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viernes, abril 28, 2017

Parashat Tazría 5777

El Mosquito y el Hombre

Parashat Tazría comienza con la descripción de las manchas en la piel, enumeración que continuará en Parashat Metzorá que leeremos la semana que viene.

Rabí Shmuel bar Najmani dice en el Tratado de Arajin que siete son los pecados que causan estas dolencias cutaneas en el hombre, a saber: los chismes (Lashon HaRa), el derramamiento de sangre (Shefijut Damim), los juramentos vanos (Shvuat Shav), las relaciones sexuales prohibidas (Gilui Araiot), la soberbia (Gasut HaRuaj), el robo (Gezel) y la envidia (Tzarut HaAin) (Arajin 16b).

Quisiera hoy referirme a la soberbia, dado que ésta se encuentra en la raíz de todos los demás vicios.

Todos conocemos bien este pecado. Aquí en Israel, este vicio ha mutado en forma de la Jutzpá. Todos sabemos que este es uno de los rasgos más nocivos de nuestra sociedad israelí. Sabemos que en el mundo existe el "perfume francés", el "dulce de leche argentino" y el "té inglés". Pero la juztpá, señores, es israelí...¡Kajol Laván!

¿Qué es la Jutzpa? ¿Cómo podríamos definir esta palabra?

El Jutzpán siente que esta ubicado en el centro del universo. Todos los derechos son suyos, también la razón está siempre de su lado. No respetará a su prójimo en fila de la caja del supermercado ni en la hilera de autos que se amontona para esperar que el semáforo cambie de color. El Jutzpán es siempre el único apurado y suele ofenderse si se le llama la atención.

En realidad, el hombre nace con esta característica, que se emparenta con la soberbia. Cuando un niño siente alguna molestia, es capaz de dar vuelta el mundo para que lo atiendan. Cuando hablamos de dolor físico, esta reacción es comprensible. El problema es que los niños reaccionarán de idéntica forma cuando quieran una golosina o un globo. También gritarán y pondrán al mundo patas para arriba.

El niño obra así, porque los pequeños tienen esa cualidad: sienten que son el centro de la creación. Sin embargo, cabe notar que todos somos descendientes de Adam, que era el centro del mundo y -por lo visto- legó este rasgo a toda su descendencia.

En el Tratado de Sanhedrín existe una interesante nota acerca de la creación del primer hombre en la víspera del Shabat. Si el hombre es la corona de la creación, pregunta el Talmud...¿por qué fue creado al final del proceso y no al principio?

Entre las interesantes respuestas a este interrogante, se nos enseña que el hombre fue creado a último término "para que cuando lo ataque la soberbia, se le pueda decir: ‘¡Hasta el mosquito te precedió en la obra de creación!’ (Sahedrín 38a).

Solía decir Rabí Naftalí de Barshad: En el mundo venidero, podré hallar una excusa para cada uno de mis pecados menos para el pecado de la soberbia.

Si preguntaran por qué no he estudiado más Torá, respondería que fui un ignorante que no supo estudiar. Si me preguntaran por qué no he dado más tzedaká, respondería que no tuve suficiente dinero. Si me preguntaran por qué no he ayunado lo suficiente, podría argumetar que fui un hombre débil.

Pero vendrá alguien y me dirá: "Naftalí...no has tenido fuerza, ni sabiduría ni dinero...¿por qué razón has sido soberbio?". Entonces, me quedaré sin respuestas...

La Torá nos advierte en Parashat Tazría sobre las consecuencias de este vicio injustificable, y sobre su poder destructivo. Y como antídoto, nuestros sabios nos invitan a tener siempre en cuenta que incluso el diminuto mosquito nos precedió en el orden de la creación.