¡Ahí los quiero ver!
El pueblo, estaba parado a los pies del Monte Sinaí a punto de vivenciar
el momento más sublime de la historia de la humanidad. Presenciarían la reunión
del Cielo y de la tierra, instante en el cual –de acuerdo al Midrash-
hasta los pájaros detuvieron su canto y el mar su rugido.
‘Y dijo el Eterno a Moshé: ‘Ve al pueblo, y santifícalos, hoy y mañana’ (Shemot 19, 10).
Dice el Midrash que la palabra ‘mañana’, aquí, no necesariamente significa el
‘día siguiente’. Hay ‘mañanas’ en la Torá que significan ‘al cabo del tiempo’
(Mejilta Shemot 13, 14).
¿Qué necesidad había de pensar en el ‘mañana’ ante semejante ‘HOY’? ¿Para qué
pensar en el día siguiente?
Ocurre que no alcanza con ser un santo al pie del Sinaí; allí todo es santidad
y la pureza de nuestro corazón es esperable. Lo complicado es ser santos cuando
la vivencia de Sinaí termina. Cuando vamos al supermercado, volvemos al trabajo
de todos los días y retornamos a la escuela y a la universidad. El desafío es
ser santos ahí.
Hace un tiempo miraba un documental sobre la vida de los judíos jaredim (ultraortodoxos),
en Ierushalaim.
Sus opiniones no estaban despojadas de autocrítica. No mostraban intención de esconder las migas debajo de la alfombra. Y, súbitamente, uno de ellos tomó el micrófono en sus manos, miró a la cámara y dijo:
Sus opiniones no estaban despojadas de autocrítica. No mostraban intención de esconder las migas debajo de la alfombra. Y, súbitamente, uno de ellos tomó el micrófono en sus manos, miró a la cámara y dijo:
‘En nuestro mundo todos respetamos kasher,
todos respetamos shabat y festividades,
todos respetamos las tres oraciones diarias...
¡¡Lo que aún no aprendimos es a respetarnos en el omnibus!!’.
El mensaje de la Torá es que comer kasher es fundamental. Pero tener
comida kasher en casa y un comportamiento taref en la
calle, no sirve de nada.
Una de las lecciones fundamentales del judaísmo es que la búsqueda de la
santidad, el encuentro con Di-s, no está acotado a las paredes de la sinagoga,
ni restringido al día del Shabat o al Monte Sinaí. Tenemos la capacidad para
transformar cualquiera de nuestros actos en una vivencia al pie del Sinaí.
Martin
Búber dijo en una ocasión que el judaísmo no persigue la finalidad de escapar
desde lo profano hacia la presencia purificadora de Di-s sino que -por el
contrario- nos invita y nos enseña a introducir la presencia de Di-s en lo
profano y cotidiano.
Ser santos al pie del monte Sinaí es sencillo. Lo difícil es ser un santo al otro
día, cuando los pájaros vuelven a cantar, el mar vuelve a rugir y el mundo
retoma su curso normal. ‘¡Mañana los quiero ver!’, dice Di-s.
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