Hace
unos días, mientra escribía mi nuevo Sefer Torá, me dispuse a limpiar la pluma
para comenzar un breve recreo. Observé el trapo con el que limpio el kulmus[i]
-que suele estar manchado de tinta- y vino a mi mente una reflexión: ¡qué
triste es el destino de aquellos manchones! Aquella gotas en el trapo bien
podrían haber dado "vida" a una Torá o –lo que es más- al Sagrado Nombre
de Di-s; sin embargo terminaron su vida en un harapo...
Todas
las gotitas de tinta comparten su "existencia" en el mismo tintero. Todas
con igual potencial y, sin embargo, no todas comparten el mismo destino.
....
El
poema litúrgico Unetane Tokef, que precede a la Kedushá de Musaf
–tanto en Rosh HaShaná como en Iom HaKipurim- aborda este tema.
El autor, dueño de una pluma majestuosa, presenta allí al ser humano a través de
una serie de parábolas:
El
hombre proviene del polvo y finaliza en el polvo...
Se asemeja
a una frágil vasija,
a
la hierba seca,
a
una flor marchita,
a
una sombra que pasa,
a
una nube que se disipa,
al
viento que sopla,
al
polvo que vuela,
y a
un sueño que se va...
Y –no
obstante- el Unetane Tokef nos enseña que nosotros –humanos- tenemos
arreglo. La frágil vasija de arcilla, se descarta cuando se rompe. El hombre siempre
puede enderezarse.
Las
gotas del tintero no pueden decidir en qué van a transformar su existencia.
Nosotros sí podemos decidir si transformaremos nuestra vida en bendición o
–Di-s nos libre- en maldición; en un sueño o –Di-s nos guarde- en una
pesadilla.
...
El
Maguid de Kamenetz solía traer una historia al respecto.
En una
exhibición parisina, se exponía un monumental armario, obra de artista.
Se
trataba de un closet único, con innumerables compartimentos. Estantes
desplegables y giratorios y cajones forrados de terciopelo rojo donde se podían
depositar objetos de valor, oro, plata y piedras preciosas.
El
armario de había transformado en el item más visitado de la exposición y el
artista recibió una condecoración por su obra maestra. Finalmente, un
acaudalado aristócrata vienés, decidió llevarse el mueble a su palacio, a
cambio de ocho mil dinares de oro.
Pero,
la vida tiene, a menudo, giros inesperados. El millonario de nuestra historia
terminó empobreciéndose y le fue declarada la quiebra. Todos sus bienes fueron
rematados; entre ellos, también aquel afamado mueble que fue vendido por una
pocas monedas.
El
armario terminó en el taller de un humilde zapatero. Éste colocó las suelas y
el pegamento en el cajón superior, los hilos en el cajón intermedio y el
martillo y las tachuelas en el compartimento inferior.
Un
buen día, el artista de nuestra historia visitó la ciudad de Viena. Caminando
por la capital, notó que la seula de su zapato se había despegado e ingresó al
taller de aquel humilde zapatero. Entregó su calzado al hombre y mientras
eperaba por su calzado comenzó a recorrer con la
mirada la arquitectura del lugar.
Súbitamente,
sus ojos se podaron en el formidable mueble que él mismo había creado. No podía
creer lo que estaba mirando. Al armario le faltaba una pata, sus ornamentos
dorados estaban descoloridos, y la madera rallada y astillada. Lo que es peor,
el mueble estaba cubierto por una espesa capa de polvo.
El
artista miró y -al instante- se desmayó. El zapatero salió a la calle a pedir la
asistencia de algún transeúnte, y el afamado hombre volvió en sí y comenzó a
llorar.
"¡Qué
han hecho con mi obra!", comenzó a sollozar.
¿Y
cómo no va a llorar al ver que el armario se convirtió en un depósito de
pegamento, trapos e hilachas? ¿Cómo no va a llorar y a desmayarse?
...
Y la moraleja: Di-s nos ha creado cual obras de arte, y
ha sembrado en nuestro ser la inteligencia y el dicernimiento. También nuestro alma tiene
"compartimentos". Un cajón para la humildad, un estante para la
sabiduría y una celda para la santidad. Y, sin embargo, está el hombre que en
el cajón de la humildad deposita soberbia, en el estante de la sabiduría
acumula ignorancia, y -¡qué tristeza!- en la celda de la santidad acumula
trapos sucios y zapatos rotos...
...
La
existencia espiritual del hombre está moldeada por éste y por sus decisiones. Fuimos
moldeados cual obra maestra, pero somos nosotros quienes decidiremos qué
habremos de almacenar en cada uno de nuestros "compartimentos".
Tal
como está dicho en Parashat Nitzavim que leímos hace un par de semanas:
"Atestiguo hoy contra
vosotros a los cielos y a la tierra, la vida y la muerte; di ante vosotros, la
bendición y la maldición. Y escogerás la vida, para que vivas tú y tu
simiente" (Devarim 30, 19).
Quiera
Di-s colmarnos de sabiduría a fin de almacenar nobles atributos en nuestras
almas. No somos como las gotas del tintero. Nosotros seremos quienes
daremos a nuestra vida un tinte de santidad o la transformaremos –Di-s nos libre- en un sucio trapo. No vaya a
ser que Di-s diga: "¡Qué han hecho con mi obra!".
¡"Y
eligirás la vida"!
¡Guemar
Jatimá Tová!
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