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miércoles, octubre 01, 2014

Iom HaKipurim 5775

Las Gotas del Tintero

Hace unos días, mientra escribía mi nuevo Sefer Torá, me dispuse a limpiar la pluma para comenzar un breve recreo. Observé el trapo con el que limpio el kulmus[i] -que suele estar manchado de tinta- y vino a mi mente una reflexión: ¡qué triste es el destino de aquellos manchones! Aquella gotas en el trapo bien podrían haber dado "vida" a una Torá o –lo que es más- al Sagrado Nombre de Di-s; sin embargo terminaron su vida en un harapo...
Todas las gotitas de tinta comparten su "existencia" en el mismo tintero. Todas con igual potencial y, sin embargo, no todas comparten el mismo destino.
....
El poema litúrgico Unetane Tokef, que precede a la Kedushá de Musaf –tanto en Rosh HaShaná como en Iom HaKipurim- aborda este tema. El autor, dueño de una pluma majestuosa, presenta allí al ser humano a través de una serie de parábolas:
El hombre proviene del polvo y finaliza en el polvo...
Se asemeja a una frágil vasija,
a la hierba seca,
a una flor marchita,
a una sombra que pasa,
a una nube que se disipa,
al viento que sopla,
al polvo que vuela,
y a un sueño que se va...
Ocho diferentes imágenes son presentadas en este poema y logran graficar de manera única la efimeridad de la vida humana. Iom HaKipurim nos transforma en seres frágiles y diminutos frente al poder del Señor de todas las cosas.
Y –no obstante- el Unetane Tokef nos enseña que nosotros –humanos- tenemos arreglo. La frágil vasija de arcilla, se descarta cuando se rompe. El hombre siempre puede enderezarse.
Las gotas del tintero no pueden decidir en qué van a transformar su existencia. Nosotros sí podemos decidir si transformaremos nuestra vida en bendición o –Di-s nos libre- en maldición; en un sueño o –Di-s nos guarde- en una pesadilla.
...
El Maguid de Kamenetz solía traer una historia al respecto.
En una exhibición parisina, se exponía un monumental armario, obra de artista.
Se trataba de un closet único, con innumerables compartimentos. Estantes desplegables y giratorios y cajones forrados de terciopelo rojo donde se podían depositar objetos de valor, oro, plata y piedras preciosas.
El armario de había transformado en el item más visitado de la exposición y el artista recibió una condecoración por su obra maestra. Finalmente, un acaudalado aristócrata vienés, decidió llevarse el mueble a su palacio, a cambio de ocho mil dinares de oro.
Pero, la vida tiene, a menudo, giros inesperados. El millonario de nuestra historia terminó empobreciéndose y le fue declarada la quiebra. Todos sus bienes fueron rematados; entre ellos, también aquel afamado mueble que fue vendido por una pocas monedas.
El armario terminó en el taller de un humilde zapatero. Éste colocó las suelas y el pegamento en el cajón superior, los hilos en el cajón intermedio y el martillo y las tachuelas en el compartimento inferior.
Un buen día, el artista de nuestra historia visitó la ciudad de Viena. Caminando por la capital, notó que la seula de su zapato se había despegado e ingresó al taller de aquel humilde zapatero. Entregó su calzado al hombre y mientras eperaba por su calzado comenzó a recorrer con la mirada la arquitectura del lugar.
Súbitamente, sus ojos se podaron en el formidable mueble que él mismo había creado. No podía creer lo que estaba mirando. Al armario le faltaba una pata, sus ornamentos dorados estaban descoloridos, y la madera rallada y astillada. Lo que es peor, el mueble estaba cubierto por una espesa capa de polvo.
El artista miró y -al instante- se desmayó.  El zapatero salió a la calle a pedir la asistencia de algún transeúnte, y el afamado hombre volvió en sí y comenzó a llorar.
"¡Qué han hecho con mi obra!", comenzó a sollozar.
¿Y cómo no va a llorar al ver que el armario se convirtió en un depósito de pegamento, trapos e hilachas? ¿Cómo no va a llorar y a desmayarse?
...
Y la moraleja: Di-s nos ha creado cual obras de arte, y ha sembrado en nuestro ser la inteligencia y el dicernimiento.  También nuestro alma tiene "compartimentos". Un cajón para la humildad, un estante para la sabiduría y una celda para la santidad. Y, sin embargo, está el hombre que en el cajón de la humildad deposita soberbia, en el estante de la sabiduría acumula ignorancia, y -¡qué tristeza!- en la celda de la santidad acumula trapos sucios y zapatos rotos...
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La existencia espiritual del hombre está moldeada por éste y por sus decisiones. Fuimos moldeados cual obra maestra, pero somos nosotros quienes decidiremos qué habremos de almacenar en cada uno de nuestros "compartimentos".
Tal como está dicho en Parashat Nitzavim que leímos hace un par de semanas:
"Atestiguo hoy contra vosotros a los cielos y a la tierra, la vida y la muerte; di ante vosotros, la bendición y la maldición. Y escogerás la vida, para que vivas tú y tu simiente" (Devarim 30, 19).
Quiera Di-s colmarnos de sabiduría a fin de almacenar nobles atributos en nuestras almas. No somos como las gotas del tintero. Nosotros seremos quienes daremos a nuestra vida un tinte de santidad o la transformaremos  –Di-s nos libre- en un sucio trapo. No vaya a ser que Di-s diga: "¡Qué han hecho con mi obra!".
¡"Y eligirás la vida"!
¡Guemar Jatimá Tová!





[i] . Tal es el nombre técnico de la pluma de los escribas (Sofrim).

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