá) nos enseña que Iaakov Avinu las había sembrado cuando tiempo atrás, en los tiempos de hambruna para la tierra de Cnaan, descendió con sus hijos a Egipto en busca de comida.

Entonces les dijo a sus hijos: Cuando en el futuro sean ustedes redimidos de este lugar y Di-s les pida construir un mishkán...¿de dónde sacarán la madera?

Vayan y siembren cedros desde ahora, así cuando se les pida la construcción del mishkán, los cedros estarán a punto.

¿Qué nos quiere enseñar el midrash?
Iaakov jamás iría a conocer el mishkán, ni siquiera sus hijos habrían de conocerlo...

El Midrash nos enseña que construir no es sólo martillar y apilar ladrillos. Construir es soñar para adelante, planificar, tener un horizonte. Construir ha sido siempre para el pueblo judío un acto trans-generacional. Un movimiento continuo. Una actitud, más que un acto.


Se cuenta que un hombre golpeaba fuertemente una roca, con rostro duro, transpirado.

Alguien le preguntó: ‘¿Cuál es su trabajo?’.

‘¿No lo ve? Picapedrero’. Y agregó con pesadumbre: ‘Estoy en prisión y me obligan a hacer esto. ¿Le parece que puedo estar contento?’.


Un segundo hombre golpeaba fuertemente una roca, con rostro duro, transpirado. 

Alguien le preguntó: ‘¿Cuál es su trabajo?’.

‘¿No lo ve? Picapedrero’. Y agregó con pesadumbre: ‘Mi abuelo rompía piedras, mi padre hacía lo mismo, yo no puedo defraudar a mi familia. ¿Le parece que puedo estar contento?’.

Un tercer hombre golpeaba fuertemente una roca, transpirado, con rostro alegre, distendido.

Alguien le preguntó: ‘¿Cuál es su trabajo?’.

‘¡¡¡Estoy construyendo un Beit HaKneset!!!’, respondió.

Parashat Trumá es entonces mucho más que un Tratado de Arquitectura y Diseño de Interiores.


Es el mapa de ruta en el que los judíos nos hemos visto reflejados por siglos a la hora de emprender nuestras construcciones.

Es esfuerzo, entrega y algunos tropiezos.

Es el llamado –como sugiere esta historia- a ser constructores...no herederos. Y ver la construcción de una sinagoga, no como un yugo, sino como una gesta.

Pero sobre todo, es un elogio a los pioneros, que soñaron y construyeron mirando hacia delante. No hay esfuerzo más bello, ni inversión más redituable que esa.