Ensamble
En la noche de Iom
HaKipurim se acostumbra a leer un misterioso preludio al Kol
Nidrei:
"Con la aprobación
del Omnipresente, y con la aprobación de la congregación, en la Asamblea
celestial y en la asamblea terrena, nos es lícito rezar con los
transgresores".
Muchas son las
explicaciones que se le han dado a este curioso párrafo. Hay quienes ligan esta
invocación a tiempos de la inquisición, en los cuales muchos judíos se vieron
obligados a ocultar su origen. Según se cree, los criptojudios organizaban
rezos comunales en Iom HaKipurim y por medio de esta invocación pedían a
Di-s que sus plegarias sean escuchadas, aun cuando a lo largo del año se vieron
obligados a transgredir la ley judía.
Esta explicación es de
dudosa veracidad, dado que que esta fórmula aparece por primera vez en un libro
de oraciones ashkenazí del siglo 13, previo a la expulsión de los judíos de
España. No obstante, el motivo real de este pasaje no es el tema que me compete
hoy.
Lo relevante es el
mensaje que se desprende de dicho preludio: una congregación religiosa debe
tener sus puertas abiertas a todo el pueblo de Israel, sin distinción de clases
sociales ni de niveles de observancia.
Esta idea se halla
sugerida también en Parashat Ki Tisá.
Entre la diversidad de
temas que trae nuestra porción semanal -que incluye el precepto del medio shekel
y el legendario relato del becerro de oro- la Torá menciona el precepto del
incienso que se ofrecía en el Tabernáculo y, luego, en el Templo de Jerusalem.
Según la tradición
talmúdica, el incienso estaba compuesto por once ingredientes diferentes. Diez
de las especias, emitían un aroma agradable (se nos enseña que el aroma del
incienso llegaba hasta Jericó). Sin embargo, uno de los ingredientes del
incienso –el gálbano o Jelbená, en hebreo- emitía un olor diferente y
–por cierto- bastante desagradable.
Enseña la Guemará en
nombre de Rabí Shimón Jasidá:
"Todo ayuno
comunal en el que no toman parte los transgresores de Israel, no es un ayuno
(valido), dado que el gálbano emitía mal olor, y (aun así) las Escrituras lo
contabilizaron entre los ingredientes del incienso" (Kritut 6b).
A propósito, se cuenta que en una ocasión Rabí Pinjás HaLeví Hurvitz
convocó un minián en su casa. Al momento de completarse el quorum de
congregantes, Rabí Pinjás notó que entre los asistentes, había uno que no
contaba con la mejor de las reputaciones. Salió, pues, a la calle a buscar una
nueva persona para el minián.
El hombre –¡transgresor pero ilustrado!- se acercó a Rabí Pinjás y le dijo:
"Dígame Rabino: ¿Acaso no leémos en el Talmud que el gálbano también
formaba parte del incienso?".
"Estás en lo cierto", asintió el Rabino sonriendo.
"¡Justamente por ello los ingredientes del incienso son once!".
El Rab Kuk, solía decir
que así como el vino no puede existir sin sedimentos, tampoco el mundo puede
existir sin transgresores. Y si nos dejamos guíar por la sabiduría del hebreo,
veremos que el vocablo TZiBUR (Congregación) está compuesto por las iniciales
de las palabras TZadikim (Justos), Beinoniim
(hombres comunes), y Reshaim (malvados). Dichas tres
iniciales están ligadas por la letra vav, dando la pauta de que toda
congregación debe es heterogénea en su esencia.
Éste es, de hecho, un
motivo recurrente en la tradición judía. Las aravot también se
contabilizan entre las cuatro especies de la festividad de Sukot, aun cuando no
cuentan ni con aroma ni con sabor. También el hijo malvado se sienta con
nosotros año trás año en la mesa del Seder.
La Torá enseña que todo
componente del pueblo de Israel resulta indispensable. Y posiblemente, éste sea
uno de los mensajes más poderosos que enseñan todas las secciones de la Torá
que tratan acerca de la construcción del Mishkán y de sus utensilios.
En la base de todas
estas Parashiot, se encuentra el mismo mensaje: el ensamble. De éso se
tratan todas estas secciones. Maderas, lanas y piedras preciosas se ensamblan
para dar forma al Mishkán y a sus utensilios. Especies e hierbas
específicas se ensamblan y resultan en incienso o en el mismo aceite de la
unción.
Es por éso que cada
ingrediente –enseña la Torá- resulta indispensable. De otra manera, el ensamble
es incompleto.
Así ocurre también con
la congregación de Israel. Tal como enseñara alguna vez el Rabino Harold
Kushner: Una congregación que reciba solamente santos, sería equiparable a un
hospital que reciba sólo gente sana.