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domingo, febrero 05, 2006

Parashat BeShalaj 5766

La Traición de los Caballos

Encontramos en Parashat BeShalaj, el milagroso cruce del Mar de los Juncos y el desgraciado final de las tropas del faraón.

Siempre me pregunté por qué los egipcios ingresaron a ese mar. ¿Eran inconscientes? ¿Era tanto el odio que sentían por Israel? ¿No podían imaginar que ese mar abierto iría a caer sobre ellos?

En realidad, según el midrash, los egipcios no querían ingresar al mar...Los que querían ingresar eran los caballos.

Nos cuentan nuestros jajamim que las olas del mar comenzaron a formar figuras de yeguas y los caballos, desesperados, se arrojaron a las aguas (Shemot Rabá 23, 14).

¿Qué nos quiere enseñar este enigmático midrash?


Quizás nos quiera enseñar que la fortaleza de Mitzraim, basada en su aplastante fuerza de caballería, terminó siendo su propia ruina. El imperio que ganaba batallas por fuerza de sus caballos...¡¡terminó perdiendo esta batalla por culpa de esos mismos caballos!!

(Algo similar había ocurrido con el carnero de la akedá. Su fuerza residía en su voluminosa cornamenta. Y por culpa de esos cuernos terminó enredado...y degollado).

Eso es lo que suele ocurrir cuando la grandeza reside exclusivamente en la fortaleza física. La fortaleza física suele ser muy traicionera si no va acompañada por temor reverente al Cielo.

Cierto es que las batallas se ganan con caballos, tanques, aviones y blindados. Incluso el moderno Estado de Israel tiene un aparato militar que nos brinda seguridad y nos colma de orgullo. Pero la auténtica fortaleza de nuestro pueblo jamás residió en las armas sino que residió en nuestro compromiso moral y nuestra inquebrantable fe en Di-s.

Sabemos los tiempos difíciles que vive Israel. Sabemos de los enemigos de afuera, sabemos de los enemigos adentro y de la violencia que no cesa. Sabemos que es bueno e imprescindible tener caballos, tanques, aviones y blindados.


Pero sabemos, al mismo tiempo, que es imprescindible mantener aquellos valores que siempre nos brindaron cohesión y fortaleza como pueblo.

Sabemos que no podemos confiar sólo en la fuerza de la armas. Porque esa confianza bien puede ser traicionera, como ocurrió con los caballos del faraón.

Tal como dijo el profeta Zejaria, por inspiración de Di-s: ‘No por el poder, ni por la fuerza, sino por Mi espíritu, dice el Eterno de los ejércitos’ (Zejaria 4, 6).