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jueves, junio 07, 2018

Parashat Shelaj Lejá 5778

Los ojos y la boca

Cuando nos referimos a Parashat Shelaj Lejá, por lo general hablamos del comienzo y no del final.

Sin embargo, los últimos versículos de la Parashá son más que conocidos por todo aquel que está familiarizado con el sidur y la tefilá: se trata de la sección de los tzitzit, la cual constituye el tercer párrafo de la lectura del Shemá Israel.

¿Acaso se puede relacionar el inicio de la Parashá con su final? ¿Que tiene en común la historia de los meraglim –mencionada al inicio- con los flecos (tzitzit) que colocamos en los extremos de nuestra ropa?

....

Doce hombres fueron enviados a explorar la tierra. Doce individuos, uno por cada tribu israelita se dirigieron a la tierra de Canaan -la Tierra Prometida- con una consigna clara y precisa: traer información sobre la Tierra que irían a heredar.

Y les dijo Moshé:

"...veréis la tierra, que tal es ella; y el pueblo que la habita, si es fuerte, si es débil, si reducido es, si es numeroso. Y que tal es la tierra en que él mora, si buena es ella, si mala; y que tal las ciudades en que él mora en ellas, si en ciudades abiertas, si en ciudades fortificadas y qué tal es la tierra, si fértil es ella, si estéril; si hay en ella árbol, si no; y os esforzaréis y tomaréis del fruto de la tierra..." (BeMidvar 13, 18-20).

Imposible hallar consigna más clara. Aquellos enviados, debían traer consigo una radiografía de su futuro. Debían espiar la tierra, al pueblo que la habitaba y a sus ciudades.

Lo que finalmente ocurrió es que diez de aquellos doce hombres, regresaron con su informe al campamento de Israel y lo inundaron de abatimiento y pesimismo.

¿En donde se esconde el móvil del pecado de los meraglim?

Permítanme esbozar una respuesta:

Dicen nuestros Sabios (Tanjuma, Vaikrá 18) que el hombre tiene tres partes en su cuerpo sobre las cuales tiene control, y tres sobre las cuales no lo tiene. El hombre tiene potencial para controlar su boca, sus manos y sus piernas. Con su boca, si quiere puede dedicarse a la Torá o a insultar y agraviar. Con sus manos , puede dar tzedaká o –Di-s nos libre- puede robar. Con sus piernas puede visitar sinagogas o correr trás la transgresión.

En cambio, el hombre no puede controlar ni sus ojos, ni sus oídos ni su nariz. Nadie puede elegir que es lo que va ver, oír u oler. Nuestros sentidos, a menudo, son invadidos por imágenes, sonidos o aromas en contra de nuestra voluntad.

De hecho, a ésto se refiere la sección de los tzitzit que leemos hacia el final de Parashat Shelaj Lejá.

La Torá nos dice que debemos mirar los tzitzit a fin de no desviarnos trás nuestro corazón y nuestros ojos (BeMidvar 16, 39).

Los tzitzit son en cierto modo un "antídoto" contra la traicionera cualidad de nuestras pupilas ya que éstas, a menudo, son invadidas por imágenes indeseadas o –lo que es peor- creen ver lo que nunca han visto.

Ésa es –precisamente- la semilla del pecado de los meraglim. Sus ojos recorrieron la sagrada Tierra de Israel, y resumieron su visita con una desafortunada y lacónica aseveración: "El país por el que pasamos para explorarlo, es tierra que devora a sus habitantes" (BeMidvar 13, 32).

Aquella noche, el pueblo comenzó a llorar desconsoladamente, entendiendo que la misión de ingresar a la Tierra Prometida sería poco menos que imposible. Aquella noche –de acuerdo a nuestros Sabios- era la noche de Tishá BeAv (el 9 del mes de Av).

Dijo Di-s: "Hoy lloran ustedes un llanto gratuito; en el futuro –en esta misma noche- su llanto atravesará generaciones" (Taanit 29a)

En el Rollo de Eijá, que leemos precisamente en Tishá BeAv, encontramos una llamativa peculiaridad que tiene directa relación con la mirada distorsionada de aquellos diez meraglim.

El Rollo de Eijá está mayormente redactado de acuerdo al orden del alfabeto hebreo. En los primeros cuatro capítulos del libro, el primer versículo comienza con la letra alef (א), el segundo con la bet (ב), y así sucesivamente. Sin embargo -a partir del segundo capítulo- ocurre algo especial cuando se llega a la letra aín(ע) . La letra aín, aparece luego de la pe (פ) cuando -en realidad- debiera ser al revés.

Cabe resaltar que la palabra hebrea aín, significa "ojo" mientras que significa "boca". Es por ello que dicen los Sabios de Israel, refiriéndose a ésta particularidad (Sanhedrín 104b):

¿Por qué razón la (letra) pe precede a la (letra) aín (en el Rollo de Eijá)? Es debido a los meraglim, ya que éstos dijeron con sus bocas () lo que no vieron con sus ojos (aín). 

La mención del precepto de los tzitzit hacia el final de la Parashá no hace más que recordarnos cuán traicioneros pueden llegar a ser nuestros ojos. Así como fueron traicioneros los ojos de aquellos meraglim.





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