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martes, mayo 30, 2006

Parashat Naso 5766

Fuerte de Cuerpo…Frágil de Espíritu

La Parashá de la semana, Nasó que con ciento setenta y seis versículos es la porción más extensa de toda la Torá y trata –entre otros temas- acerca de las leyes del Nazir.

Un Nazir era aquella persona que decidía consagrarse a Di-s por un tiempo definido absteniéndose de beber vino, impurificarse con la cercanía de un cadáver y cortarse el cabello.

El Nazir era un hombre que lograba ejercer un tremendo control sobre sí mismo ante ciertas tentaciones mundanas como el vino. Y si pensamos en el pelo largo, enseguida vendrá a nuestra mente la imagen de Samsom (Shimshon), que no por casualidad es la temática de la Haftará de la semana, ya que Shimshon también era un Nazir.

Cuando se piensa en Shimshon, se lo imagina similar al clásico paradigma de la belleza masculina de nuestro siglo. Un cuerpo trabajado en el gimnasio, buena altura, y un club de fans de chiquillas adolescentes gritando ante su imagen. Pero nos equivocamos. El mismo libro de los jueces nos cuenta que su fuerza era la corporización del espíritu de Di-s (Shoftim 13, 25).

Sin embargo, y a pesar de haber sido un heroe popular que logró pelear con los filisteos sólo, sin ejército, Shimshon es un personaje trágico, tal vez el más trágico entre todos los personajes del TaNaJ. Cuando Shimshon se entrega a los placeres en brazos de la bella Dalila, rompe con su condición de Nazir, hecho simbolizado en el texto con su ya célebre corte de pelo en brazos de su siniestra mujer.

Shimshon era fuerte de cuerpo…pero frágil de espíritu. Su fortaleza física no estuvo acompañada por la fortaleza espiritual capaz de resistir los encantos de Dalila y fue ello lo que marcó su final. Por mucha fuerza que posea el hombre, por mucho dinero o ideas que tenga, si no logra dominar a su mundo interior, a su ietzer, es un hombre frágil.

La auténtica virtud de una persona es invisible a los ojos. Cuando más se la ve, menos está. Cuando más está, menos se la ve.

La auténtica fortaleza que el hombre y la mujer deben alcanzar no se adquiere ni en el gimnasio, ni en los negocios, ni en la universidad. Es la fortaleza del espíritu la que cuenta, que solamente se logra ejercitando la santidad.